Masacre escolar motiva oraciones y nuevas medidas de seguridad

Por Sharon Sheridan
Posted Feb 21, 2013
En la Escuela Episcopal Diurna de Jacksonville, Florida, se construye una plaza conmemorativa en honor de Dale Regan, la asesinada directora de ese plantel. La plaza protegerá las raíces de un roble centenario que era el árbol preferido de la educadora, quien trabajó en la escuela durante 34 años. Foto de la Escuela Episcopal de Jacksonville.

En la Escuela Episcopal Diurna de Jacksonville, Florida, se construye una plaza conmemorativa en honor de Dale Regan, la asesinada directora de ese plantel. La plaza protegerá las raíces de un roble centenario que era el árbol preferido de la educadora, quien trabajó en la escuela durante 34 años. Foto de la Escuela Episcopal de Jacksonville.

[Episcopal News Service] En los dos meses transcurridos desde la masacre ocurrida en una escuela primaria de Connecticut, donde murieron 26 personas, entre ellos 20 niños, las escuelas episcopales han estado examinando y revisando sus medidas de seguridad para mantener a sus estudiantes protegidos.

“En general, la reacción ha sido… una revisión de los métodos de seguridad”, dijo Ann Mellow, directora adjunta de la Asociación Nacional de Escuelas Episcopales (NAES, por su sigla en inglés). “En algunos casos, dependiendo de la escuela, no han cambiado nada porque se sienten confiados de que están haciendo lo mejor que pueden para reaccionar razonablemente ante las situaciones [que puedan presentarse], a sabiendas de que uno no puede estar preparado para todo, todo el tiempo.

“Otras escuelas pueden tener aún un campus relativamente abierto y tienen que añadir cosas. Y creo que en verdad todo el mundo se ha empeñado en las medidas de seguridad”, dijo Mellow. “Si ya no las tenían, las han añadido a sus muchas clases de entrenamientos que se practican en estos tiempos”.

En algunas escuelas previamente alcanzadas por la violencia, las  medidas de seguridad ya estaban debatiéndose antes del fatal tiroteo de la escuela primaria de Sandy Hook en Newtown, Connecticut, el 14 de diciembre de 2012.

El 6 de marzo de 2012, un maestro de español de la Escuela Episcopal de Jacksonville, Florida, que había sido despedido unas horas antes, mató a la directora Dale Reagan y luego se suicidó en el campus.

Después de ese violento episodio, dijo la Rda. Kate Moorehead, “la escuela ha hecho una serie de revisiones muy serias sobre sus medidas de seguridad”.

La escuela siempre está mejorando y atendiendo sus medidas de seguridad, y eso era cierto incluso antes de la tragedia, afirmó Moorehead, deana de la catedral de San Juan [St. John’s Cathedral] en Jacksonville, que comenzó  la escuela y es vicepresidente de los miembros de la junta escolar. “Tenemos guardias alrededor de la escuela como siempre los hemos tenido”. El agresor se coló, no entró por la puerta, recalcó ella. “Algunas cosas son sencillamente difíciles de evitar”.

En la Escuela Parroquial Diurna de San Juan [St. John’s Parish Day School] en Ellicott City, Maryland, la masacre de  Newtown provocó otra serie de revisiones de las medidas de seguridad que ya estaban siendo reevaluadas luego de una tragedia en esa comunidad siete meses antes.

La escuela y la iglesia episcopal de San Juan, con la cual comparte los terrenos, brindaron su apoyo luego de que, el 3 de mayo de 2012,  mataran a tiros a Brenda Brewington, e hirieran de gravedad a la Rda. Mary-Marguerite Kohn, asistente de administración y co-rectora respectivamente de la vecina iglesia de San Pedro [St. Peter’s Episcopal Church] y que el agresor se suicidara cerca de la iglesia. La Rda. Kohn murió dos días después.

“Eso fue una cosa sencillamente devastadora para toda la comunidad. El personal de la iglesia [en San Juan] ciertamente se sintió vulnerable en ese momento”, dijo Steve Harrison, director de la escuela. “Nos hizo muy conscientes de los problemas de seguridad aquí en el campus”.

Si bien la iglesia reaccionó instalando cámaras de seguridad en algunos edificios, el personal administrativo “no sentía la misma inquietud, ni sentían realmente que querían tener una cámara instalada en la entrada” de su edificio, dijo Harrison. “De manera que no lo hicimos”.

Sin embargo, después de la tragedia de Newtown “todo cambió”.

Hace varios años, la escuela había examinado lo de las cámaras de seguridad y había decidido que “era una intrusión demasiado grande”, explicó él. “Los padres creían que era una estrategia demasiado al estilo del Gran Hermano , y lo rechazaron. Desde lo de Sandy Hook, hemos sostenido numerosos debates en toda la comunidad del campus para tratar de determinar el sentimiento de la gente, cómo perciben ahora nuestras necesidades. Gran parte ha dado un giro de 180 grados.

En la escuela primaria, donde las puertas que se abren dan directamente a las aulas, están adquiriendo “barras de seguridad” para atrancar las puertas cuando los alumnos estén confinados en las aulas, y andan buscando cobertores para cubrir los vidrios de las puertas durante esas horas. Las puertas que dan a las alas del pre-escolar y la primaria que se abren automáticamente permanecerán cerradas, y se abrirán manualmente durante las horas de confinamiento. Y se está instalando un nuevo sistema de comunicaciones, que permite hacer anuncios en las aulas, las cuales contaban con teléfonos, pero no con un sistema de altoparlantes interno.

“Todo esto estará funcionando para el comienzo de la escuela en septiembre, la mayor parte, antes de que terminé este curso académico”, dijo Harrison.

“Lo único que no tenemos y de lo que no nos hemos ocupado del todo aún es de lo concerniente a la entrada exterior del edificio” donde la escuela ha mantenido  el campus abierto con una puerta sin pestillo en el vestíbulo principal. Un equipo de seguridad está evaluando el asunto.

Harrison espera que se instale un sistema automático con un recepcionista que controle la entrada desde el vestíbulo, lo cual probablemente significará la instalación también de un control de audio y vídeo a la entrada y probablemente también en una entrada secundaria usada para el campamento de verano de la escuela. El presupuesto del año próximo incluye unos $35.000 para un recepcionista, añadió.

Si bien él preferiría dedicar ese dinero a contratar un especialista de apoyo al aprendizaje, “la necesidad y la realidad de la vida actual es que esto es una expectativa que tienen los padres… No está sólo en la mente de nuestros padres actuales, sino también en nuestra perspectiva como padres”.

Futuros padre han preguntado en foros abiertos sobre las medidas de seguridad en la escuela, dijo Harrison, “es triste, realmente, que hayamos tenido que llegar a este extremo, y sin embargo  al mismo tiempo es una crítica sobre el momento actual… Si no lo hiciéramos, creo que ciertamente excluiríamos a los estudiantes de la perspectiva”.

“Aunque somos una escuela episcopal —apuntó él— y tenemos, creo yo, un sentido de formación y de cuidado que de alguna manera trasciende lo que uno con frecuencia podría encontrar en algunas escuelas, no deja de haber inquietud entre los padres sobre lo que está pasando aquí o podría pasar aquí, porque se trata de sus hijos que son su orgullo y su alegría. Quieren estar seguros de que están protegidos, independientemente de cuan formativo y acogedor sea el ambiente. La seguridad está por encima”.

Equilibrio de intereses
Si bien las escuelas episcopales revisaron sus medidas de seguridad después de la masacre de Newtown, también respondieron de una manera pastoral.

“Ha habido un respuesta pastoral muy firme y la noción de que realmente recurrimos a la entereza de nuestra comunidad y a nuestros principios básicos como escuelas episcopales, que todo simplemente no se reduzca [a una reacción] al temor” dijo Mellow. “Se trata de una respuesta matizada”.

La atención de gran parte de las escuelas “se ha concentrado en el cuidado pastoral de las familias y los niños y los profesores y una especie de reflexión devota”, afirmó. “Lo que resulta maravilloso de las escuelas episcopales es que, como la capilla y el culto forman parte regular de la vida de la escuela y las escuelas tienen capellanes, éstas han incorporado modos de que las comunidades se reúnan y procesen, reflexionen, brinden apoyo y sinceramente sean muy piadosas al respecto”.

En su página web, la NAES ofrecía oraciones, liturgias y enlaces a recursos para ayudar a las familias a lidiar con la tragedia de Newtown. Del 7 al 9 de febrero, en Tampa, Florida, una conferencia que la NAES coauspicia anualmente con el Centro para la Educación Ética y Espiritual, cuya misión es “proporcionar medios de orientación, voces expertas y un foro activo para el desarrollo ético y el crecimiento espiritual en las escuelas”  se concentraba en “ayudar a las comunidades escolares en tiempos de tragedia”.

La conferencia fue planeada hace un año y abordaba lo mismo tragedias insólitas, como la de la masacre de Connecticut, como otras crisis más comunes que afectan a las comunidades escolares, tales como la muerte de un estudiante.

“Realmente creo que es mucho más común eso… el curso de la historia de una escuela pasa por el niño que muere de cáncer, por el suicidio de alguien que todo el mundo conoce”, dijo Mellow.

Los oradores principales fueron el Rdo. Malcolm Manson, director de la Escuela Episcopal de Oregón en los años 80 —cuando siete estudiantes y dos profesores murieron durante una excursión en Mount Hood—  y la Rda. Hope (“Hopie”) Jernagan, capellana de la Escuela Episcopal de Jacksonville.

“Cuando oímos las noticias de la masacre de Sandy Hook, se nos partió el corazón por ellos”, le dijo Jernagan a la conferencia a través de un correo electrónico. “Nos reunimos para orar en nuestra plaza, pidiendo por cada una de las víctimas y por el agresor, por sus nombres.  También, dijo Moorrehead, “los estudiantes hicieron una tarjeta gigantesca para  el pueblo de Newtown y para la escuela, en la que quisimos comunicarles nuestra compasión y expresarles que estábamos a la disposición del pueblo de Newtown si nos necesitaban.

En verdad, por lo que ellos pasaron fue de muchas maneras mucho más difícil porque murieron niños”, agregó.

Luego de que se produjera la agresión a tiros en la primavera pasada, la escuela se reunió inmediatamente para orar y para funcionar como comunidad, dijo Jernagan. “En los días que siguieron al hecho, cancelamos todas las clases y actividades, pero mantuvimos el campus abierto, sabiendo que estudiantes, padres, profesores y empleados querrían estar juntos. También buscamos ayuda de los clérigos y consejeros locales, que se personaron en el campus para brindar cuidado y asesoría pastoral.

“Una de las cosas que realmente me deslumbró fue ver cuántos episcopales acudieron a nuestro campus, sin que se los hubiésemos pedido, simplemente para estar con nosotros. Tuvimos clérigos que no sólo acudían de las iglesias locales, sino de lugares tan lejos como Tampa, Tallahassee y Palm Beach.

“La oración fue una parte muy importante de nuestra recuperación”, añadió ella. “Oramos y seguimos orando semanalmente por Dale Regan, por su familia y por Shane Schumerth [el agresor] y su familia”.

“Aunque seguimos lamentándonos y recuperándonos de la tragedia del año pasado, comenzamos este curso escolar con una nota de esperanza, prometiendo vivir cada día a la altura del legado de Dale Regan”, dijo Jernagan. “Recurrimos a nuestros oficios semanales de la capilla como la mejor manera de enfrentar las muchas interrogantes y emociones pendientes”.

Los profesores de la escuela quedaron “mucho más traumatizados por la tragedia”, dijo Moorehead. “Los estudiantes se recuperaron más rápidamente, especialmente los niños más pequeños. Los profesores, por otra parte, se sumergieron en un profundo proceso de duelo que en verdad todavía dura y que durará por unos cuantos años más”.

Regan había trabajado en la escuela durante 34 años, agregó. “Yo la conocí bien, y fue difícil para mí. Le echo de menos. Ella era mi amiga”.

Del mismo modo, el Rdo. D. Scott Russell, capellán episcopal de la Universidad Tecnológica de Virginia, se encontró pastoreando a personas que respondieron de manera diferente y reaccionaron con distintos grados de pesar luego de que un pistolero matara a 32 estudiante e hiriera a otras 17 personas en esa universidad secular el 16 de abril de 2007.

“El estudiantado se ha renovado casi dos veces desde entonces. Tenemos estudiantes que recuerdan [la masacre] de cuando estaban en la escuela intermedia”, dijo Russell, ministro del campus y rector asociado de la iglesia episcopal de Cristo [Christ Episcopal Church] en Blacksburg, Virginia. “En cuanto a ellos, saben lo que sucedió y tenemos  un oficio de recordación todos los años en el aniversario, pero se está convirtiendo en parte de la historia del plantel, más que un recordatorio de algo reciente. Para algunos de nosotros, en cambio, es como ayer”.

En los días y semanas que siguieron a la masacre, él tuvo que “dejar que la gente se manifestara espontáneamente en diferentes lugares” explicó. “Eso fue en gran medida un acto de malabarismo con mis estudiantes. Algunos de ellos estuvieron dispuestos a seguir adelante casi inmediatamente. Otro estudiantes apenas si iniciaban el duelo”.

Aunque han pasado casi seis años desde la masacre de Virginia Tech., la tragedia de Connecticut detonó rápidamente los recuerdos emocionales de “puro shock y horror y la sorpresa de cómo seguimos adelante”, afirmó Russell.

“Para algunos de nosotros que perdimos personas que conocíamos, [la tragedia] sigue estando muy fresca”.

Las noticias de Connecticut también suscitaron compasión y conmiseración hacia la comunidad de Newtown mientas trataba de enfrentar la situación y asumir su duelo siendo el foco de atención de la prensa, comentó él. Cuando los medios de prensa acudieron en masa a Virginia Tech. después de la masacre del 16 de abril de 2007, “un estudiante me dijo que se sentía como si estuviera en un funeral de la familia, pero con la prensa en la sala de casa”.

En Blacksburg, conversan acerca de la vida antes y después del 16 de abril. “Realmente fue un momento definitorio en nuestra comunidad que nos cambió para siempre”, dijo Russell. “Nunca volveremos a lo que era antes. Somos personas diferentes”.

Asimismo, la comunidad de Sandy Hook ha entrado en lo que los virginianos llaman “la nueva normalidad”.

Ajustándose a su propia “nueva normalidad”, la escuela de Jacksonville está construyendo una plaza de recordación para proteger y preservar las raíces de un “Gran Roble” centenario del campus que era el preferido de la directora asesinada.

Luego de mucha oración y meditación, la escuela convirtió la oficina donde mataron a Regan en un laboratorio de química, dijo Moorehead. “Decidieron que era importante recuperar el espacio, pero para algo diferente”.

“Pienso que la comunidad no sólo está creciendo y prosperando, sino que nos estamos convirtiendo en algo diferente debido a lo que nos pasó, lo cual es muy semejante a la Resurrección”, puntualizó. “Cuando Cristo volvió [después de la Resurrección], estaba cambiado”.

– Sharon Sheridan es corresponsal de ENS. Traducción de Vicente Echerri.