Los episcopales siguen brindando ayuda en el largo trayecto de la recuperación después de Sandy

Por Mary Frances Schjonberg
Posted Aug 29, 2013
Una voluntaria de un grupo de jóvenes de cuatro parroquias episcopales del área de la Bahía de San Francisco trabaja en la infraestructura de un edificio en Brooklyn, Nueva York, afectado por el huracán Sandy. Foto de What Is Good? Tumblr blog.

Una voluntaria de un grupo de jóvenes de cuatro parroquias episcopales del área de la Bahía de San Francisco trabaja en la infraestructura de un edificio en Brooklyn, Nueva York, afectado por el huracán Sandy. Foto de What Is Good? Tumblr blog.

[Episcopal News Service] Si usted no vive en el Nordeste o en los estados del Atlántico Medio de Estados Unidos, el huracán Sandy, que devastó esas regiones hace casi 10 meses, puede ser un recuerdo remoto. Sin embargo, ese no es el caso para muchos que viven en esas zonas y para los episcopales que aportan su ayuda en lo que apenas es el comienzo de un proceso de recuperación de muchos años.

En tanto los noticieros nacionales podrían mostrar escenas de reconstrucción y hablar de estados que están gastando millones de dólares para afirmarles a los tradicionales visitantes del verano que —dicho en las palabras de la campaña de Nueva Jersey— “somos más fuerte que la tormenta”, la vida en partes de Nueva Jersey, Nueva York y Maryland dista de ser normal. La tormenta del 29 de octubre de 2012 causó daños que se calculan en $65.700 millones, incluida la destrucción o afectación de 650.000 casas, según un informe federal reciente.

No obstante, a los episcopales que querían ayudar inmediatamente después de la tormenta, con frecuencia les decían que no había nada que ellos pudieran hacer.

“La gente al principio creía que habíamos emprendido una reconstrucción masiva y de que iba a haber toda clase de oportunidades de misión aquí”, le dijo Keith Adams, coordinador de recuperación de desastres de la Diócesis de Nueva Jersey, a Episcopal News Service durante una entrevista reciente.

Ha habido oportunidades de misión —los voluntarios se han puesto a trabajar en otras tareas, tales como ayudar a almacenar donaciones para programas de alimentación—, pero en los últimos meses se ha presentado la oportunidad de una nueva y permanente etapa de reconstrucciones e incluso de construcciones de viviendas.

Adams habló con ENS en la Iglesia Faro de Luz de la Alianza Comunitaria en Tuckerton, Nueva Jersey, que sirve como centro de la campaña ecuménica de reconstrucción organizada por una asociación ministerial de la localidad. En los meses transcurridos desde el azote de Sandy, la Operación Bendición limpió más de 100 casas, muchas de las cuales necesitaban reparaciones y reconstrucción. La diócesis y la asociación se comprometieron con reconstruir por lo menos 30 casas durante el verano de 2013. El día que Adams se reunió con ENS, un equipo de misión de la iglesia episcopal de La Gracia [Grace Episcopal Church] en Alexandria, Virginia, llevaba media semana trabajando en alguna de esas casas.

La nueva serie de oportunidades de misión se ha presentado porque la mayoría de las personas han llegado al momento decisivo en el típico ciclo de los empeños de ayuda y recuperación que suceden a un desastre. El proceso para que los propietarios de viviendas soliciten y reciban ayuda de la Agencia Federal de Administración de Emergencias [FEMA, por su sigla en inglés] terminó en mayo. El final de julio era la fecha tope para solicitar ayuda económica de varios programas de socorro a propietarios de viviendas financiados con dinero federal de un Paquete de Subvenciones para el Desarrollo.

“Lleva muchísimo, pero muchísimo, tiempo empeñarse proceso de recuperación a largo plazo”, dijo Adams.

Durante esos meses de limbo, “las personas no saben si se van a quedar, si van a reconstruir o que cantidad van a recibir de sus compañías de seguro”, dijo Adams, un experto federal en gestión de desastres ya jubilado y con más de 30 años de experiencia.

Además, muchos propietarios, amparados por el Programa Nacional de Seguro de Inundaciones han aprendido la dura lección respecto a una pequeña cláusula de sus pólizas que niega el amparo si las inundaciones desplazan el suelo en torno a sus casas y ese desplazamiento resquebraja los cimientos.

Y a esto se añade un motivo de frustración y retraso, según el Rdo. Michael Sniffen, rector de la iglesia de San Lucas y San Mateo [Church of St. Luke and St. Matthew] en el barrio de Clinton Hill de Brooklyn, Nueva York. La FEMA y otras compañías de seguros privadas les han dado información contradictoria a los propietarios sobre quién pagará cuál reclamación primero.

“Se convierte en un círculo interminable y en el ínterin están sin electricidad, sin agua, sin un lugar adecuado donde vivir”, dijo Sniffen, cuya parroquia ha participado en los empeños de recuperación de Sandy desde poco después que azotara la tormenta.

No todos los propietarios de viviendas saben todavía cuál de los programas de los que han solicitado ayuda les otorgará dinero, ni se han enterado que sus solicitudes fueron denegadas o no cubiertas del todo. A principios de este mes, Asbury Park Press, de Nueva Jersey, solicitó relatos de personas a quienes el mayor de esos programas, programa de Reconstrucción Rehabilitación, Elevación y Mitigación, con un presupuesto de $600 millones, le hubiera denegado ayuda y que, por consiguiente, se propusieran abandonar sus hogares afectados por Sandy. El 23 de agosto, el periódico publicó un artículo acerca de una pareja obligada a elegir entre reconstruir o abandonar su casa.

Una voluntaria de un grupo de jóvenes de cuatro parroquias episcopales del área de la Bahía de San Francisco trabaja en la infraestructura de un edificio en Brooklyn, Nueva York, afectado por el huracán Sandy. Foto de What Is Good? Tumblr blog.

Una voluntaria de un grupo de jóvenes de cuatro parroquias episcopales del área de la Bahía de San Francisco trabaja en la infraestructura de un edificio en Brooklyn, Nueva York, afectado por el huracán Sandy. Foto de What Is Good? Tumblr blog.

Para ayudar a los residentes a salir adelante en su entorno después de Sandy, Ayuda y Desarrollo Episcopales apoya el trabajo de los coordinadores de recuperación de desastres, tales como Adams en las diócesis de Easton (Maryland), Nueva Jersey y Nueva York. Estos coordinadores trabajan con congregaciones episcopales, ecuménicas y agrupaciones comunitarias de base y con toda una gama de agencias del gobierno para evaluar las necesidades y organizar actividades de respuesta, según un comunicado de prensa de Ayuda y Desarrollo Episcopales.

La labor, que apenas empieza, está teniendo lugar fundamentalmente a través de lo que se conoce como Grupos de Recuperación a Largo Plazo (vea un ejemplo aquí). Hay 16 en el estado de Nueva Jersey y una de las principales funciones de los grupos es servicio de asesoría de casos para ayudar a familias e individuos damnificados por Sandy a resolver sus necesidades no satisfechas.

Es una enorme tarea. Los grupos tienen un total de poco menos de 100 asesores de casos en Nueva Jersey. En el condado de Monmouth, uno de los más afectados por Sandy, pero sólo uno de los nueve condados que resultaron afectados, 35.000 personas necesitan una cita con un asesor de casos, explicó Adams.

“Luego, esto no va a ser cosa de un par de meses o de un par de años”, afirmó. “Esto va a seguir probablemente durante varios años”.

Adams recientemente le hizo un llamado por e-mail a todos los episcopales de la diócesis para que se ofrecieran de voluntarios a fin de ayudar a esos grupos con su trabajo.

Además de la labor en Tuckerton, los episcopales han ayudado a rehabilitar cerca de 100 hogares en Staten Island y hay otras 60 casas a la espera de ser rehechas en el área de Atlantic City, según explicó Adams.

“Esperamos seguir adelante y vamos a tener cada vez más casas [en cola para la labor]”, añadió. “Este año probablemente no va a ser la gran temporada de reconstrucción. El año próximo probablemente tendremos la mayor parte de eso”.

Y el mensaje para los episcopales es claro: “Va a haber toneladas de oportunidades el próximo año”, según Adams.

Él predijo cinco o seis sitios a través de las diócesis de Nueva Jersey y Nueva York para la labor de reconstrucción y construcción.

Sniffen dijo que “durante años vamos a seguir necesitando equipos de manos amigas con toda suerte de destrezas”.

El trabajo en las áreas afectadas por Sandy no es del todo igual a las tareas recientes en otras zonas de desastres, explicó Adams.

En muchísimos casos, “no va a haber una oportunidad de reconstruir casas” porque muchas estructuras han sido condenadas y están siendo derribadas, afirmó. Los solares yermos que van quedando como resultado [de las demoliciones] con frecuencia los compran personas que buscan construir casas más grandes que las que se perdieron. Además, algunos propietarios se enfrentan a decenas de miles de dólares en costos de reconstrucción adicionales para levantar sus casas por encima del nivel de inundación que puede ser hasta de 12 pies, a fin de cumplir con las nuevas regulaciones federales de los seguros de inundación. Esas presiones han comenzado a excluir a algunas personas del mercado [inmobiliario].

La Diócesis de Nueva Jersey quiere ayudar a mitigar esa situación mediante la construcción de viviendas costeables en los terrenos que una vez ocuparon iglesias que ahora están cerradas. Adams discute esos planes en un vídeo que aparece a continuación.

Ayuda y Desarrollo Episcopales también ha ayudado a crear una coordinación regional de voluntarios para conectar equipos de misión con proyectos en diócesis afectadas. Las diócesis de Easton, Nueva Jersey y Nueva York han establecido una página web aquí para episcopales que buscan oportunidades como voluntarios después de Sandy.  Las tres diócesis —así como la Diócesis de Long Island donde está localizada la iglesia de Sniffen— están albergando equipos de misión.

Elizabeth Keenan, coordinadora regional de voluntarios, se cerciora de que cada lugar de trabajo consiga voluntarios “de manera que no todo el mundo quiera venir a Nueva Jersey al mismo tiempo y Nueva York no tenga voluntarios o Maryland no los tenga”, dijo ella a ENS.

El verano es la gran estación del voluntariado, dijo Keenan, debido a las vacaciones escolares y al hecho de que muchas personas planean tomar vacaciones del trabajo durante el verano. Pero ella espera que los voluntarios sigan viniendo cuando termine la estación.

“Hay una gran necesidad [de personas] que vengan de voluntarios o no vamos a poder reconstruir y no vamos a sobrevivir realmente a la tormenta”, subrayó Keenan, nativa de Nueva Jersey que vive en Medfor, ciudad de ese estado, que trabajaba para Americorps cuando Sandy azotó y que ayudó a FEMA a comenzar las solicitudes de asistencia al desastre el día antes de que la tormenta azotara el 29 de octubre de 2012.

Keenan agregó que su trabajo había robustecido su fe. “Uno realmente ve la obra de Dios en los voluntarios”, afirmó.

Y muchos de los voluntarios del viaje de misión dicen que han sido transformados por sus experiencias.

La parroquia de Sniffen albergó recientemente a un grupo de jóvenes y sus asesores adultos provenientes de la parroquia episcopal de los Fieles Difuntos [All Souls Episcopal Parish] en Berkeley; la iglesia de San Timoteo [St. Timothy’s Episcopal Church] en Danville; la iglesia de San Pablo [St. Paul’s Episcopal Church] en Walnut Creek; y la iglesia de la Resurrección [Episcopal Church of the Resurrection], en Pleasant Hill,  todas ellas de California. Los voluntarios asistieron al culto en la parroquia de Brooklyn el 4 de agosto y uno de los jóvenes habló durante el oficio acerca de cómo habían aprendido acerca de la justicia retributiva y restaurativa.

“Se me abrió la mente”, dijo Sniffen. “Hablaban de querer participar en esta campaña de ayuda de un modo que trajera consigo justicia restaurativa, es decir restauración para todos los que participan”.

Este grupo (cuyos miembros han publicado fotos de su viaje aquí) y sus predecesores les dijeron a los miembros de San Lucas y San Mateo que si bien vinieron a ayudar y suponían que iban a inspirar a los sobrevivientes de la tormenta, su experiencia fue multidimensional.

“Ellos estaban tan entusiasmados de venir y ayudar y ser una especie de animadores y resulta que fueron transformados por las comunidades que visitaban y a las que vinieron a ayudar”, dijo Sniffen. “En esos viajes se produce una gran inspiración y un aliento espiritual mutuos. Todos nos sentimos estimulados”.

La parroquia ha estado necesitada de algún incentivo porque, si bien la mayoría de los miembros no fueron afectados por Sandy, alguien incendió deliberadamente la iglesia dos días antes de la Navidad de 2012. Desde entonces los fieles han estado adorando en el salón parroquial.

“La congregación es una especie de comunidad desplazada y estamos sirviendo a personas que están desplazadas. Y las personas que están aquí en estos viajes están desplazadas por elección propia durante un tiempo”, apuntó Sniffen. “Luego todo el mundo se relaciona con los demás en un nivel humano básico y todo el mundo está motivado por un amoroso deseo de servir. Es en verdad una oportunidad de reunirnos salvando muchas diferencias”.

Las iglesias siempre han desempeñado un papel clave en ayudar a las personas a recobrarse de desastres, pero Sniffen recalcó que el trabajo después de Sandy le ha enseñado a él y a la congregación algunas lecciones. Hay empresas de socorro que surgen en torno a estos desastres. A veces eso puede ser muy útil y en algunos aspectos o bien son de poca ayuda o incluso pueden ser lesivas”, explicó.

“Las comunidades religiosas pueden ayudar a orientar eso. En lugar de constituir otra capa, podemos vernos como prójimos. No somos una agencia a la que alguien viene a rellenar un formulario; sencillamente acompañamos a las personas a través de estos diferentes procesos”.

Otra lección aprendida en las secuelas de Sandy, dijo Sniffen, es cuánto más podrían hacer las iglesias episcopales, si llevaran a cabo algunos cambios fundamentales. Por ejemplo, la junta parroquial de San Lucas y San Mateo está contemplando renovar su cocina y sus baños, incluso añadir duchas, para hacer que la iglesia sea más fácilmente adaptable como albergue de desastres y facilitar el hospedaje de grupos de trabajo.

En la actualidad, siempre que un grupo de misión se hospeda en la iglesia, [la falta de] las duchas es un mayor problema y Sniffen tiene que llamar al YMCA de la localidad para ver si los voluntarios pueden ducharse allí. O, si el grupo es lo bastante pequeño, Sniffen les deja que se duchen en la rectoría, e intenta conseguir la misma hospitalidad de otras iglesias episcopales. El grupo de East Bay se duchaba en la iglesia episcopal de San Juan  [St. John’s Episcopal Church], también en Brooklyn.

Mirando al largo plazo, Sniffen se pregunta si la Iglesia Episcopal debe contemplar la designación de parroquias específicas como centros regionales para servicios de recuperación de desastres.

Y, ya se trate de cambios de infraestructura o cambios de actitud, Sniffen y Adams dicen que los que se encuentran en la primera línea en la recuperación de desastres están aprendiendo cosas que pueden compartir con la Iglesia Episcopal en general en tanto ésta debate las formas de ser más “diestra” y más sensible al mundo al que sirve.

“Si miramos a cosas como los desastres naturales y las crisis comunitarias como nuestros maestros, aprendemos muy rápidamente a reaccionar con agilidad porque la necesidad nos resulta muy obvia”, añadió Sniffen. “En consecuencia, las lecciones que hemos aprendido mientras prestamos ayuda en los desastres son lecciones que espero podremos incorporar en todos los otros aspectos de nuestra vida colectiva”.

– La Rda. Mary Frances Schjonberg es redactora y reportera de Episcopal News Service. Traducción de Vicente Echerri.