En Centroamérica, guerra sin nombre y refugiados sin papeles.

Por Noah Bullock
Publicado en agosto 5, 2014

[Correo Huffington] Nota del editor: esta pieza originalmente corrió en el HuffPost Voces latinas Blog. 

La crisis de los niños migrantes ha aumentado la conciencia en los Estados Unidos sobre la violencia en América Central, y por primera vez, las personas están considerando la posibilidad de que algunos migrantes de la región puedan ser refugiados. Esta nueva narrativa se centra específicamente en los niños víctimas de homicidios, torturas y agresiones sexuales que han llegado en los últimos meses. Sin embargo, el aumento de menores no acompañados no se puede ver aislado de un legado de conflicto prolongado y desplazamiento que se ha apoderado de la región y ha producido refugiados durante casi cincuenta años. Del mismo modo, las soluciones a la crisis deben centrarse en crear opciones reales para las familias que luchan por la seguridad básica y el bienestar en sociedades golpeadas por décadas de conflicto violento y éxodo.

En El Salvador, donde soy el Director Ejecutivo de una organización de derechos humanos, ha habido muertes por 30,000 en el país desde 2005. El legado del conflicto en América Central se remonta al período de descontento social y guerra civil que se prolongó desde los 1970 hasta la mitad de los 1990. Durante este período, cientos de miles fueron asesinados y millones fueron desplazados. El violento conflicto social que estamos presenciando hoy en día permanece en gran medida sin nombre, acumulando de manera anónima una cifra de muertos de más de veinte años, lo que convierte a la región en la más violenta del mundo y más mortal que durante el período de la guerra civil. Nuestro Programa de Derechos Humanos se especializa en casos de desplazamiento forzado y el año pasado recibimos a más de 150 salvadoreños que buscan protección internacional. Aproximadamente 130,000 salvadoreños Fueron desplazados internos en 2012 y 60,000 huyó del país. Actualmente, entre 60-70 por ciento de niños migrantesentrevistados en los últimos meses, mencionan la violencia como la razón principal para huir de sus hogares.

La estrategia de la Casa Blanca para acelerar la deportación, duplicar la seguridad fronteriza y financiar mínimamente la repatriación no hace nada para abordar el conflicto que genera refugiados y evade la responsabilidad internacional de proteger a quienes lo necesitan desesperadamente. Actualmente, las familias centroamericanas se encuentran atrapadas entre dos malas opciones: riesgo de tráfico y una existencia indocumentada para sus hijos en los Estados Unidos, o violencia y falta de oportunidades en el hogar. Aparte de culpar a las familias en el Triángulo Norte, los políticos de ambos lados de la frontera consideran a los coyotes, o traficantes, como los malos de la crisis humanitaria y de refugiados. Sin embargo, la realidad es que para las familias atrapadas en uno de los conflictos más mortíferos del mundo, los coyotes ofrecen la mejor opción para salvaguardar la vida y el sustento de sus hijos.

Los salvadoreños tienen múltiples motivos para irse, pero los motivos tienen un origen común: los refugiados están huyendo de las balas del conflicto o de sus efectos igualmente asesinos en el desarrollo social y el crecimiento económico. El 2013 Informe de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas sobre El Salvador describe una sociedad marcada por la desigualdad y la violencia, incapaz de generar oportunidades de calidad para su gente. La coordinadora del informe, Carolina Rovira, califica la situación de “estofado vicioso”Cuyos ingredientes incluyen,“ la fragilidad de las estructuras familiares, la falta de educación de calidad, el poderoso control social de las pandillas, el estancamiento del mercado laboral y la falta de liderazgo político ”. Informe del Banco Mundial sobre El Salvador. calcula que el costo económico anual del conflicto violento supera los 2 mil millones de dólares o 10.8 por ciento del PNB y que le cuesta a la empresa promedio una reducción anual del 4.5 en las ventas. El deterioro de las condiciones sociales y económicas en las comunidades lleva a las familias centroamericanas a huir del conflicto antes de que sus vidas se vean directamente amenazadas.

Incluso los responsables de la formulación de políticas que reconocen la violencia como una de las causas principales del desplazamiento tienen cuidado de distinguir, incluso en el caso de los niños, entre los que se ven obligados a huir directamente por la violencia y los que escapan de las condiciones económicas y sociales resultantes. Este análisis justifica el enfoque de la política ortodoxa para minimizar el número de niños que reciben protección internacional por temor a abrir “las compuertas” y castiga a los niños que se percibe que buscan oportunidades con una deportación rápida y segura.

La crisis puede resolverse y la estabilidad regional puede restablecerse a través de la cooperación regional en estrategias que crean opciones para las familias en crisis, sin restringirlas aún más. Específicamente, las familias en el Triángulo del Norte necesitan opciones para: (1) reparar las estructuras familiares desgarradas por el conflicto y el éxodo, (2) garantizar la seguridad, el bienestar y las oportunidades económicas, (3) brinda a las personas acceso a la protección internacional ante amenazas inmediatas de muerte y violencia, y (4) poner fin al conflicto prolongado a través de un proceso de paz y reconciliación entre la sociedad civil, las pandillas y el gobierno.

Se necesitará coraje político de los líderes de ambos lados de la frontera para reconocer la gravedad del conflicto violento y romper la parálisis ideológica y política en torno a la inmigración y la obligación de proteger. Mientras tanto, hay un "guiso vicioso" al sur de nuestra frontera, y los coyotes todavía tienen la mejor opción sobre la mesa para los refugiados que buscan una salida.

- Noah Bullock es el director ejecutivo de la Fundación Cristosal, una organización de derechos humanos y desarrollo comunitario en El Salvador. 


Etiquetas