El obispo de Washington Mariann Edgar Budde habla sobre la violencia armada

Publicado en diciembre 21, 2012

[Diócesis Episcopal de Washington] 

Comentarios de la Reverenda Derecha Mariann Edgar Budde
Obispo de la diócesis episcopal de Washington
En el aniversario de una semana de la masacre de Newtown
Catedral Nacional de Washington
21 de diciembre de 2012

Es natural preguntarse en nuestros peores momentos si Dios nos ha abandonado. Sin embargo, la pregunta espiritual más convincente no es dónde estaba Dios el viernes pasado por la mañana, sino dónde estábamos. Porque Dios no tiene cuerpo en la tierra sino el nuestro.

Seguramente aquellos que se movieron hacia el peligro por el bien de los niños estaban corriendo con los pies de Dios, y aquellos que lloran ahora están llorando las lágrimas de Dios y las suyas. ¿Pero qué hay del resto de nosotros? ¿Donde estábamos? y donde estamos ahora?

Como personas de fe, somos buenos en aparecer para brindar consuelo a los que sufren, y eso es importante, el trabajo sagrado. Pero ahora también es un momento para que nos presentemos de manera que evitemos esas muertes en el futuro. Si solo rezamos y ofrecemos consuelo ahora, y no actuamos, somos cómplices de perpetuar las condiciones que permiten que tales crímenes ocurran. Es hora, en palabras del Dr. Martin Luther King, de sustituir el coraje por la precaución.

Instamos a todas las personas de fe y buena voluntad a unirse en un propósito común. Hacemos un llamado al Congreso para prohibir la venta y posesión de armas de asalto y revistas de alta capacidad, e instituir controles más estrictos sobre la venta de todas las armas. Como nación, debemos mejorar el acceso a la atención de salud mental y eliminar el estigma de recibirla. Y ya es hora de que las personas de fe denuncien la glorificación de nuestra cultura y la aceptación casual de la violencia.

Hay un nuevo Espíritu que sopla en nuestra tierra. El ímpetu se está construyendo diariamente a medida que más y más voces claman por un cambio. Este es un momento en que incluso los gestos más pequeños pueden marcar una gran diferencia para siempre. Tenemos la oportunidad de cambiar el curso de nuestra nación.

Oremos: Dios santo y misericordioso, recordamos ante ti a los 28 que murieron en Newtown y otros innumerables cuyas muertes violentas que, para nuestra vergüenza, apenas notamos. Mientras las campanas doblan, nos comprometemos a honrar a esos seres preciosos perdidos haciendo todo lo posible para poner fin a la violencia armada en nuestra tierra. Amén.


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