Algunos predicadores reflexionan sobre su tarea en una nación dividida y tal vez en congregaciones divididas.

Por Mary Frances Schjonberg
Posted Apr 17, 2017

Los sermones basados en la Escritura, especialmente en las lecturas que señala el leccionario para el día, pueden ser una piedra de toque de la comunidad religiosa en tiempos de división, dicen muchos predicadores.

[Episcopal News Service] Las elecciones presidenciales de 2016 y el gobierno de Trump han expuesto, dependiendo de los comentaristas que uno escuche, divisiones tan profundas cual no se habían visto en Estados Unidos desde la guerra de Secesión o al menos desde las protestas que sacudieron al país durante la era de los derechos civiles y la guerra de Vietnam.

Las personas que en líneas generales concuerda con el rumbo de la actual administración con frecuencia encuentran con otras que denuncian ese rumbo. El ritmo incesante del ciclo de noticias con un escándalo o una decisión polémica tras otro puede percibirse como un bombardeo, independientemente de la posición que uno tenga.

Vivir una vida de fe en medio de tales divisiones no es fácil. El domingo por la mañana, miembros de la misma congregación vienen a la iglesia por diferentes razones. Algunos podrían buscar un respiro de los intensos debates que se libran en todo el país. Otros podrían buscar orientación o inspiración para sus menesteres de la arena pública. Otros podrían acudir al templo con preocupaciones y alegrías más íntimos. ¿Qué ha de hacer un predicador?

Algunos predicadores solos con sus biblias y libros de texto han reflexionado sobre esta interrogante y ello ha sido el tema de pequeñas reuniones de clérigos, discusiones en Facebook y reuniones del clero diocesano, entre ellos recientemente en Maryland y Minnesota.

“El evangelio es intrínsecamente político, pero no político partidista estadounidense”, dice el Rdo. Gary Manning, rector de la iglesia episcopal de La Trinidad en Wauwatosa, Wisconsin. Foto de David Paulsen/ENS.

El Rdo. Gary Manning, rector de la iglesia episcopal de La Trinidad [Trinity Episcopal Church] en Wauwatosa, Wisconsin, le dijo a Episcopal News Service que el saber que la congregación a la que él se enfrenta está llena de toda clase de feligreses “tiende a ayudarme a ser un poco más amable”. Amable, dijo, “pero sin que necesariamente esté andando con miramientos”.

Reconociendo que la mayoría de los predicadores sienten tensión en un momento o en otro, Manning dijo: “bastante francamente, a veces sólo quiero rendirme y salir gritando, pienso ¿a quien le beneficia eso? ¿Es por eso precisamente que subo al púlpito y puedo hacer eso? Bien, eso es lo a lo que soy llamado a hacer; levantarme y expresar mi propia frustración”.

El Rdo. Bernard J. Owens, rector de la iglesia episcopal de San Andrés [St. Andrew’s Episcopal Church] en Greensboro, Carolina del Norte, se muestra de acuerdo. “La cosa más profética y pastoral que podemos hacer es hablar sincera y honradamente”, dijo él en una entrevista con ENS. “Y yo no quiero decir que debamos ser el profeta Amós todos los domingos, sino más bien ser auténticos” y basarnos en la verdad de la Escritura.

Owens recientemente trató de desmentir la noción de que un sermón es “el momento en que una persona investida de santidad nos dice todo lo que debemos saber”. En “La luz del mundo: mi primer sermón para la era de Trump”, una opinión que él escribió para la revista digital Slate, Owens afirmó que la predicación debe basarse en el estudio, la oración y las relaciones.

“Un sermón es sólo una pieza de un proceso vitalicio, y de muchas capas, de edificar una comunidad”, escribió. “Incluso los acontecimientos más difíciles pueden servir también como oportunidades para fortalecer esa comunidad, pero eso exige dosis iguales de valor y de humildad”.

El Rdo.. Bernard J. Owens, rector de la iglesia episcopal de San Andrés, en Greensboro, Carolina del Norte, dice que simplemente predicar acerca de discordias en política no es a lo que él ha sido llamado. Foto cortesía de Bernard J. Owens.

Owens se siente llamado a “edificar una comunidad más sagrada y amorosa que realmente sí incluya a todo el mundo dentro de la congregación”. Al mismo tiempo, él sabe que “si no reconocemos que están ocurriendo algunas cosas realmente inquietantes, entonces sencillamente estamos ignorándolas” y siendo inauténticos.

No obstante, se trata de un acto de equilibrio, dijo él. Predicar sólo sobre los acontecimientos actuales puede degradar las relaciones que un predicador ha forjado en la congregación. También contribuye a la sensación de fatiga que muchas personas a ambos lados de la baranda del comulgatorio sienten respecto a mantenerse al tanto de todos los problemas y sus respuestas. Además, tal predicación puede simplemente afirmar el hecho de que la gente está dividida.

A esto se agrega, dijo Manning, que puede resultar contraproducente. “Yo creo que es importante decir la verdad, pero creo que es importante decir la verdad de una manera en que las personas puedan oírla”, apuntó. “Si sólo utilizas consignas, si sólo te vales de un material que suena como si reciclaras algún manifiesto político, la gente enseguida le cierra sus oídos a eso”.

Manning añadió que es una cosa mostrar cómo el evangelio critica las últimas decisiones o directrices políticas, “y otra cosa es preguntarse de qué manera, como pueblo del evangelio, encarnamos nuestra vidas ahora. ¿Cómo llevamos a cabo el testimonio del evangelio?”

Dos predicadoras que enseñan el arte de la homilética en seminarios episcopales se mostrarían de acuerdo.

En presencia de lo que ella llamó “una gigantesca energía que nos exige ser reactivos”, la Rda. Linda Clader dijo “mi consejo a los predicadores, y a mí misma, es “respirar profundamente, dar un paso atrás y realmente recordar que nuestro trabajo es predicar el evangelio”.

La Rda. Linda Clader, profesora emérita de homilética en la Escuela de Teología Eclesiástica del Pacífico, dice que los predicadores deben ser fieles a las lecturas del día y al llamado a edificar la comunidad cristiana frente a una cultura dividida. Foto de la Escuela de Teología Eclesiástica del Pacífico.

Clader, que es profesora emérita de homilética en la Escuela de Teología Eclesiástica del Pacífico, le dijo a ENS que los predicadores deben ser diligentes respecto a comenzar con las lecturas del día. “Eso no significa que uno no vaya a responder a algo que sea lo bastante insensato, pero nuestro quehacer es edificar la comunidad, edificar una comunidad cristiana y esa es una comunidad que se basa en el evangelio”, afirmó ella.

Sin embargo, dijo Clader, los predicadores no deberían caer en la trampa de confrontar lo que dice Donald Trump con lo que dice Jesús. En lugar de eso, los predicadores deben proyectar una visión mayor de “la justicia, el perdón y el amor de Dios”.

El basar sus sermones en ese mensaje del evangelio les da autoridad a los predicadores, afirmó ella. “Esa es la plataforma de autoridad sobre la que puedes alzarte porque la has estudiado y la has estudiado y sí sabes algo acerca de lo que dice y lo que significa”, recalcó.

La Rda. Ruthanna Hooke, profesora asociada de homilética en el Seminario Teológico de Virginia, dijo que resultaba fácil que los predicadores usaran incorrectamente el púlpito como sus plataformas personales. “De manera que la Escritura se convierte en una especie de fundamento al que uno tiene que someterse —a las exigencias del texto— para que te mantengas en contacto con Dios como la fuente de la predicación”.

Clader y Hooke dijeron que el texto, en palabras de Hooke, es una piedra de toque decisiva. “Pero, habiendo dicho eso, el texto nos empuja hacia algunos lugares muy incómodos”, añadió Hooke.

La diferencia, en palabras de Manning, es que “el evangelio es intrínsecamente político, pero no político partidista estadounidense”.

Manning dijo que él cree que lo que él está llamado a hacer es recordarle a la gente que “es nuestra teología y nuestro pacto bautismal los que conforman nuestra comprensión del mundo y no al revés, y eso resulta difícil para la gente porque está expuesta al relato estadounidense toda la semana y tal vez al relato evangélico durante una hora”.

La Rda. Ruthanna Hooke, profesora asociada de homilética en el Seminario Teológico de Virginia, dice que la Escritura debe ser la piedra de toque a partir de la cual los predicadores deben abordar humildemente su tarea. Foto de Shawn Evelyn/Seminario Teológico de Virginia.

El evangelio, dijo Hooke, es ciertamente político en sus implicaciones y aplicaciones, y el reto del predicador es explicarlo de un modo que se “sea universalmente audible mientras, al mismo tiempo, sea realmente el evangelio”.

Hooke les enseña a sus estudiantes que si van a predicar un “sermón político” ellos “en verdad tienen que implicarse”. Los predicadores tienen que preguntarse si harían lo que piden de sus escuchas. “Esa es una importante medida de humildad de parte del predicador y ayuda con estas cuestiones muy divisivas”, apuntó ella, añadiendo que la indignación a la que no sigue la acción no se presta para ayudar a la comunidad a encontrar soluciones”.

Ayuda, dijo ella, recordar que cualquier sermón dado es parte de la relación del predicador con la comunidad. “Si las personas realmente saben que te ocupas de ellos, hay una probabilidad mucho mayor de que escuchen cuando dices cosas que imponen desafíos”, señaló.

El obispo Eugene Sutton, de la Diócesis de Maryland, tuvo eso en cuenta en una carta pastoral de febrero en la que instaba a los predicadores, entre otras cosas, a dar testimonio del evangelio y a reconocer que hay otros testigos. Recuérdenle a  sus oyentes, dijo, que ustedes quieren seguir conversando con ellos y luego muestren una disposición a escuchar, a cambiar de opinión y a arrepentirse si fuere necesario.

“Muestren algún valor”, dijo Sutton. “Es más fácil a largo plazo para su ministerio pastoral que la cobardía”.

El obispo le pidió a sus oyentes que mostraran la misma disposición para escuchar, cambiar de opinión y arrepentirse, pero también estudiar las lecturas del domingo y reconocer a Jesús “como maestro espiritual y político”.

“No sean tan severos con sus predicadores”, dijo Sutton, “ellos realmente intentan decir y hacer lo correcto”.

Y, recalcaba, lo hacen en aproximadamente los 12 minutos que la mayoría de los predicadores episcopales dedica al sermón.

Hooke recordaba a los predicadores que el púlpito no siempre podría ser el mejor lugar desde el cual ahondar en los temas de actualidad porque el sermón es un monólogo, no verdaderamente una conversación. Podría ser mejor, dijo ella, plantear un asunto durante la predicación y luego auspiciar conversaciones en otros momentos. La iglesia, dijeron Manning y Hooke, puede darle acogida a conversaciones difíciles entre personas con puntos de vista contrarios. Las iglesias podrían llegar a ser uno de los pocos lugares donde personas de distintas mentalidades pueden reunirse para una conversación, apuntó Hooke.

Ser cristiano en tiempos como estos significa encontrar un terreno común y valores esenciales, dice el obispo primado Michael Curry. Foto de Mary Frances Schjonberg/ENS.

Ya sea en el púlpito o durante un foro sobre educación de adultos, el primer paso debe ser el reconocimiento de que las divisiones del mundo existen dentro de una congregación. “Puede ser pastoralmente útil hablar realmente acerca de algo en lo que todos están pensando pero temen expresar”, dijo el obispo primado Michael Curry durante una reciente conferencia de prensa cuando un reportero le pregunto acerca de los retos de predicar a congregaciones y dirigirlas durante este período de división.

La próxima pregunta, dijo Curry, es “¿de qué manera uno avanza y ofrece una palabra y ayuda a las personas a navegar en un contexto que es complejo —moralmente complejo?”

Y como sacerdote parroquial y luego como obispo de Carolina del Norte, dijo Curry, el aprendió que llamar a las personas a mantenerse en un terreno común contribuía a darle a todo el mundo algunos instrumentos de navegación.

“Yo abordaba eso intentando primero identificar y expresar lo que son los valores esenciales que se reflejan en las enseñanzas de Jesús de Nazaret, en las que nosotros, como seguidores de Jesús, creemos”, subrayó.

“Reclamar el espacio de los valores y las enseñanzas de Jesús no significa que tengamos todas las respuestas a cómo resolver el problema o el asunto”, advirtió. Significa más bien reclamar el terreno común, al menos para los cristianos, y buscar a personas de otras tradiciones religiosas y a personas sin tradiciones religiosas que no obstante sostengan los mismos valores.

Ese enfoque tiene en cuenta el hecho de que “todo el mundo tiene algo que contribuir y que saldremos con algo mejor cuando hacemos eso”.

Curry puso algunos ejemplos. ¿Cómo podría, preguntó, un estudio de la parábola del Buen Samaritano contribuir al debate sobre el cuidado de la salud? Los cristianos conocen la llamada Regla de Oro de Jesús de Mateo 7:12 en la cual él dice a sus seguidores que hagan a otros lo que querrían que otros les hicieran. “Ahora bien, si eres un legislador, tienes que hacerte la pregunta de política social de si esta decisión es algo que yo querría que alguien me hiciera”, dijo Curry.

“Amar a tu prójimo como a ti mismo significa no sólo amar a la persona a quien la legislación está intentando ayudar, sino también amar a la persona que discrepa contigo”, apuntó. Republicanos y demócratas deben verse como prójimos, tal como lo definiera Jesús. “Si uno quiere ser cristiano”, enfatizó.

“La verdad es que no somos el Partido Republicano en oración y no somos el Partido Demócrata en oración”, recalcó Curry. “Somos el Movimiento de Jesús y eso marca una diferencia”.

(Los episcopales pueden participar en debates políticos y promoción social en el nivel federal, y en algunos casos en el nivel estatal, uniéndose a la Red Episcopal de Política Pública.)

– La Rda. Mary Frances Schjonberg es redactora/reportera sénior de Episcopal News Service. Traducción de Vicente Echerri.


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