Los nuevos deanes de Minnesota enfrentan el cambio con vocación y confianza

Por Joe Bjordal
Posted Nov 21, 2014

[Episcopal News Service] En la Iglesia Episcopal en Minnesota han instalado dos nuevos deanes en sus dos históricas catedrales con nueve días de diferencia [entre las dos ceremonias]. Ambos están encargados de producir cambios. Ambos enfrentan desafíos. Ambos son jóvenes y decididos.

El Muy Rdo. Justin P. Chapman, de 35 años, fue instalado como el 19º. deán de la catedral de Nuestro Misericordioso Salvador [Cathedral of Our Merciful Saviour] en Faribault, el 13 de noviembre, y el Muy Rdo. Paul J. Lebens-Englund, de 40 años, fue instalado como el 7º. deán de la catedral de San Marcos [St. Mark’s Cathedral] en Mineápolis, el día 2.

El Muy Rdo. Paul J. Lebens-Englund, recién instalado deán de la catedral episcopal de San Marcos, Mineápolis, de pie junto a la Rosa Náutica Anglicana, en el crucero de la catedral, que conmemora el Congreso Anglicano Mundial de 1954. Foto de Joe Bjordal.

El Muy Rdo. Paul J. Lebens-Englund, recién instalado deán de la catedral episcopal de San Marcos, Mineápolis, de pie junto a la Rosa Náutica Anglicana, en el crucero de la catedral, que conmemora el Congreso Anglicano Mundial de 1954. Foto de Joe Bjordal.

En San Marcos, profunda sed de Dios

Lebens-Englund desempeñó anteriormente varios cargos en la Diócesis de Spokane, entre ellos el de canónigo del Ordinario. En tiempos más recientes fue el sacerdote encargado de la iglesia episcopal de San David en Spokane. Es graduado de la Escuela de Teología Eclesiástica del Pacífico en Berkeley, California.

La instalación de Lebens-Englund marcó la conclusión de dos años de liderazgo interino en San Marcos. Durante ese tiempo, tanto el número de miembros como el apoyo económico descendieron significativamente. Una encuesta que se llevó a cabo durante ese período, los resultados de la cual se publicaron en la página web de la catedral, mostraba que era necesario emprender importantes cambios para recuperar la vitalidad y la salud. Lebens-Englund dijo que él se sentía atraído por los retos que tenía por delante y por el liderazgo laico que se había creado durante el período de transición.

Dijo también que había “una perfecta conjunción de factores: miembros divertidos y creativos, liderazgo talentoso, hermosa liturgia, ubicación sinérgica, retos fascinantes, visión expansiva, fe profunda, genuina esperanza y expresiones concretas de amor y compasión”.

“A pesar de mis mejores empeños para evitar la angustia y el auténtico quebradero de cabeza de mudar una familia de un lado a otro del país, sencillamente se hizo evidente para mí, para mi esposa Erica y para nuestros hijos, Isaac y Owen, que Dios hacía el llamado; que mis dones particulares y mis experiencias singulares en la Iglesia me convertían en la persona idónea para el puesto en este momento. En un sentido muy real, estoy redescubriendo mi ‘profundo regocijo’ que coincide con la ‘profunda sed [de Dios]’ de San Marcos”, dijo Lebens-Englund.

Al describir las transiciones de liderazgo que incluso en las mejores circunstancias son “una mezcla de alegría y tristeza, de esperanza y desesperación”, Lebens-Englund dijo que su punto de partida “es simplemente encontrar la comunidad de fe donde la misma se halle: en la aflicción o en la celebración, mirando hacia atrás o hacia delante según sea necesario y garantizando que hay lugar para todas las respuestas emocionales a nuestra realidad actual”.

“Al mismo tiempo, debido a que las transiciones de liderazgo pueden ser tan emocionalmente desconcertantes, siempre aportamos lo ‘mejor de nosotros mismos’ a estos momentos de cambio”, afirmó. El contraer un claro compromiso de sana conducta y mutua responsabilidad dentro de la comunidad de fe tuvo lugar el mismísimo primer domingo en el micrófono y, desde entonces, [se estableció] un pacto de patrones de comunicación positiva que se ha hecho público en la catedral y en la página web”.

El nuevo deán de San Marcos dijo también que otra contribución esencial que él puede hacer en el curso de los próximos meses es formular todos los ‘resultados’ desde el punto de vista de la sostenibilidad. “¿Es algo esencial? ¿Es vivificador? ¿Es una iniciativa individual o es una iniciativa de toda la comunidad religiosa? ¿Hay alguien mejor situado o preparado para hacerlo? ¿Qué programas deben mantenerse y cuales deben abandonarse?”

“Nuestro deseo de ser todo en todos y de abordar todos los problemas e intereses que nos rodean, no obstante ser bien intencionado, con frecuencia nos ha dispersado demasiado —hasta el punto de que, en efecto, nuestras aptitudes esenciales a menudo se desequilibran y las ‘salidas sobrepasan a las entradas’. El cuerpo se fatiga, y a veces se resiente, hasta que al fin el ‘qué’ y el ‘cómo’ de nuestra vida religiosa llega a desconectarse completamente del ‘por qué’”, expresó Lebens-Englund.

“Lo que buscamos es un sano equilibrio: una congregación a través de la cual los individuos y las familias puedan llevar a la práctica su fe de una manera significativa, concreta y vivificadora. Queremos que la experiencia que la gente tiene de Dios, de sí mismos y de la vida se expandan por haberse conectado con nosotros, no que disminuya, y eso exige claridad, ardua labor y disciplina”.

El obispo Brian N. Prior instala formalmente al Muy Rdo. Justin P. Chapman en la silla del deán de la catedral de Nuestro Misericordioso Salvador en Faribault, Minnesota, el 13 de noviembre. Foto de Joe Bjordal

El obispo Brian N. Prior instala formalmente al Muy Rdo. Justin P. Chapman en la silla del deán de la catedral de Nuestro Misericordioso Salvador en Faribault, Minnesota, el 13 de noviembre. Foto de Joe Bjordal

En Faribault, un espíritu optimista

Chapman, [el nuevo deán] de la catedral de Nuestro Misericordioso Salvador, sirvió anteriormente como sacerdote adjunto en la iglesia episcopal de San Lucas [St. Luke’s] en Rochester. Él también es graduado de la Escuela de Teología del Pacífico.

La instalación de Chapman marca el fin de una transición relativamente breve y exenta de problemas. Sin embargo, la catedral de Nuestro Misericordioso Salvador enfrenta diversos desafíos —algunos de ellos semejantes a los que han enfrentado infinidad de otras congregaciones pequeñas en pueblos pequeños. Faribault, situada a unos 80 km. al sur de Mineápolis, tiene una población de aproximadamente 24.000 habitantes, y no ha habido ningún crecimiento en la membresía ni en la asistencia al culto a lo largo de la última década.

“Somos afortunados de tener un espíritu optimista”, dijo Chapman. “No obstante, el reto que encaramos es que nuestra transformación va a llevar tiempo y que no va a parecerse a lo que imaginamos”.

Chapman hizo notar que uno de los grandes retos es la ausencia “casi total” de familias con hijos.

“Es una especie de dilema sin salida: un buen programa infantil es fundamental para atraer niños, pero se necesita una masa crítica de niños para un buen programa infantil. Sin embargo, este vacío aparente resulta estimulante porque nos brinda la oportunidad de construir algo enteramente nuevo, algo que relacione a las personas con Dios y a unas con otras; algo que comience a formar discípulos de un modo que responda a nuestra comunidad y a nuestra cultura”.

Chapman dijo que una comunidad apasionada está dispuesta a asumir esos retos.

“Me sentí inicialmente atraído hacia la catedral de Nuestro Misericordioso Salvador por la comunidad —la gente, su hospitalidad, su participación en la misión e incluso su capacidad de discrepar apasionadamente entre sí, pero luego juntarse para el culto y la comunión. Eso me dio el sentido (y aún me lo da) de que esta comunidad tiene los dones necesarios para crecer. Estamos enamorados de la comunidad, pero no tememos decirle las cosas como son”.

“Mi sentir es que estoy llamado a ayudar a la comunidad de la catedral a identificar, a crear y a desarrollar lo que ya ella posee: una pasión por la misión y la conexión”, dijo Chapman.

Relación con los barrios
El llamado de los dos deanes se presenta en un momento en que la Iglesia Episcopal en Minnesota (a la cual ya no se le llama “la Diócesis”) ha avanzado bastante en un cambio de paradigma respecto a lo que cree acerca de la misión —se han hecho cambios bajo el liderazgo del obispo Brian Prior, ahora en el quinto año de su episcopado.

Prior ha descrito ese cambio como proveniente de un mayor comprensión de la misión de Dios (Missio Dei) en el mundo y de un cambio de orientación, de la vida interna de una particular comunidad de fe a la vida de Dios en el mundo. Él ha retado a las comunidades religiosas de Minnesota a descubrir lo que Dios puede hacer en sus barrios y a examinar el singular contexto en el que son llamados a misionar y a ministrar.

Los nuevos deanes de Minnesota están descubriendo sus nuevas barriadas.

“Tenemos suerte de contar con un campus inmenso con hermosos edificios en el mero centro de Faribault”, dijo Chapman. “Quiero que nos hagamos tres preguntas importantes: ¿Cuál es el tuétano de nuestra fe y de nuestra comunidad? ¿Cuál es la mejor manera de formar personas para la misión? ¿Cuáles son las necesidades en torno nuestro con las que Dios nos llama a comprometernos? Luego quiero que hagamos uso de nuestra ubicación y espacios para ayudar a otros”.

En Mineápolis, Lebens-Englund contempla las conexiones de barrio basadas tanto en el papel de San Marcos en su condición de congregación local en una importante área metropolitana como de catedral principal para la Iglesia Episcopal en Minnesota.

“Los vecinos más obvios con quienes debemos entablar un diálogo como ‘congregación’ son, a primera vista, el Centro de Arte Walker, el Instituto Tecnológico Metropolitano, la Asociación Vecinal de Loring Park, las comunidades episcopales de la Zona de Misión Central y la comunidad interreligiosa del centro de Mineápolis”, dijo Lebens-Englund.

“Los vecinos más obvios con quienes debemos entablar un diálogo como ‘catedral’ son, a primera vista, las comunidades de fe de toda la Iglesia Episcopal en Minnesota, la oficina del alcalde, el Capitolio estatal, las otras catedrales de la Iglesia Episcopal y aquellas catedrales con las que compartimos una asociación más global”.

“La hospitalidad radical —pese a haberse convertido en un cliché a lo largo de la última década— es a todo lo que aspiro, confiando en que la alteración con frecuencia es un signo de la presencia del Espíritu, aunque por lo general aspiremos a una ‘profunda paz’”, afirmó Lebens-Englund.

Ningún temor al fracaso
Ambos jóvenes deanes de Minnesota están orientados hacia el éxito al tiempo de comenzar sus nuevos ministerios con una interpretación positiva de sus papeles.

“Creo que puedo tener éxito porque no pienso que soy el centro de la misión y no tengo miedo de fracasar”, dijo Chapman. “Veo mi llamado como una [manera de] ayudar a la comunidad a materializar el sueño de Dios para nosotros y a comenzar a dar los pasos para vivirlo. Nuestro éxito no depende de mí, depende de Dios. Mi trabajo —nuestro trabajo— es hacer lo mejor que podamos para discernir el llamado de Dios y llevarlo a la práctica. Eso significa ensayar un montón de nuevas ideas, a sabiendas de que algunas están destinadas a fracasar, pero confiados en que llegará el éxito”.

“El fracaso resulta duro al principio porque estamos acostumbrados a la idea de que es negativo —de que estamos haciendo lo incorrecto— pero ese no es el caso en modo alguno. El fracaso es una señal de que estamos probando y que estamos concentrándonos en la misión que Dios tiene para nosotros. Una vez que uno se ha acostumbrado al hecho de que el fracaso es simplemente uno de los escalones hacia el éxito, en verdad llega a ser algo divertido. No es necesario hacer las cosas perfectamente, basta con empezar. Dios se ocupará del resto”.

El deán de Mineápolis tiene una opinión semejante.

“La buena nueva aquí es que al final no se trata de mí, sino de conectar a la comunidad de fe con el corazón de Dios”, dijo Lebens-Englund.

“Cuando se trata de Dios, soy un eterno optimista, confiando, como dicen, que el arco de la historia sí tiende, ciertamente, hacia la justicia. Pero, como pastor, cundo se trata de personas de carne y hueso que se esfuerzan por su salvación en el contexto de una comunidad experimental y deliberadamente constituida, soy realista. Los atisbos del Reino a veces son pocos y espaciados, pero están presentes, sin duda, y mi tarea es sencillamente nombrarlos, celebrarlos y ver si podemos posibilitar el próximo avance más temprano que tarde”.

“No sé todo lo que Dios nos tiene reservado”, dijo Chapman. “Pero sí sé que va a ser increíble”.

¿Cómo la Iglesia Episcopal en Minnesota llega a tener dos catedrales?

La historia que rodea a ambas abunda en la esperanza y la promesa que poblaron ese estado norteño.

La congregación de la Misión Libre de San Marcos se estableció en 1858 en Mineápolis Norte, una misión de la iglesia episcopal de Getsemaní [Gethsemane Episcopal Church] en el centro de Mineápolis, que comenzó 29 congregaciones a través de la diócesis. San Marcos se relocalizó en el mismo centro de la ciudad a fines de los años sesenta del siglo XIX y luego se mudó a su nuevo edificio estilo catedral en el límite suroeste del centro de Mineápolis en 1910.

San Marcos fue consagrada catedral en 1941 por el obispo Stephen Keeler. Keeler desempeñó un papel decisivo en llevar el Congreso Mundial Anglicano a Mineápolis y a San Marcos en 1954. Durante 10 días, en agosto de ese año, cerca de 700 obispos, sacerdotes y laicos de las 15 provincias que tenía entonces la Comunión Anglicana se reunieron por primera vez en una asamblea de este tipo fuera de Gran Bretaña. Fue para este congreso que se diseñó y se usó por primera vez la Rosa Náutica Anglicana, que ahora es el emblema internacionalmente reconocido de la Comunión. De manera que a San Marcos también se le conoce como el lugar de nacimiento de la Rosa Náutica Anglicana.

La catedral de Faribault pervive gracias a su singular historia. El Rvdmo. Henry Benjamin Whipple, consagró al primer obispo de la Diócesis de Minnesota en 1858 y colocó la primera piedra de la catedral de Nuestro Misericordioso Salvador el 16 de julio de 1862. Fue el primer templo construido como catedral en la Iglesia Episcopal. Debido a la falta de fondos en la joven diócesis misionera, la catedral tardaría siete años en terminarse. Fue consagrada en 1869.

El obispo Whipple supervisó la obra de la Iglesia en Minnesota durante un año, contemplando las posibles ubicaciones para el asiento de la nueva diócesis. Las instituciones de educación primaria de la joven diócesis (algunas de ellas fundadas por el legendario misionero episcopal Rdo. James Lloyd Breck): la Escuela de Varones Shattuck, la Escuela de Niñas de Santa María [St. Mary’s School for Girls] y la Escuela de Teología Seabury [Seabury Divinity School] se agruparían allí. Finalmente, él eligió Faribault. Por ser la encrucijada de los asentamientos ojibwas, dakotas y europeos; el punto de convergencia de las tierras boscosas y la pradera y estar situada en la confluencia de dos ríos, se suponía que llegaría a convertirse en un importante centro mercantil. No ocurrió así. El pueblo, 80 kilómetros al sur de la capital, tiene una población de sólo 24.000 habitantes.

Al igual que San Marcos, la catedral de Nuestro Misericordioso Salvador ha sido la sede de históricas reuniones anglicanas. Los delegados a la Convención General de la Iglesia Episcopal en 1895, celebrada en Mineápolis, se tomaron un día de receso y viajaron a Faribault en vagones ferroviarios que facilitara James J. Hill, un amigo de Whipple. En Faribault los recibieron con 400 coches de caballos para ofrecerles un paseo por el pueblo que la revista Harper’s habría de bautizar, ese mismo año, como “Episcopal Faribault”. Los delegados al Congreso Mundial Anglicano de 1954 también visitaron Faribault y la catedral —que, en muchas cartas al obispo Keeler, definieron como el momento culminante de la reunión.

– Joe Bjordal es escritor, diseñador, fotógrafo y organizador de eventos radicado en Mineápolis. Traducción de Vicente Echerri.