El ministerio para motociclistas llega a una población desatendida

Por Pat McCaughan
Posted Sep 3, 2013

[Episcopal News Service] El Rdo. canónigo William Geisler (“Jay”) ha bautizado durante un mitin de motociclistas, ha celebrado bodas con la pareja vestida con trajes de cuero negro y ha provocado vítores cuando dijo a los dolientes [de un funeral] que “sólo hay dos clases de motociclistas: los que han caído y los que caerán”.

“Alguien se levantó [en un funeral] y preguntó ‘¿dónde está Billy?’ y yo comencé a hablar del amor de Dios por todos nosotros. Les dije que él está con Dios, por supuesto”, recordaba Geisler durante una entrevista reciente. “Todo el mundo prorrumpió en aplausos de júbilo, porque a ellos les han dicho que son malas personas”.

Geisler, un entusiasta motociclista de 57 años y rector de la iglesia episcopal de San Pedro [St. Peter’s Episcopal Church] en Pittsburgh, se dio cuenta de la necesidad de un ministerio para motociclistas luego de que uno de estos le dijera: “usted no sabe lo que es parecerse a Frankenstein y tener el corazón de Shirley Temple”.

Él y otros sacerdotes motociclistas dicen que su amor por las motocicletas ha abierto nuevas vías para proclamar el Evangelio a una comunidad ignorada y desatendida.

Misas de motocicletas en Maryland
El Rdo. Steve McCarty se sintió inspirado a comenzar un ministerio de motocicletas luego que otro motociclista le preguntara sobre el escudo episcopal que él lleva en su chaqueta.

“Le dije, ‘sí, soy un sacerdote episcopal’”, recordaba McCarty, motociclista desde los 16 años. “Pasamos hora y media conversando acerca de su fe y de cómo lo habían excluido de la iglesia en la que estaba, cómo no lo aceptaron, y que él creía que no era lo bastante bueno para ir allí.

El Rdo. Steve McCarty, sacerdote motociclista y vicario de la iglesia de San Andrés en Clear Springs, Maryland. Foto de la Diócesis Episcopal de Maryland.

El Rdo. Steve McCarty, sacerdote motociclista y vicario de la iglesia de San Andrés en Clear Springs, Maryland. Foto de la Diócesis Episcopal de Maryland.

“Él conocía la Escritura. Me dijo, ‘necesito algún lugar donde pueda ser aceptado tal como soy’. Yo pensé que podría hacer algo al respecto”, dijo McCarty, vicario de la iglesia de San Andrés [St. Andrew’s Church] en Clear Springs, Maryland.

Empezó a celebrar misas de motocicletas un sábado por la noche al mes en junio de 2012 en la iglesia de San Marcos [St. Mark’s Church] en Lappans. Los oficios han llegado a tener hasta unos 30 feligreses regulares.

Después de la eucaristía, “si el tiempo es bueno, hacemos una carrerita hasta algún lugar para comer”, agregó McCarty, de 53 años y policía estatal jubilado de Maryland.

No todos los que asisten al oficio de motocicletas una vez al mes son motociclistas, pero todas las ofrendas —que se recogen en un casco de motocicleta— se donan a bancos de alimentos, albergues y otras agencias benéficas locales que ayudan a la comunidad.

McCarty, que usa una Harley Davidson, dice que ha podido levantar una “buena comunidad” por tener también un quiosco en los mítines de motociclistas de la localidad. “La gente se acerca —tipos tatuados de pies a cabeza— y dicen que habían intentado encontrar una iglesia que los aceptara, pero que las iglesias siempre les dicen que se cubran los tatuajes.

“Un tipo me dijo, ‘yo tengo tatuajes, pero mi alma no está tatuada. Me pidió una bendición y le dije que sí, que puedo dársela”.

Él ha llegado a ser conocido como el “sacerdote motociclista” y bromeando reconoce que a veces habla el llamado “lenguaje Harley”. Sin embargo, las apariencias pueden ser engañosas. Su barba y su bigote con frecuencia “alejan a la gente”, añadió McCarty. Es divertido. Y a veces, sabes, me da material para sermones, al estilo de no juzguéis”.

Para Geisler, el haber pasado tiempo en la cárcel es “una cosa buena” para su ministerio de motocicletas porque lo hace “mucho más humano” para su rebaño, dice.

El nativo de Pittsburgh es un ex obrero siderúrgico y ex sacerdote catolicorromano, que fue encarcelado en los años ochenta en las protestas por el cierre de las acerías  y la pérdida de beneficios y empleos de los trabajadores. Sacerdote episcopal desde 1999 y motociclista por casi 40 años, su ministerio ha crecido debido a que los “motociclistas conocen a otros motociclistas”.

Al igual que McCarty, él dice que un sello de su iglesia en su motocicleta BMW a menudo suscita curiosidad y conduce a peticiones de cuidado pastoral.

“Con frecuencia me contactan para hacer funerales para motociclistas que se han alienado de la iglesia”, dijo durante una reciente entrevista telefónica para ENS. “Intento llevarle al público la proclamación del Evangelio en su lengua”.

Describiéndoles a los deudos, en un funeral reciente, cómo sería el infierno, les dijo: sería como si estuvieran en medio de la lluvia, completamente solo con una moto y que no pudieran echarla a andar. Y ustedes lo siguen intentando, pero no arranca y se sienten frustrados”.

Por otra parte, “el cielo es un lugar donde todos estamos juntos como familia y celebrando todas las cosas que disfrutamos”.

Geisler, y su congregación, son una serie de contradicciones. La iglesia mezcla riqueza y pobreza, privilegio y marginalidad, lo urbano y lo suburbano. “Hay personas aquí con dinero y educación, y otros con picardía de la calle”, agrega. “Tengo inmigrantes de Rumania, refugiados de la antigua Yugoslavia y un grupo de Etiopía”.

Él oficia en una bendición anual de las motos y también es mentor de clérigos nuevos, entre ellos el Rdo. Frank Yesko, psicólogo y entusiasta de las Harley. Yesko fue ordenado el 15 de junio y comenzará a servir como diácono encargado de la iglesia de San Bernabé [St Barnabas] en Breckenridge, Pensilvania, en Septiembre.

“Ha sido una trayectoria increíble”, dijo Yesko, de 56 años y profesor de psicología de una universidad comunitaria, quien reconoció que la mentoría de Geisler impulsó lo que podría haber sido un improbable camino a la ordenación.

“Según seguí desarrollándome y nos acercamos más, lo consideré mi mentor o consejero espiritual”, recordaba. “Comencé a estar activo en la iglesia, y eso ha ido creciendo cada vez más”.

Él ve su motocicleta como “un vehículo para llegar a otros. Intento ser receptivo en lo que concierne a la oportunidad de servir a Dios”, afirmó.

“Trato de no descartar ninguna posibilidad. Creo que servir a Dios abarca la totalidad de mi vida, incluido el andar en motocicleta. El romper esos estereotipos es una forma maravillosa de servir a Dios”.

‘Aleluyas de Harley’ en Mississippi
La Rda. Ann Whitaker dice que le echa de menos el dirigir sus misas de motociclistas ahora que ha pasado a servir de la iglesia episcopal del Creador [Episcopal Church of the Creator] en Clinton, Mississippi, a la iglesia de San Pedro [St. Peter’s] en Oxford.

“Creo que extrañamos algo cuando no lo ofrecemos, hay muchísimos motociclistas ahí afuera”, dijo ella durante una reciente entrevista telefónica desde Oxford.

Ella no es motociclista, pero hizo un recorrido de 241 kilómetros a la grupa de uno de ellos en 2008. “Me hizo recordar al Espíritu Santo” rememoraba Whitaker en una reflexión que tituló “Aleluyas de Harley”.

“Al principio, sólo quería sujetarme de las barras laterales. No podía ver por encima de Pete Jr., o alrededor de él y ciertamente no a través de él. Si yo iba a disfrutar el paseo, sencillamente tenía que confiar en que él me mantendría segura”, escribió ella.

Su marido iba detrás de ellos en un auto durante todo el trayecto, pero “sólo una vez me sentí realmente insegura. Un camión cargado de troncos que venía en dirección contraria provocó un viento fortísimo; más tarde me reía y decía que todavía me estaba sacando astillas de la cara”,  contaba en su texto. “Era asombroso lo distinto que huelen las cosas en el asiento trasero de una moto en plena carretera; ¡en verdad percibes el olor del bosque en esos camiones de troncos de una manera cercana y personal! Al adentrarnos en Vicksburg, el olor a tocino frito se sentía a lo largo del camino”.

“Vi muchos paralelos en este lugar de donde tenemos que confiar en Dios con todas las fibras de nuestro ser”, añadió Whitaker en una reciente entrevista con ENS. “Tuve que aprender a no luchar con él. Si él se inclinaba hacia la derecha en el momento de doblar una curva, yo tenía que inclinarme con él; de lo contrario nos hubieran barrido”.

La experiencia también suscitó interrogantes sobre “¿cómo atraer a personas que no están vinculadas a ninguna iglesia?”, dijo Whitaker. “¿Cómo atraer a personas que podrían no sentarse regularmente en la iglesia el domingo por la mañana y qué tienen que decirnos? Ello tiene mucho que decir respecto a la manera en que encontramos a Dios”.

‘Bendición de ruedas’ en Oahu
El 25 de agosto, el Rdo. Paul Klitzke bendijo ruedas de todas clases —patinetas, patines, bicicletas, autos, furgonetas, motos e incluso un andador— en la iglesia de San Nicolás [St. Nicholas Church] Kapolei [en la isla de Oahu], en la Diócesis Episcopal de Hawái.

Klitzke, de 33 años, cree que, si bien sus tatuajes y su Kawasaki Vulcan pueden “cambiar en algo al público y la dinámica en la Iglesia, fundamentalmente sirven para abrir la puerta del diálogo con toda clase de personas. Eso me da la oportunidad de conocer a gente que de otro modo no conocería”.

Comenzó a rodar motos “gracias a un tipo de mi iglesia” mientras servía en la diócesis de Alaska. “Me dijo que si tomaba el curso básico de conducir, me prestaba una moto para que empezara”.

Él tiene tatuajes de: una cruz de Jerusalén; un triqueta, que simboliza la Trinidad; un árbol de la vida y una paloma, [esta última] en representación del Espíritu Santo. “Luego este año le añadí alrededor de la cruz, para representar los cuatro evangelios, los símbolos de los evangelistas: una persona alada [Mateo], un toro alado [Lucas], un león alado [Marcos] y un águila [Juan]”, explicó.

Tanto sus tatuajes como su moto suelen ser motivos para iniciar una conversación y para eliminar estereotipos.

“Con frecuencia, la gente se sorprende de oír que soy sacerdote”, recuerda él. “Me hablan porque les gustan mis tatuajes o porque ando en moto. Es un sentido diferente de comunidad, pero cuando me preguntan por mis tatuajes me están preguntando acerca de mi relación con Dios, y quieran o no, inician una conversación acerca de la Iglesia y de la fe.

Ambas cosas ayuda a disipar estereotipos.

“El mundo estereotipa a los creyentes y el mundo estereotipa a las personas con tatuajes y perforaciones y motos”, dijo Klitzke.

“Pero, cuando le damos un giro a esas imágenes, la gente con tatuajes puede tener que revisar sus suposiciones acerca de la Iglesia y las iglesias pueden tener que revisar sus suposiciones acerca de los motociclistas y de la gente con tatuajes”.

–La Rda. Pat McCaughan es corresponsal de Episcopal News Service. Traducción de Vicente Echerri.