La limpieza de los escombros del tornado de Oklahoma muestra un ‘milagroso’ aluvión de apoyo

Por Pat McCaughan
Posted Jun 4, 2013

[Episcopal News Service] Apenas una semana en las tareas de limpieza de escombros, luego que una serie de tornados causaran la muerte de docenas de personas y devastaran partes de Oklahoma, el papel del Rdo. Paul Snyder ha dejado de ser el de un socorrista para convertirse en alguien “que ayuda a las personas a tratar de recobrar el orden en sus vidas”.

Snyder, subalguacil de 35 años, capellán de la policía durante 18 años y diácono durante tres años en la iglesia episcopal de San Cristóbal [St. Christopher’s Episcopal Church] en un suburbio de Oklahoma City, fue el individuo al que algunos clérigos de la diócesis llamaron inicialmente para que les ayudara a localizar a feligreses desaparecidos.

“Por la dirección, yo podía decir con seguridad si la casa estaba en la senda del tornado”, dijo Snyder durante una entrevista el 30 de mayo con Episcopal News Service. “Iba hasta sus casas para cerciorarme de que estaban todavía en pie, y tocaba a la puerta y decía ‘hola, necesitan llamar a su sacerdote’”.

Para el jueves (30 de mayo), al igual que muchos otros en la comunidad, su foco había pasado a “hurgar en los escombros” como muchos vecinos de Moore City seguían haciendo en lo que alguna vez habían sido sus casas y barriadas.

La Rda. Emily Schnabl, rectora de San Cristóbal, dijo que dos de cuatro familias de la parroquia que vivían cerca de la senda del tornado había sufrido daños en sus casas. Un día antes (el 29 de mayo), un equipo de voluntarios de la iglesia había ido a ayudarles y se animó a ayudar a otros también.

“No hubo presentaciones; uno sencillamente entraba en el patio de alguien y comenzaba a limpiar [escombros]”, dijo Schnabl que definió la devastación en Facebook como “una herida abierta de 27 kilómetros, a cielo abierto… No hay lugar para tomarlo con calma”.

Schnabl dijo que la inmensidad de la devastación era “inenarrable, los objetos de las casas a la intemperie, todo hecho escombros, todo pulverizado… No soy capaz de ponerlo en palabras en este momento”.

Snyder —nativo de Oklahoma, que también respondió durante el atentado terrorista al Edificio Federal Alfred P. Murray en 1997 y a la serie de tornados de 1999 que mató a docenas de personas y causó miles de millones de dólares en daños— dijo que no sólo era lo que se veía y lo que se oía, sino también los olores, lo que lo remontaban al pasado.

“El olor de todo es diferente”, explicó. “Hay tanto polvo y churre en todas partes que incluso cuando lo ves después en la televisión te regresa el olor. Parece que sencillamente se queda en el aire”.

Para los socorristas y otras personas que presencian la devastación  “resulta muy emotivo a veces”, agregó. Como por ejemplo ver el ganado atravesado por objetos volantes y que tiene que ser destruido.

Y el agente que descubrió los cadáveres de una madre con su bebé. “Vino a hablarme de eso al día siguiente. Le martilleaba mucho”,  afirmó. “No pudo irse a dormir durante un tiempo. Se mantuvo trabando, creía que no había logrado rescatar al bebé a tiempo, de manera que yo he proseguido y he logrado ayudar a alguien”. En definitiva, “todo consiste en estar a disposición de las personas en una situación de crisis”, dijo Snyder. “A veces, es una crisis espiritual, a veces es física, pero consiste en estar presente cuando la gente está necesitada o cuando ha tocado fondo y tratar de sacarlas a flote”.

Jera Kiespert y su familia saben de qué se trata.

El tornado del 20 de mayo destruyó el hogar de los Kiespert en Moore, pero, al cabo de unos pocos días, la iglesia episcopal de Santa María [St. Mary’s Episcopal Church] en Edmond les dio un lugar donde vivir, y mucho, mucho más, dijo ella durante una entrevista telefónica con ENS el 30 de mayo.

El tornado del 20 de mayo destruyó el hogar de los Kiespert en Moore, pero, al cabo de unos pocos días, la iglesia episcopal de Santa María [St. Mary’s Episcopal Church] en Edmond les dio un lugar donde vivir, y mucho, mucho más, dijo ella durante una entrevista telefónica con ENS el 30 de mayo.

Kiespert, una maestra que también dirige varios coros de niños, dijo que lo primero que vio cuando salió de un refugio para tormentas el 21 de mayo luego del tornado, fue a un vecino que intentaba sacar a su esposa de los astillados restos de su casa.

“Yo no estaba preparada para ese espectáculo”, dijo ella. “Me quedé en shock; vi a otros vecinos salir trepando de los escombros, la gente me enviaba mensajes de texto, el teléfono sonaba”. Al cabo de unos días, luego de quedarse en hoteles y en casas de familiares y amigos, recibieron una asombrosa invitación: el uso de una casa propiedad de la iglesia de Santa María, donde ella y Jason habían sido anteriormente miembros del coro y donde sus hijos habían sido bautizados.

“Es una estupenda historia de mayordomía”, dijo el Rdo. Mark Story, rector de Santa María. “Recibimos la casa como un legado” de un feligrés que murió hace aproximadamente dos años. “Su donación fue en verdad bastante sorprendente para la iglesia e hizo posible que Jera y Jason y sus hijos tengan ahora un lugar donde estar. Estamos sinceramente agradecidos”.

Para Jera Kiespert, de 35 años, no fue nada menos que milagroso.

“Recibimos una llamada de un amigo acerca de la casa” quien les llevó la llave al día siguiente.

“Es una casa bella y lo que resultó más sorprendente aun fue que, entramos en ella y las damas de la iglesia habían estado allí”, contó. “Había camas con sábanas acabadas de tender, y toallas limpias, había suministros en la cocina. Era tan bueno entrar en una casa y sentir que es un hogar”, añadió con lágrimas en los ojos.

“Cuando uno piensa en eso, no son más que cosas, pero son importantes también. Nos dieron tarjetas de regalo, dinero para víveres, había ropa y juguetes para los niños. Es muy tranquilizador para una madre ver que sus hijos pasan por algo como esto y luego encontrarse en un nuevo sitio con juguetes y sentir que vamos a estar bien, que vamos a estar bien”, recalcó.

“La gente ha estado animándonos mucho, con ayuda y con oraciones, con llamadas telefónicas, hemos sentido mucho amor y apoyo, es realmente asombroso. En verdad resulta difícil cuando estas acostumbrada a ser de los que dan y tienes que estar entre los que reciben, es algo aleccionador”.

Story dijo que habilitar la casa de cuatro dormitorios “fue una bendición para la iglesia.

“Muchísimas personas querían hacer algo físico, y limpiar la casa y tenerla lista les dio a muchísimos feligreses una oportunidad de hacer algo que los relacionaba físicamente con la tragedia de Moore. Fue una bendición para la familia, una bendición para la parroquia, sencillamente fue algo bueno”.

La iglesia había estado planeando alquilar la casa, pero se la ofrecieron gratis a los Kiespert; la póliza de seguro que ellos tenían les ha cubierto algunos gastos de vivienda temporal, añadió.

Los niños de la escuela de Santa María también enviaron tres camiones de alimentos y otros artículos a los centros de acopio, siguió diciendo Story. “También hicieron con pedazos de tela pañuelos de oración y se los enviaron a los niños como mantitas de consuelo.

“Los niños iban orando según los hacían”, contó Story. “Fue ahí donde cambiaron su foco de atención después de haber enviado los artículos de ayuda”.

El Rdo. José McLoughlin, canónigo del Ordinario en la Diócesis de Oklahoma, dijo el 30 de mayo que los empeños de limpieza y recuperación se encuentran todavía en etapas muy iniciales y que se aceptan de buen grado las contribuciones económicas, las oraciones y cualquier otra ayuda.

“Gran parte de lo que hacemos es compartir información y seguir proporcionando recursos para necesidades a corto plazo, a personas que necesitan ropa, tarjetas de regalo [de tiendas] y ayuda para vivienda”, explicó.

La Cruz Roja Americana y la Agencia Federal para el Control de Emergencias (FEMA), han abierto centros, a través de toda la ciudad, para dejar donaciones, así como han coordinado el trabajo voluntario. Él sigue en consulta con Ayuda y Desarrollo Episcopales y otras agencias, en tanto los empeños de ayuda y recuperación continúan desarrollándose.

“Hasta el momento, el dinero es lo mejor que se puede dar”, dijo. “Se han comunicado con nosotros personas de fuera del estado que quieren venir y ayudar, y de seguro que coordinamos con ellos… pero ni siquiera llevamos una semana de limpieza”.

Él hizo énfasis en que la necesidad durará largo tiempo, especialmente una vez que los medios de prensa se hayan ido. “Queremos hacer las cosas inteligentemente y no duplicar esfuerzos y cerciorarnos de que las personas sepan que no serán olvidadas, tanto a corto plazo como a largo plazo”, añadió.

“Queremos ser parte de la solución, sea quien fuere el que esté haciendo la necesaria labor de recuperación… Una vez que las personas tengan una mejor idea de lo que van a hacer sus compañías de seguro, sabremos mejor donde están las deficiencias en servicios y viviendas y podremos ayudar en eso”.

El aluvión de apoyo ha sido abrumador  tanto de dentro como de fuera de Oklahoma. “Hay un tremendo espíritu aquí”, resaltó. “Los oklahomenses son gente optimista… y ellos sencillamente se han mostrado dispuestos a ayudar”.

Kiespert está de acuerdo. “Ha habido mucho apoyo. La gente se ha ofrecido ha lavar la ropa, a cuidarnos los niños, [a responder a] cualquier necesidad. No puedo describirlo, es tan asombroso, el altruismo de la gente de echar una mano y tratar de lograr que la vida de otra persona se recobre”.

En medio de la devastación, Kiespert experimentó muchas más señales de esperanza. Aunque el hogar de ellos quedó destruido, su dormitorio sigue aún en pie, y ella pudo rescatar algunos muebles, álbumes de fotos y una muñeca de cerámica, hecha en el siglo XIX, que había sido un regalo de su abuela.

No pudieron llevarse al perro al albergue, y ella lo dio por muerto. Pero Jason, su marido, lo encontró ileso en la entrada de autos.

Celebraron el 29 de mayo, día en que Jason cumplió 37 años.

“Le dije que yo tenía que cocinar porque esa era nuestra tradición, de manera que me puse a trastear en esta cocina nueva y asé algunos pollos y nuestro nuevo vecino se apareció con esta maravillosa torta de chocolate. Comimos torta y le cantamos el Happy Birthday a Papá y vimos TV y todo fue normal y magnífico.

“Estoy viviendo al día y recomponiendo las cosas. Mi máxima prioridad fue garantizar que mis niños se sintieran seguros y que tuvieran un hogar y, una vez que pudimos venir aquí, su actitud cambió, su conducta cambió, supieron que era aquí donde íbamos a estar y que íbamos a estar bien. Como madre, eso fue extraordinariamente gratificante”.

–La Rda. Pat McCaughan es corresponsal de Episcopal News Service y está radicada en Los Ángeles. Traducción de Vicente Echerri.