El Día de la Candelaria brilla con nueva luz

Por Pat McCaughan
Posted Feb 9, 2013
Presentación de Cristo en el Templo de Hans Holbein el Viejo (1500-01) (Galería de Arte, Hamburgo). Tomado del Proyecto Yorck: 10.000 obras maestras de la pintura. Distribuido por DIRECTMEDIA Publishing GmbH.

Presentación de Cristo en el Templo de Hans Holbein el Viejo (1500-01) (Galería de Arte, Hamburgo). Tomado del Proyecto Yorck: 10.000 obras maestras de la pintura. Distribuido por DIRECTMEDIA Publishing GmbH.

[Episcopal News Service] Stephen Colbert, personalidad de Comedy Central TV se lamentaba de la pérdida “del verdadero significado del Día de la Candelaria” [Candlemas], pero un grupo de monjas en Massachusetts y otros lugares de la nación están creando nuevas formas de revivir y celebrar una venerable festividad.

Llamada también la Fiesta de la Presentación del Señor, la Candelaria cae el 2 de febrero y es la festividad cristiana que conmemora la presentación ritual de Jesús en el Templo de Jerusalén, durante la cual los profetas Simeón y Ana lo proclamaron como el Mesías. Simeón dijo la oración conocida como el “Nunc Dimittis”, en que llama al bebé “luz para alumbrar a los gentiles”. La fecha es 40 días después del nacimiento de Cristo cuando él, como todos los niños varones judíos, fue llevado al Templo para ser presentado a Dios y el momento en que a su madre, María, la declararon “limpia”.

En Europa, el festival se destacaba tradicionalmente por la bendición de velas (o candelas) para uso de las iglesias y hogares, de donde toma el nombre. Para muchos, era considerado el punto medio del invierno. En Estados Unidos, llegó a ser conocido como “el Día de la Marmota”, cuando la sombra de Punxsutawney Phil se afirma que predice cuánto más largo ha de ser el invierno —lo cual llevó a Colbert a lamentar que la fiesta cristiana se hubiera “marmotizado y comercializado”.

La hermana Adele Marie Ryan, superior de la Sociedad de Santa Margarita [Society of St. Margaret] en Duxbury, Massachusetts, dijo que la orden ha celebrado la Candelaria desde 1855; este año la comunidad  desafió temperaturas gélidas, la amenaza de nieve, la competencia del Súper Tazón y una variación de la ceremonia tradicional para tener su celebración el 3 de febrero por la tarde.

“Habíamos tenido alguna nieve por la mañana, y habían anunciado más para la noche, pero aún así tuvimos un total de 41 [personas] en la congregación y quedó muy, pero muy bonita”, dijo Ryan durante una entrevista telefónica el 4 de febrero.

La celebración “se inspira un poco en las ceremonias tradicionales”, añadió. Incluyó lecturas bíblicas, reflexiones, música y canto llano —una gran atracción— y se preparó como una liturgia de Oración Vespertina “para que fuese ecuménica —y lo fue”, y atrajera a la comunidad mayor, agregó.

Pero en lugar de al comienzo, las velas se bendijeron y distribuyeron a la conclusión del oficio, siendo el simbolismo que “habiendo escuchado las lecturas y reflexiones de la Escritura y cantado los himnos, el pueblo ha encontrado a Cristo en la luz y lleva las velas al mundo como pueblo que es portador de la luz de Cristo”, afirmó ella.

‘Nuestras historias son puentes
En el centro de Los Ángeles, la tradicional celebración de la Candelaria tiene un acento hispano: día en que las familias habitualmente visten al “niño Dios” (una imagen del infante Jesús) tomado de su nacimiento y, con esa nueva ropa lo llevan a la iglesia para que lo bendigan, dijo el Rdo. Frank Alton, sacerdote a cargo de la congregación de San Atanasio [St. Athanasius] en la catedral.

Sheniffer Aldana, de 28 años, que asiste a la iglesia de Santa María [St. Mary’s] en Los Ángeles, dijo que ella llevaba al niño Dios para que lo bendijeran en la ceremonia de San Atanasio porque quería ser más tradicional. Otras personas llevaron velas para que se las bendijeran.

“El 2 de febrero se encuentra entre la Navidad y la Cuaresma y en alguna medida marca una pausa, pero concluye el ciclo de Adviento-Navidad-Epifanía y es una fecha significativa en el segmento hispano de esta comunidad. Pareciera que es una manera de llegar a la comunidad más grande… [con] relatos populares de diferentes comunidades”, dijo Alton.

Durante el oficio, Alton anunció que acababa de enterarse que una de las feligresas estaba en el hospital dando a luz. “De manera que el relato cobra vida”.

“Muchísimas personas de nuestra congregación han llegado a creer que el Día de la Candelaria es una tradición latinoamericana porque han sido las únicas que lo celebran aquí”, agregó. “De manera que cuando oyen las relatos de Europa y del culto en inglés y en español se quedan boquiabiertos.

“Eso es lo que estoy tratando de hacer, de crear este sentido de apertura mutua, de que se den cuenta de que nuestros relatos son los puentes que usaremos para conectarnos los unos con los otros”.

Hubo, por ejemplo, el relato de cómo la Candelaria se convirtió en casamentera para Roger Leachman, de 70 años, quien ejerce de árbitro de las elecciones durante las reuniones de la convención anual de la Diócesis de Los Ángeles.

“Cuando apenas era un muchachito en Escocia…  a mediados del invierno, la maestra entraba, y todos los niños, todos nosotros recibíamos velas nuevas”, le contó él al grupo.

La maestra explicaba que “la Candelaria era el punto medio del invierno, a medio camino entre el día más corto del año y el día en que  los días y las noches eran iguales… y [que] se celebraba 40 día después de Navidad, cuando el niño Jesús fue llevado al Templo por primera vez”, contó Leachman, que vestía una camisa de escocesa tradicional roja y verde.

Para festejar la ocasión, los niños contribuían con sus mesadas, para que la maestra pudiera comprar dulces y galletas y tortas a lo largo del año escolar, explicó él. “A la chica y el chico que trajeran la mayor cantidad de dinero los hacían el rey y la reina de la clase”.

“Los llevábamos fuera después de clases. Cruzábamos las manos y les hacíamos un asiento y los llevábamos en andas, ellos tenían sus privilegios. Tanto el rey como la reina escogerían una tarde en que no teníamos que asistir a la escuela, cuando tendríamos medio día libre. También podían declarar a alguien que estaba debidamente castigado relevado de ese castigo. Uno podía realizar acciones realmente buenas de esta manera”.

Después de ahorrar suficiente dinero para convertirse en rey de la clase a los 13 años, él libró del castigo a una cierta damita llamada Maggie. “Años después me tropecé con ella y se lo recordé”, cuenta él. “Ella me invitó a salir y nos fuimos a bailar. La relación se desarrolló tanto que Maggie y yo nos casamos el 2 de febrero para conmemorar el día en que yo había dado el primer paso.

“Hasta la fecha, cuando celebramos nuestro aniversario de bodas, le llevábamos velas al sacerdote para que las bendiga, y las ponemos en la mesa de nuestra comida de aniversario”.

Una celebración ecuménica
Al igual que con las hermanas de Santa Margarita, el ecumenismo figuró de manera prominente en los oficios de la Diócesis de Chicago, donde los coros de la iglesia episcopal de La Gracia [Grace] y la Primera Iglesia Luterana en Freeport colaboraron en una celebración multigeneracional el 2 de febrero, dijo Steve McMillen, director de música y organista de La Gracia.

“Ésta es una innovación”, dijo McMillen durante una reciente entrevista telefónica desde su casa. “Nadie puede recordar haber tenido nunca un oficio de la Candelaria en la iglesia en los últimos 20 años”.

Su oficio híbrido de Oración Vespertina con Lecciones y Villancicos conmemoró tanto la presentación de Jesús en el Templo como el cántico de Simeón encomiando a Jesús como una luz reveladora, un fundamento para la bendición y distribución de velas, explicó McMillen.

Después de una comida y de un programa educacional acerca del significado de la Candelaria, los jóvenes y adultos participantes hicieron velas valiéndose de hojas de cera de abeja y pábilos, que fueron bendecidas y se las llevaron a sus casas.

Fue “una bonita ocasión de hacer algo distinto” y de celebrar en el contexto local la relación de plena comunión entre la Iglesia Episcopal y la Iglesia Evangélica Luterana en América, añadió.

Durante el oficio en Los Ángeles, Lulú Hernández contó que ella se había criado en México, y que había visto el muchísimo amor y creatividad que ponía su abuela en coser ropitas para el niño Jesús “durante el mes de enero de manera que estuviera lista para la presentación en la iglesia el 2 de febrero”.

“Siempre me sentía orgullosa de llevar nuestro niño Dios a la iglesia para la presentación todos los 2 de febrero”, dijo ella en español.  “Siempre creí que nuestro niño Dios era el más bello de toda la comunidad.

“La verdad es que no entendía mucho acerca [del significado] de la Candelaria en ese tiempo; pero sabía que era algo que tenía que ver con el fin de los 40 días que María, la madre de Jesús, tuvo que quedarse en casa después que Jesús nació”, afirmó. Refiriéndose al ritual de la purificación de María después del parto que también se conmemora el Día de la Candelaria.

“Sabía sobre los 40 días porque desde que nació mi hermanito, mi mamá no salió de la casa durante 40 días. Recuerdo que una de sus primeras salidas fue a la iglesia para darle gracias a Dios por el bebé. El sacerdote levantó a mi hermano ante el altar para presentárselo a Dios. Me figuro que algo así fue la manera en que presentaron a Jesús en el Templo hace siglos”.

Elaine Sands contó un relato de Irlanda acerca de cómo la Candelaria evolucionó a partir del festival de Brígida “la Gran Diosa Madre, la diosa del fuego, de la poesía y de la salud… todas las cosas que acompañan a los poderes creativos del comienzo de la primavera”.

La festividad también se conoce como “Imbolc”, una palabra gaélica que significa “leche de oveja… porque ésta es la época del año cuando nacían en Irlanda los corderos, desde luego es también cuando la leche de las ovejas madres empieza a fluir de nuevo para alimentarlos”.

Finalmente, la Iglesia adaptó la festividad, transformó a Brígida “de diosa en santa, y el nombre de la fiesta cambió de Imbolc a la Candelaria”, dijo ella. Una manera de celebrar la Candelaria consistía en llenar un cesto de hierba suave y pétalos de rosa para hacer una “cama de novia”. Y los niños hacían muñecos de paja para ponerlos en la cama.

La costumbre era, cuando la cama estaba lista, que “todas las generaciones de mujeres en la familia abrieran la puerta principal de la casa e invitaran a Brígida a entrar”.

Para Sofía González, “el orgullo de mi gente es que nuestro festival comenzó después que la Virgen se apareció, en 1392, en mi pueblo, que se llama Candelaria, en las Islas Canarias (España)”.

“La celebración duraba una semana entera, culminando el 2 de febrero”, contó. Antes de mudarse a Estados Unidos,  recordaba ella, los desfiles de su pueblo incluían “payasos vestidos como campesinos empujando toros artificiales de madera, con cuernos y todo, mientras los toreros con vistosos pantalones de seda adornados con cintas y flores de papel actuaban como en las ‘corridas’ a lo largo de la ruta. Había también bandas de música y… todas las autoridades civiles y militares de la ciudad de completo uniforme”.

El desfile terminaba en la basílica de la Candelaria, donde los feligreses ponían velas en el altar y participaban de la Eucaristía antes de salir a la plaza a celebrar. “Mis padres me dejaban beber alguna sangría, que simbolizaba la sangre del toro”.

En la actualidad, viviendo en Estados Unidos, agrega ella, “le echo de menos a esos elementos de mi cultura”.

– La Rda. Pat McCaughan es corresponsal de Episcopal News Service. Traducido por Vicente Echerri.