Fe, promoción social y liderazgo: un adiestramiento de inmersión para jóvenes adultos.

Por Sharon Sheridan
Posted Apr 3, 2012

Un grupo ecuménico de jóvenes adultos asiste a un taller durante una reunión de la Comisión de Naciones Unidas sobre la Condición de la Mujer. Andrea Bardelmeier, la representante de la Iglesia Episcopal, es la tercera de izquierda a derecha. En primera fila al centro está Jason Sierra, funcionario encargado de liderazgo y vocaciones de jóvenes adultos en la Iglesia Episcopal.

[Episcopal News Service] Hace dos años, Andrea Bardelmeier asistió a la reunión de la Comisión de Naciones Unidas sobre la Condición de la Mujer (UNCSW) con un grupo de otros jóvenes adultos episcopales. “Esa fue de las experiencias que te cambian la vida”, dice ella.

En la actualidad, como líder de un ministerio ecuménico y multirreligioso en la Universidad de Xavier, en Cincinnati, ella está pasando esta semana a otra experiencia de “inmersión” mediante el Instituto Episcopal de Liderazgo, que esta vez se concentra en el Ministerio Episcopal de Migración.

El instituto es una iniciativa de la Oficina del Ministerio Universitario de Jóvenes Adultos de la Iglesia que comenzó oficialmente el año pasado a partir de los programas de jóvenes adultos de la UNCSW que la Iglesia puso en marcha en 2009.  “Consiste básicamente en conectar a jóvenes adultos con el liderazgo de nuestras redes para ver realmente cómo podemos infundirles a éstas un nuevo liderazgo y ayudar a los jóvenes adultos a tener acceso a una mayor escala del quehacer que cada uno realiza”, dijo Jason Stewart Sierra, encargado de liderazgo y vocaciones de jóvenes adultos.

El instituto se concentra en cuatro componentes, comenzando con experiencias de inmersión a corto plazo donde pequeños grupos de jóvenes adultos —de 18 a 30 años de edad— asisten a una reunión de la iglesia donde se debate un tema de promoción o defensa social. La primera de tales experiencias tuvo lugar en 2009, cuando 10 mujeres jóvenes pasaron una semana en la UNCSW. “Esa fue una oportunidad para ellas de ver a gran escala cómo las mujeres estaban organizándose en torno a [los temas de] justicia de género y derechos femeninos y ver cómo la Iglesia Episcopal tomaba parte en eso”, dijo Sierra.

Entre los programas posteriores se incluyeron uno con Iglesia para la Paz en el Medio Oriente, que incluía  adiestramiento en promoción social con la Oficina de Relaciones Gubernamentales de la Iglesia Episcopal, y una experiencia de inmersión en [un programa de] eco-justicia, que tuvo lugar en Seattle para 20 jóvenes adultos. Hasta la fecha, 73 jóvenes adultos de al menos 41 diócesis han participado en programas del instituto, incluidas las visitas a la UNCSW.

“La segunda parte se concentra en la formación de la identidad episcopal, de manera que empezamos y concluimos cada día con un oficio”, dijo Sierra. Allí exploran la política episcopal, “de manera que las personas tengan una comprensión más plena de cómo se inserta esta obra de promoción social en la totalidad de nuestra estructura”.

En tercer lugar, los participantes tienen la oportunidad de ser instruidos por expertos en la materia, “no simplemente observar a distancia”, agregó Sierra. “Intentamos llevarlos realmente hasta [el punto] donde la conversación es vital, , de manera que no estamos para nada sobreprotegiéndolos en el trabajo, sino haciendo que tengan acceso directamente a los líderes de nuestra Iglesia donde el quehacer es realmente dinámico… Con la Paz en el Medio Oriente, tuvieron la oportunidad de ir directamente al Capitolio y acercarse a todos estos líderes que han estado  ocupándose de este problema durante mucho tiempo”.

Finalmente, agregó él. “tratamos de hacerles partícipes en la preparación del desarrollo del liderazgo”. Esto significa fomentar las destrezas en el terreno de la presentación y las comunicaciones, así como en la promoción o defensa social, “de manera que puedan comenzar a pensar de sí mismos como líderes de la fe, funcionen dentro de la Iglesia o no”.

Los participantes deben escribir acerca de sus experiencias de inmersión para sus publicaciones diocesanas y hacer una presentación, “de manera que comiencen a ser vistos como líderes de la promoción social en sus comunidades de base”, apuntó Sierra. El instituto apoya a los participantes en la formación de comunidades que se mantendrán en contacto unas con otra, y que les vincularán a las redes de la Iglesia. “Nuestro papel es ayudarlas a establecer la conexión y prepararlas para hacer el trabajo”.

La esperanza, agregó él, es que los jóvenes adultos comenzarán a trabajar en las redes existentes, en lugar de permanecer segregados.

Esta semana, cuatro jóvenes adultos participantes del ministerio universitario se unieron a Sierra en la conferencia anual del Ministerio Episcopal de Migración (EMM) que tuvo lugar en Atlanta. Ellos dedicarán tiempo concentrados en cómo relacionar el ministerio universitario con el trabajo del EMM, explicó él, haciendo notar que ésta es la primera experiencia de inmersión que atrajo pocos solicitantes. “Tuvo algo de sorpresa”.

“Eso es interesante”, dijo Bardelmeier, “porque creo que es realmente un problema de nuestro tiempo, y me pregunto dónde está la desconexión”.

En Dayton, Ohio, hay una reunión de la Iglesia Episcopal sobre refugiados africanos, dijo ella.

“Me encantaría hacer algo que trajera algunos de nuestros estudiantes africanos a Xavier para hacer alguna labor con refugiados”, dijo Bardelmeir, de 29 años, que es subdirectora del Centro pro Fe y Justicia Dorothy Day de la universidad.

Dan Trudeau, director del programa de EMM para comunicaciones y desarrollo de medios de difusión, trabajó primero con refugiados a través de una agrupación de servicio de aprendizaje, en la Universidad de Michigan y participó en trabajo voluntario en un programa que ayuda a personas a la obtención de asilo.

“Sé el poderoso impacto que una experiencia como esa puede tener a esa edad”, dijo. “Para mí fue realmente fascinante porque logré conocer a muchas personas de muchos países diferentes… Sirvió para abrirme los ojos”.

En la conferencia de esta semana, añadió él, “nuestro plan es hacer que los jóvenes adultos que participen se relacionen directamente con el personal que tenemos en nuestra red afiliada y que realizan labores de extensión comunitaria para las iglesias”. Los participantes recibirán adiestramiento en técnicas de servicio comunitario a fin de crear conciencia y apoyo para el programa de reasentamiento de refugiados.

“En verdad queremos crear la próxima generación de promotores y defensores de los refugiados en la Iglesia”, dijo Trudeau. “Espero que esta interacción de primera mano con nuestro personal local que labora en sus diócesis y comunidades realmente les de a estos jóvenes adultos un cuadro de todo lo que ocurre al recibir refugiados en Estados Unidos y una idea de cómo ellos pueden realmente contribuir a tener un impacto positivo en ese empeño”.

Ashley Pagan, de 23 años, se graduó en diciembre de la Universidad de Arizona y se entero de la experiencia de inmersión del EMM a través del capellán universitario. El mudarse a Tucson y trabajar con inmigrantes había despertado su interés en los problemas de inmigración y refugiados, dijo. Ella trabaja regularmente de voluntaria en una cocina de beneficencia y un orfanato en Naco, México.

“Estoy realmente entusiasmada, pero al mismo tiempo un poco nerviosa y asustada”, dijo antes de la conferencia. “Estoy segura de que será una semana de la que nunca me voy a olvidar”.

El aspecto de la “inmersión” le atrajo, contó. “Definitivamente, prefiero eso a simplemente sentarme y oír hablar”.

La primera experiencia de inmersión de Bardelmeier fue en la UNCSW 2010. “Conocí a mujeres de todas partes del mundo, que se enfrentan a muchas cosas”. Ella recordaba a una mujer de Turquía a quien habían expulsado de la universidad por usar un hijab. “Ella no pudo educarse por razón de su fe. Fue ese tipo de conversaciones las que caracterizaron toda la semana. Resultó muy impactante”.

“Creo que el impacto perdurable ha sido las conexiones que hice con otras mujeres de la Iglesia Episcopal a través del país”, agregó. “En definitiva, es por eso que solicité participar en otra”.

“Lo que me llevó a querer tomar parte en esta conferencia en particular es que mi cuñado es refugiado de Camboya”, agregó. “La Iglesia Cristiana Reformada lo trajo y lo reasentó en mi pueblo. Siento que eso, en alguna medida, ahora forma parte de mi historia”.

“Creo que la Iglesia Episcopal es generosa en abrir el camino con el ministerio de la migración”, afirmó. “Yo quiero aprender más”.

— Sharon Sheridan es corresponsal de ENS. Traducido por Vicente Echerri.