Ministerio episcopal de obreros agrícolas responde a necesidades durante la pandemia del COVID-19

Por Shireen Korkzan
Posted Jun 23, 2020

Obreros agrícolas en Carolina del Norte usan pantalones, camisas de manga larga y guantes para trabajar en los campos, en parte para protegerse de la exposición a pesticidas. Foto de Lynette Wilson/ENS

[Episcopal News Service] Ana se despierta a las 4:45 A.M. seis días a la semana para trabajar en una inmensa granja en Oxnard, California. Cuando llega, se lava bien las manos antes de ponerse un par de guantes y una máscara facial. Luego pasa unos minutos haciendo ejercicio a fin de preparar su cuerpo para otra larga jornada de trabajo físico. A las 6:30, está ágil y lista para pasar las próximas 10 horas deteniéndose a recoger fresas en el campo.

Ana —a petición suya no revelamos su apellido— dice que sus supervisores siempre han sido estrictos respecto al saneamiento y la seguridad de los obreros agrícolas, pero se han establecido restricciones adicionales para evitar la propagación del COVID-19. Antes de la pandemia, usar máscaras faciales para minimizar la exposición a pesticidas mientras se trabajaba era opcional. Ahora es obligatorio, y cada trabajador agrícola recibe una nueva máscara facial desechable al comienzo de cada jornada laboral.

“Ahora, debido al coronavirus, no se nos permite tocar nuestros teléfonos celulares mientras recolectamos cultivos para no tocar las frutas a mano limpia”, dijo Ana a Episcopal News Service a través de su intérprete, el Rdo. Anthony Guillén, quien también presta servicios como misionero del Ministerio Latino/Hispano y es director de los Ministerios Étnicos de la Iglesia Episcopal. Ana se unió a la iglesia episcopal de San Andrés [St. Andrew’s] en Ojai, California, a principios de este año, donde Guillén ayuda con el ministerio latino.

“Siento que el supervisor y los administradores en donde trabajo han estado muy atentos a la situación desde el principio”, dijo Ana. “También nos dan actualizaciones periódicas sobre el COVID-19. Gracias a Dios, todavía no conozco a nadie que haya contraído el virus”.

Desde enero, más de 1,8 millones de estadounidenses han sido diagnosticados con el COVID-19, y más de 106.700 han fallecido. Para frenar la propagación del COVID-19, los estados comenzaron a emitir órdenes, en marzo, de quedarse en casa, lo que condujo a un cierre de la economía de EE. UU. y a más de 40 millones de reclamos de desempleo.

Entre tanto, los obreros agrícolas —en su mayoría trabajadores migrantes y temporeros, tanto documentados como indocumentados— que trabajan en gran medida en la sombra, se han unido a las filas de los trabajadores de la salud y los socorristas como personal esencial para mantener funcionando al país. En respuesta, los ministerios episcopales regionales que sirven y abogan por ellos han intensificado sus esfuerzos.

“No creo que la gente realmente aprecie todo el arduo trabajo que hacen los obreros agrícolas”, dijo Guillén. “Escuchamos muchas cosas en las noticias sobre enfermeras y médicos y socorristas y policías y camioneros. Todos están a la vanguardia, pero también los obreros agrícolas. No creo que la gente realmente se detenga a pensar en ellos”.

Aunque los obreros agrícolas son esenciales, tradicionalmente los han tratado como prescindibles. La pandemia del COVID-19 no ha sido una excepción.

“[Los obreros agrícolas] están haciendo un trabajo que pone su vida en peligro, y lo están haciendo por sus familias y sus sueños”, dijo el Rdo. Daniel Darío Robayo Hidalgo, misionero del Ministerio Latino/Hispano de la Diócesis de Carolina del Norte. “Todavía hay alimentos disponibles durante esta crisis. ¿Por qué? Porque estas personas nos siguen proporcionando la comida. Deberíamos tratarlos como se debe”.

Robayo es miembro de la junta del Ministerio Episcopal de Obreros Agrícolas, una organización sin fines de lucro que trabaja para proporcionarles —a los obreros agrícolas en Carolina del Norte— alimentos, medicinas y equipo de protección personal. A pesar de sus esfuerzos, el ministerio se ha empeñado en ayudar a muchas personas necesitadas durante la crisis del COVID-19.

“Nos apena muchísimo que no podamos proporcionar desinfectante de manos o máscaras”, dijo Robayo. “Duele. Puede hacer mucho calor aquí en Carolina del Norte, y aún no hemos hablado de la temporada de huracanes en medio de esta pandemia. Señor ten piedad”.

Robayo le dijo a ENS que muchos empleadores en Carolina del Norte no brindan atención médica o equipo de protección personal a los obreros agrícolas. No solo eso, los obreros agrícolas del estado dijeron recientemente en una conferencia de prensa vía Zoom que todavía tienen que trabajar hombro con hombro a ritmo acelerado sin guantes ni mascarillas. Además, la mayoría de los obreros agrícolas comparten pequeños espacios de convivencia y viajan juntos para ir a trabajar y hacer mandados.

Estas condiciones facilitan la propagación del virus entre los trabajadores que entran y salen de los campos y las plantas de procesamiento de carne, y algunos obreros agrícolas en Carolina del Norte ya se han infectado.

El Ministerio Episcopal de Obreros agrícolas recaudó recientemente $ 60.000 para continuar ayudando a los obreros agrícolas y sus familias durante la pandemia del COVID-19. El dinero se utilizará para proporcionar un servicio de recogida de alimentos y ayuda económica libre de contacto. El ministerio también ofrece apoyo a distancia de salud mental y ayuda de inmigración, ya que la mayoría de los obreros agrícolas son indocumentados o están en el país como parte del programa de visas H-2A para obreros agrícolas temporales.

Aunque los obreros agrícolas se consideran esenciales durante la pandemia del COVID-19, el gobierno de Trump no ha impuesto las medidas de seguridad recomendadas por el  Centro de Control y Prevención de Enfermedades, lo cual amplía aún más la necesidad de una defensa social de los obreros agrícolas en todo el país.

En el estado de Nueva York, los promotores del Ministerio Rural y Migrante, una organización sin fines de lucro afiliada a la [Iglesia] Episcopal que ha estado ayudando a las comunidades rurales y migrantes desde 1981, se centran en los derechos y la seguridad de los trabajadores.

“Se suponía que los cheques de estímulo beneficiarían a las personas que trabajan en todas las industrias, pero muchos obreros agrícolas se quedaban al margen porque eran indocumentados”, dijo Deirdre Cornell, coordinador de la región del Río Hudson/Catskill del Ministerio Rural y Migrante. “Creo que tal vez esta situación generará conciencia y un nuevo reconocimiento de los inmigrantes y de la clase obrera como trabajadores esenciales. Sus derechos son ignorados, y realmente debería enfatizarse que no existe una red de seguridad para ellos”.

Además de pedir a los legisladores del estado de Nueva York que garanticen la salud y la seguridad de los obreros agrícolas, el Ministerio Rural y Migrante ha estado haciendo acopio de máscaras reutilizables para distribuirlas entre los obreros agrícolas y sus familias. Hasta ahora, el ministerio ha recogido más de 6.000 máscaras.

El Ministerio Rural y Migrante, junto con otras organizaciones sin fines de lucro que sirven directamente a los obreros agrícolas en Nueva York, patrocinará varias caravanas en todo el estado el 31 de mayo para brindar apoyo y solidaridad a los trabajadores de la cadena alimentaria. Se alienta a los cristianos a asistir como una oportunidad para celebrar Pentecostés.

A pesar de la pandemia, los promotores del Ministerio Episcopal de Obreros Agrícolas y del Ministerio Rural y Migrante continúan centrándose en las preocupaciones preexistentes de los obreros agrícolas, entre ellas, la inseguridad alimentaria, el acceso a la atención médica y el cuidado infantil y la reforma migratoria.

“Los obreros agrícolas vienen con ese sueño de poder mejorar sus vidas”, dijo Robayo. “Tienen toda la energía y el entusiasmo de los que están ayudando a sus familias, pero es difícil ganarse la vida adecuadamente. El trabajo agrícola es un permanente ciclo de pobreza”.

Los obreros agrícolas individuales por lo general ganan entre $15.000 y $ 17.499 al año por su trabajo, lo que incluye pasar todo el día, a menudo en condiciones de calor extremo, recogiendo productos para enviar a las tiendas de víveres de todo el país. Muchos obreros agrícolas no pueden darse el lujo de comprar alimentos para ellos y sus familias porque sus salarios los colocan muy por debajo del nivel federal de la pobreza.

El calor extremo es un problema para los obreros agrícolas en el Valle de San Joaquín, California, que ha sufrido una intensa sequía en los últimos años. Muchos obreros agrícolas en la región son víctimas de la trata laboral. La Diócesis de San Joaquín apoyó los empeños a favor de los inmigrantes y en contra de la trata antes del COVID-19, pero ahora está tomando medidas adicionales para incluir a los obreros agrícolas en su labor de defensa social.

“No podemos suponer lo que los obreros agrícolas necesitan, así que ahora vamos a las granjas y preguntamos: ‘¿Cómo podemos ayudarles?’ Algunos trabajadores con los que hablamos dijeron que tienen problemas de acceso a la atención sanitaria y a las pruebas del COVID- 19. No hay sorpresas”, dijo el obispo de San Joaquín David Rice, que ha estado visitando a los obreros agrícolas en la región durante la pandemia junto con el Rdo. Nelson Serrano Poveda, diácono y el misionero latino/hispano de la diócesis.

“No nos hemos comunicado con los obreros agrícolas tanto como debíamos”, dijo Rice. “Tenemos un largo camino por delante”.

Algunas organizaciones sin fines de lucro ayudan a alimentar a los obreros agrícolas y sus familias para minimizar sus gastos diarios. En California, la cooperativa La Mesa Abundante ofrece frutas y verduras orgánicas frescas a los obreros agrícolas con inseguridad alimentaria que viven en la zona. Fundada por un ministerio episcopal y luterano en 2006, la organización sin fines de lucro también dona excedentes de alimentos a bancos locales de alimentos y a organizaciones religiosas.

La inseguridad alimentaria es solo una de varias injusticias con las que los obreros agrícolas en Estados Unidos han estado luchando durante décadas. En 1962, César Chávez y Dolores Huerta fundaron United Farm Workers of America para luchar pacíficamente por los derechos humanos básicos de los obreros agrícolas, incluidos salarios justos y acceso a agua potable, educación, alimentos, atención médica y vivienda. Pero esas victorias obtenidas con tanto esfuerzo aún son pocas y distantes entre sí para la mayoría de los obreros agrícolas, muchos de los cuales permanecen indocumentados.

Ana dijo que, a la luz del COVID-19, ella quiere ayudar a su familia mucho más de lo que ya ha hecho desde que comenzó su carrera como obrera agrícola hace casi 13 años siendo aún menor.

“Me gustaría ayudar más a mi familia, pero no puedo porque no soy ciudadana”, dijo. “Desearía que mi empresa o el gobierno de EE. UU. me ofrecieran algún tipo de estatus laboral legal”.

Shireen Korkzan es una periodista independiente radicada en el Medio Oeste que escribe fundamentalmente sobre temas de religión, raza, etnia y justicia social. Síganla en Twitter e Instagram @ smkrm5.


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