79.ª Convención General de la Iglesia Episcopal – Palabras de apertura del Obispo Presidente Michael Curry

Posted Jul 9, 2018

El Obispo Presidente Curry hizo estas declaraciones en la sesión de apertura de la 79.ª Convención General el 4 de julio:

Gracias, gracias.  Dios los ama a todos, ¡gracias!

Suena como el estruendo de reclinatorios en la iglesia.

Gracias, Canónigo Barlowe, y gracias por estar aquí, por su disposición a servir de esta manera.  Para servir a la causa de nuestro Señor Jesucristo como Iglesia Episcopal. Mejor aún, como la Rama Episcopal del Movimiento de Jesús.

Es un verdadero privilegio y una auténtica bendición poder servirles como su Obispo Presidente.  Es un privilegio y una bendición servir con otros siervos de Jesús que son personas extraordinarias.  La Presidente Gay Clark Jennings, presidente de nuestra Cámara de Diputados.  El Canónigo Michael Barlowe, siempre me refiero a él como el Sr. Secretario. Y es un privilegio servir con ellos.  Yo ya lo he dicho en varias Reuniones Provinciales que paso tanto tiempo con ellos que me siento como el John Boy en los Waltons.  Cuando todos se iban a la cama por la noche y decían: “Buenas noches, mamá; buenas noches, papá; buenas noches, John Boy”, y yo también digo por la noche: “Buenas noches, Michael; buenas noches, Gay”. Es una bendición y un privilegio servir con ellos y con el increíble personal de la Iglesia Episcopal y no lo digo por pura retórica.  Tenemos personas increíbles que son el personal de la Iglesia Episcopal.  Son absolutamente […], y mira, una paloma ya está volando para probarlo. Y entonces, es bueno estar [aquí] –¡espero que todos estén contentos de estar aquí!

Permítanme simplemente compartir algunas ideas al comenzar, y esto no es un sermón –es un poco temprano para todos al comenzar esto– pero resulta que encontré un texto y es de la Primera Carta a los Corintios, Capítulo 2. El Apóstol Pablo escribió, y cito,

     Pero hermanos, cuando yo fui a hablarles del designio secreto de Dios, lo hice sin hacer alardes de retórica o de sabiduría. Y, estando entre ustedes, no quise saber de otra cosa sino de Jesucristo y, más estrictamente, de Jesucristo crucificado.

Julia Ward Howe expresó un sentimiento similar cuando escribió:

     En la belleza de los lirios

     Cristo nació al otro lado del mar,

     Con una gloria en su seno

     que nos transfigura a ti y a mí,

     Puesto que murió para hacer santo al pueblo

     vivamos para hacer a todos libres,

     Mientras Dios, mientras Dios avanza

     ¡Gloria! ¡Gloria! ¡Aleluya! La verdad de Dios avanza

Realmente no somos simplemente la Iglesia Episcopal.

Aunque somos eso.

Realmente somos la Rama Episcopal del Movimiento de Jesús.

Un movimiento que comenzó hace mucho tiempo. Un movimiento cuyas raíces yacen profundas en el suelo del judaísmo. Un movimiento profundo en el corazón de Dios.

Eso es lo que somos. Y cuanto más seamos quienes somos, tanto más seremos posibles, más allá de lo que podríamos incluso preguntar o imaginar.

Me di cuenta de esto no hace mucho tiempo. Fue en Seattle, Washington, en una visita a la maravillosa Diócesis de Olympia. Y, algunos de ustedes tal vez saben que Seattle es el hogar de Starbucks. Y la tienda original de Starbucks, la primera –¿todos saben algo de Starbucks, no? La original todavía está allí, y uno puede ir y visitarla. Y entonces, pensé que debería hacer una peregrinación. Yo ya había estado en la Catedral, así que pensé que debería ir también a la catedral del mundo, o sea, fui a Starbucks. A la primera tienda.  Solo había estado en otras tiendas de Starbucks de todo el país. No había estado en el Starbucks original.  Entré y pedí mi café “grande bold”, que es mi bebida habitual, y dije: “Y voy a acompañarlo con un scone”.  El camarero me dijo entonces muy cortésmente: “Aquí no servimos comida. Servimos café y bebidas finas”. Dije: “Oh, este es el auténtico Starbucks”. Y entonces recordé haber leído el libro de Howard Schultz El Desafío Starbucks. En este trabajo biográfico, habla de una época en la que Starbucks se había expandido profundamente por todo el país y por todo el mundo y no solo habían expandido el número de tiendas que tenían, sino que realmente expandieron el menú hasta el punto de que el menú se multiplicó y desarrolló y creció. Había dicho que todo estaba yendo bien y luego, de repente, sus acciones en la bolsa parecían comenzar a decaer a medida que se expandían. De repente, sus ganancias parecían estar bajando, o no subiendo tan rápido como debían, y comenzaron a preocuparse de que algo había resultado mal incluso en su crecimiento y expansión. Schultz dice en este libro que una vez fue a una tienda de Starbucks, y tan pronto entró pudo percibir un olor a queso quemado más pronunciado que el aroma del café. En ese instante se dio cuenta de que Starbucks había perdido su rumbo, se había alejado de sus raíces, lejos de su origen, lejos de su misión original, lejos del núcleo que le dio nacimiento y vida en primer lugar. Y entonces pensó que si cuando entras en un Starbucks, y lo primero que hueles es queso quemado, ¡algo está mal! ¡Nosotros estamos es en el negocio del café! ¿Y saben lo que hicieron? Cerraron –esto es en 2008– cerraron todas las tiendas de Starbucks.  Las cerraron todas.  Y enviaron a los baristas a volver a capacitarse para preparar un buen café y crear un contexto para una buena conversación humana.

Hermanos míos y hermanas mías, no estamos en el negocio de hornear queso.  Estamos en el negocio del café. ¡Y el nombre de ese café es Jesús de Nazaret! ¡Ese es nuestro negocio!

Y cuanto más nos acerquemos a nuestras raíces, a la fuente, a la fuente de nuestra propia vida, la fuente de nuestra identidad, la razón por la que estamos aquí, mientras más nos acerquemos a eso, encontraremos la fortaleza para enfrentar los días venideros.  Encontraremos la sabiduría, el valor y la creatividad necesarios para captar el momento histórico actual.

Digo eso para decir que el Movimiento de Jesús no es un invento de Michael Curry. Este Movimiento de Jesús se remonta mucho más atrás.  Los eruditos bíblicos han descrito durante mucho tiempo los primeros días de la cristiandad.  Sus primeros orígenes como un Movimiento de Jesús.  Como personas que se reunieron alrededor de Jesús de Nazaret, que escucharon sus enseñanzas.  Ahora bien, este no es un sermón, es una presentación, pero quienes escucharon sus enseñanzas, quienes miraron a su vida, absorbieron su espíritu y su espíritu comenzó a convertirse en el espíritu de ellos, eso es lo que llamamos Pentecostés.

Su espíritu se convirtió en el espíritu de ellos.  ¡Se encontraron amando de la manera que Jesús ama, dando de la manera que Jesús da, perdonando de la manera que Jesús perdona, haciendo justicia, amando la misericordia, caminando humildemente con Dios justamente como Jesús! Y el pueblo los observaba y los veía y decía: “Todos ustedes parecen pequeños Cristos”. Y entonces los apodaron cristianos.

Hermanos míos y hermanas mías, no somos simplemente la Iglesia Episcopal. Somos la Rama Episcopal del Movimiento de Jesús.  Eso es lo que somos.  Y eso es lo que el mundo está suplicando y hambriento de que seamos.

Sin embargo, voy a mantener esto breve.

Sí, presidenta Jennings, ¿tiene algo que decir? ¡Sí, lo voy a mantener breve! ¡Lo prometo!

Julia Ward Howe es una de mis personas favoritas. Y, como recordarán, compuso su poema, el que luego se convirtió en el Himno de Batalla de la República en medio de una pesadilla nacional.  En plena Guerra Civil. Mientras esta nación se desgarraba y se hacía pedazos. Mientras esta nación luchaba por encontrar su propia alma liberando al cautivo.  Fue en el contexto de un profundo desequilibrio. De tiempos difíciles. De tiempos cuando las virtudes mismas y los valores mismos del país estaban en juego, ¡un momento no muy diferente al nuestro! Un momento en el cual una nación, un momento en el cual el mundo debe encontrar su alma otra vez. Y fue entonces cuando ella escribió las palabras que se convirtieron en el Himno de Batalla. Además, escribió una estrofa, a menudo pasada por alto, en ese himno, que habla de la venida del Señor. Y en esa estrofa escribió, y cito:

     Lo he visto a Él

     Lo he visto a Él

     He visto al Señor, lo he visto en las hogueras

     de un centenar de campamentos;

     Puedo leer su santa oración

     Por los rocíos y humedades de la tarde;

     Su verdad, ya está avanzando.

Ahora tengo buenas noticias para ustedes. No importa cuáles sean los problemas de este mundo, y sí que los hay. No importa cuáles sean las dificultades de este mundo, y sí que las hay.  Lo he visto a Él en las hogueras. Lo he visto a Él en las hogueras de un centenar de campamentos. He visto el Movimiento de Jesús entre nosotros en esta Iglesia. ¡Yo lo vi!

Cuando las diócesis devastadas por los huracanes y las tormentas de viento y lluvia, los episcopales que perdieron sus hogares, se movilizaron ellos mismos, organizaron sus iglesias, redistribuyeron recursos, convirtieron los santuarios en sacristías con comida para la gente. Lo vi en Puerto Rico. Lo vi en las Islas Vírgenes. Lo vi en Florida. Lo vi en Texas. Lo vi en el oeste de Texas. Vi a los episcopales saliendo a las calles, dirigiendo grupos de oración. ¿Me oyen? Grupos de oración, grupos de estudio de la Biblia, todos promoviendo y defendiendo ante las agencias gubernamentales, ¡eso yo lo vi!

A Él lo he visto en las hogueras de un centenar de campamentos.

La verdad de Dios, este Movimiento, está avanzando.

Pero no solo allí.

Lo he visto, lo he visto a Él en los grupos de oración que tejen chales de oración.  ¡No creerían cuántos chales de oración ahora tengo! Y que sigan llegando, “pues el Señor lo sabe, ¡sabe que los necesito!

Lo he visto a Él en los rosarios anglicanos y otros rosarios. Los he visto cuando la gente de Navajolandia me dio cuentas de oración, cuentas de protección, que llevo a todas partes. Lo he visto en las iglesias episcopales comunes, a veces de quince y veinte personas que adoran al Señor el domingo. Quienes siguen a Jesucristo y que a veces se levantan y hacen lo que otros no harían. He visto a los episcopales apoyar a otros que nadie más apoyaría. He visto a los episcopales apoyar a los inmigrantes. Nos hemos visto defendiendo a los refugiados. Nos hemos visto defendiendo la justicia. No en nombre de los valores seculares, sino en el nombre de Jesucristo. En el nombre del amor. ¡Lo he visto!

Lo vi en Charlottesville. El obispo Shannon Johnston y el clero de esa diócesis se plantaron para protestar: para dar testimonio del camino del amor, incluso cuando los nazis y los neo-miembros del Klan proferían gritos de odio. Vi a los episcopales unirse a otros cristianos y gente de otras religiones y buena voluntad, los vi defender el nombre del amor. Ese es el camino de Jesús de Nazaret.

Debemos en nuestra época, debemos reclamar un cristianismo que realmente se parezca a Jesús de Nazaret. Un cristianismo que cree en aquel Jesús que dijo: bienaventurados son los pobres y los pobres de espíritu. Un Jesús de Nazaret que dijo: bienaventurados son los pacificadores. Un Jesús de Nazaret que dice bienaventurados son los que tienen hambre y sed de que la justicia de Dios prevalezca en todo el mundo. Un Jesús que dice desde la cruz, “¡Padre!  Perdónalos, porque no saben lo que hacen”. El Jesús que dice: “por esto todos sabrán que ustedes son mis discípulos”. Que se amen los unos a los otros.  Ese es Jesús. Eso es la cristiandad. Es el Vía Crucis. Es el camino del amor incondicional, desinteresado y sacrificado de Dios. Y ese es el camino que nos salvará a todos.

Lo he visto a Él.

Lo vi a Él, y con esto, realmente me sentaré. Lo vi a Él profundamente cuando hace unos pocos años, los episcopales de la Nación Sioux Standing Rock, los episcopales en la reserva defendieron a Jesús en nombre del amor. El padre John Floberg y las buenas personas de su congregación y otras congregaciones cercanas, se plantaron y con el apoyo de los episcopales y gente de buena voluntad en todo el país, se aseguraron de que los guardianes del agua que trabajaban para proteger las tierras funerarias sagradas protegieran el agua para que el agua sea pura y limpia para los niños, para el pueblo de Dios –esta no es una proposición radical de la que estamos hablando– de tal manera que haya agua limpia, respetando las antiguas herencias y tradiciones. Los vi apoyando a los guardianes del agua que estaban tratando de cambiar; los vi ofreciendo atención pastoral, educación espiritual.  Los vi tratando de ser mediadores a veces entre varias partes rivales.  Los vi haciendo la obra de la reconciliación racial. ¡Yo lo vi! Los vi preocupándose por la creación de Dios, ¡lo vi! Y los vi dando testimonio evangélico en el mejor sentido de la palabra, representando una manera de ser cristiano que realmente se parece a Jesús. ¡Yo lo vi!

Pero lo vi casi al borde de las lágrimas, cuando estábamos en el campamento de los guardianes de agua, en la Nación Sioux, en la propia reserva, donde fuimos recibidos con tanta amabilidad. Lo vi cuando había banderas, banderas de todas las tribus de América del Norte, EE.UU. y Canadá, y tribus de América del Sur. Gente de buena voluntad, de diferentes tradiciones religiosas, lo vi, aquellas banderas, ¡deberían haberlo visto, fue increíble! ¡Estaban ondeando al viento! De todas las naciones y pueblos que intentaban estar con la gente de Standing Rock, lo vi, y luego el padre Floberg señaló una bandera.  Era de color rojo, blanco y de un color azul claro.  Solo quiero ser claro. La vi y estaba flotando en el viento. Era la bandera de la Iglesia Episcopal. Pero permítanme contarles sobre esa bandera. Está ahora en los Archivos. Era una bandera vieja y hecha jirones, era nueva cuando la levantaron, pero el viento de Dakota estaba convirtiendo sus hebras en trizas. Estaba hecha jirones. Estaba gastada. Pero estaba flotando. ¡Y la cruz en el centro estaba allí y nadie lo extrañaría! ¡Era como esa vieja cruz robusta! ¡Todo eso lo vi! ¡Era la Iglesia Episcopal! ¡No! ¡Era la Rama Episcopal del Movimiento de Jesús! Y el viento no pudo detenerla. La lluvia no pudo detenerla. Las tormentas no pudieron detenerla. Los tiempos difíciles no pudieron detenerla. Porque, ¡nada! ¡Nada puede detener el Movimiento de Jesús de Nazaret! ¡Si no me creen, pregúntenle a Poncio Pilato! ¡Él lo intentó! ¡Y no le funcionó!

La belleza de los lirios.

Cristo realmente nació al otro lado del mar.

Con la gloria en su seno que nos transfigura a ti y a mí.

Puesto que murió para hacer santo al pueblo

Vivamos para hacer a todos libres

Mientras Dios avanza

Gloria, gloria aleluya

La verdad de Dios avanza

Dios los ama, Dios los bendiga.

¡Tengamos una gran Convención!


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