Un desastre tras otro: hacer frente a la fatiga de la compasión puede resultar un desafío

Por Mary Frances Schjonberg
Posted Dec 21, 2017

Una mujer se echa a llorar en los escombros de su casa quemada luego que un incendio forestal en California la destruyera. Foto de John Gress/REUTERS.

[Episcopal News Service] Sería de perdonar que  a la gente le pareciera que se le agolpan los desastres naturales en 2017, especialmente en los meses transcurridos desde mayo.

Existe tal cosa como la fatiga de la compasión. Si bien los primeros estudios se centraban en socorristas profesionales y cómo perdían la preocupación solidaria que alguna vez los inspiró, también se entiende que organizaciones e inclusos sociedades como un todo pueden padecer de lo que algunos llaman“fatiga de la empatía”.

Ciertos estudios muestran que la empatía pública se esfuma a las pocas semanas de un desastre, ¿pero qué ocurre si los desastres siguen ocurriendo?

El Rvdmo. Matt Gunter, obispo de la Diócesis de Fond du Lac, resumió este sentimiento a finales de octubre: “Estoy cansado. Me duele el corazón. Mi alma está fatigada”, escribió él en el artículo de un blog titulado “Amar al prójimo en una época de fatiga de la compasión” [Loving Your Neighbor in an Age of Compassion Fatigue].

La publicación “parece haber tocado un nervio”, dijo Gunter a Episcopal News Service durante una entrevista el 20 de diciembre. “Elevó al máximo casi inmediatamente mis clics, luego, eso sugiere algo”, añadió.

El mundo se ha enfrentado con mucho sufrimiento este año. Primero fueron las lluvias torrenciales de Sri Lanka en mayo que mataron al menos a 224 personas. Luego vino una serie de huracanes —Harvey, Irma y María— que arrasaron el Caribe Oriental e inundaron Texas con históricas precipitaciones desde agosto hasta principios de octubre. Las tormentas mataron a unas 800 personas, aunque el saldo de muertes es controvertido debido a las acusaciones de manipulación al proceso de atribuir bajas fatales a las tormentas. Los daños a la propiedad se calcula que bordean los $350.000 millones.

En medio de esas tormentas, dos grandes terremotos sacudieron México en septiembre, dejando 470 muertos, desplazando a miles de persona s y dejando daños por un valor estimado de $2.000 millones.

Imagen del satélite del 5 de diciembre muestra el humo de los incendios de Thomas, Rye y  Creek en el sur de California. Foto Observatorio Terrestres de la NASA.

Luego, el norte de California estallo con devastadores y voraces incendios a mediados de octubre. Unas 44 personas murieron y las reclamaciones por seguros de la propiedad han ascendido a $9.400 millones. Y los californianos del sur están ahora sofocando los restos de los incendios que se extendieron por la zona de Los Ángeles a partir del 4 de diciembre. Ha muerto una persona y los daños a la propiedad aún no terminan de calcularse. Los costos de los desastres de EE.UU. tienen un triple efecto,  ya que las municipalidades afectadas esperan una reducción de sus ingresos tanto debido al costo de combatir los incendios como a la imposibilidad de recaudar impuestos sobre las propiedades destruidas.

Añada a todo esto los desastres causados por los seres humanos: los asesinatos masivos en un concierto en Las Vegas y en una iglesia en Sutherland Springs, Texas; disturbios con fatalidades en Chalottesville, Virginia; y ataques terroristas en Manhattan. Recuérdese que hace cinco años, ocurrió lo de la escuela primaria de Newtown y la gente pensó que las cosas seguramente cambiarían  después que los niños fueron muertos a tiros en sus aulas. En lo que va de año, ha habido 413 agresiones a tiros en Estados Unidos en las cuales cuatro o más personas han sido alcanzadas, según estadísticas de Mass Shooting Tracker, un banco de datos de información pública sobre  agresiones masivas en EE.UU.

Las noticias de desastres medioambientales y de violencia sectaria a través del mundo, se acompañan de las divisiones partidarias que se libran a través de las plataformas mediáticas en Estados Unidos y en todas partes, añaden lo que el psicólogo Jamil Zaki ha llamado una “habituación [que] pareja con una sensación de insensibilidad, puede agotar nuestra empatía, motivándonos a dejar de preocuparnos por las víctimas de tragedias”.

“Darnos cínicamente por vencidos ante el saldo surreal de desastres naturales o de masacres y cambiar el canal puede ser [una reacción] autoprotectora, que cueste menos psicológicamente que experimentar vicariamente el sufrimiento de personas extrañas”, escribió él en 2011, el año en que Twitter entró en la Red. Desde entonces, los años han sido una explosión de noticias, de imágenes gráficas y vídeos, y de opiniones que han saturado los cerebros y corazones de la gente.

“Comunicar el sufrimiento de otros no siempre genera empatía, e incluso puede ser contraproducente, por ejemplo, cuando una inundación del sufrimiento que se muestra en relatos y fotos deja los sentimientos de las personas impotentes y exhaustos”, dijo Zaki.

Gunter, de Fond du Lac, dijo a ENS que él “no está seguro de que estemos programados mentalmente para absorberlo”. Hubo un tiempo en que las personas llevaban vidas bastante aisladas, enteradas de lo él llamaba  “las penas humanas normales” de las personas en sus comunidades, cosas como incendios de casas y ataques cardíacos y personas que morían demasiado pronto. Quizás tenían noticias de un terremoto y de otras suerte de destrucciones remotas. Pero ahora, cuando “enciendes la televisión, te enfrentas con trenes descarrilados e imágenes de guerra y de hambre”.

Esas noticias instantáneas suscitan la interrogante de “cómo vamos a manejar el influjo de todas las noticias las 24 horas los 7 días de la semana”, dijo Gunter. Y a eso tienes que añadir el constante comentario político, que está fundamentalmente orientado a agitarlo a uno en primer lugar. Todos estamos nerviosos porque aquí hay personas que hacen dinero y adquieren poder e influencia por mantenernos inquietos. Eso es completamente otro sermón, pero es un lugar donde yo creo que la Iglesia tiene algo que decir”.

En su blog, él sugirió que muchas personas han experimentado los síntomas de la fatiga de la compasión:  trastornos del sueño; pensamientos negativos involuntarios, imágenes o ideas desagradables; irritabilidad, impaciencia o acceso de cólera; hipervigilancia y “un deseo de evitar a personas que afectan o que sabes que perturbarán tu equilibrio”.

Pueden manifestarse ansiedad y temor desmesurados. Gunter dijo a ENS que en las últimas semanas, al menos dos sacerdotes le han dicho que sus congregaciones han solicitado  [la presencia de] guardias armados en la iglesia.  Él le ha advertido a la gente a darse cuenta de que la masacre de la iglesia de Texas fue una disputa doméstica que se ventiló en un local que podría fácilmente haber sido una estación de correos o una tienda.

Todas esas presiones, escribió él en su blog, pueden conducir a un “entumecimiento psíquico” que provoque que las personas quieran resguardarse y dejar de tratar de vivir con compasión por sus prójimos.

“Y sin embargo, como cristianos, debemos resistir esta tendencia  incluso si reconocemos su realidad y su poder. En su resumen de la Ley, Jesús nos conmina ‘ama a tu prójimo como a ti mismo’. Eso es un llamado a la compasión, un llamado a al acción solidaria”, escribió Gunter.

La cuestión es, le dijo él a ENS, “cómo sobreponerse al temor y la ansiedad que en muchos no es racional, es emotivo”. Y, añadió Gunter, dada la polarización en la sociedad, “la gente está pronta a decir que eres liberal o cualquier otra cosa y pueden descartarte porque no les estás dando lo que quieren”.

La buena nueva del evangelio debe ser predicada y vivida “de una manera que pueda realmente oírse” por encima de todo el bullicio.

El llamado a hacer eso y seguir siendo compasivo no siempre es fácil de responder, y la respuesta puede conducir a la misma fatiga que muchas personas están experimentando. El obispo ofreció algunos pasos para encontrar el equilibrio:

  • Reserve tiempo cada día para orar, y no sólo en privado, sino con otros.
  • Encuentre alguien con quien hablar que lo estimule en lugar de reforzarle las cosas que lo agitan.
  • Reserve un tiempo sabático para “descansar de las preocupaciones del mundo” (evitando incluso las noticias y la Internet) y emprenda algo reparador.
  • Reconozca la vulnerabilidad humana y la dependencia de Dios.
  • Haga lo que pueda y confíele el resto a Dios, centrándose en el cuidado personal y asumiendo sólo lo que pueda manejar.
  • Viva en lo positivo, no en lo negativo.
  • Y cada día mencione las cosas buenas y dele gracias a Dios al menos por tres cosas.

Gunter abunda sobre todas estas prácticas en su artículo del blog.

Muchas personas le han dicho a Gunter que están intentando asumir esa última disciplina de la gratitud. Su entendimiento de la psicología  dice que “sólo esa simple práctica puede reorientar su perspectiva de una manera mensurable”

– La Rda Mary Frances Schjonberg es la jefa de redacción interina de Episcopal News Service. Traducción de Vicente Echerri.


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