Ecuador continúa su reconstrucción un año después del terremoto

Por Clara Villatoro
Posted Apr 12, 2017

Los predios baldíos y edificios en ruinas en el centro de Portoviejo son prueba del lento proceso de recuperación que lleva la ciudad. Foto: Ernesto Chiran

[Episcopal News Service] La Diócesis Litoral ha acompañado espiritualmente a la feligresía de las cuatro iglesias que se vieron más afectadas por el terremoto el 16 de abril del año pasado. La Iglesia también ha trabajado con quienes perdieron todo y aún buscan recobrar la normalidad en sus vidas.

Esa tarde hacía buen tiempo, por lo que Lidilia Alvarado, de 71 años, paseaba cerca de la playa de Tarqui con su sobrina. De repente, vio algo diferente en el mar: el agua se alejaba de la orilla cada vez más como si se estuviera vaciando por un drenaje. “No sabía qué era, pero le dije a mi sobrina que regresáramos a casa”, cuenta.

En cuestión de segundos, la confusión fue peor, el suelo se movía, la gente gritaba, mientras que las sirenas y algunas alarmas sonaban. “Logré llegar a mi casa, pero sólo escuchaba explosiones fuertes y veía pedazos de paredes caer”, recuerda Alvarado. Más tarde comprendió que se trataba de un terremoto de 7,8 de magnitud. Ecuador estaba de luto.

Un año ha pasado desde el terremoto en Ecuador, Portoviejo apenas comienza a reactivar su economía. Foto: Ernesto Chiran

El 16 de abril de 2016, la tragedia alcanzó la zona costera ecuatoriana. Datos del Sistema Nacional Descentralizado de Gestión de Riesgos indican que 661 personas murieron, 6.274 resultaron heridas y 28.678 fueron enviadas a refugios tras los daños en sus viviendas. Un año ha pasado desde el sismo y en Manta, ciudad costeña de la provincia de Manabí, la población aún enfrenta muchas dificultades.

“Todavía es difícil, no se ha logrado volver a la normalidad. Eso no se logra de la noche a la mañana”, dijo a ENS el Rdo. canónigo Cristóbal León, Arcediano de Manabí. A lo largo de este último año, la Iglesia ha llevado a cabo muchas actividades espirituales y sociales en medio de la desolación.

Los retos han sido muchos. Según el Rdo. León, las ruinas de muchos edificios en el centro de Manta recuerdan la tragedia, los soldados aún brindan vigilancia para evitar saqueos en casas deshabitadas y la poca actividad económica impide que muchas familias salgan de la precariedad.

“Nosotros siempre les decimos a las comunidades que no se desesperen. Hay otros lugares donde también sufrieron terremotos antes que nosotros y no han logrado salir adelante. Haití por ejemplo, todavía no termina de recuperarse. Aquí al menos ya los refugios que quedan son pocos”, afirmó el Rdo. León.

En el caso de Alvarado, su casa sufrió daños parciales, pero ante las réplicas fueron obligados a salir debido al riesgo. “Nos fuimos un tiempo, pero en vista de que se empezaban a entrar a robar a las casas solas, regresamos sin permiso de nadie. Entramos y nos quedamos. Yo hablé con el alcalde después, le expliqué que como jubilada no tenia dinero”, aseguró.

Alvarado es una abogada ya jubilada, pero su pensión es pequeña. Sin la posibilidad de poder siquiera alquilar las habitaciones de su casa, salir adelante no ha sido fácil. “Vamos intentando llevar una vida normal, con la fe puesta en Dios. No he podido reconstruir por completo mi casa pero en donde vivimos estamos seguros”, afirmó.

Trabajo compartido

 Hace un año, la feligresía ecuatoriana respondió con mucha solidaridad hacia las zonas más afectadas. Se enviaron víveres  y ropa a los refugios. La solidaridad internacional tampoco se hizo esperar; sin embargo, lo difícil llegó meses después, cuando era el momento de intentar volver a la normalidad.

“Al cerrar los refugios, las ayudas también se terminaron. Al principio hubo una reacción inmediata con víveres, ropa y medicinas; pero luego vino la segunda etapa, la de ayudar a esta gente a recuperar sus vidas”, dijo el Rdo. León.

El gobierno ofreció una ayuda de hasta $10.000 para la reconstrucción de casas si se cumplían ciertos requisitos, y a ese fin creó tres programas de ayuda a través del Ministerio de Desarrollo Urbano y Vivienda. Pero en las comunidades no todos los afectados cumplían los requisitos.

La Diócesis Litoral comenzó un plan de ayuda para apoyar a algunos miembros de la comunidad que no pudieron recibir subvenciones del Estado. El diácono Jairo Chiran Guillén se encargó de coordinar la ayuda: visitaba las casas afectadas con un maestro de obra y buscaba presupuestos, luego los enviaba a la Diócesis para su aprobación.

“Se buscaba promover la solidaridad, las familias colaboraban en la reconstrucción, sólo comprábamos los materiales y le pagábamos al maestro de obra que dirigía el trabajo. Los ayudantes éramos la misma comunidad. Era un trabajo comunitario”, explicó el diácono Chiran.

Según el diácono Chiran, se reconstruyeron 10 viviendas con apoyo de la Diócesis en las comunidades de Las Pilas y Portoviejo. La Iglesia también creó un programa de créditos solidarios con el apoyo de la Agencia Episcopal de Ayuda y Desarrollo (ERD, por su sigla en inglés). Las personas solicitaban una cantidad moderada de dinero para comenzar un pequeño negocio y pagaban a plazos el 50% del monto sin ningún interés.

“Hay personas que perdieron su trabajo y aún siguen desempleadas porque apenas se está reactivando la economía”, explicó.

En Manta, no fue hasta el 27 de diciembre de 2016 que se inauguró la zona comercial conocida como “El Nuevo Tarqui”. El centro comercial cuenta con 1.800 pequeños locales que ofrecen todo tipo de productos, desde alimentos hasta ropa y calzado. “El centro comercial ha quedado muy bien, le ha dado vida a la zona que por mucho tiempo estuvo muy desolada. Ahora hay más movimiento”; dijo el Rdo. León.

La esperanza puesta en el futuro

Tal como en la reconstrucción de las casas, las comunidades afectadas por los terremotos han aprendido que sus vidas también se irán reconstruyendo con paciencia y con fe, ladrillo a ladrillo. “Personalmente, yo vi un avivamiento en la fe. En medio de la tragedia surgió una esperanza y confianza plena en Dios”, aseguró el diácono Chiran.

El diácono ha solicitado otro apoyo de $20.000 para seguir ofreciendo créditos solidarios, reconoce que hasta ahora los créditos ofrecidos han sido pequeños. También compartió con entusiasmo que la ERD ha ofrecido un programa de educación en microfinanzas y cómo manejar la economía del hogar.  “Vemos eso como una bendición porque en las comunidades donde servimos la gente no tiene muchas oportunidades y no sólo se trata de ofrecer un crédito, sino de dar orientación sobre cómo administrar el poco dinero que se les pueda prestar”, aseguró.

El Rdo. León manifestó que el apoyo espiritual a las comunidades ha sido clave, pero que las acciones de apoyo material también han sido necesarias. El diácono Chiran agradeció a la comunidad internacional el apoyo espiritual y económico brindado.

– Clara Villatoro es una periodista radicada en San Salvador.


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