Recuerdan a víctimas de linchamiento en Georgia según se expanden los empeños de la reconciliación racial

Por David Paulsen
Posted Apr 11, 2017
Historical marker LaGrange

El momento de develar en LaGrange, el 18 de marzo, una tarja histórica que recuerda a las víctimas de linchamiento en Georgia. Foto cortesía de Wesley Edwards.

[Episcopal News Service] En uno de los rincones más sórdidos de la historia de Estados Unidos —el linchamiento de víctimas negras por agresores blancos—, los detalles de muchos de estos crímenes que se extendieron durante décadas han permanecido durante mucho tiempo como un misterio mientras investigadores actuales tratan de identificar a las víctimas y de aportar reconciliación racial a sus comunidades.

Esos empeños han adquirido mayor auge en Georgia, donde el año pasado la Diócesis Episcopal de Atlanta inició una serie de peregrinaciones de tres años de duración que se proponía sacar a la luz a esas víctimas y sus historias. Al mismo tiempo, un grupo de residentes de LaGrange, una comunidad de Georgia centrooccidental, ha estado colaborando con la policía, con líderes cívicos y con las iglesias para enfrentar los casi olvidados linchamientos de la ciudad.

“El viento del Espíritu está soplando … y llevándonos a comprender que, a fin de que la reconciliación racial tenga lugar, tenemos que enfrentar los linchamientos”, dijo Catherine Meeks, que dirige la Amada Comunidad: Comisión para el Desmantelamiento del Racismo de la Diócesis de Atlanta.

Meeks encomia el trabajo del equipo de LaGrange, que se llama Troup Together, por el nombre del Condado de Troup, donde se encuentra el pueblo. La diócesis y Troup Together están llevando a cabo esfuerzos separados, pero paralelos, con objetivos semejantes: recordar a las víctimas de linchamiento, revelar sus historias inéditas y alentar la reconciliación racial.

Casi dos años de trabajo de Troup Together culminó en enero en una disculpa pública del jefe de la policía Lou Dekmar por el papel de su departamento en el linchamiento de Austin Callaway en 1940. A Callaway lo encontraron gravemente herido en una carretera luego de haberlo extraído de una celda de la cárcel de LaGrange por una turba de blancos, una injusticia que los agentes de LaGrange consintieron.

Y en marzo, pastores blancos hablaron en un oficio de la iglesia para confesar la complicidad de las congregaciones blancas en la muerte de Callaway y otros actos de violencia racial. A ese servicio siguió la dedicación de una tarja histórica en la iglesia metodista unida y el oficio en un cementerio en honor de Callaway y de más de 500 víctimas de linchamiento en el condado de Troup y en todo el estado.

La iglesia episcopal de San Marcos [St. Mark’s Episcopal Church] se encuentra entre varias congregaciones de LaGrange que colaboran con Troup Together. La iglesia auspició un almuerzo para los familiares de Callaway y los de otras dos víctimas de linchamiento antes de que asistieran al oficio de la iglesia en marzo.

“Si bien no podemos cambiar [el pasado], podemos reconocer su horror y hacer nuestra expiación”, dijo Janet Beall, educadora jubilada y miembro durante años de San Marcos, que asistió a las ceremonias junto con el rector de San Marcos, el Muy Rdo. R. Allen Pruitt.

Troup Together surgió a partir de un grupo birracial en LaGrange que, hace dos años, leyó y debatió La cruz y el árbol del linchamiento [The Cross and the Lynching Tree] un libro publicado en 2011 por James H. Cone. La subsecuente investigación del equipo de historia local reveló información sobre el linchamiento de Callaway. Eso dio lugar a un oficio de oración en septiembre de 2015 para conmemorar los 75 años del crimen. Los esfuerzos de reconciliación han aumentado a partir de ahí.

“Nuestro objetivo es aprender a amar a nuestros prójimos, y encuentro que no podemos hacer eso de una manera significativa a menos que conozcamos nuestras mutuas historias”, dijo Wesley Edwards, uno de los líderes de Troup Together. “Aunque vivamos en la misma comunidad no compartimos las mismas historias como grupos raciales, y hay muchas cosas que no conocemos ni apreciamos los unos de los otros más allá de las fronteras raciales”.

El libro de Cone extrae un paralelo directo entre la muerte de Jesús en la cruz y el profundo sufrimiento de estadounidenses negros que se continuó después de la esclavitud en lo que se identifica como “la era del linchamiento”, de 1880 a 1940.

“En esa era, el árbol del linchamiento y la cruz eran los símbolos cargados de mayor emoción en la comunidad afroamericana”, dice Cone. “Tanto la cruz como el árbol del linchamiento representaban lo peor de los seres humanos y, al mismo tiempo ‘una insaciable sed ontológica’ de una vida que rehúsa dejar que lo peor determine nuestro sentido último”.

En las comunidades segregadas del Sur, el mensaje intencionado de un linchamiento era el miedo, dijo Meeks.

“El propósito era aterrorizar a los negros y a cualquier blanco que fuera a simpatizar con los negros, luego el linchamiento tenía que ver con el terror”,  dijo Meeks. Sus raíces estaban en una amenaza de la sociedad estadounidense que sostenía una creencia en la supremacía de los blancos, dijo ella “y esa misma amenaza de la supremacía blanca sigue obsesionándonos en este país”.

La Comisión sobre el Desmantelamiento del Racismo, cuyo programa de adiestramiento antirracista ha servido como modelo para otras diócesis episcopales, está laborando para honrar a las cerca de 600 personas que han muerto por linchamiento en Georgia. Su primera peregrinación, en octubre, atrajo a cerca de 200 personas a Macon, Georgia, y al sitio donde en 1922 una turba de linchadores lanzó el cadáver de John Glover (“Cockey”).

La comisión tiene por delante un ajetreado 2017. Está planeada una segunda peregrinación, esta vez a Athens, en octubre, dijo Meeks, y su comisión está esforzándose para abrir un centro de recuperación racial cerca de Morehouse College en Atlanta para ese mes. La comisión también está alentando a las parroquias de la diócesis a exhibir la película 13th., acerca de la injusticia racial en el sistema de prisiones de Estados Unidos.

Meeks y su equipo también quieren establecer un monumento permanente a las víctimas de linchamiento en Georgia que incorpore la lista de los nombres, semejante al Monumento en Memoria de los Veteranos de Vietnam en Washington, D.C. Meeks está en contacto con el Centro pro Derechos Civiles y Humanos en Atlanta como un sitio posible.

“Hay un gran interés en esta idea”, dijo Meeks, calculando que hará falta un plazo de dos años para que el proyecto se concrete.

Hay multitud de víctimas que recordar, entre ellas algunas cuyo preciso destino sigue siendo desconocido.

Bobbie Hart, uno de los líderes de Troup Together, nunca supo del paradero de su abuelo paterno. Desapareció hace décadas mientras trabajaba en los ferrocarriles, y cuanto más Hart y su hermana han llegado a saber acerca de él y de su misteriosa desaparición tanto más se convencen de que resultó víctima de un linchamiento.

Hart, que se crió como bautista y que ahora asiste a una iglesia metodista, conoce a parientes de Austin Callaway, pero era inconsciente del linchamiento hasta que trabajó en Troup Together con Edwards. Ella se sintió embargada por la emoción mientras asistía al oficio de oración por Callaway en 2015.

“Sentí una tristeza que se apoderó de mí y sentí la necesidad de pedirle al Señor que perdonara a los hombres que les habían hecho esto”, dijo Hart, que ahora tiene 64 años. “Y sentí que eso era importante, siendo yo una mujer negra… Decidí perdonar esta injusticia”.

– David Paulsen es redactor y reportero de Episcopal News Service. Pueden dirigirse a él a dpaulsen@episcopalchurch.org. Traducción de Vicente Echerri.


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