El Obispo Presidente Michael B. Curry Mensaje de Pascua 2017

Posted Apr 3, 2017

Me tomó algunos años el darme cuenta de ello, pero Jesús no solamente estaba en Jerusalén en ese primer Domingo de Ramos. No estaba de vacaciones. No solamente estaba en la ciudad. Jesús estaba en Jerusalén con un propósito. Llegó a Jerusalén cerca del tiempo de la Pascua cuando los peregrinos se encontraban en la ciudad. Cuando, ellos de repente podrían, en aquel momento, lograr las esperanzas y expectativas del despertar de la libertad que Moisés les había prometido en la primera Pascua.

Jesús planeó y ejecutó su entrada en Jerusalén para enviar un mensaje. Entró en la ciudad, llegando por un lado de la ciudad, casi al mismo tiempo, nos dicen los eruditos, que Poncio Pilato habría entrado en la ciudad exactamente por el lado opuesto. Pilato entró montado en un caballo de batalla. Pilato, con soldados a su alrededor. Pilato, con las insignias del Imperio de Roma. Pilato, representando a los Césares que decían ser hijos de dios. Pilato, que había conquistado, mediante Roma, a los habitantes de Jerusalén. Pilato, representando al Imperio que les había quitado la libertad. Pilato, que representaba al Imperio que mantendría el estatus colonial del pueblo judío por la fuerza bruta y la violencia.

Jesús entró en la ciudad por el otro lado montado, no en un caballo de batalla, sino en un burro, recordando las palabras de Zacarías:

He aquí que tu Rey viene a ti
Triunfante y victorioso es Él
Humilde y montado en un burro

Jesús entró en la ciudad al mismo tiempo que Pilato, para mostrarles y mostrarnos que Dios tiene otro camino. Que la violencia no es el camino. Que el odio no es el camino. Que la fuerza bruta y la brutalidad no son el camino.

Jesús vino a mostrarnos que hay otro camino. El camino del amor desinteresado y sacrificado. Por eso entró en Jerusalén. Por eso aceptó la cruz. Fue el poder de ese amor derramado del trono de Dios, que, incluso después del horror de la crucifixión, lo elevaría de la muerte a la vida.

Dios vino a nosotros en la persona de Jesús para iniciar un movimiento. Un movimiento para cambiar la faz de la tierra. Un movimiento para cambiarnos a nosotros que habitamos en la tierra. Un movimiento para cambiar la creación, de la pesadilla que a menudo se hace de ella, al sueño que Dios quiere para ella.

No solamente estaba en Jerusalén ese Domingo de Ramos. Fue a Jerusalén por una razón. Para enviar un mensaje. Que ni siquiera los poderes titánicos de la muerte pueden detener el amor de Dios. En esa mañana de Pascua, Él resucitó de entre los muertos, y proclamó que el amor triunfa.

Así que tengan una bendita Pascua. Salgan a ser gente de la Resurrección. Sigan en el camino de Jesús. No tengan vergüenza de amar. No se avergüencen de seguir a Jesús.

Bendita Pascua. Y bendigan al mundo. Amén.

El Reverendísimo Michael Curry
Obispo Presidente y Primado
Iglesia Episcopal


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