Líderes episcopales y luteranos en EE.UU. y Canadá emiten un mensaje de Miércoles de Ceniza sobre los refugiadosPosted Mar 1, 2017 |
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[Episcopal News Service] El obispo primado de la Iglesia Episcopal Michael Curry se unió el 1 de marzo con líderes anglicanos y luteranos en América del Norte para emitir un mensaje de Miércoles de Ceniza titulado “Recuerden a los refugiados y a los migrantes”.
Curry se unió al primado de la Iglesia Anglicana del Canadá Fred Hiltz, a la obispa presidente de la Iglesia Evangélica Luterana en América Elizabeth A. Eaton y la obispa nacional de la Iglesia Evangélica Luterana en Canadá Susan C. Johnson para enviar el mensaje.
A continuación el texto completo del mensaje:
“En este día muchas personas participarán en una liturgia que incluye la imposición de cenizas. Algunos celebrantes nos imponen esas cenizas en la frente y nos recuerdan que no somos más que polvo y al polvo volveremos. Otros nos trazan en la frente el signo de la cruz, un recordatorio del lugar a donde nos lleva la trayectoria cuaresmal. Incluso al comienzo de esta estación santa se nos recuerda que si bien para algunos la cruz es una piedra de tropiezo y para otros mera tontería, para los que son llamados es el poder de Dios y la sabiduría de Dios (I Corintios 1:23). Al recordar a Cristo crucificado somos conscientes no sólo de nuestra necesidad personal de arrepentimiento y renovación al llevar a cabo la obra de Dios, sino ciertamente de la necesidad de toda la humanidad de arrepentirse de nuestra indiferencia ante el quebrantamiento de nuestras relaciones, al sufrimiento de millones de personas en todo el mundo que están hambrientos, oprimidos, esclavizados o que buscan santuario incluso si se trata de un lugar lejos de sus patrias.
“Esta Cuaresma llamamos a nuestras iglesias a tener continuamente presente a los refugiados de todo el mundo y las crisis migratorias, y las injusticias y los conflictos que han abultado las estadísticas hasta llegar a cifras más grandes que nunca antes en la historia del mundo. Reconocemos la buena obra hecha por tantos de nuestros sínodos y diócesis y parroquias en patrocinar refugiados, acogerles y acompañarles y abogar por ellos en tanto se establecen en nuestros países. Del mismo modo, encomiamos la obra compasiva de nuestras iglesias compañeras en otras tierras y a los organismos intergubernamentales que se ocupan de los migrantes y refugiados. Llamamos a nuestras iglesias a no cansarse de realizar esta buena obra en nombre de Dios.
“Dado el actual clima político en Estados Unidos, es importante decir que si bien nuestros dos países reconocen la necesidad de medidas que garanticen la seguridad nacional, también defendemos las políticas establecidas durante mucho tiempo que acogen a migrantes y refugiados. Eso no quiere decir que ninguna de ellas no sea susceptibles de reforma. Sino decir que las políticas justas y generosas fortalecen la economía de nuestras naciones y enriquecen el tejido social y cultural de nuestros países: un tejido creado tanto por los Primeros Pueblos de estas tierras como por todos los que se han establecido aquí a través de numerosas oleadas migratorias a lo largo de nuestras respectivas historias.
“La acción y las deliberaciones justas y generosas están, desde nuestra perspectiva, profundamente arraigadas en la Ley de Moisés, en la enseñanza de los profetas y en el Evangelio de Jesús. Por unos dos milenios, millones de personas han encontrado consuelo en el sufrimiento de Jesús en la cruz y en su santo nombre han rogado por la compasión y la justicia de Dios en medio de las terribles circunstancias de sus vidas —circunstancias que les han obligado a huir de su patrias abriéndose paso en medio de peligrosas travesías. A veces encuentran refugio en naciones nuevas y con frecuencia se dirigen a puertos donde pueden abordar embarcaciones y emprender lo que a menudo son viajes traicioneros en la esperanza de llegar a un territorio libre de la opresión que han conocido. Algunos lo logran. Muchos no.
“Que esta estación de Cuaresma resalte especialmente por nuestras oraciones y nuestra defensa de refugiados y migrantes —fugitivos, en los campamentos de Naciones Unidas, a la espera, en nuestras comunidades… Y que resalte por la continua determinación de recibir al extranjero en medio nuestro, porque tal hospitalidad es acorde con la fe que proclamamos (Mateo 25:31-40)”.
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