Congregación de Virginia honra a los esclavos que construyeron la iglesia y da testimonio de ‘gratitud y arrepentimiento’

Por David Paulsen
Posted Feb 17, 2017

Hendersons and Ohmer

Nikki Henderson, a la izquierda, y Edwin Henderson, al centro, escuchan mientras el Rdo. John Ohmer habla el 11 de febrero en la ceremonia de dedicación de una tarja que honra a los esclavos que construyeron la iglesia de la Cascada [Falls Church] en la ciudad de Falls Church, Virginia. Foto de Falls Church vía Facebook.

[Episcopal News Service] Si algún aprecio por la historia le reconforta junto con el Espíritu Santo el domingo por la mañana, hay algunas cosas que debe saber antes de asistir a la iglesia de la Cascada [Falls Church].

Ante todo, hay dos Falls Church. La ciudad de Falls Church, Virginia, se constituyó como tal después que la iglesia episcopal le había dado nombre a su parroquia. La congregación es anterior a la guerra de Independencia y adora en una iglesia construida en 1769, diseñada por James Wren, un arquitecto cuyo nombre puede leerse en una tarja empotrada en la senda de ladrillos que conduce a la puerta de la iglesia.

Y la iglesia fue levantada por obreros esclavos —una vieja omisión en la historia de la iglesia que recientemente fue corregida con una segunda taja que rinde tributo a esos esclavos y da testimonio de “gratitud y arrepentimiento”.

Falls Church walkway

La senda de ladrillos incluye ahora dos tarjas paralelas que honran al arquitecto James Wren y a los esclavos que construyeron la iglesia que él diseñó. Foto de Falls Church, vía Facebook.

“Fue una oportunidad de decir algo más que un mero reconocimiento”, dijo Nikki Henderson, una de los líderes de la iniciativa de identificar el papel de los esclavos en los primeros años de la iglesia. “Era una oportunidad de decir algo sobre la institución que los puso en la situación de ser obreros forzados”.

También ello sigue a amplios empeños de la Iglesia Episcopal de enfatizar la reconciliación racial y de enfrentar la complicidad del pasado de la Iglesia con la esclavitud y el racismo.

Obispos y diputados comenzaron a debatir el racismo desde la reunión de la Convención General en 1976. Una resolución aprobada por la Convención General de 1991 comprometía a la Iglesia a “abordar el racismo institucional dentro de nuestra Iglesia y en la sociedad” y una resolución de 2000 renovaba ese compromiso por otros nueve años y lamentaba “el silencio histórico y la complicidad de nuestra Iglesia en el pecado del racismo”. El tema del racismo se ha discutido en todas las subsecuentes convenciones generales.

La iglesia de la Cascada estaba ansiosa de ponerle fin a ese “silencio histórico”.

“La reconciliación racial es una parte importantísima de vivir a la altura de nuestro pacto bautismal, y eso es lo que motiva gran parte de nuestra identidad aquí”, dijo el Rdo. John Ohmer, rector de la iglesia.

Él dijo que la congregación y la comunidad han apoyado con entusiasmo los esfuerzos por “no huir de nuestra historia, sino por asumir esa parte de nuestra historia que fue esclavista, y luego reconocer el hecho de que el racismo en nuestro país —racismo sistémico, racismo eclesiástico, racismo individual— sigue todavía en gran medida con nosotros”.

Henderson y un equipo de investigadores voluntarios de la iglesia pasaron varios años intentando sacar del anonimato a los esclavos que construyeron la iglesia. No hay claros registros que le atribuyan la iglesia a mano de obra esclava, pero los investigadores encontraron pruebas suficientes para llegar confiadamente a esa conclusión.

“Está ahí bajo la superficie, y al igual que muchos hechos históricos durante ese tiempo, debido a lo sensible del asunto, uno no va a encontrar un documento que lo diga, uno tiene que asumir una conjetura bien fundamentada”, dijo ella.

El proyecto surgió de una conversación de Henderson hace años con una mujer de la iglesia que tenía alguna información inicial que apuntaba hacia la verdadera historia del edificio. Con la ayuda del archivista de la iglesia y la Fundación del Legado de Tinner Hill, que dirigen Henderson y su  marido, una documentación mayor comenzó a ofrecer un cuadro más completo.

La escasez de mano de obra fue un detalle clave. Así como africanos libres y esclavos construyeron la Casa Blanca hacia fines del siglo XVIII porque no podían encontrarse otros obreros que hicieran el trabajo, el equipo de Henderson descubrió que Wren no pudo contratar hombres para construir la nueva iglesia de la Cascada a pesar del anuncio que había puesto en un periódico local.

Finalmente se decidió a construirlo por sí mismo, dijo Henderson. Tal proyecto sería demasiado para lo que podía llegar a realizar un solo hombre.

Los investigadores de la iglesia también encontraron el testamento de Wren, el cual reveló que tenía 23 esclavos, los cuales pasaron a ser propiedad de su esposa después que él murió. Sólo a uno de ellos identificaba por su nombre, Charles, y decía que era un trabajador calificado. Además, a los esclavos de esa época se les conocía por su habilidad de hacer ladrillos, otro detalle que apoya la conclusión de los investigadores.

Ahora las contribuciones de esos trabajadores esclavos está siendo plenamente reconocida. La nueva tarja fue dedicada en una ceremonia el 11 de febrero, y aparece junto a la tarja que rinde tributo a Wren.

Plaque

La iglesia de la Cascada eligió deliberadamente la palabra “arrepentimiento” en lugar de “disculpa” al grabar la tarja que honra a los trabajadores esclavos que construyeron la iglesia. Foto de Falls Church vía Facebook.

“Con gratitud y arrepentimiento honramos a las personas esclavizadas cuyas destrezas y trabajo ayudaron a construir la iglesia de la Cascada”, dice la nueva tarja.

Ohmer enfatiza “arrepentimiento”, diciendo que los miembros de la iglesia creyeron que “excusas” no habría sido una palabra lo suficientemente convincente. Esa búsqueda de arrepentimiento ha sido adoptada por la Diócesis de Virginia en sus empeños en pro de la reconciliación racial.

“Al expresar arrepentimiento y mencionarlo junto con la gratitud a ‘las personas esclavizadas’ que ayudaron a construir su iglesia, el clero y los feligreses de Falls Church no sólo han corregido un error de omisión, [sino que] se han comprometido con ulteriores actos de reconciliación”, dijo Aisha Huertas, encargada del ministerio intercultural de la diócesis. “Como diócesis y como comunidad de fe eso es precisamente lo que todos nosotros estamos llamados a hacer, tanto dentro de nuestros propios muros como en la comunidad en general”.

La experiencia ha fortalecido el aprecio de Henderson por la iglesia episcopal de la Cascada.

“Es una congregación maravillosa” dijo ella, añadiendo, “soy afroamericana, y la iglesia es predominantemente blanca, y percibo profundamente que parte de nuestra división racial se debe a que no nos conocemos unos a otros”.

Henderson, de 68 años, se unió a la iglesia hace unos pocos años en parte movida por su interés en salvar esa brecha, que respondía a la observación de Martin Luther King Jr. de que las 11 A.M. del domingo es  la hora más segregada de Estados Unidos.

“Hablamos de sanar la división racial”, apuntó Henderson. “Creo que debemos ampliar ese alcance”.

David Paulsen es redactor y reportero de Episcopal News Service. Pueden dirigirse a él a dpaulsen@episcopalchurch.org. Traducción de Vicente Echerri


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