En el norte de California, un oficio de Navidad para niños con necesidades especiales

Por Paula Schaap 
Posted Dec 20, 2016

El Rdo. Andrew Kadel, sacerdote interino a cargo de la iglesia episcopal de Santiago Apóstol en Lincoln, California, en el papel de Santa Claus, escucha los deseos de uno de los niños participantes durante la fiesta de Navidad que siguió al oficio. Foto de Paula Schaap.

[Diócesis de California Septentrional] Grandes monos de peluche esparcidos por el suelo frente al altar y poltronas [pufs] no era lo que uno esperaba ver en la iglesia episcopal de Santiago Apóstol [St. James’ Episcopal Church] en Lincoln, California, que suele celebrar oficios en un edificio sencillo de paredes blancas y conforme a la tradición del Libro de Oración Común.

Pero el 17 de diciembre, la parroquia había preparado su espacio de culto para un tipo de oficio diferente: un oficio de Navidad para niños con necesidades especiales y sus familias.

Así como la historia de la Navidad es un relato de viajes —la joven pareja que busca un lugar para que nazca su bebé, los pastores y los tres magos que buscan al Salvador— la evolución del oficio de Santiago Apóstol fue también un trayecto, que comenzó con la madre de un niño autista que quería encontrar [una manera] de que su hijo estuviera en la iglesia. El pastor de la madre, el Rdo. Andrew Kadel, sacerdote interino a cargo de Santiago Apóstol, se puso en contacto con la Rda.. Sarah Quinney, rectora asistente de la iglesia episcopal de San Juan  [St. John’s Episcopal Church] en Roseville, por si quería traer los niños con quien trabaja como terapeuta musical a la iglesia que ella ama.

La creación de un oficio para necesidades especiales

Para Quinney, que dirigió el oficio [para niños] con necesidades especiales en Santiago Apóstol, era una oportunidad de desarrollar el tipo de oficio que ella quería ver implementado desde que fue al seminario en la Escuela de Teología Eclesiástica del Pacífico (CDSP, por su sigla en inglés). Como terapeuta musical experimentada en trabajar con niños en el espectro del autismo y otras necesidades especiales, Quinney tiene pasión por encontrar formas de ayudarles  a disfrutar del culto con el resto de la iglesia.

“Hasta que encontremos una manera de que ellos puedan experimentar los sacramentos con nosotros en el culto no seremos realmente la Iglesia, porque ellos no están siendo bienvenidos a la mesa”, dijo ella recientemente. “No pueden venir a la mesa porque sus cuerpos y sus cerebros no se los permiten. Nosotros debemos ir a la mesa de ellos”.

La Rda. Sarah Quinney, sacerdote asistente en la iglesia episcopal de San Juan en Roseville, California, y terapeuta musical, dirige un oficio de Navidad para niños con necesidades especiales concebido por ella misma. Foto de Paula Schaap

Cuando ella estaba en el seminario, Quinney creó una eucaristía para niños autistas como un proyecto para sus clases de liturgia, un oficio que ella presentó en una jornada del ministerio de los jóvenes auspiciado por la CDSP y la Diócesis de California. Aunque resultó un buen modo de trabajar a partir de la teología de un oficio de esa naturaleza e invitar a los asistentes al debate, los niños no estuvieron presentes. De manera que Quinney, en la actualidad rectora de la iglesia de San Juan [St. John’s], en Roseville, California, aún no había visto su teoría puesta en práctica.

Hasta que Santiago Apóstol vino a solicitarle su experiencia

Hacer conexiones en la diócesis

La congregación está en un centro agrícola, al norte de Sacramento, que está experimentando algunas de las tasas de crecimiento suburbano más altas de la nación, principalmente por cuenta de los jubilados [que se han reubicado allí] pero también debido a familias atraídas por los bajos costos de la región y las viviendas nuevas.

María y Drew Johnston y sus tres hijos son una de las jóvenes familias que viven en la comunidad de Lincoln y asisten a Santiago Apóstol. Braden, el hijo de 13 años de los Johnston, es autista y a su hermano mayor lo han diagnosticado dentro del espectro con el síndrome de Asperger. Tyler, el hijo del medio, es “neurotípico”, decía María Johnston, mientras manifestaba su deseo de ver un oficio que pudiera incluir a su familia. Y no sólo a su familia.

“Es una alegre manera de ayudar a las familias que se sienten aisladas “, dijo ella, hablando a partir de su propia experiencia. “Quisiéramos que las familias supieran que las oímos, que las vemos. Son valiosas para nosotros, y lo son para Dios”.

Drew y María Johnston con su hijo, Braden, que sostiene en alto la ilustración que el dibujó para el boletín del oficio de Navidad para niños con necesidades especiales. Foto de Paula Schaap.

Pero convertir el deseo de Johnston en un oficio completo exigía conexiones con alguien que pudiera respaldar ese compromiso al tiempo que configurar una liturgia que funcionara. La Diócesis de California Septentrional [del Norte] ha estado intentando fortalecer su capacidad de conectar a personas con recursos en otras partes de la diócesis. Una manera de hacerlo es a través de una estructura reorganizada del deanato y fue la estructura del deanato la que hizo posible la conexión con las necesidades especiales.

Cuando el Rdo. Cliff Haggenjos, rector de San Juan y deán del Deanato Central, tuvo noticias de los planes de Johnston de empezar un oficio, la remitió a Quinney, dijo Kadel.

Quinney, Johnston y Kadel se reunieron unas cuantas veces para elaborar la mecánica del oficio y la disposición física para garantizar que todos se sintieran acogidos y seguros. Braden, el hijo de Johnston, también participó: un dibujante notable que diseñó y coloreó la cubierta del programa del oficio.

Otro elemento clave fue la participación de otras iglesias de Lincoln, contó Kadel, entre ellas la iglesia luterana de La Gracia [Grace] donde la pastora Judith Morgado fue una partidaria entusiasta.

“Es muy importante que este tipo de oficio sea comunitario y no de una sola parroquia o denominación”, afirmó él. “Debemos proporcionar un tiempo para un culto informal y desprejuiciado para familias que tienen toda clase de presiones encima”.

Un oficio especial tiene lugar

De aquí los animales de peluche y las poltronas [ o pufs] porque los niños autistas o con otras necesidades especiales con frecuencia necesitan algo que les haga sentirse seguros cuando muchos estímulos los abruman.

La parroquia siempre ha respaldado la inclusión de niños con necesidades especiales. Hace dos años, hubo un pequeño oficio que contaba la historia del arca de Noé, hecho por el Rdo. Bill Rontani, el rector en ese tiempo, en reconocimiento del Mes de la Conciencia del Autismo (abril).

Este, sin embargo, fue el primer oficio [para niños] con necesidades especiales de una festividad mayor. Y con todo el estrés que estas fiestas traen consigo, los organizadores no estaba seguro de si las familias, que tienen toda la presión adicional de un niño con necesidades especiales, querrían venir.

Emily Rhoades, de 19 años, asistente en el oficio de Navidad para niños con necesidades especiales, arregla la escena de la Natividad. Foto de Paula Schaap.

Llegó la hora señalada. Los miembros de la parroquia que habían ayudado a reordenar la iglesia para hacerles un espacio seguro a los niños frente al altar, se sentaron a esperar en los bancos traseros. Los niños y sus familias comenzaron a entrar. Algunos de los niños fueron directamente hacia el frente y los muñecos de peluche. Algunos se quedaron detrás, prefiriendo los brazos seguros de sus padres.

Quinney hizo una pregunta tradicional: “¿Alguien quiere escuchar una historia?”

Valiéndose de las figuras de madera de la escena de la Natividad para llamar la atención de los niños, Quinney les contó la historia de la Navidad: ella la describió como una versión simplificada de la que una vez se usara en Sobre Dios jugando [Godly Play]. La luz de colores de una vidriera caía directamente sobre el rostro de un niño y del mono que él acunaba, mientras Quinney les contaba del ángel que le decía a los pastores: “Corran, apúrense, vayan a Belén. Ha nacido un bebé. Un bebé que lo cambia todo”.

Una niña se puso inquieta y la persona que la cuidaba, que hizo como unos suaves gorjeos para distraerla, se la llevó. Pero los otros se quedaron atentos todo el tiempo al relato de Quinney hasta el final. Luego cantaron ‘We wish you a Merry Christmas’ y se sentaron durante una breve oración que terminó con “Vayan a comer dulces”.

En la fiesta de Navidad en el salón parroquial, Natalie Cooper dijo que había traído a su hijo mayor, un niño con necesidades especiales, junto con su hermano más pequeño y su hermana. Ella dijo sentirse feliz de que “los tres niños se conectaron con la historia”.

Cooper miraba a su hijo mayor, que se había instalado en una silla junto a Santa Claus —Kadel disfrazado de Santa— luego de recibir una bolsa de caramelos.

“Es asombroso que se haya quedado tanto tiempo con Santa”, dijo ella.

También fue verdad para una feligresa de la iglesia luterana de La Gracia, una mujer mayor con síndrome de Down, que rehusó decir lo que quería para Navidad, insistiendo simplemente en repetir: “quiero a Santa”.

La alegría en el oficio y en la fiesta de Navidad fue en ambas direcciones. “Yo miraba los rostros de las familias durante el oficio y se veían tan complacidas”, dijo  Jeptha Rogers, guardiana mayor de Santiago Apóstol. “Eso fue excepcional”.

En Santiago Apóstol ya se habla de usar su experiencia de Navidad para preparar un oficio de necesidades especiales  para Pascua de Resurrección.

— Paula Schaap es directora de Comunicaciones de la Diócesis de California Septentrional. Traducción de Vicente Echerri.