Después de las buenas noticias en Roca Enhiesta, los capellanes hacen su tarea

Por Lauren R. Stanley 
Posted Dec 15, 2016

Los capellanes asistenciales en el campamento de Oceti Sakowin.

[Episcopal News Service – Cannon Ball, Dakota del Norte] Cuando los capellanes asistenciales, que se ofrecieron voluntariamente para ir a la reserva de la nación sioux de Roca Enhiesta en Dakota del Norte, respondieron al llamado, ninguno de ellos sabía exactamente lo que les esperaba.

Miles de veteranos de las Fuerzas Armadas planeaban acudir al campamento de Oceti Sakowin, justo al norte de la reserva, para interponerse entre los que se oponían al Oleoducto para el Acceso a las Dakotas, conocidos como los protectores del agua, y los agentes del Departamento del Alguacil del Condado de Morton y otros agentes de orden público provenientes de todo el país.

Los capellanes y los veteranos por igual habían visto en las noticias — a fines de noviembre, en el puente Backwater de la Autopista 1806— a los agentes de la fuerza pública utilizando cañones de agua, en medio de temperaturas por debajo del punto de congelación, así como balas de goma, gases lacrimógenos, gas pimienta y aparatos acústicos contra los protectores del agua, a los cuales querían mostrarles su apoyo. Ambos grupos temían que si estallaba la violencia entre los protectores del agua —y sus partidarios— y los agentes de la fuerza pública, saldría a relucir una gran cantidad de trauma emocional.

La multitud junto al fuego sagrado en el campamento de Oceti Sakowin. Las personas con gorros rojos al centro son los capellanes asistenciales o de urgencias. Foto de Lauren R. Stanley

Al Rdo. John Floberg, sacerdote a cargo de la Iglesia Episcopal en la parte de Roca Enhiesta [Standing Rock] que cae dentro de Dakota del Norte, le preocupaba el trauma potencial y le pidió al Rdo. canónigo Michael Pipkin, misionero a cargo de la administración misional de la Iglesia Episcopal en Minnesota, que reuniera un equipo de capellanes asistenciales que pudieran servir a ambos lados de la controversia.

“En esto consiste el Movimiento de Jesús”, dijo Pipkin, ex capellán de la Armada que prestó servicio en Irak. “Dios está obrando en ambos lados de ese puente, y la Iglesia está llamada a responder a ese sufrimiento humano en ambos lados… Dios obra en ambos lados del puente, y es allí donde debemos de estar, en ambos lados”.

“Eso no significa que no logremos tener una opinión”, dijo Pipkin, “pero las opiniones no sanan a la gente. El amor de Dios sana a la gente, y estamos aquí para compartir el amor de Dios”.

Pipkin añadió que “cada uno de nuestros capellanes corrió un enorme riesgo al responder a un llamado que ninguno de nosotros conocía, al comienzo de cualquier día, lo que podríamos experimentar, a quiénes podríamos encontrarnos, qué peligros aguardaban a aquellos a los que habíamos venido aquí a atender”.

El Rdo. John Floberg posa junto a una bandera de la Iglesia Episcopal que se sumó a las banderas de otras organizaciones y tribus que participan de la protesta contra el Oleoducto para el Acceso a las Dakotas. Foto de la página de Facebook de John Floberg.

El llamado a los capellanes fue posible, añadió él, “gracias a la obra que John Floberg ha hecho aquí en Roca Enhiesta durante 25 años. Su llamado al clero a venir en noviembre fue una extensión natural de su pasión por esta gente, como lo fue su reconocimiento como veterano (del Servicio de Guardacostas) de la necesidad de traer a los veteranos”.

Todos los capellanes estuvieron de acuerdo en que la invitación específica de Floberg y del liderazgo de la tribu sioux de Roca Enhiesta resultó importante a la hora de decidir si ir o no a Dakota del Norte.

Mientras los capellanes llegaban provenientes de todas partes del país, emprendieron tareas de adiestramiento y orientación, y se prepararon para lo que podría ser una situación contenciosa. El Cuerpo de Ingenieros del Ejército de EE.UU. que controla las tierras federales donde estaba situado el principal campamento de los protectores del agua, así como por donde corre el río Misurí, había anunciado previamente que los protectores tenían que abandonar el campamento el lunes 5 de diciembre. Los protectores y los veteranos juraron ignorar esa orden, así como cualesquier órdenes subsecuentes de desalojo emitida por las autoridades estatales.

Luego, el domingo 4 de diciembre, el Cuerpo de Ingenieros anunció que le negaba el permiso a Energy Transfer Partners, la constructora del oleoducto, a perforar debajo del lago Oahe, una ampliación del río Misurí que queda en la frontera norte de la reserva. Ese anuncio tomó de sorpresa a todos los participantes.

“Esto no era lo que yo esperaba”, dijo Edie Love, candidata al ministerio por la [Iglesia] Universalista Unitaria que había venido de Memphis, Tennessee. “Esperaba deambular ofreciendo cuidado pastoral en medio del frío. Pensaba que sería un trabajo emocional en lugar de un trabajo físico, como el de cavar en la nieve para hacer espacio para la tienda de los capellanes a primera hora del domingo”.

El amor ayudaba a erigir esa tienda cuando nos enteramos de que había una noticia importante del Cuerpo de Ingenieros.

“Lloré de alegría” [dice, refiriéndose al momento] en que supo el anuncio “No habría ningún otro lugar de la tierra en que hubiera preferido estar en esa momento exacto”, agregó. “Fue eléctrico”.

El campamento de  Oceti Sakowin en terrenos del Cuerpo de Ingenieros del Ejército de EE.UU., cerca de Cannon Ball, Dakota del Norte. Foto de Lauren R. Stanley.

El Muy Rdo. Paul Lebens-Englund, deán de la catedral episcopal de San Marcos [St. Mark’s Episcopal Cathedral] en Mineápolis, había planeado venir a Roca Enhiesta debido al anuncio de desalojo, para ser capellán y para “ejercer mi privilegio de ser testigo de cualquier cosa que sucediera”. Una vez que Pipkin supo que Lebens-Englund iba a estar allí, le pidió al deán que fuese parte del equipo de capellanes.

“Lo mejor de todo”, dijo él, “fue John Floberg contando la historia desde su perspectiva; él sencillamente lloraba. La mejor parte de todo el día fue ver a un tipo que ha andado fielmente con todo esto… fue un regocijo total”.

La Rda. Lauren R. Stanley, a la izquierda, presbítera superintendente de la misión episcopal de Rosebud (Oeste) y el Rdo. John Floberg, sacerdote encargado de la misión episcopal de Roca Enhiesta en la parte de Dakota del Norte, poco después del anuncio del Cuerpo de Ingenieros del Ejército de EE.UU. Foto de: Paul Lebens-Englund

Lebens-Englund estaba conmovido por la experiencia de la comunidad de Oceti Sakowin. El campamento, dijo, tenía “increíblemente profundos y claros valores esenciales, y ellos [los capellanes] deambulaban todos los días para cerciorarse de que todo el mundo estaba al tanto de que se trataba de amor y de preocupación mutuos, y de frenar el círculo de la violencia… su misión es dar testimonio de una manera alternativa de estar juntos… Eso es la belleza de esto”.

El domingo por la tarde, Lewis BrightHeart PureMountain Headrick, un capellán budista soto zen de Colorado, estaba orando por un joven desaparecido en el campamento de Two Spirit, dentro de Oceti Sakowin. Al terminar, Headrick fue a la tienda de los capellanes y supo que la gente se estaba reuniendo junto al fuego sagrado.

Mientras se dirigía al lugar, oyó a la gente gritando y chillando. Él se encontró con Floberg, quien le transmitió las palabras de Phyllis Young, uno de los ancianos de Roca Enhiesta, quien dijo, “Hoy hay paz aquí entre nosotros y las Fuerzas Armadas de Estados Unidos. Le perdonamos al gobierno el asesinato de Toro Sentado. Le perdonamos al gobierno el asesinato de Caballo Loco”.

Hedrick continuó: “Y entonces dijo, ‘Aquí está la primera oferta  para hacer la paz entre la tribu y el Ejército’, y cuan verdaderamente sorprendente y notable fue tener esta oportunidad de tener paz”.

Para la Rda. Katharine Bradtmiller, rectora asociada de la iglesia episcopal de San Juan Evangelista [St. John the Evangelist] en Mineápolis, el llamado a ser un capellán asistencial fue una oportunidad de vivir el Pacto Bautismal. .”Ser capellán”, dijo ella, “te pone en la posición de tener que respetar la dignidad de todo ser humano. Estoy profundamente agradecida por el coraje que lleva a las personas que están en el terreno realizando la difícil tarea de recibir el apoyo de otras personas… Es un privilegio estar en un lugar donde las personas todas están asustadas [pero] se muestran con coraje y trabajan arduamente”.

Bradtmiller y los otros capellanes pasaron parte del lunes 5 de diciembre trabajando con veteranos en diversos lugares, tanto en el campamento como en el Casino de los Caballeros de la Pradera  [Prairie Knights], donde algunos veteranos habían ido a tomar parte en una ceremonia de perdón.

“La mayor parte de lo que hicimos, tanto afuera en medio de la ventisca, como en las tiendas y de puertas adentro fue escuchar a los veteranos esforzándose por encontrar esa intersección de su propia historia con la historia de los pueblos indígenas que estaban protegiendo esta agua…donde su propio trauma y su valentía y su amor y su sacrificio se encontraban con las historias de trauma y valor y amor y sacrificio de todos los demás de una manera que les permitiera proteger a las personas que necesitaban protección”.

Ayudar a que la gente encuentre el punto de encuentro entre su propia experiencia y las de los demás era esencial al llamado de los capellanes, dijo Pipkin. “Reconozco que el sufrimiento es una experiencia que vincula a los seres humanos. Esperaba ser capaz de extender el amor de estas buenas personas no sólo a los protectores del agua, sino a los veteranos, que traen consigo una cantidad considerable de traumas, y la expectativa de que sus traumas se fundirían con el trauma que existe aquí.

“También reconozco que los agentes del orden público del otro lado del puente tienen una tarea difícil que realizar, y si bien tenemos ciertos sentimientos respecto a esa tarea, tenemos que reconocer que con, frecuencia, la fuerza pública (sus agentes) experimentan algo en el desempeño de sus deberes. Imagino que estar en el otro extremo de ese puente tiene su propio sentido del trauma”.

El 5 de diciembre, cuando fue obvio que el anuncio del Cuerpo [de Ingenieros del Ejército] y la tormenta de nieve lo habían cambiado todo, “resultó evidente que los capellanes tenían una oportunidad de hacer cambios sustanciales en las vidas de las personas. El reto era que los veteranos tenían tipos muy específicos de acción directa (que planeaban llevar a cabo), pero con el cambio de la posición del gobierno, la misión para ellos también cambió considerablemente. Eso significó que había 4.000 veteranos en busca de una nueva misión, y una inmensa tormenta de nieve azotaba el campamento, de manera que había allí una posible mezcla explosiva”, afirmó Pipkin.

Los capellanes se dividieron para atender a tantas personas y necesidades como fuera posible. “Me siento realmente orgulloso de cómo los capellanes encontraron sitios donde estar, y escogieron esos sitios estratégicos, tanto en la línea del frente, como en la tienda médica y en el casino… En todos los lugares donde había veteranos, los capellanes estaban en condiciones de brindar una presencia apaciguadora”.

“Nuestros capellanes fueron excelentes en captar las situaciones y anticipar donde serían útiles… No creo que podamos asumir el crédito de los resultados pacíficos, pero en verdad fue un privilegio experimentar un campamento donde el propósito era la oración”, afirmó.

Staycie Flint, lectora laica de la iglesia episcopal de Todos los Santos [All Saints’] en Chicago, que es respaldada por la Iglesia Episcopal como capellana acreditada, respondió al llamado de los capellanes porque “oyó que había necesidad de ofrecer una atención compleja a personas tienen traumas complejos con nuestros veteranos. Yo esperaba encontrarme compuestos traumas generacionales de las diferentes tribus”.

“Los traumas con que tuvimos que enfrentarnos resultaron diferentes” después del anuncio del Cuerpo de Ingenieros, apuntó ella. “Debido a todos los planes cambiaron, se produjo un desconcierto entre los veteranos. Tuve experiencias extraordinarias y honorables entre los veteranos nativos y sentido de transferencia entre los planes… Los veteranos nativos hablaban de cómo su experiencia del servicio militar siempre incluía el ser marginados… de siempre ser invisibles. Y luego de la venida de sus hermanos y hermanas no nativos aquí,  y de que esperaban finalmente ser reconocidos”.

Flint dijo, “esta es la brújula moral de nuestro país ahora mismo, porque habla de cómo llamarnos mutuamente a vivir en unidad y amándonos los unos a los otros… La ventaja de tener a personas entrenadas  aquí es que ellas sabían cómo hacerle frente a lo que estaba pasando a otros personas y no quedarse atrapadas en su propia experiencia, de manera que las personas que necesitaran de su atención pudieran disponer de su propia experiencia y que ésta no les fuera usurpada”.

A partir de las experiencias del equipo de Roca Enhiesta, Pipkin dijo que “parece ser que existe una oportunidad natural de crear un equipo de capellanes que pueda responder a necesidades de emergencia en toda la nación y más allá, ya sea por causa de desastres naturales, conflictos locales, acciones de protesta, terrorismo, violencia o dondequiera que el sufrimiento humano exija un contacto afectuoso”.

“Ya sea a través de una coalición de organizaciones como la Agencia Episcopal de Ayuda y Desarrollo y los Servicios Luteranos de Socorro y la Respuesta Unitaria al Desastre, ese tipo de cosa podría ser posible”.

Pipkin añadió que uno de los fuertes del equipo de capellanes era su carácter multirreligioso, con cristianos de muchas denominaciones “andando junto a budistas, unitarios y otros”. Dijo que 30 de los 32 capellanes que se inscribieron pudieron personarse en Roca Enhiesta (dos se quedaron atrapados por la tormenta). Había 10 episcopales, tres budistas, dos ministros de la Iglesia Unida de Cristo, cinco unitarios, seis ministros de los Discípulos de Cristo y cuatro pastores de la Iglesia Evangélica Luterana en América.

Él también le dio las gracias a los obispos episcopales que apoyaron al equipo, “especialmente a Jeff Fisher, obispo sufragáneo de Texas, que aportó generosamente de su fondo discrecional para viajes y equipo. Su generosidad ayudó a hacer exitosa esta capellanía”.

– La Rda. Lauren Stanley, presbítera superintendente de la misión episcopal Rosebud Oeste en Dakota del Sur, fue parte del equipo de capellanes en Roca Enhiesta. Traducción de Vicente Echerri.


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