La Jungla: la mayor villamiseria de Francia

Por Pierre Whalon
Posted Oct 26, 2016
A view shows the charred debris from makeshift shelters and tents in the "Jungle" on the third day of the evacuation of migrants and transfer to reception centers in France, as part of the dismantlement of the camp in Calais, France, Oct. 26. Photo: REUTERS/Pascal Rossignol

Migrantes miran el incendio de los improvisados albergues y tiendas de “La Jungla” el tercer día de su evacuación y transferencia a centros de acogida en todo el país, como parte del desmantelamiento del campamento de Calais, Francia. 26 de octubre. Foto de Philippe Wojazer REUTERS.

[Episcopal News Service] En diciembre pasado, acompañé a la deana de la catedral episcopal de la Santa Trinidad, en París, la Muy Rda. Lucinda Laird, y a un grupo de voluntarios de la catedral a visitar al campamentos de migrantes en Calais, conocido como “La Jungla”, o la mayor villamiseria de Francia.

En francés, villamiseria se llama “bidonville” deriva de los bidones de gasolina que alguna vez solían llevarse en la parte trasera de los jeeps de la Segunda Guerra Mundial. Una vez que los desechaban, [había gente que] los cortaban y con ellos fabricaban viviendas, junto con tablas, telas, planchas de plástico para los techos y cosas por el estilo. Hay muchos términos para describir esto. Una aglomeración de estos bidones se convierte en la “villa”, En otras palabras, un bidonville es un zona de tugurios fundada en las orillas de las ciudades. Hay muchos términos para llamar a estos pueblos hechos de desechos: favelas en Brasil, colonias populares en México, villamiserias en Argentina, poblaciones callampas en Chile, umjondolo (chabolas) en Sudáfrica, shammasas en Sudán, iskwaters en las Filipinas. Las villamiserias son ubicuas.

Mientras caminaba a través del campamento de Calais ese día en medio de una lluvia torrencial, resbalando en el lodo gris, me acordaba de otros campamentos que había visitado y que habían sido enteramente creados por personas que se agrupaban. Los clásicos campamentos de refugiados que uno visita y que son construidos por gobiernos o por la ONU (tales como los que se preparan para recibir a las personas que huyen de Mosul) tienen un trazado lógico, como los campamentos militares de las legiones romanas. Las villamiserias, por el contrario, son orgánicas, por así decir. Se desarrollan a partir de la necesidad y se convierten en pequeñas ciudades, en pequeñas comunidades. Las ciudades de tiendas de Puerto Príncipe, en Haití, me vienen a la mente. Recuerdo haber visitado estas comunidades de tiendas después del terremoto de 2010. Estaban notablemente bien organizadas, confundiendo a los expertos en economía que había acudido a asesorar al gobierno.

Migrants look at burning makeshift shelters and tents in the "Jungle" on the third day of their evacuation and transfer to reception centers in France, as part of the dismantlement of the camp in Calais, France, Oct. 26. Photo: REUTERS/Philippe Wojazer

Una vista muestra los restos calcinados de improvisados albergues y tiendas en “La Jungla” al tercer día de la evacuación de migrantes y de su traslado a centros de acogida en distintos lugares de Francia, como parte del desmantelamiento del campamento de Calais, Francia, 26 de octubre. Foto de Pascal Rossignol/REUTERS.

La jungla no era diferente, excepto que la población cambiaba continuamente. Tan mala como puede ser la vida en una villamiseria, esto era peor, porque tan pronto la gente se instalaba, tenía que irse. El caos que esto causaba se complicaba por los esfuerzos del Reino Unido de no darles entrada, porque toda esta gente estaba en Calais al objeto de cruzar el canal de La Mancha. En otras palabras, estaban en Francia ilegalmente, puesto que los solicitantes de asilo deben ir al país en el que buscan asilo. Una curiosidad es que el R.U. tiene, en alguna medida, soberanía sobre Calais, luego del Tratado de Touquet con Francia de 2002 adjunto a la utilización del túnel del Canal (también le da a Francia derechos en Dover, pero no hay problemas de migrantes allí). Vi kilómetros de costosas cercas de alta tecnología rematadas por relumbrantes alambres de púas, como una prisión, pagadas por el R.U.

Y al igual que una prisión, La Jungla está rodeada por la policía nacional fuertemente armada, rudos agentes que regularmente se enfrentan con manifestantes en las calles de las ciudades francesas. Ellos intervienen regularmente en las peleas que surgen, o en lo incendios que accidental o deliberadamente se producen. Desde luego, estos improvisados habitáculos son muy inflamables, convirtiéndose fácilmente en una intensa llamarada.

Ahora están desapareciendo, el gobierno francés ha decidido erradicar La Jungla para siempre. Mientras escribo esto, millares de personas están siendo trasladadas en autobuses por toda Francia. Van en pequeños grupos a los nuevos “centros de acogida y orientación”. El primer grupo de 10 se reportó que los habían dejado ayer en el pueblo de Chardonnay.

Debido a mi experiencia como cofundador y presidente de la Asociación para ayudar a las Minorías del Oriente (Association d’entraide aux minorités d’Orient) [AEMO]— un ministerio de refugiados para personas amenazadas de muerte por razones de fe— soy muy consciente de lo que estos migrantes de Calais enfrentan ahora. En primer lugar, a uno se le concede “protección subsidiaria” durante dos años, lo cual incluye atención médica, un poco de dinero y un lugar para dormir, escuela para los niños y lecciones de francés. Luego uno tiene que presentar un caso para solicitar asilo político a la Oficina para la Protección de Refugiados y Apátridas (OFPRA). Te reúnes con un funcionario que escucha tu historia, usualmente a través de un intérprete, y luego algún tiempo después recibes la respuesta. Uno puede apelar una decisión negativa, y ocasionalmente se produce una revocación. La concesión de asilo significa comenzar una nueva vida, con un estipendio, un apartamento, atención médica, lecciones de francés, un permiso de trabajo y finalmente la nacionalidad francesa.

French firemen work near burning makeshift shelters in the "Jungle" on the third day of the evacuation and transfer of migrants to reception centers in France, as part of the dismantlement of the camp in Calais, France, Oct. 26. Photo: REUTERS/Pascal Rossignol

Bomberos franceses trabajan cerca del incendio de albergues improvisados en “La Jungla” el tercer día de evacuación y traslado de migrantes a centros de recepción en Francia, como parte del desmantelamiento del campamento de Calais, Francia, 26 de octubre. Foto de Pascal Rossignol/REUTERS.

Históricamente, Francia ha ocupado el primer o segundo lugar en el mundo entre las naciones que otorgan asilo. Algunas, como Arabia Saudita, no conceden ninguno. “La tierra del asilo” es una frase popular que describe a Francia, y muchos miles de personas se han beneficiado de ello durante décadas, hasta, en un momento, el escritor y activista político estadounidense Eldridge Cleaver. Pero los servicios de refugio se han extendido al máximo (AEMO ya no alberga a refugiados en los centros oficiales, los situamos con familias de acogida, que muy generosamente abren sus hogares a los refugiados por meses y meses). Con millares de ellos que quieren atravesar Francia para entrar en el R.U., el gobierno se ha visto atrapado en un dilema: ¿qué hacer con solicitantes ilegales de asilo que no pueden salir?

El desmantelamiento de La Jungla se ha demorado mucho más del debido. Dejar entrar a menores en el R.U. a reunirse con sus familias ha tomado muchísimo más tiempo de lo que debía. Si bien la Iglesia de Inglaterra ha intentado cambiar la mentalidad de la gente —el arzobispo Justin Welby alberga a una familia de refugiados en el Palacio de Lambeth— la votación del Brexit ha hecho la acogida a los refugiados políticamente difícil. La política del temor en el R.U., combinada con la inercia del gobierno francés, ha resultado una calamidad hecha a medida para millares de personas que se quedaron en ese lodo frío y gris. ¿Qué será de ellos ahora que les ofrecen un lugar en un país que no quieren y que hasta ahora no les ha dado ninguna razón para quererlo? Los [británicos] que votaron por la “Salida” le dieron a los refugiados su respuesta: váyanse a cualquier parte menos aquí. Estos refugiados son las primeras bajas de la era de la “postverdad” en Gran Bretaña, donde hay vallas que mienten descaradamente anunciando la inminente llegada de 72 millones de turcos, aunque Turquía no está en la Unión Europea y ahora no tiene ninguna oportunidad de ingresar.

Los héroes anónimos de la historia han sido los muchos abnegadísimos voluntarios y asociaciones que se empeñaron en mostrarles a los refugiados de La Jungla el rostro de la bondad, de la aceptación, de la acogida. Esto incluye a miembros de la catedral episcopal de París que han dado mucho movidos por la compasión. Enviamos camiones cargados de ropa, de calcetines, de mantas; hubo personas que apoyaron económicamente a las asociaciones locales con colectas. Reacondicionamos un autocaravana para convertirlo en una unidad de enfermería móvil. Los feligreses iban de visita y daban lo que podían. Muchos otros también se presentaron, trabajando incansablemente entre los residentes que cambiaban de continuo, enfrentándose a los elementos con ellos, construyendo albergues, proporcionándoles comidas y ropa y un oído receptivo. Es aleccionador el ser su obispo.

Al tiempo que este capítulo de nuestros huéspedes concluye, y comienza otro nuevo e incierto, quiero decir que espero que los millares que subieron a los autobuses esta semana encuentren acogida en este país del tamaño de Texas. Espero que puedan encontrar alguna paz al final. AEMO ha reasentado 3.500 personas, trayéndoles de Irak a la seguridad de Francia, la mayoría cristianos, pero musulmanes también. Es un viaje difícil para cualquiera que lo haga con un visado, cuanto peor si no se tienen documentos.

Pero me temo que la era de nuevas villamiserias pudiera estar empezando. ¿Cuándo terminará este masivo movimiento de gentes? Los pueblos envejecientes de Europa (con excepción de irlandeses y franceses) no pueden pagar las pensiones sin un nuevo influjo de obreros jóvenes. Los mil millones de africanos de hoy probablemente se convertirán en dos mil millones para 2050. Para no mencionar los millones de desesperados y coléricos en el Oriente Medio, en Paquistán y en la India y sí, en la China también. ¿Sabrá Occidente qué hacer? Y las iglesias de Occidente ¿tomarán la iniciativa o se esconderán? ¿Seremos las ovejas de la parábola de Jesús, que lo vieron entre los desgraciados y procuraron ayudarlo, o entre las cabras que rehusaron?

— El Rvdmo. Pierre Whalon es el obispo a cargo de la Convocación de las Iglesias Episcopales en Europa. Traducción de Vicente Echerri.


Tags