El ministerio de Partiendo el Pan en Iowa mezcla lo secular y lo sagrado

Por Luke Blount
Posted Sep 9, 2016
Greg Mazunik toca la guitarra en una reunión de Partiendo el Pan celebrada en una pizzería. Foto de Breaking Bread.

Greg Mazunik toca la guitarra en una reunión de Partiendo el Pan celebrada en una pizzería. Foto de Breaking Bread.

[Episcopal News Service] Hace pocas semanas, en la Feria del Estado de Iowa, no lejos de los perros calientes con maíz, los juegos de carnaval y la rueda volante, la Rda. Lydia Bucklin bautizaba a sus dos niños debajo de un árbol, ceremonia a la que algunos transeúntes se unían y otros miraban con asombro. El evento fue el último de una serie de reuniones mensuales del Ministerio de Partiendo el Pan, un grupo que comenzó en octubre de 2015 en una taberna en las afueras de Des Moines.

Bucklin, la misionera para los jóvenes adultos de la Diócesis Episcopal de Iowa, comenzó el grupo con Lizzie Gilman y Zebulun Treloar-Reid luego de una conversación en un retiro. Gilman tenía un amigo que estaba empezando una cervecería, y pensaron que sería una buena manera de que los jóvenes adultos experimentaran la eucaristía en el mundo”, explicó Bucklin.

Con permiso del obispo de Iowa, Alan Scarfe, Bucklin comenzó a crear una liturgia para un oficio sagrado en un espacio secular. Finalmente creo un programa portátil, que se parece a un oficio eucarístico regular con unas pocas excepciones: no hay sermón tradicional, ni recitación del Credo Niceno ni confesión de pecados. En su lugar, hay dos lecturas tomadas de toda una variedad de fuentes, tales como poemas, meditaciones o pasajes de libros.

Cuando la gente llega para [participar de] Partiendo el Pan, cada uno recibe un boletín donde aparece resaltada una porción de la liturgia, la cual ha de leer. A veces, un voluntario lleva una guitarra para hacer un poco de música; otras veces resulta más orgánico cantar un himno.

“Yo no puedo hacer mucho más que presidir la mesa”, dijo Bucklin. “Ayuda a promover la idea de que todos somos llamados a hacer la obra de Dios. Todos somos parte de ella”.

Pero el aspecto más interesante del oficio es lo que Bucklin llama “la pregunta eficaz”. Sentados en círculo, como es la forma preferida para el oficio, alguien leerá una pregunta predeterminada sobre un tema espiritual de interés general, seguido por la práctica deliberada de escuchar mientras las personas comparten sus historias personales.

La Rda Lydia Bucklin se prepara para bautizar a su hijo Corson (a la derecha de la mesa) y a su hija Isla (con el bañador rosado) en la Feria del Estado de Iowa. Foto de Breaking Bread.

La Rda Lydia Bucklin se prepara para bautizar a su hijo Corson (a la derecha de la mesa) y a su hija Isla (con el bañador rosado) en la Feria del Estado de Iowa. Foto de Breaking Bread.

“Yo aún sigo básicamente el Libro de Oración Común”, dijo Bucklin. “Puede que no digamos el Credo Niceno ni la confesión de pecados, pero podríamos tener conversaciones acerca del pecado o acerca de los aspectos importantes de nuestra fe y cuáles de ellos no son negociables. O de aquellas cosas con las que estamos en conflicto”.

Bucklin dice que el ambiente invita a que la gente se exprese. Y ha habido casos en que los asistentes han compartido [problemas de] depresión, consumo de drogas y arrestos.

Después de la eucaristía, en la cual todo el mundo se sirve mutuamente la comunión alrededor del círculo, el oficio concluye con una práctica tomada del Kaleidoscope Institute de Eric Law en la cual todo el mundo completa la frase: “Hoy le pedí a Dios [espacio en blanco] y hoy le doy gracias a Dios por [espacio en blanco]”. Luego el grupo prosigue sus conversaciones mientras comparte comida y bebida.

Desde la primera reunión hace casi un año, el grupo cuenta con un núcleo de asistencia de seis u ocho personas, además de otras 10 o 15 que pueden aparecerse en cada lugar y hora en particular. Además de la cervecería y de la feria del estado, se han celebrado oficios en un parque, una pizzería e incluso en la casa de Lizzie Gilman, una de las fundadoras de Partiendo el Pan.

Gilman es ama de casa y madre dos niñas y conoce muy bien lo difícil que puede ser a veces lograr que las familias jóvenes asistan a la iglesia el domingo por la mañana.

“Los tiempos han cambiado en que los mañanas del domingo no son factibles para algunas familias y personas solas. Si la gente tenía eventos deportivos y niños pequeños o tal vez querían dormir —sea lo que fuere— las mañanas del domingo no parecían estar funcionando bien para los jóvenes adultos”, explicó Gilman. “De manera que estuvimos pensando ¿qué hace la gente? Bien, sale después del trabajo. Es fácil cancelar un domingo por la mañana, pero cuando alguien te ofrece darte de comer y comprarte una cerveza, podría interesarte probar”.

Para Gilman, llevar el ministerio de la iglesia a la gente es el aspecto más inspirador de Partiendo el Pan. “Creo que es importante que la Iglesia vea lo extraordinario que es el espíritu cuando nos reunimos más allá de los muros de la iglesia”, afirmó. “Podemos reunirnos un día diferente o en un lugar diferente, pero estamos celebrando la misma eucaristía. Sólo sentir esa sacralidad, vayas donde vayas, es un sentimiento vigoroso. Es como asistir a una cena donde no conoces a nadie, y confías en que el Espíritu Santo va a proporcionarte un rato estupendo”.

“Ha habido muchas personas que han venido que nunca habrían entrado en una iglesia. Algunas de ellas nos lo han dicho”, comentó Bucklin, quien puso el ejemplo del encargado de una iglesia que reconoció que nunca había asistido al oficio dentro porque no sabía si tenía dinero suficiente para poner en la bandeja de la ofrenda. Cuando descubrió que se estaban reuniendo en un parque, asistió al oficio porque se sentía más cómodo.

Bucklin enfatiza en cada oficio que no se espera que las personas se unan [a la congregación] o se conviertan en miembros. Y puesto que hay pocos gastos generales en brindar el oficio, no se piden donaciones. “No necesitamos de un edificio elegante ni de una tonelada de suministros”, aclaró ella. “Yo llevo simplemente una bolsa con un cáliz, una patena y un par de paños. Otra persona trae el vino y el pan. Cuando lo tuvimos en la feria estatal, tuvimos que usar la parte inferior del pan de un sándwich de cerdo”.

Esa combinación de un ambiente tranquilo con un deliberado oficio eucarístico es lo que hace notable a Partiendo el Pan y permite sus singulares interacciones.

Uno de los momentos más memorables de Bucklin se produjo en el oficio del Miércoles de Ceniza en la pizzería local. Gilman invitó a participar al personal de la cocina y del servicio, y tres personas salieron con lágrimas en los ojos para participar en él. Luego de imponerle la ceniza a una camarera llena de tatuajes llamada Angel, la hija de Bucklin le dijo a su madre: “Mami, yo no quiero ser polvo”. Sin dudar un segundo, Angel le respondió, “pero, mi cielo, ¿no sabes que las estrellas más lindas están hechas de polvo, como tú y yo? Eres una estrella brillante y luminosa”.

“Fue uno de esos momentos en que te das cuenta de que es por eso que haces lo que haces”, recalcó Bucklin.

Para Treloar-Reid, recién graduado del seminario y cofundador de Partiendo el Pan, uno de los aspectos más importantes del ministerio es que va más allá de una congregación. “Esto se concentra más en reunir a personas del área metropolitana en lugar de una congregación específica”, apuntó. “Se trata de llevar lo sagrado a los espacios seculares de manera que podamos empezar a borrar los límites entre lo sagrado y lo secular”.

Treloar-Reid, un transexual de 27 años, también aprecia que el grupo se muestre receptivo y solidario con la comunidad LGBTQ. En tal sentido, Bucklin ha hecho un esfuerzo para crear una liturgia libre de lenguaje genérico, eliminando referencias a Dios con pronombres masculinos o como padre, así como otros ajustes.

“Personalmente nunca tuve problemas en usar pronombres masculinos para referirme a Dios, porque nunca realmente creía que Dios fuese físicamente masculino”, dijo Treloar-Reid. “Pero creo que es importante recordarle a la gente que Dios no es parte del patriarcado. Creo que si usamos demasiado un lenguaje masculino, podemos comenzar a glorificar demasiado a la persona masculina, y eso es peligroso.

“Aprecio que tengamos espacios donde hablemos acerca de Dios en una perspectiva más amplia porque en definitiva Dios no tiene sexo”.

Rachael Essing, de 22 años y voluntaria del Cuerpo de Servicio Episcopal se muestra de acuerdo. “Las palabras en la liturgia que usamos no son binarias, ni todo es masculino, lo cual como mujer joven que soy, lo aprecio de veras”.

“Me gusta la tradición, de manera que me gusta tener algunas cosas en las que me pueda enfocar y saber de donde vienen”, añadió Essing. “Pero, también me gusta incorporar nuevas fuentes, porque hay muchísimo material a nuestra disposición y que se aviene mejor otras personas. Ello nos abre a un mundo con el que pueden conectarse”.

En su breve existencia, el formato de Partiendo el Pan ya está empezando a extenderse al tiempo que algunas diócesis vecinas han comenzado a poner a prueba el formato.

“Es una fórmula fácil de asumir de hacerla suya y de ponerla en práctica en cualquier parte”, dijo Bucklin. “La idea era tenerla en montones de distintos lugares para expresar que lo sagrado está en torno a todos nosotros. Podemos encontrar lo divino en las cosas ordinarias y en las personas ordinarias”.

– Luke Blount es un escritor independiente radicado en Durham, Carolina del Norte. Traducción de Vicente Echerri.