Los inmigrantes siguen insuflando vida a la iglesia en San Pablo

Una parroquia se asocia para coauspiciar a una familia de refugiados

Por Ashley Wright
Posted Jun 22, 2016
La iglesia episcopal de los Santos Apóstoles es hogar de una congregación diversa que incluye una robusta comunidad religiosa hmong. Foto de los Santos Apóstoles.

La iglesia episcopal de los Santos Apóstoles es hogar de una congregación diversa que incluye una robusta comunidad religiosa hmong. Foto de los Santos Apóstoles.

[Episcopal News Service – San Pablo, Minnesota] Si uno entra aquí en la iglesia episcopal de los Santos Apóstoles [Holy Apostles Episcopal Church] un domingo cualquiera encontrará un auténtico crisol. Una diácona hmong en su treintena abrazará a una feligresa blanca octogenaria y jóvenes de muchas razas y edades se sentarán juntos a escuchar la palabra.

Esta fusión se hace particularmente evidente en el verano, cuando la congregación celebra la santa eucaristía con una mezcla de inglés y hmong durante su oficio combinado de las 10:00 A.M.

Sin embargo, este fusionado cuerpo de Cristo que trabaja para amar y vivir como uno en el mundo, no siempre ha sido tan diverso como lo es ahora.

En 2004, la iglesia llevaba varios años de decadencia y se enfrentaba a la realidad de tener que cerrar, dijo la Rda. Letha Wilson-Barnard, vicaria de los Santos Apóstoles. En ese tiempo, Susan Moss, misionera de la diócesis, se enteró por un amigo hmong que un grupo de 75 familias de esta etnia habían dejado la Iglesia Católica Romana y no contaban con un lugar donde adorar. Moss les invitó a visitar los Santos Apóstoles y, en el transcurso de seis meses, las familias acudieron [al templo] y los mayores se reunieron con el obispo y la vicaria para discernir si la iglesia podría convertirse en su nuevo hogar religioso.

“Para el Domingo de Pascua de 2005, los bancos estaban llenos y ésta se convirtió en la primera iglesia episcopal de la Comunión Anglicana de mayoría hmong”, dijo Wilson-Barnard. “Le ha traído vida a esta congregación”.

Los hmongs llegaron por primera vez a Estados Unidos en los años setenta [del pasado siglo] procedentes de las regiones montañosas del norte de Laos luego de que terminara la guerra de Vietnam. Los aldeanos hmongs ayudaron a la CIA en su lucha contra los norvietnamitas durante la guerra y en lo que se ha llamado una “guerra secreta” en Laos. Después de la guerra fueron perseguidos por su colaboración con las fuerzas de EE.UU. y, al igual que los iraquíes que ayudaron a Estados Unidos durante la guerra de Irak, muchos se convirtieron en refugiados. Para el año 2000, los inmigrantes hmongs en Estados Unidos ascendían a unos 170.000, según datos de la Oficina del Censo, y en Minnesota reside uno de los mayores grupos hmongs del país.

Los hmongs de mayor edad que hicieron de los Santos Apóstoles su hogar religioso fueron los refugiados de primera generación; además, existen ejemplos de inmigrantes que revitalizan parroquias y comunidades a través de la Iglesia Episcopal.

“Lo hermoso de esta obra es con la frecuencia que nosotros, como norteamericanos, y nuestras congregaciones somos transformados y cambiados radicalmente por nuestra interacción con nuestros vecinos”, dijo Allison Duvall directora del Ministerio Episcopal de Migración para las relaciones y actividades eclesiásticas. El Ministerio Episcopal de Migración es una de las nueve agencias de reasentamiento de refugiados que colaboran con el Departamento de Estado de EE.UU. para reubicar refugiados en toda la nación.

“Abundan los ejemplos, pero uno de mis preferidos es el de la iglesia episcopal de San Pedro [St. Peter’s] en Louisville, Kentucky, que ha experimentado una revitalización por acoger en su congregación a refugiados birmanos que eran anglicanos antes de llegar a Estados Unidos”, explicó ella. “De una congregación envejeciente con una asistencia que disminuía, San Pedro está ahora desbordante de vida —familias jóvenes, acólitos jóvenes, todo el ajetreo de una congregación pujante. No sólo eso, sino que ahora los miembros de San Pedro tienen sus corazones y mentes abiertas de una manera relacional y profundamente personal a los esfuerzos y alegrías de la vida de refugiados y nuevos inmigrantes en Estados Unidos”.

La iglesia episcopal de los Santos Apóstoles es el hogar de una diversa congregación que incluye una pujante comunidad religiosa hmong; su santuario se ve aquí en una típica celebración dominical durante un oficio hmong. Foto de los Santos Apóstoles.

La iglesia episcopal de los Santos Apóstoles es el hogar de una diversa congregación que incluye una pujante comunidad religiosa hmong; su santuario se ve aquí en una típica celebración dominical durante un oficio hmong. Foto de los Santos Apóstoles.

Para Bao Moua, una hmong de segunda generación, la Iglesia Episcopal tenía una idiosincrasia atractiva para los que provenían de la Iglesia Católica Romana porque era bastante semejante al catolicismo, de suerte que ellos se sintieron cómodos con la transición, y los mayores que hablaban inglés tuvieron una pequeña curva de aprendizaje. También les ofrecía un lugar donde los sacerdotes podían casarse y donde las mujeres podían ser ordenadas.

El jueves 23 de junio, Moua se convertirá en la primera mujer hmong en ser ordenada sacerdote en la Iglesia Episcopal, junto con tres nuevos diáconos. Al principio, ella estaba dudosa de su llamado, dijo, pero en la medida en que los mayores vieron y alentaron el don que había en ella y se involucró más con el liderazgo de la iglesia, decidió buscar [el ministerio] como un medio de capacitar y alentar a otras personas a discernir su propio llamado, “allanar el camino a otros que vendrán después que yo, hombres y mujeres, jóvenes y viejos”.

El Rdo. Toua Vang fue el primero de los feligreses hmongs en ser ordenado. Cuando él regresó a la iglesia, la congregación tuvo que discernir lo que significaba para la iglesia tener este tipo de liderazgo, dijo Moua.

Los Santos Apóstoles celebra numerosas fiestas culturales hmongs durante el año, incluida la observancia del Año Nuevo Hmong con trajes típicos. Foto de los Santos Apóstoles.

Los Santos Apóstoles celebra numerosas fiestas culturales hmongs durante el año, incluida la observancia del Año Nuevo Hmong con trajes típicos. Foto de los Santos Apóstoles.

Comenzaron un comité de ministerio compartido porque vieron que los hmongs tenían diferentes necesidades para bodas, funerales, etc. así como la barrera del idioma. Los miembros del comité de ministerio compartido hablaron con el obispo acerca de estas necesidades y de cómo todo el mundo podía usar sus dones y talentos dentro del liderazgo de la iglesia.

“Al principio llegaron a inscribirse hasta unas 20 personas”, dijo Moua. “Luego, al cabo de un año, teníamos 14 y esas 14 ya han estado trabajando con nosotros durante varios años”.

Es importante tener un liderazgo y un idioma hmong vivos en la iglesia, afirmó Moua.

“Es importante que nuestros mayores tengan la posibilidad de oír la Palabra en su propio idioma. Ello fortalece su fe y mantiene nuestra cultura e idioma vivos dentro de la generación más joven. Ha sido un regalo que la Iglesia Episcopal nos permita traer nuestra propia cultura y hacerla suya. Es eficaz porque las personas pueden realmente entenderlo y nos permite ser quienes somos en la fe cristiana”.

Al principio, ella dijo que algunos dudaban. Se debatían con [la pregunta] “¿Soy digno [del liderazgo]?” debido a la barrera del idioma o por carecer de la preparación tradicional que la Iglesia exigía.

“Pero vimos las posibilidades [que había] en las personas”, añadió ella. “Como hemos estado juntos, nos hemos visto mutuamente los dones. Aun sin la preparación docente, la fe de ellos es firme y están dispuestos a compartirla y a aprender”.

Los integrantes del comité del ministerio compartido han estado aprendiendo juntos durante tres años. Moua interpreta para los miembros del comité.

“Me siento orgullosa de ver a nuestro grupo crecer en la fe y no tener miedo de hacer más. Ver que todos tenemos dones y que debemos compartirlos, que eso está abierto para todos”, dijo ella.

La congregación también trabajó exitosamente, hace años, en traducir el Libro de Oración Común a la lengua hmong.

Wilson-Barnard dijo que la congregación atrae tanto a los hmongs como a otros que se sienten entusiasmados por la naturaleza intercultural de la iglesia. Ella comenzó su labor en la iglesia siendo seminarista y se ha quedado durante 10 años.

“Creo que hay una verdadera riqueza en compartir la vida juntos: el Cuerpo de Cristo para mí mientras ministro a esta congregación, una suerte de anticipo del cielo, en la contemplación [divina] alrededor del trono con todas las tribus y naciones. Ha sido apasionante”, apuntó.

La Rda. Letha Wilson-Barnard, vicaria, preside el bautismo en la iglesia de los Santos Apóstoles. Foto de los Santos Apóstoles.

La Rda. Letha Wilson-Barnard, vicaria, preside el bautismo en la iglesia de los Santos Apóstoles. Foto de los Santos Apóstoles.

 

Su consejo para otras congregaciones que pueden enfrentarse a semejantes situaciones de decadencia o que tienen grandes grupos de refugiados en sus comunidades es: “conoce a tu comunidad y en verdad trabaja internamente en la hospitalidad y en lo que eso significa. Significa realmente apertura y estar abierto a la posibilidad del cambio y la transformación”.

Los Santos Apóstoles colabora estrechamente con su congregación asociada de la localidad, la iglesia episcopal de San Juan Evangelista [St. John the Evangelist Episcopal]. Ambas iglesias han trabajado juntas por casi una década y comparten grupos de jóvenes para la confirmación. Hay también un mercado campesino los domingos en su espacio de estacionamiento que incluye la venta de alimentos y artesanías hmongs.

Ellas han colaborado en varias otras formas de ministerio tanto en el ámbito local como internacional.

Para San Juan, su labor con los Santos Apóstoles, así como las noticias y acontecimientos actuales, la ha inducido a entrar en un proceso para coauspiciar a una familia refugiada que llega al país en los próximos meses.

La discusión más profunda acerca de la posibilidad de coauspiciar a una familia refugiada se produjo el año pasado mientras los ojos, los oídos y los corazones del mundo se volvían hacia Siria, dijo el Rdo. Jered Weber-Johnson. “Muchísimas personas preguntaban lo que la iglesia iba a hacer ya que en ese tiempo estábamos predicando sobre el tema”.

“En la medida en que esta interrogante aumentaba, el clero de San Juan se la devolvió a la congregación. ‘Miremos y oremos juntos respecto a lo que podemos hacer’”, agregó Weber-Johnson.

Se formó un grupo en el transcurso de seis meses en el que feligreses seriamente interesados en hacer algo se reunían para orar y discernir: ¿qué otra cosa podían hacer además de ser socialmente conscientes, de votar y de concentrarse en la manera en que vivían? San Juan también tiene un grupo de estudio bíblico para sus discusiones al respecto. Juntos, formaron un grupo de discernimiento ad hoc.

“Alguien nuevo para la parroquia que había tenido una participación muy activa en el ministerio de los refugiados en otras parroquias estaba dispuesto a conservar este espacio y a escuchar, y a compartir cualesquier recursos que él tuviera”, dijo Weber-Johnson. “Fue muy constante en no dejar que el tema decayera”.

Ese miembro de la parroquia era David Borton, quien se puso en contacto con el Consejo de Iglesias de Minnesota para encontrar lo que conllevaría el coauspicio.

El Servicio de Refugiados del Consejo de Iglesias de Minnesota es afiliada del Ministerio Episcopal de Migración. Además de trabajar con 30 agencias de reasentamiento en 26 diócesis, proporcionando asistencia directa a los recién llegados, el Ministerio Episcopal de Migración les ofrece a las congregaciones medios de participar en el reasentamiento de refugiados en sus comunidades, también alienta a los episcopales a unirse a la Red Episcopal de Política Pública y aboga por políticas que protejan los derechos de los refugiados y a los solicitantes de asilo.

Mediante la colaboración del grupo, se llegó a una propuesta, se calcularon los costos y se decidió que sería una buena opción para la iglesia.

“Creamos un grupo multigeneracional para ayudar a que todos entendiéramos lo que realmente significa nuestro llamado a “acoger al extranjero”, afirmó.

El grupo —que ahora incluye un maestro de inglés como segundo idioma, un asistente de servicio a refugiados y los que son eficientes con oraciones y asuntos de dinero— se reunieron y seguirán reuniéndose los domingos para ultimar las necesidades prácticas de la familia que ahora llaman “los recién llegados de San Juan”.

Tienen una idea general de cuándo puede llegar la familia —en julio—, pero no se ha fijado un día concreto. “Es como si fuéramos a tener un bebé”, bromeó uno de los miembros del grupo de discernimiento de San Juan.

Tampoco saben de qué país provendrá la familia, pero Ben Walen, director del Servicio de Refugiados del Consejo de Iglesias de Minnesota, dijo que los grupos que vienen a Minnesota son, en su mayoría, de Somalia y del estado Karen en Myanmar. Puntualizó que las cifras fluctúan, pero el servicio suele reasentar unas 450 personas al año, aunque el año pasado [la cifra] sólo llegó a 400. El Servicio de Refugiados les pide a las iglesias un compromiso de cuatro meses para ayudar con necesidades tales como muebles, transporte, comida, etc.

“Esto con frecuencia conlleva amistarse con la familia, llevarla a eventos locales o mostrarle la comunidad. Es ir más allá de un mero control de caso, para que esas familias refugiadas perciban una conexión que va más allá, la cual en verdad sólo las iglesias pueden brindar a largo plazo. Acelerar el ingreso de esa familia en la vida norteamericana resulta de gran valor. También, para la iglesia misma, ayuda a las personas a aprender de su comunidad y de los refugiados, de manera que no se sientan como ‘el otro’”.

El coauspicio es uno de los muchos modelos que siguen las iglesias y los individuos que pueden participar en la acogida a refugiados, dijo Duvall, que dirige las relaciones y actividades eclesiásticas del Ministerio Episcopal de Migración.

“La belleza del modelo es que realmente te presenta a tus nuevos vecinos. No siempre resulta fácil, pero Jesús no nos llama a la facilidad y la comodidad. Nos llama al hermoso —y a veces doloroso— caos de la vida”, afirmó ella.

“El coauspicio introduce las familias recién llegadas a sus primeros amigos norteamericanos, lo cual les proporciona alguna sensación de tranquilidad y de confort, al saber que no están solos, que no están aislados ni alienados de su nueva comunidad. Si bien el coauspicio sólo dura unos pocos meses del tiempo de una familia en Estados Unidos, concluye con una maravillosa celebración, las amistades que se forman pueden durar una vida. En este tiempo, cuando hay tanta desinformación, ansiedad y temor en nuestro país de las personas que no conocemos o no entendemos, nuestro llamado a acoger al forastero y a llegar a conocer a nuestros prójimos nunca ha sido más importante”.

Para Weber-Johnson, participar en el trabajo con los refugiados es una parte vital de la iglesia local y de San Juan [en particular].

“No es porque creamos que somos la solución al problema, porque hay ministerios y agencias gubernamentales más preparadas que están realizando la tarea de resolver problemas”, afirmó. “Nos dedicamos directamente al discipulado personal, vinculando nuestras vidas con los marginales… aprendiendo de sus historias, palpando un poquito su dolor, creyendo que compartimos una [misma] humanidad y una misma flaqueza, y eso es importante en el discipulado y la formación cristianos”.

– Ashley Wright es una escritora independiente radicada en Minneapolis. Estudió teología en la Escuela de Teología Iliff en Denver, Colorado. Traducción de Vicente Echerri.


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