Ser pueblo de Dios juntos en una mutua relación

Por Lynette Wilson
Posted May 29, 2016
Misioneros de larga duración y misioneros del Cuerpo de Servicio de Jóvenes Adultos posan con el obispo primado Michael Curry luego de una reunión celebrada durante la 21ª. Conferencia anual de la Red Global de la Misión Episcopal que tuvo lugar en Ponce, Puerto Rico, del 18 al 20 de mayo. Foto de Lynette Wilson/ENS

Misioneros de larga duración y misioneros del Cuerpo de Servicio de Jóvenes Adultos posan con el obispo primado Michael Curry luego de una reunión celebrada durante la 21ª. Conferencia anual de la Red Global de la Misión Episcopal que tuvo lugar en Ponce, Puerto Rico, del 18 al 20 de mayo. Foto de Lynette Wilson/ENS

[Episcopal News Service] “Si has venido a ayudarme, estás perdiendo el tiempo. Pero si has venido porque tu liberación está vinculada a la mía, entonces trabajemos juntos”.

A Lilla Watson, anciana, activista y educadora aborigen de Australia, se le atribuyen estas palabras, dichas por ella y otros a principios de los años 70 del pasado siglo en un momento cuando los blancos australianos comenzaban a cobrar conciencia de los efectos del racismo y del colonialismo en la población indígena del país. Estas palabras no se proponían tan sólo retar a las personas que trabajaban a favor de la justicia social, sino que reflejaban la frustración que sentían los aborígenes hacia los empeños de los blancos que, en sus ofertas de ayuda,  perpetuaban aún más las percepciones y actitudes coloniales.

Las palabras, que se usaron para suscitar el debate en una sesión de pequeños grupos durante la 21ª. conferencia de la Red Global de la Misión Episcopal que tuvo lugar en Puerto Rico, estaban en sintonía con Rachel McDaniel, misionera del Cuerpo de Servicio de Jóvenes Adultos (YASC, por su sigla en inglés) que está en su segundo año de servicio en Brasil.

Ser misionera, expresó ella, consiste en “experimentar juntos el amor de Dios en Cristo”.

La Red Global de la Misión Episcopal, o GEMN (por su sigla en inglés) reúne anualmente a misioneros de corta y larga duración para capacitarlos y prepararlos en su labor. El viejo estilo de ser misionero, y de viajes misioneros centrados en proyectos y de hacer cosas por otras personas, está siendo reemplazado cada vez más por un modelo centrado en el respeto y el acompañamiento mutuos, y en el desarrollo de una comprensión recíproca más profunda del contexto del otro.

“Aún tenemos una tendencia en la Iglesia Episcopal, como muchos han dicho antes, de querer intentar arreglar las cosas de los demás y vemos eso como algo que es importante para nosotros, pero si bien podemos trabajar junto a nuestros asociados en ayudarles a fortalecer sus comunidades, estar presentes, pienso yo, es aún más importante”, dijo el Rdo. David Copley, funcionario de la Iglesia Episcopal para el personal de la misión y asociaciones globales.

La oficina de Copley le brinda apoyo a 51 misioneros adultos y jóvenes adultos en 20 países de la Comunión Anglicana.

Desde su consagración en noviembre de 2015, el obispo primado Michael Curry ha compartido su visión del Movimiento de Jesús y sus dos componentes —evangelización y reconciliación— y lo que significa para los episcopales y para la Iglesia Episcopal ser parte de ese movimiento. En su alocución a las más de 120 personas que asistieron a la conferencia de la GEMN, él habló acerca de la misión como un modo de encarnar a Jesús en el mundo.

“El obispo Curry habló mucho de la evangelización y yo creo que una de las cosas que nuestros misioneros están aprendiendo y compartiendo es, en gran medida, lo que llamamos una ‘teología encarnacional de la misión’, que siente que Cristo está presente en medio de todas las personas”, dijo Copley. “Decididamente, no vamos a llevar a Jesús y a compartir la Buena Nueva porque eso ya está allí. Pero lo que hacemos es, si entramos en una relación significativa, es que vemos al Cristo que está en el otro y ellos ven al Cristo que está en nosotros.

“Yo creo que hay también una evangelización mutua que tiene lugar cuando entablamos una relación significativa. Y eso insisto es algo que el obispo Curry abordó en su plática de apertura cuando se refirió que si vives en el Movimiento de Jesús, entonces eso brota a través de tu propio ser”.

Veinte misioneros, adultos y jóvenes adultos, asistieron a la conferencia de la GEMN, donde tuvieron la oportunidad de compartir su experiencia con el Obispo Primado y hablar acerca de la misión y de la Iglesia Episcopal. También compartieron sus experiencias con otros en un panel donde respondieron a preguntas como ésta: “¿Cómo disciernes tu llamado a una misión de larga duración?”

Para Mónica Vega, una misionera de larga duración que prestó servicios en Sudáfrica durante 14 años y que ahora sirve en Brasil, el ejemplo de un hombre la condujo a su vida misionera. Cuando Vega tenía poco más de veinte años y vivía en Buenos Aires, Argentina, atravesaba la ciudad en autobús los fines de semana para hacer trabajo voluntario en una chabola en la que un hombre, al que llamaban simplemente “el hermano Domingo”, arreglaba zapatos.

“Era un tipo diminuto con un marcado acento francés que trabajaba arreglando zapatos… y este hombre era un misionero y estaba viviendo allí entre la gente y su único trabajo era arreglar zapatos y él era el centro de esa chabola”, dijo Vega durante el taller. “Él no hacía nada en el sentido de predicar, de vez en cuando hacía una escuela dominical o una oración, pero decía que en verdad ese no era su trabajo, y un día me dije, yo quiero hacer eso”.

Para Alan Yarborough, que sirvió durante dos años como misionero del YASC en Haití y quien luego se quedó a trabajar en el Centro Agrícola de San Bernabé [St. Barnabas Center for Agriculture] en el norte del país, supo al graduarse de la Universidad de Clemson en Carolina del Sur que él quería experimentar el vivir y trabajar en el exterior. En un inicio, consideró solicitar ingreso en el Cuerpo de Paz, pero después de conocer el programa del YASC, decidió que quería una experiencia en la cual tuviera en relación con otros en la Iglesia Episcopal, no sólo la de un norteamericano en el extranjero, explicó.

En su segundo año de servicio en Haití, Yarborough encontró tiempo en su calendario para regresar a Carolina del Sur, creando conexiones más robustas entre parroquias de la Diócesis de Alta Carolina del Sur y de Haití.

“Esa es la auténtica misión,  reavívenla”, dijo Heidi Schmidt, en respuesta a lo que Yarborough compartió durante el panel.

Schmidt prestó servicios junto con Vega en Sudáfrica donde ayudaron a crear Isibindi, un programa comunitario que entrena a miembros desempleados de la comunidad a proporcionar servicios de cuidado a niños y adolescentes que le permite a los niños huérfanos recibir atención en sus propias comunidades por hermanos mayores u otros miembros de la familia.

Schmidt y Vega trabajaron con personas de la localidad, adiestrándolas para que dirigieran el programa que finalmente se los entregaron. Trabajaron en San Pablo junto con vendedoras en las calles, brindándoles respaldo, muchas de las cuales eran obreras migrantes y vulnerables a la violencia de género.

“Heidi y Mónica pasaron varios años trabajando en Sudáfrica con un programa fenomenal… este modelo fue adoptado en otras partes de Sudáfrica y se mantiene en la actualidad, aunque ya ellas no están allí, porque ayudaron a capacitar a la comunidad para continuar ese ministerio”, dijo Copley. “Se mudaron a Brasil y sólo permanecerán allí mientas sientan que tienen algo que contribuir”.

En palabras de Vega: “Llegas donde nadie te necesita y te vas cuando la gente cree que te necesita”.

Los misioneros no están llevando a Dios a las comunidades. Dios ya está allí y ellos no van allí a resolver problemas, construir infraestructuras o enseñar en escuelas; están allí para estar presentes y aprender acerca de las vidas de otras personas en comunidad con ellos.

“La realidad es que en la mayoría de los lugares del mundo hay maestros y enfermeras que son capaces de hacer la labor que los misioneros solían hacer hace 50 o 100 años”, dijo Copley. “Queremos cerciorarnos de que hemos pasado de un modelo colonial y ahora queremos cerciorarnos de que pasamos de un modelo paternalista a un modelo donde hay un mutuo aprendizaje”.

El nuevo modelo, dijo él, se aplica tanto a los viajes de misión de corto alcance y del YASC como del misionero adulto de larga duración; es algo que las personas interesadas en viajes misioneros de corta duración pueden aprender de los misioneros adultos y jóvenes adultos.

“Creo a veces que podemos concentrarnos mucho en la tarea misma y muy poco en llegar a conocernos y entendernos mutuamente”, dijo Copley. “Creo que en nuestra cultura sentimos no que sea una pérdida de tiempo, pero creo que sentimos como si necesitáramos tener lo que vemos en nuestra cultura como una experiencia significativa y contribuir de alguna manera física con un asociado para hacer que el viaje valga la pena. Tenemos que hacer algo físico, de otro modo no podemos justificar esto. Creo que es permitiéndonos la comprensión que podemos justificar una profundización, una relación de algún modo más significativa de participar en la misión”.

— Lynette Wilson es redactora y reportera de Episcopal News Service. Traducción de Vicente Echerri