El ministerio de reasentamiento de Atlanta: una fiesta en Navidad y una amistad durante todo el año

Por Pat McCaughan
Posted Dec 22, 2015

Este artículo es parte de una serie en desarrollo que explora la respuesta de parte de la Iglesia Episcopal y de sus asociados ecuménicos a la crisis global de los refugiados. Otros artículos de la serie se pueden encontrarse aquí.

[Episcopal News Service] Puede ser la primera fiesta de Navidad para cerca de 40 niños de familias refugiadas —y Steve Heckler, voluntario de la iglesia de Todos los Santos [All Saints Church] está desbordante de entusiasmo, ansioso de presentarle a un niño congolés de 6 años una equipo para armar autos de juguete.

“Él quería autos de juguete y encontré este ingenioso juego que tiene todas las piezas y puedes armar varios autos diferentes enseguida e intercambiarlos” y Heckler dijo que él andará cerca de lo largo del año para ayudar a ensamblarlos si hace falta.

La fiesta del 19 de diciembre es un evento anual organizado por el ministerio de reasentamiento de refugiados de la iglesia de Todos los Santos, asociada con New American Pathways, la filial del Ministerio Episcopal de Migración en Atlanta.

“Recaudamos varios miles de dólares en tarjetas de alimentos y tarjetas de Wal-Mart, y hacemos unos 500 regalos para las tres diferentes organizaciones”, dijo Louisa Merchant, directora del ministerio de reasentamiento de refugiados en Todos los Santos.

Leapin’ Lizards y relaciones transformadoras
Heckler dijo recientemente a Episcopal Church Service que él probablemente derive tanto placer de participar en la fiesta de Navidad de Todos los Santos como los niños mismos.

“Es realmente maravilloso, vamos a llevarles a Leapin’ Lizards – uno de esos lugares de recreaciones infantiles. Fijamos un límite de $40 por niño y usualmente sabemos lo que el niño va a pedir. Los voluntarios de la iglesia consiguen el regalo lo envuelven e incluyen una nota personal”.

Los regalos no se entregan hasta el final de la fiesta. Primero, hay pizza y diversión. Es un acontecimiento al que él lleva a sus propias hijas, de 8 y 10 años, que también se han amistado con la familia a la que ayuda como voluntario.

“Me he relacionado más con una madre afgana y sus hijas. La madre vino sabiendo bastante inglés debido al trabajo que ella realizaba en Afganistán.

“Ella voló de Kabul, pernoctó en Dubái, luego siguió a Nueva York donde durmió y finalmente vino a Atlanta, donde fue recibida [con sus hijas] por voluntarios que las llevaron a un apartamento que les habíamos amueblado agradablemente”, recordaba él.

“Ella decía que estaba tan asustada y tan preocupada hasta que entró y vio lo bonito que era el apartamento que le habíamos preparado. Dijo que entonces supo que las personas se habían ocupado en verdad de ellas y que eso marcaba la diferencia”.

Más de dos décadas de exitosos reasentamientos.
Por más de veinte años, el ministerio de reasentamiento de refugiados de la Iglesia ha ayudado a copatrocinar familias provenientes de Bosnia, Vietnam, Sudán, Somalia, la República Democrática del Congo, Ruanda, Afganistán, Birmania y Bután, según la directora Louisa Merchant.

El Dr. Heval Mohamed Kelli, de 32 años, recuerda lo que la tutoría y otros ministerios de Todos los Santos significó para él y su familia después de su llegada a Estados Unidos, vía Alemania, dos semanas después del 11 de septiembre de 2001.

“Somos refugiados sirios, somos curdos. Mi papá tuvo que dejar el país en 1996 debido a la opresión política”, le dijo él a ENS. “Inicialmente fuimos a Alemania, pero nunca nos dieron la residencia permanente, de manera que no podía asistir a la universidad allí”.

Él tenía 17 años, la familia se reasentó en Atlanta, y “en el transcurso de la primera semana, miembros de Todos los Santos se aparecieron para darnos la bienvenida”.

En Todos los Santos un voluntario fue su instructor de inglés durante un año entero. Otro, un hombre de 80 años, le enseñó como solicitar su ingreso en la universidad., Su padre se enfermó a poco de ellos llegar; su madre no podía encontrar trabajo y su hermano era demasiado joven para trabajar, de manera que Kelli consiguió un empleo lavando platos.

Después que él y su hermano compartieron sus problemas, miembros anónimos de la iglesia pagaron el alquiler de la familia durante seis meses, les ayudaron a conseguir un auto y les pagaron a los hermanos para podar sus céspedes y cuidar a sus niños.

Ahora, Kelli, que se hizo ciudadano en 2006, se está preparando para ser cardiólogo y su hermano se prepara para ser cirujano. Kelli trabaja de voluntario en un clínica gratuita a pocas cuadras de la primera vivienda de su familia, y recientemente le otorgaron una beca de cardiología de cuatro años en la Universidad de Emory, y apareció en un artículo de la Associated Press que se publicó en el New York Times y en otros medios.

“Todo eso es posible debido a la iniciativa de Todos los Santos de ayudarnos a integrarnos en la sociedad norteamericana. Y todo ello fue muy aleccionador, porque no somos cristianos. Somos musulmanes”, dijo.

“Todos los Santos es un ejemplo ilustrativo de invertir en el futuro de las personas. Creyeron en mi familia y nos ayudaron como seres humanos, independientemente del trasfondo religioso. Hicieron una inversión decisiva en mi familia y nos hicieron sentir como parte de este país desde el primer día. Eso es lo más importante para todo refugiado e inmigrante”.

Vivir el Evangelio: ayudar a los refugiados ‘un buen punto de partida’
El 20 de diciembre, la congregación conocerá a la familia más reciente —una pareja con tres hijos varones, de 9 y 2 años y 9 meses— que llegó de Birmania a mediados de octubre.

La congregación ayuda a amueblar y a aprovisionar un apartamento de comida, lleva a las familias al médico y a otras citas, les ayuda a aprender inglés y les proporciona otra asistencia durante el período de ajuste de los primeros tres meses, pero “tendemos a mantener nuestra relación con las familias” más allá de eso, dijo Merchant, quien agrega que participar en este ministerio “es vivir los principios fundamentales del Evangelio, vivir conforme a la dirección de Cristo.

“Todos los pobres sufren discriminación, y todos los pobres enfrentan opresión estructural de una variedad de maneras y experimentan aislamiento de muchas formas, pero la comunidad refugiada tiene la diferencia añadida de las barreras idiomáticas y culturales, además del trauma debido a ser supervivientes de una guerra”, afirmó Merchant.

“Cualquiera que tenga que tratar con sistemas burocráticos sufre opresión. Cuando a eso le añades la abrupta enormidad de los obstáculos de la comunicación y la comprensión, más el hecho de que tú y tus hijos han perdido todo lo que tenían y todas tus conexiones con familia y amigos, debido a guerras de las cuales con frecuencia tenemos alguna responsabilidad en Estados Unidos… si eres una Iglesia que cree en combatir y luchar hasta el fin las causas de la guerra, luego el trabajar con refugiados es un buen punto de partida”.

Heckler dijo que su participación como tutor transformó su vida de estar centrada “en el logro personal y en ganar dinero… en subir, subir y nunca sentir que era suficiente—al sentimiento de ahora de que mi vida está llena hasta desbordarse”.

Presenciar el cambio provoca la transformación personal
“Eres responsable de hacer cosas para ayudar y ver el impacto que eso tiene. Alguien obtuvo exitosamente una licencia de conducir. Una muchacha que vino a EE.UU. con un nivel de matemática de segundo grado, aprueba dos grados por encima de donde se encontraba.

“Había sido víctima de abusos … le decían que era estúpida y la hacían sentarse en un rincón. Era miembro de una minoría étnica y la menospreciaban por eso, pero cuando ella se dio cuenta de que podía hacerlo, que podía vencer las matemáticas… ver eso significó mucho más para mí que cualquier cosa que jamás hubiera comprado”.

Antes de su experiencia de voluntario, Heckler dijo que le preocupaban cosas como “una abolladura en el auto, una factura inesperada, una mancha en una prenda de ropa”.

Pero ahora, “esas cosas se han desvanecido. Lo que también te das cuenta es de que has sido afortunado de vivir una vida donde sientes que has visto el amor de Dios operando en tu vida. Te das cuenta que lo que más Dios quiere que todos nosotros hagamos es compartir ese amor con otras personas”.

La Navidad es una tiempo especialmente significativo para considerar participar, añadió. “Según meditamos en nuevos comienzos y en la llegada de Jesús y el supremo sacrificio de Jesús por nosotros, parece muy pequeño mostrar nuestra gratitud sacrificando algo de nuestro tiempo por ayudar a otros”.

El Rev. Geoffrey Hoare, rector de Todos los Santos, dijo que si bien la fiesta de Navidad compromete a la parroquia y ofrece oportunidades “de dar de una manera que es específica y significativa… el objetivo del ministerio es realmente la conexión y la amistad, basadas en lo que los refugiados necesitan más que cualquier otra cosa. Buscamos ofrecer —además de las cosas regulares del reasentamiento— amistad”.

Esperamos que la fiesta ayudará a crear conciencia de la difícil situación de los refugiados. “Ser extranjero en una tierra extraña tiene una gran resonancia para mí y para las personas aquí y estoy seguro que uno puede relacionar eso con la sagrada familia en la huida a Egipto”, dijo.

La Rda. Pat McCaughan es una corresponsal de Episcopal News Service que reside en Los Ángeles. Traducción de Vicente Echerri.