Delegados episcopales a la COP21animados por la disposición a enfrentar el cambio climático

Los negociadores llegan a un acuerdo histórico para limitar el calentamiento global

Por Lynette Wilson
Posted Dec 16, 2015
La Iglesia Episcopal auspició un culto espontáneo diario al mediodía durante la Conferencia de Partes que sesionó del 30 de noviembre al 11 de diciembre en Le Bourget, un suburbio de París. Foto de Lynette Wilson/ENS.

La Iglesia Episcopal auspició un culto espontáneo diario al mediodía durante la Conferencia de Partes que sesionó del 30 de noviembre al 11 de diciembre en Le Bourget, un suburbio de París. Foto de Lynette Wilson/ENS.

[Episcopal News Service – Le Bourget, France] La reunión de negociadores en la 21ª. Conferencia de Partes, o COP21, que se celebra anualmente, llegó a un acuerdo histórico destinado a reducir las emisiones de carbón y a mantener el calentamiento global por debajo de 2 grados Celsius (3,6 grados Fahrenheit), una iniciativa que representa un cambio potencial en la manera en que los países le harán frente a sus necesidades energéticas.

Es el primer tratado internacional vinculante en los 20 años que llevan las Naciones Unidas auspiciando conversaciones sobre el clima, y las 196 partes presentes el 12 de diciembre a las 7:30 PM, hora local, lo ratificaron sin ninguna excepción. El acuerdo ahora es devuelto a cada país para su ratificación final.

El acuerdo de París pide a los países del mundo que limiten las emisiones de carbón —lo cual exigirá un decremento en la dependencia de combustibles fósiles a favor de fuentes de energía renovable— y a los países desarrollados, los responsables de la mayoría de las emisiones tanto históricamente como en la actualidad, comprometerse para 2020 con una ayuda anual de $100.000 millones en ayuda a los países en desarrollo. También se incluyó en el acuerdo el objetivo de reducir a cero las emisiones de carbón para mediados de siglo.

El acuerdo de 31 páginas fue el resultado de dos semanas de negociaciones que tuvieron lugar en un municipio suburbano de las afueras de París, donde se reunieron a más de 40.000 personas, entre jefes de Estado, delegados, líderes empresariales, activistas y representantes de organizaciones no gubernamentales y de la sociedad civil, entre ellas una delegación que representaba al obispo primado Michael B. Curry y a la Sociedad Misionera Nacional y Extranjera (DFMS, por su sigla en inglés).

“Podemos alegrarnos juntos de que, el pasado sábado, los líderes de 195 países pudieran llegar a un firme y sólido acuerdo sobre el cambio climático en París”, dijo Lynnaia Main, encargada de relaciones globales de la DFMS y su enlace con las Naciones Unidas.

“Este es un paso histórico, con muchos más pasos por venir. Será importante que alentemos a nuestro gobierno a ratificar, respetar y poner en vigor este acuerdo. Cada uno de nosotros podemos desempeñar nuestro papel, individualmente y a través de la Iglesia, al adaptar nuestros propios estilos de vida de manera adecuada y prosiguiendo en la consecución de este fin con nuestras instituciones locales y nuestros gobiernos. Gracias a Dios, que nuestras oraciones por el acuerdo encontraron respuesta. Seguiremos orando por la restauración de nuestro medio ambiente y, muy especialmente, por los más pobres y los más vulnerables que siguen estando profundamente afectados”.

Miembros de la delegación episcopal en representación del obispo primado Michael B. Curry y la DFMS compartieron ideas el 9 de diciembre sobre la manera de llevar de regreso [a sus lugares de origen] lo que habían aprendido en la 21ª. Conferencia Anual de Partes (COP21). Foto de Lynette Wilson/ENS.

Miembros de la delegación episcopal en representación del obispo primado Michael B. Curry y la DFMS compartieron ideas el 9 de diciembre sobre la manera de llevar de regreso [a sus lugares de origen] lo que habían aprendido en la 21ª. Conferencia Anual de Partes (COP21). Foto de Lynette Wilson/ENS.

Según los investigadores continuaban analizando lo que llegaría a convertirse en el acuerdo final, la delegación episcopal seguía discutiendo cómo comunicar de manera más eficaz las políticas de la Iglesia Episcopal sobre el cambio climático y el medio ambiente en sus propios contextos, así como en las esferas nacional e internacional.

En el contexto de las Naciones Unidas significa seguir estando presente y compartir las posiciones de la Iglesia Episcopal sobre el cambio climático y el medio ambiente en su sede central en la ciudad de Nueva York, donde el acuerdo ha de firmarse en abril de 2016.

“Sacaré a relucir el tema del cambio climático y nuestras posiciones al respecto cuando me reúna con representantes de una misión permanente o con funcionarios de la ONU o con colegas de las ONG para compartir lo que hicimos en la COP21”, dijo Main. “Esperamos que la próxima vez que tengamos una COP, deberíamos de ser una organización observadora y tendríamos que ser capaces de enviar delegados acreditados a la zona azul”.

La 22ª. COP anual tendrá lugar en Marrakech, Marruecos, del 7 al 18 de noviembre de 2016. Los objetivos de reducción de emisiones por país serán reevaluados en 2020; el objetivo último es eliminar la emisiones de dióxido de carbono de los combustibles fósiles en la segunda mitad del siglo actual.

El culto espontáneo tenía lugar debajo de un “árbol de mensajes” donde las personas dejaban mensajes ambientalistas. El culto incluía oración, meditación, reflexión y cánticos, fundamentalmente de Taizé. Foto de Lynette Wilson/ENS.

El culto espontáneo tenía lugar debajo de un “árbol de mensajes” donde las personas dejaban mensajes ambientalistas. El culto incluía oración, meditación, reflexión y cánticos, fundamentalmente de Taizé. Foto de Lynette Wilson/ENS.

Las conversaciones oficiales tuvieron lugar en lo que se llamó la “zona azul”. Entre tanto, el área de las Generaciones del Clima, o “zona verde” era el lugar más próximo donde se presentaron paneles y talleres y donde se reunían los activistas y otras personas interesadas en influir en la normativa. Fue allí que la Iglesia Episcopal auspició un oficio de culto espontáneo interreligioso diario centrado en cuatro valores espirituales: reverencia, compasión, perdón y reconciliación.

Desde la segunda hasta la última de las jornadas oficiales de la conferencia, el culto se centró en la reconciliación. El obispo Marc Andrus, de California, le preguntó a los presentes cómo ayudaría la reconciliación a alcanzar el objetivo No. 13: “Emprender una acción urgente para combatir el cambio climático y sus efectos”.

“Es difícil imaginar que podamos alcanzar estas metas gigantescas a partir de un estado sin conciliación cuando existe división entre las personas”, dijo Andrus luego del culto, añadiendo que la COP21 misma fue una muestra de reconciliación, con decenas de miles de personas que representaban diversos objetivos. “Juntarse es tarea de todos”.

Andrus, que ha sido ambientalista durante mucho tiempo, llegó a la COP21 antes que el resto de la delegación, y pasó cerca de dos semanas en la zona verde y asistiendo a eventos ecuménicos, interreligiosos y de otra índole fuera de los predios de la conferencia, incluida una cena en la residencia del embajador de EE.UU. en Francia.

“Encontré ansia de un compromiso de fe más profundo —la gente dice, ‘nos sentimos tan contentos de que estés aquí’—, es importante que las personas religiosas participen”, dijo Andrus cuando le preguntaron cuál había sido la reacción de la gente a su presencia.

La Rda. Sally Bingham, fundadora de Interfaith Power & Light [Fuerza y Luz Interreligiosas], tenía categoría de observadora y asistió a las conversaciones de la zona azul.

La reconciliación, dijo ella luego del oficio espontáneo del 10 de diciembre, también puede significar vivir conforme al llamado a amar a Dios y al prójimo.

“Dios nos llama a amar a Dios y amar a nuestros prójimos, y si amamos a nuestros prójimos, no vamos a contaminarle la atmósfera ni vamos a contaminarle el agua”, dijo Bingham. “La única manera en que podemos realmente digerir eso es siendo conscientes que todo lo que hacemos —ya sea el café que tomas, el agua que bebes, la ropa que te pones, la energía que usas, el auto que conduces— cada cosa en particular afecta a algún otro en el mundo”.

La manera en que las acciones de otros, especialmente los que viven en el mundo desarrollado que consumen más que los que viven en el mundo en vías de desarrollo, impactan a pueblos indígenas fue un tema constante, tanto en las negociaciones oficiales como en los paneles, presentaciones y performances que tuvieron lugar en la zona verde.

Princess Daazhraii Johnson, segunda de derecha a izquierda, activista del clima y ex directora ejecutiva del Comité Permanente de gwich’in, toma parte en un panel, el 11 de diciembre, sobre la protección del Ártico y la resistencia a la destrucción ambiental en territorios indígenas. Foto de Lynette Wilson/ENS.

Princess Daazhraii Johnson, segunda de derecha a izquierda, activista del clima y ex directora ejecutiva del Comité Permanente de gwich’in, toma parte en un panel, el 11 de diciembre, sobre la protección del Ártico y la resistencia a la destrucción ambiental en territorios indígenas. Foto de Lynette Wilson/ENS.

Princess Daazhraii Johnson, activista del clima y ex directora ejecutiva del Comité Permanente de gwich’in, enfatizó la continua importancia de la acción directa durante un panel, sobre la destrucción del Ártico y la resistencia ambiental a la destrucción en territorios indígenas, que tuvo lugar el 11 de diciembre.

“Necesitamos normas, no podemos esperar por las normas”, dijo Johnson, miembro de la delegación del Obispo Primado, añadiendo que son necesarias las adaptaciones al cambio climático local. “Queremos en verdad un acuerdo sólido, pero debemos edificar nuestras propias comunidades”.

Los gwich’in, el 90 por ciento de los cuales son episcopales, viven en el Refugio Nacional de la Vida Salvaje del Ártico o en sus inmediaciones.

“La Iglesia siempre ha reconocido y seguirá velando que esa protección del refugio del Ártico sea un asunto de derechos humanos tanto como lo es el problema medioambiental”, dijo Johnson.

Seguir adelante, proteger los derechos humanos de la gente en el mundo en desarrollo abogando por la financiación que ayudará a los países pobres a responder a los efectos del cambio climático, y la protección del Refugio Nacional de la Vida Salvaje en el Ártico, será el continuo énfasis de la promoción social de la Iglesia Episcopal.

“Abogaremos por dos importantes iniciativas políticas: una es el Fondo Verde para el Clima, cerciorándonos de que es sólido y está bien financiado; y la segunda se refiere a nuestra antigua relación histórica con el pueblo gwich’in en Alaska y nuestro compromiso de proteger el refugio del Ártico”, dijo Jayce Hafner, analista de política nacional de la DFMS. “El refugio no está sólo a la vanguardia del impacto del cambio climático en EE.UU., sino que es también una región donde la tensión entre la extracción de combustible fósil y los derechos humanos se manifiesta tan a las claras que la Iglesia Episcopal es llamada a salir en defensa de la protección de la naturaleza con nuestros hermanos y hermanas”.

La delegación de la Iglesia Episcopal en representación del obispo primado Michael B. Curry y la Sociedad Misionera Nacional y Extranjera rinden informes al final de la jornada del 9 de diciembre en la 21ª. Conferencia de Partes (COP21). Foto de Lynette Wilson/ENS.

La delegación de la Iglesia Episcopal en representación del obispo primado Michael B. Curry y la Sociedad Misionera Nacional y Extranjera rinden informes al final de la jornada del 9 de diciembre en la 21ª. Conferencia de Partes (COP21). Foto de Lynette Wilson/ENS.

La labor de la Iglesia Episcopal sobre el cambio climático está orientada por la Quinta Marca de la Misión, “Luchar por salvaguardar la integridad de la creación y sostener y renovar la vida en la tierra” y se manifiesta a través de su apoyo a programas y ministerio y sus iniciativas de defensa social.

En julio, la Convención General aprobó una legislación para la creación de un equipo de trabajo sobre el cambio climático, el cual proporcionará materiales que las parroquias puedan usar para “hacer verdes” a sus iglesias e instruir a sus miembros sobre lo que pueden hacer para enfrentar el cambio climático en sus vidas diarias.

Hacer la transición de los combustibles fósiles a los renovables está ocurriendo ahora en el campus de la Escuela de Teología de la Iglesia del Pacífico, en Berkeley, California. En tanto los negociadores puntualizaban los detalles del acuerdo de París, instalaban paneles solares en el seminario, donde el Muy Rdo. Mark Richardson, miembro de la delegación, es el presidente y el decano.

No sólo los paneles solares llevan al seminario hacia la independencia energética, sino que el proyecto mismo es también un modo de enseñar y de facultar a los estudiantes, que participaron en el proceso de la toma de decisiones, a pensar en las formas de mitigar el cambio climático cuando se gradúen.

“Estamos transmitiendo destrezas que ellos pueden usar cuando vayan [a servir] a la comunidad”, dijo Richardson. “Tendremos un panel de instrumentos que les mostrará el agua que ahorran por día, y la energía que recogen por día y las emisiones de carbón que ahorran por día, de manera que tendrán pruebas tangibles y resultarán incentivados por los informes diarios sobre lo que tienen en el techo”.

Además de ser una fuente de energía limpia, los renovables se ven como una forma de salir de la pobreza hacia la sostenibilidad. Un estudio sobre la viabilidad de cambiarse a la energía renovable en el rincón sudoriental del refugio ártico donde viven 250 gwich’in reveló que la [energía] solar podía cubrir dos tercios de las necesidades energéticas de la aldea, dijo Faith Gemmill-Fredson, directora ejecutiva de Resistencia a la Destrucción Ambiental en Tierras Indígenas durante el foro sobre la protección del Ártico.

Es una estrategia que también se está explorando en Standing Rock, una reserva sioux de Dakota del Norte que, al igual que Alaska, tiene una economía que se basa en gran medida en el desarrollo de recursos naturales.

“Ahora mismo el auge petrolero ha disminuido y el estado está empezando a percibirlo, y en consecuencia creo que ahora podría ser el momento perfecto para cambiar el foco hacia la energía sostenible”, dijo el Rdo. Brandon, Mauai, diácono en la Diócesis de Dakota del Norte y miembro de la delegación del Obispo Primado, quien es de Standing Rock.

Las diócesis subsidiadas, Dakota del Norte y del Sur, Alaska y Navajolandia, están avanzando hacia el autosostén, con el objetivo final de dejar de percibir las subvenciones globales.

“Lo veo como una oportunidad para la Iglesia de convertirse en un conducto con las tribus locales y las diócesis subsidiadas para producir más energía sostenible y renovable”, afirmó Mauai, añadiendo que ello sería también una misión específica hacia un camino para salir de la pobreza y [alcanzar] la sostenibilidad para la diócesis.

“Esto ahora no parece posible, es casi inalcanzable, pero, de lograrlo, nos

saldríamos básicamente de la red de suministro [eléctrico], y al hacerlo en asociación, aportaríamos un poco, pero recibiríamos también alguna compensación, con el tiempo” afirmó.

El 12 de diciembre, 10.000 activistas del clima se reunieron cerca de la torre Eiffel para manifestar su protesta al acuerdo, el cual dijeron que no llegaba lo bastante lejos. Afirmaron que carece de urgencia, que no hace lo bastante por las naciones más pobres y que su éxito depende de eliminar la dependencia energética de los combustibles fósiles.

El consenso científico internacional ha sostenido durante mucho tiempo que el calentamiento global de 2 grados Celsius, o 3,6 Fahrenheit, por encima de los niveles preindustriales tendría graves consecuencias para los patrones climáticos de la tierra, incluido un aumento de los fenómenos meteorológicos extremos. Las personas que viven en pequeñas naciones isleñas en el Pacífico y en el Caribe, así como otras muchas, han argüido que la meta de 2 grados no es suficiente. El acuerdo de París va más lejos, moviendo el objetivo más cerca de los 1,5 grados Celsius por debajo de los niveles preindustriales.

Antes de llegar a Francia para las negociaciones, Estados UnidosEuropa y China, los mayores emisores de gases de efecto invernadero del mundo, se comprometieron a reducir las emisiones —Estados Unidos en un 26-28 por ciento por debajo de los niveles de 2005 para 2025.

Como señalaba un artículo publicado en The New York Times el 11 de diciembre, antes de que terminaran las conversaciones, los mercados determinarían el grado del acuerdo de París. Hace cinco años en Copenhague, los negociadores no pudieron llegar a un acuerdo para limitar los gases de efecto invernadero, pero desde entonces el valor de las fuentes de energía renovable ha aumentado y el costo de la infraestructura asociada con la energía renovable ha descendido.

“El impulso que ha cobrado hasta este punto es sin precedentes e increíble”, dijo el Rdo. Andrew Barnett, presidente de estudios medioambientales y de justicia alimentaria de la Diócesis de Los Ángeles, quien se incorporó a la delegación [episcopal] en la COP21.

“El Protocolo de Kioto, cuando contabas los países que se habían comprometido con él, sólo ascendían al 14 por ciento de las emisiones globales”, dijo, añadiendo que los compromisos hechos por los países antes de la COP21 responden al 95 por ciento de las emisiones globales.

Se necesitará voluntad política e inversiones privadas para que los países cumplan sus compromisos. En la actualidad, el petróleo y el gas representan el 80 por ciento de la energía mixta del mundo. El petróleo, el gas y el carbón tienen un valor de conjunto que se calcula en $5.000 billones, en comparación con las fuentes de energía renovable que tienen un valor de mercado que se calcula en $300.000 millones, según informó Bloomberg’s New Energy Finance.

“El costo de la energía solar ha descendido un 80 por ciento desde Copenhague, de manera que los países que han dicho que quieren incrementar el uso de renovables pueden hacerlo”, dijo Barnett, añadiendo que sólo lo harán si perciben que es políticamente viable. “Crear el espacio político para eso es realmente importante, y creo que, como gente de fe, tenemos un papel de veras esencial que desempeñar en ello porque fundamentalmente es algo más que meros dólares y centavos, más que mera política electoral”.

 – Lynette Wilson es redactora y reportera de Episcopal News Service. Traducción de Vicente Echerri.


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