VIDAS responde a necesidades en Puerto Rico

La isla enfrenta sequía y recrudecimiento de la crisis económica

Por Lynette Wilson
Posted Aug 21, 2015
Una maestra ayuda a un niño a hacer una impresión de su mano en verde fuera del aula. Foto de Lynette Wilson/ENS

Una maestra ayuda a un niño a hacer una impresión de su mano en verde fuera del aula. Foto de Lynette Wilson/ENS

[Episcopal News Service – San Juan, Puerto Rico] Insertada detrás de las oficinas administrativas de la Diócesis Episcopal de Puerto Rico en Trujillo Alto, un municipio de ingresos mixtos dentro del área metropolitana de San Juan, se encuentra el Centro San Justo, escuela y guardería infantil que atiende a 140 niños con edades entre los dos meses y los cinco años de edad.

El Centro San Justo funciona 50 semanas al año desde las 6:00 A.M. hasta las 5:30 P.M., con un programa flexible que le permite a los padres trabajadores, muchos de los cuales son madres solteras, optar por la atención infantil que más les convenga. San Justo es parte de VIDAS, Episcopal Social Services, Inc., el brazo de servicios sociales de la Diócesis de Puerto Rico, el cual busca responder a las necesidades de individuos y familias que ofrecen servicios integrados destinados a proporcionar una mejor calidad de vida.

La diócesis tiene un largo historial de servicios de salud y sociales en la isla, que sigue creciendo y expandiendo en lo que es un momento crítico en Puerto Rico.

En años recientes, Puerto Rico, un territorio de EE.UU. cuyos residentes son ciudadanos norteamericanos, ha experimentado cifras récord de migración debido a una arraigada recesión que se remonta a 2006 y a su complicada relación económica con Estados Unidos. En los últimos meses, la crisis de la deuda de 72.000 millones de Puerto Rico y su incapacidad de declararse en quiebra debido a su estatus territorial ha hecho repetidos titulares y ha suscitado comparaciones con Grecia. A principios de agosto, por primera vez en su historia, Puerto Rico incumplió sus obligaciones de pago a sus tenedores de bonos.

“Trescientas mil personas se han ido”, dijo el obispo Wilfrido Ramos Orench, que se convirtió en el obispo provisional de la diócesis en marzo de 2014.

El 8 de agosto, Ramos hizo pública una carta pastoral en que llamaba a las iglesias a unirse para abordar la crisis económica, a la que llamó la peor crisis económica y social desde la Gran Depresión de la década del 30 del siglo pasado. La carta hace un breve resumen de la historia económica de Puerto Rico a partir de la segunda guerra mundial y hasta que caduca el Código de Rentas Internas que le ofrecía exenciones en impuestos federales a las compañías norteamericanas sobre las ganancias obtenidas en Puerto Rico. El Congreso promulgó la exención en 1976 para estimular el desarrollo económico.

“En el momento actual, está más claro que nunca, que estamos atravesando una grave crisis estructural de nuestro modelo económico-político neo liberal,” escribió Ramos en la carta. “El país tiene una gran acumulación de deuda pública y no ha tenido la capacidad de recaudar los fondos necesarios para el pago de la misma.

“La respuesta de nuestros gobernantes ha sido reducir los servicios públicos, la imposición de impuestos regresivos, y utilizar los fondos de retiro de los empleados públicos. La capacidad crediticia del gobierno de Puerto Rico es prácticamente nula. Se auguran serias crisis en los servicios de salud, en los sistemas de retiro, y la perspectiva de un posible cierre del gobierno.”

Respecto a la carta y a la respuesta de las iglesias a la crisis, “aquí es donde debemos estar”, dijo él durante una entrevista con Episcopal News Service el 12 de agosto.

A eso se agrega, de manera más inmediata, una grave sequía que ha obligado a racionar el agua en el área metropolitana de San Juan, incluido Trujillo Alto. Muchos residentes tienen agua un día y luego pasan dos sin ella. El Centro San Justo, explicó la Rda. Ana R. Méndez, directora del mismo y quien también sirve como directora asociada de programa para VIDAS, está funcionando bajo un estado de emergencia y dependiendo de una cisterna.

El gobierno de Puerto Rico proporciona ayuda económica a la guardería infantil para contribuir con su empeño de ofrecer asistencia, educación y oportunidades transformadoras a niños y sus familias. En mayo San Justo recibió un certificado de excelencia de la Administración para el Cuidado y Desarrollo de los Niños en reconocimiento a su labor y su compromiso con niños y niñas.

Carla Rodríguez, trabaja de voluntaria en el Centro San Justo 20 horas a la semana. VIDAS depende de los voluntarios para ofrecer servicios. Foto de Lynette Wilson/ENS.

Carla Rodríguez, trabaja de voluntaria en el Centro San Justo 20 horas a la semana. VIDAS depende de los voluntarios para ofrecer servicios. Foto de Lynette Wilson/ENS.

La mayoría de los estudiantes de la escuela proviene de hogares rotos, donde las mujeres han sido víctimas de altos índices de violencia doméstica, donde uno de los padres, o ambos, pueden estar encarcelados, y en algunos casos las abuelas crían a sus nietos.

“Lo más hermoso es la transformación de los niños y las familias, transformación completa”, dijo Méndez en una entrevista con ENS en su oficina.

Fue Méndez, educadora por mucho tiempo y ordenada sacerdote episcopal hace siete años, quien vio una necesidad en Loiza, un pequeño pueblo empobrecido de la costa noreste de Puerto Rico, donde ella atiende la misión de Santiago y Felipe, para un programa que prepara a adolescentes embarazadas para la maternidad y la independencia económica, y para educar a otras adolescentes en la prevención del embarazo y de enfermedades de transmisión sexual. Ella fundó Canciones de Cuna en 2009.

Además de Canciones de Cuna y de San Justo, el mayor centro de atención infantil, VIDAS dirige otras tres guarderías infantiles, y el Hogar San Miguel, un albergue para menores que han huido de sus familias.

En septiembre, la diócesis empezará la construcción en Ponce —con la ayuda de una subvención de $250.000 de la fundación del cantante Marc Anthony— de una instalación que le permitirá extender sus servicios a adolescentes sin hogar.

– Lynette Wilson es redactora y reportera de Episcopal News Service. Traducción de Vicente Echerri


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