Carta pastoral del obispo a todo el pueblo de Dios sobre la crisis que vive nuestro pueblo puertorriqueño

Por Wilfrido Ramos Orench
Posted Aug 20, 2015

8 de agosto de 2015

CARTA PASTORAL DEL OBISPO A TODO EL PUEBLO DE DIOS SOBRE LA CRISIS QUE VIVE NUESTRO PUEBLO PUERTORRIQUEÑO

“Dios tiene siempre misericordia de quienes lo reverencian. Actuó con todo su poder: deshizo los planes de los orgullosos, derribó a los reyes de sus tronos y puso en alto a los humildes. Llenó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. (Lucas 1:50- 53)

Mis amados hermanas y hermanos en la fe,

¡Qué la paz y la gracia del Señor sea con todas y todos ustedes ahora y siempre!

Como su obispo y pastor, les invito a reflexionar en las citadas palabras del Magnificat, cántico de liberación de labios de María, madre del niño Dios, desde la perspectiva de los difíciles momentos históricos que nos toca vivir. Debemos evaluar los mismos con una mente profundamente crítica y bajo un serio espíritu de oración. Anticipo, podamos responder a los mismos con acciones responsables, firmes y decididas. Estas han de conllevar, entre otras cosas: el reafirmar nuestra FE y ESPERANZA en un Cristo Resucitado; el crear espacios de UNIDAD y SOLARIDAD para la acción transformadora; y el recuperar para nuestro amado Pueblo el lugar de dignidad histórica que le pertenece y corresponde. Sin lugar a dudas, la crisis nos afecta a todos y todas por igual pues, ese Pueblo somos todos nosotros.

Hay varios factores históricos que debemos tener en mente. Podemos decir que padecemos la crisis económica y social más aguda desde la década de La Gran Depresión (1930), en el siglo pasado.

Finalizada la Segunda Guerra Mundial en el año 1945, Puerto Rico ocupaba una posición de mucha importancia estratégica militar por el inicio de la llamada “Guerra Fría” entre Estados Unidos y la Unión Soviética (URSS). En ese contexto, en el año 1947 comienza a desarrollarse la estrategia de 1 crecimiento económico conocida como “Operación Manos a la Obra”, y en el 1952 se crea el Estado Libre Asociado. Si bien es cierto que el país tuvo un crecimiento económico significativo durante las décadas 1950 a 1960, también hay que reconocer que en dicho proceso se abandonó la agricultura y se aumentó la dependencia en los capitales estadounidenses, impidiendo el desarrollo de una economía autónoma, sólida y sostenible. Igualmente, en el proceso se vieron forzados a irse del país cientos de miles de puertorriqueños.

A mediados de la década de 1970 el modelo económico de Operación Manos a la Obra comenzaba a manifestar su agotamiento. A esto se añade el efecto de una crisis económica generalizada en la economía mundial, y en particular en Estados Unidos, la cual se agrava por el aumento dramático en los precios del petróleo, todo ello causando un impacto serio en el deterioro de las condiciones de vida de la población en Puerto Rico. En aquella coyuntura histórica, la crisis se agudiza con el incremento de los fondos federales a la Isla, el aumento del empleo público ante la incapacidad de la empresa privada para generarlos en cantidad adecuada, y el endeudamiento público ante la limitación de generar ingresos por parte de la economía.

En el año 1976 se aprueba la Sección 936 en el Congreso de los Estados Unidos, la cual le dará un nuevo impulso al crecimiento económico del país. En el 1996 el Congreso decide eliminar las 936, otorgando un período máximo de sobrevivencia a la misma por 10 años (hasta finales de 2005). Con el fin de las 936, se registra un descenso del empleo en general y en particular de la manufactura, y en marzo de 2006 comienza una caída de la economía (recesión económica) que ha continuado agravándose y profundizándose hasta el momento actual. Las proyecciones son que la caída de la economía va a continuar tanto en el presente como en los próximos años.

En el momento actual, está más claro que nunca, que estamos atravesando una grave crisis estructural de nuestro modelo económicopolítico neo liberal. Nuestra economía no crece, está estancada. El país tiene una gran acumulación de deuda pública y no ha tenido la capacidad de recaudar los fondos necesarios para el pago de la misma. La respuesta de nuestros gobernantes ha sido reducir los servicios públicos, la imposición de impuestos regresivos, y utilizar los fondos de retiro de los empleados públicos. La capacidad crediticia del gobierno de Puerto Rico es prácticamente nula. Se auguran serias crisis en los servicios de salud, en los sistemas de retiro, y la perspectiva de un posible cierre del gobierno.

Las respuestas de los diversos gobiernos de turno ante la crisis no han sido efectivas. Los trabajadores y todo el pueblo se han visto afectados; nuestra gente se ha empobrecido con el incremento desmedido de impuestos y privatización; ha aumentado la diferencia entre los que tienen y los que menos tienen. La crisis económica se ha profundizado. Cada semana, individuos y familias puertorriqueñas se ven forzados a emigrar para los EE. UU. y otros destinos en busca de mejores oportunidades de vida.

Considero que la Iglesia tiene la ineludible responsabilidad de denunciar la situación ante el pueblo que sufre y padece, y ser solidaria con un compromiso que va más allá de toda ideología y partidismo político. Todo esto de acuerdo con el ejemplo y las enseñanzas de los profetas y de Jesús de Nazaret, nuestro Señor y Maestro. Al mismo tiempo, la Iglesia inspirada y dirigida por el testimonio de Jesús y los profetas, tiene que hacerse presente ofreciendo un mensaje de esperanza y un testimonio de fe, e invitando a la acción redentora y transformadora.

Sectores religiosos fundamentalistas, al igual que algunos políticos conservadores, han unido esfuerzos para convencernos de que la Iglesia existe con el único propósito de “salvar almas para Cristo por medio de la predicación del Evangelio”. En cierta medida eso es correcto, pero no lo es todo. El Evangelio que Jesús y sus apóstoles predicaron y vivieron, no fue solamente uno etéreo. Fue y es muy históricamente contextualizado. Afirma una ética y una espiritualidad que propicia una vida digna y justa para todos los hijos e hijas de Dios. Todo aquel que se llame cristiano o cristiana ha de vivir en cumplimiento de esa ética y espiritualidad evangélica que afirma la Justicia y la Esperanza de Dios para todos los seres humanos. Nuestro Maestro, Señor y Salvador, ejemplifica la misma al leer en la sinagoga y frente a su pueblo el mensaje del profeta Isaías y concluir su lectura con una afirmación vertical: “Hoy mismo se ha cumplido esta escritura delante de ustedes” (San Lucas 4,16-22) Al igual que Jesús, hoy nuestra Iglesia reconoce su llamado y responsabilidad de, “Llevar las buenas nuevas a los pobres, poner en libertad a los cautivos y oprimidos, y anunciar el año favorable del Señor”.

La Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, tiene que ser vigilante y observadora, analizando constantemente el desarrollo histórico para advertir y evitar toda acción o decisión que viole la dignidad del ser humano. La Iglesia afirmará su Fe, una Fe informada y educada, y promoverá la adquisición de todo el conocimiento científico-social disponible para participar 3 evangélicamente en la vida de su pueblo. La religión iluminará la ciencia y la ciencia a la religión. La Iglesia tiene que estar atenta a todo el acontecer histórico económico y social para evitar que este sea detrimental a los hijos e hijas de Dios. La Iglesia es una institución humana orientada y guiada por el Espíritu Santo que le permite discernir la acción divina y su responsabilidad salvífica y transformadora en el contexto diario.

El desarrollo del modelo económico actual es sin lugar a dudas un pecado contra la humanidad. Unos pocos disfrutan los beneficios del desarrollo capitalista y una inmensa mayoría sufre los daños de sus efectos. La inmensa e impagable deuda que arrastra Puerto Rico está contenida en este modelo y definición. Nadie conoce a quienes la crearon pero, como solución a la misma solo se plantean reducciones a los beneficios sacrificialmente adquiridos históricamente por el pueblo trabajador; un pueblo oprimido. Los que plantean alguna responsabilidad la descargan sobre los fondos de retiro y jubilación de los maestros, policías, bomberos y otros grupos laborales. Consideramos urgente y necesario una amplia reforma estructural.

Hoy, en nuestra amada tierra puertorriqueña, vivimos la realidad de la punzante profecía de Amos: “¡Arruinaremos a los pobres hasta que ellos mismos se nos vendan como esclavos para pagar sus deudas, aunque solo deban un par de sandalias! ¡Venderemos hasta el desecho del trigo!” (Amós 8,4-7)

La Iglesia tiene el deber de trabajar y orar por la paz social y el bienestar económico de todos y todas. También tiene el deber de denunciar proféticamente los desmanes prevalentes, y fijar las responsabilidades que fueren posibles. Igualmente, tiene el deber de educar al pueblo para que pueda comprender y responder asertivamente al momento que nos toca vivir.

Afirmada en el ejemplo de Nuestro Señor Jesucristo nuestra Iglesia Episcopal Puertorriqueña asume su responsabilidad histórica e invita a todo el liderato eclesial del país a acompañar a nuestro Pueblo Puertorriqueño en las acciones conducentes a la recuperación de su dignidad y respeto. Con amor y firmeza, recordamos a nuestros gobernantes la lectura del Evangelio según San Mateo que nos grita: “Nadie puede servir a dos amos”. (San Mateo 24, 24) Les recordamos que fueron escogidos para acompañar, guiar y servir a nuestro pueblo.

La opción es muy clara: el Pueblo Puertorriqueño no puede ceder a los bonistas y acreedores el manejo de nuestras vidas e historia por la falta de buen juicio de quienes han gobernado al país. Igualmente, asumimos nuestra responsabilidad y pedimos perdón por nuestro descuido al elegir líderes que han adolecido de la capacidad y sabiduría para conducirnos hacia la plena realización humana.

Desde esta perspectiva convocamos a todo el Pueblo Cristiano Puertorriqueño y al liderato religioso y social, para organizar y participar en una Gran Jornada Nacional de Ayuno, Oración y Acción Solidaria. En la misma, se creará un organismo Coordinador que promueva la participación de todos los sectores del pueblo (niños, jóvenes, mujeres, hombres, ancianos), y nos guíe en la oración y en la acción transformadora buscando el apoyo permanente del Señor de la Historia en ese caminar junto a Él. Juntos debemos exigir la auditoría de la deuda, y la participación verdaderamente democrática de todos los sectores de nuestra sociedad. Anticipamos que esto nos lleve a delinear un plan de reconstrucción económica y gubernamental que nos permita enfrentar la crisis y priorizar el bienestar colectivo social sobre el interés financiero. A la misma vez hará posible descubrir, reclutar y validar el competente liderazgo que necesitamos para el ejercicio de una sana y eficaz administración pública que promueva la solidez económica, el bienestar social y la paz comunitaria.

¡Siguiendo el camino del Maestro, con la gracia de Dios, alcanzaremos nuestra Resurrección como Pueblo consagrado a Dios y a su servicio!

Su fiel servidor En Cristo,

Rvdmo. Wilfrido Ramos Orench, Obispo