Transformados por 12 años en Tanzania, unos misioneros se disponen a regresar

Por Matthew Davies
Posted Apr 21, 2015
La Rda. Sandra McCann bautiza a un anciano miembro de la iglesia anglicana de San Pedro, en Chikola, Tanzania, durante una de sus visitas parroquiales en la Diócesis de Tanganica Central.

La Rda. Sandra McCann bautiza a un anciano miembro de la iglesia anglicana de San Pedro, en Chikola, Tanzania, durante una de sus visitas parroquiales en la Diócesis de Tanganica Central.

[Episcopal News Service] De niña, la Rda. Sandra McCann soñaba con ir algún día a África. Pero nunca se imaginó que se convertiría en su hogar, su ministerio y su vida entera durante 12 años.

Cuando Sandy y su marido Martin alcanzaron la mitad de la cincuentena, tomaron la decisión audaz de abandonar sus exitosas carreras médicas en radiología y patología, vender su casa y mudarse a África como misioneros de la Iglesia Episcopal. Su mudanza se retrasó durante tres años y en ese tiempo Sandy se graduó en el Seminario Teológico de Virginia con una Maestría en Teología y la ordenaron presbítera de la Iglesia Episcopal.

Luego de un año de “práctica” en Maseno, Kenia, donde trabajo junto con los misioneros episcopales Gerry y Nancy Hardison, los McCann se mudaron a Dodoma, la capital de Tanzania, y han pasado la última década enseñando, y curando y viviendo en una comunidad bastante alejada de la vida que antes llevaban en Columbus, Georgia. La experiencia ha cambiado y expandido para siempre su visión del mundo, dicen ellos.

Con la ayuda y el aliento de la Oficina de Personal de la Misión de la Iglesia Episcopal, y atendiendo a la invitación del difunto obispo Mdimi Mhogolo, de la Diócesis de Tanganica Central, Sandy enseñó en el Colegio Teológico Msalato y finalmente asumió el cargo de directora de comunicaciones al tiempo que sirve de capellana de esta universidad.

El misionero episcopal Martin McCann analiza un espécimen en su laboratorio de patología en Dodoma, Tanzania. Foto de David Copley.

El misionero episcopal Martin McCann analiza un espécimen en su laboratorio de patología en Dodoma, Tanzania. Foto de David Copley.

Martin estableció un laboratorio de patología en el que pueden detectarse enfermedades mediante el uso de toda una variedad de técnicas investigativas, un servicio que no ha cesado de crecer en los últimos 10 años y que anteriormente no existía en la región central de Tanzania. En la actualidad, la clínica recibe especímenes de hospitales públicos locales de Dodoma, así como de varios hospitales de misiones.

En el transcurso de los años y a través de generosas donaciones, Martin ha podido reemplazar y mejorar el equipo, y su personal ha aumentado de un asistente a tres, uno de ellos diplomado de histopatología.

Martin ha concentrado sus esfuerzos en la aspiración con aguja fina, un procedimiento sencillo para el establecimiento de un diagnóstico rápido que él cree que tiene un papel vital que desempeñar en países de escasos recursos. En 2014, realizó más de 1.200 biopsias de aspiración con aguja fina y atendió 2.200 casos de histopatología.

Ahora, a principios de su setentena, los McCann han decidido que 2015 será su último año en Tanzania, una decisión difícil para ellos, pero que se ha facilitado gracias a la conclusión exitosa de una subvención para el Colegio Teológico de Msalato que costea becas de alumnos y salarios de profesores.

Pero antes de irse, están deseosos de garantizar que el consultorio de patología de Martin continuará y están buscando urgentemente a un patólogo (o dos) para reemplazarlo.

[Cualquiera que esté interesado en trabajar como patólogo en Dodoma debe dirigirse al Rdo. David Copley, encargado del personal de misión de la Sociedad Misionera Nacional y Extranjera (DFMS, por su sigla en inglés) en dcopley@episcopalchurch.org.]

A los McCann los hacen miembros honoríficos del coro de mujeres de San Pablo en Mvumi Makula, durante una visita parroquial en la Diócesis de Tanganica Central.

A los McCann los hacen miembros honoríficos del coro de mujeres de San Pablo en Mvumi Makula, durante una visita parroquial en la Diócesis de Tanganica Central.

Atravesar fronteras culturales y crear asociaciones y participar de la misión de Dios tanto local como mundialmente es la esencia misma del programa misionero de la Iglesia Episcopal, que esta administrada por la DFMS y que auspicia en la actualidad a 47 misioneros adultos. Médicos, enfermeros, maestros, contadores, agricultores, técnicos en computación, administradores, teólogos y comunicadores se cuentan entre sus muchos desempeños.

Los misioneros son laicos y ordenados, jóvenes y viejos, y sirven como “representantes de nuestra comunidad que atraviesan fronteras culturales para participar en la misión de Dios a la que nuestros hermanos y hermanas en otras partes de la Comunión Anglicana se sienten llamados a responder”, dice Copley, funcionario de la DFMS encargado del personal de misión.

Resulta difícil “cuantificar el éxito de nuestros misioneros, porque la premisa básica siempre es fortalecer las relaciones con nuestros asociados”. Algunas de las historias más exitosas pueden encontrarse “en el programa que continúa cuando los misioneros dejan de estar presentes”, añadió Copley, de aquí la importancia de encontrar un reemplazo para Martin que garantice que su laboratorio de patología puede seguir sirviendo a los necesitados en Tanzania Central.

El recién publicado Informe a la Iglesia detalla la labor de la DFMS en coordinación y apoyo de los misioneros de la Iglesia Episcopal que prestan servicios a través del mundo.

“La Iglesia Episcopal apoya muchas formas de servicio misional que incluyen a nuestros jóvenes adultos que dedican un año a participar con el Cuerpo de Servicio de Jóvenes Adultos (YASC), a adultos mayores en asignaciones de un año y en proyectos especiales a corto plazo de menos de un año, así como a misioneros a largo plazo. Todos tienen su lugar in el panorama más general de la misión mundial y todos tienen sus méritos”, dijo Copley.

“Los misioneros a largo plazo tales como los McCann adquieren una perspectiva única de la vida, la cultura y la fe de los asociados con quienes marchan juntos, la cual no puede adquirirse en asignaciones de menos tiempo”. Añadió Copley. “Los McCann han sido la encarnación física de la relación que la Iglesia Episcopal promueve en Tanzania y en todo el ámbito denominacional. Las relaciones que ellos desarrollan con nuestros asociados anglicanos ayudan a fortalecer la Comunión Anglicana y ayudan a acercar más a los miembros del Cuerpo de Cristo.

“Martin y Sandy han dado una parte significativa de sus vidas al servicio de otros y estamos muy agradecidos por su ministerio”.

Martin se interesó en convertirse en misionero luego de prestar servicio en cortos viajes en misiones médicas —con varias denominaciones— a Haití y América del Sur. Luego, con la Misión Médica Mundial, Martin sirvió como patólogo en Kijabe, Kenia, recibiendo especímenes y devolviendo diagnósticos de unos 42 hospitales y clínicas. El laboratorio que él ha establecido en el Centro Médico Diocesano Anglicano de Dodoma sigue el mismo modelo.

Para Sandy, instalada como canóniga de la Diócesis de Tanganica Central en mayo de 2012, en honor a su ministerio allí, las simientes misioneras fueron plantadas en los primeros años de su vida. “Mi madre era una cristiana que siempre estaba haciendo por otros… desde compartir su huerto, su mesa, su auto o sus habilidades de peluquera”, dijo ella. “Desperdiciar cualquier cosa era un pecado. Hacerlo útil constituía un arte. Nuestras ropas las remendaban, las lavaban, las planchaban y se las dábamos a otros cuando nos quedaban pequeñas. Todo lo que nos pusieran en los platos había que comérselo, porque ‘¡hay niños muriéndose de hambre en África!’ Yo crecí en este ambiente”.

Los McCann dicen que se sienten privilegiados de haber sido llamados a esta labor, que la describen como interesante, apasionante y también retadora, el aprender a vivir en una cultura del todo diferente.

A los McCann los hicieron miembros honorarios del coro de mujeres de San Pablo en Myumi Makula, durante una visita parroquial en la Diócesis de Tanganica Central.  

A los McCann los hicieron miembros honorarios del coro de mujeres de San Pablo en Myumi Makula, durante una visita parroquial en la Diócesis de Tanganica Central.

La mejor parte, sin embargo, “ha sido encontrar y llegar a conocer a cristianos que siguen siendo fieles en circunstancias muy difíciles y frustrantes. Esto ciertamente nos abrió los ojos a la diferencia entre un problema del primer mundo y un problema de los países en desarrollo”, dicen ellos. “Escuchar el evangelio en un contexto enteramente nuevo es transformador. Mientras en Occidente pasamos por encima de maldiciones y fantasmas y demonios, eso no es el caso aquí. El espacio liminal es muy tenue entre el mundo físico y el espiritual. Adorar y estudiar con cristianos de África Oriental ha abierto nuestras mentes a otras formas de culto y a otras maneras de entender a Dios”.

Ser misionera brinda una gran libertad, dijo Sandy, liberada de las presiones sociales de los Estados Unidos. “No hay que competir con los vecinos, aunque eso nunca fue una prioridad para nosotros”, apuntó ella. “Cuando recibíamos a los estudiantes en nuestra casa en Kenia, todo el mundo tenía que traer su propio plato —y encontrábamos que era muchísimo más divertido apretujarnos en nuestra casita y hacerlo de este modo. En Msalato pedíamos prestado el único molde de pastel o la única moledora de carne o la única ‘auténtica’ cafetera. Me gusta vivir así en comunidad …Soy chapada a la antigua y me encanta usar las cosas mientras duran y hacer que funcionen y ser creativa con lo que tengo, de manera que esto me cuadra”.

Los mayores retos, afirmó, han sido la abyecta pobreza y la falta de la mayoría de los recursos básicos, especialmente agua potable; la burocracia y la corrupción y deshonestidad extendidas; el miedo a la autoridad y a denunciar abusos o conducta impropia; una creencia generalizada en la brujería, incluso entre cristianos y personas instruidas, y la deficiente infraestructura.

El reciente resurgimiento del asesinato de niños albinos debido a que los médicos brujos prometen que las partes de sus cuerpos, el pelo y la sangre traerán buena suerte en el amor y la fortuna es algo particularmente perturbador, agregó. “Es escandaloso lo extendido y arraigado que siguen estando los sistemas de creencias primitivas en partes de Tanzania”, señaló ella.

A pesar de “la extrema dificultad y la frustración de vivir honestamente en una sociedad corrupta”, los McCann dicen que como resultado de las experiencias de los últimos 12 años, “somos menos críticos, más pacientes y más conscientes de la tarea monumental que costará llevar a Tanzania a la etapa de la independencia económica”.

Ellos también han hecho incontables amigos y han llegado “a admirar muchísimo al pueblo tanzano. Nos han demostrado que la posibilidad de [experimentar] un júbilo profundo en medio de los sufrimientos de la vida diaria es algo real. Como el difunto obispo Mhogo dijo una vez respecto a estar en las parroquias de aldea: las personas son pobres, con frecuencia están hambrientas, pero aún así siguen danzando y alabando al Señor.  Es cierto y es algo bello de observar”.

Sandy dice que ella ha visto la mano de Dios en todo lo que han hecho, “pero a menudo sólo a través del ‘retrospectoscopio’. Ahora estamos tomando de nuevo la mano de Dios y adentrándonos en la oscuridad, confiándole a El nuestra próxima tarea”.

— Matthew Davies es redactor y reportero de Episcopal News Service. Traducción de Vicente Echerri.


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