Capacitar a los episcopales y a la nueva generación para el cuidado de la creación

Por Lynette Wilson
Posted Apr 16, 2015
Capacitar a los episcopales y a la nueva generación para el cuidado de la creación

Capacitar a los episcopales y a la nueva generación para el cuidado de la creación

[Episcopal News Service] Episcopales jóvenes y viejos con frecuencia recurren a la frase “esta frágil tierra, nuestro hogar insular” cuando hablan sobre la mayordomía del planeta. [La expresión] proviene de la Plegaria Eucarística C, que se encuentra en el Libro de Oración Común.

Poco más abajo en la página, la oración continúa: “Nos hiciste soberanos de la creación. Mas nos volvimos contra ti, traicionando tu confianza, y también nos volvimos unos contra otros”.

Durante los últimos 21 días, los episcopales han estado siendo partícipes de 30 Días de Acción, una campaña concebida e iniciada por la Sociedad Misionera Nacional y Extranjera para comprometer a individuos y congregaciones en una conversación sobre el cambio climático. (La DFMS [Domestic and Foreign Missionary Society] es el nombre con el cual la Iglesia Episcopal está incorporada, funciona empresarialmente y lleva a cabo la misión).

La campaña, que comenzó con un foro en directo a través de la Internet el 24 de marzo, culmina el 22 de abril, Día de la Tierra. Los recursos y actividades de la campaña incluyen días de promoción, boletines informativos, relatos, sermones y excursiones al campo.

Los 30 Días de Acción, así como la quinta de las Cinco Marcas de la Misión, son un llamado a movilizarnos para recuperar esa confianza y juntarnos en comunidad para el cuidado de la creación.

Como expresó con claridad en una reciente publicación de su blog, James Pickett, activista del cambio climático y joven adulto de la Diócesis de Massachusetts: a menos que los anglicanos y los episcopales tomen en serio la quinta de las Cinco Marcas de la Misión, “Luchar por salvaguardar la integridad de la creación y sostener y renovar la vida en la tierra”, las otras cuatro marcas son irrelevantes.

“Si no atesoramos la creación, las otras marcas de la misión no pueden cumplirse”, escribió Pickett.

No basta hablar del cambio climático y de los problemas de justicia que se le relacionan, según Pickett y otros; se trata de vivir las marcas y poner la fe en acción.

El otoño pasado, Pickett y otros episcopales se unieron a más de 300.000 personas de todas partes del país y del mundo en las calles de Nueva York para la Movilización Climática de los Pueblos, la mayor manifestación de la historia en pro de tomar decisiones sobre el clima.

Como se hizo evidente en las actividades y recursos incluidos y creados para la campaña de 30 días de duración, es imposible sostener una conversación sobre el cambio climático y no abordar los problemas de justicia social implícitos en las Cinco Marcas de la Misión.

“Cuando la Iglesia Episcopal adoptó las Cinco Marcas de la Misión, me quedé sorprendida por la naturaleza práctica del lenguaje y por su invitación orientada hacia la acción”, dijo Bronwyn Clark Skov, ambientalista de toda la vida y funcionaria de la DFMS a cargo del ministerio de los jóvenes. “Me siento especialmente agradecida por la especificidad de la Quinta Marca de la Misión ‘Luchar por salvaguardar la integridad de la creación y por el sostenimiento y la renovación de la vida en la tierra’”.

“Podría argüirse que esta área del ministerio es un trasfondo del Pacto Bautismal, pero estas palabras más nuevas abren mayores posibilidades para imaginar nuestro papel como ciudadanos cristianos que cuidan de la tierra, nuestro hogar”, dijo ella. “Este es un maravilloso punto doctrinal cuando se interactúa con jóvenes y se debate cómo su identidad cristiana podría determinar las opciones que toman”.

Skov, que es ambientalista desde que su padre la alentó a serlo, recordaba haber aprendido a reciclar desde temprano.

“Recuerdo clasificar los periódicos para cuando pasaban a recogerlos una vez al mes. Me enseñaron a lavar las latas, a quitarle ambos extremos y aplastar cuidadosamente la lata sobre la alfombra del piso de la cocina, de manera que no estropeara el linóleo que estaba debajo del material tejido”, contaba. “Desde que me dediqué al ministerio de los jóvenes, menciono y afirmo este hábito de toda la vida e invito a los jóvenes a participar de mi compromiso de reducir, reciclar y reusar esos artículos que no son fácilmente biodegradables en un muladar. Esta conducta se ha convertido en parte de lo que soy, un pedazo de mi identidad personal”.

Las Cinco Marcas de la Misión comienzan por abordar cómo los episcopales pueden llegar a ser mayordomos ambientales y a velar los unos por los otros en comunidad, en lugar de traicionar la tierra y de distanciarse unos de otros, como dice la plegaria eucarística.

Los niños y los adolescentes se sienten particularmente potenciados por el lenguaje que se usa en las marcas, dijo Skov. Ella las usa de referencia como una manea de poner en práctica los votos que hacemos en el bautismo, e invita a los jóvenes a mencionar y a afirmar la manera en que ya ellos están viviendo algunas de las marcas.

“La belleza de la quinta marca, conservar la tierra de manera deliberada, es un lugar donde podemos participar en nuestras comunidades en una asociación que trasciende las barreras denominacionales, religiosas y políticas”, dijo ella. “La misión y el ministerio en esta área [son] fáciles de abrazar con humanos de edad escolar en tanto aprenden acerca del medioambiente en el aula y luego pueden apreciar la intersección de su experiencia secular con sus valores como miembro de una comunidad de fe”.

Más de 1.000 estudiantes de secundaria asistieron el año pasado al Evento de la Juventud Episcopal en Pensilvania, donde el cambio climático estuvo entre los asuntos que se discutieron y donde los jóvenes se convirtieron en agentes de la transformación.

Los puntos de vista de los estadounidenses sobre el cambio climático varían de un estado a otro, de una ciudad a otra y a veces entre los miembros de una misma familia. El cambio climático es cada vez más un problema político que con frecuencia enfrenta a conservadores y liberales. Al mismo tiempo, las comunidades religiosas de un extremo a otro del espectro se han unido en el llamado a reducir las emisiones de carbón y a abordar el cambio climático como un problema moral. En una entrevista con The Guardian que se publicó el día del foro sobre la crisis del cambio climático en marzo, la obispa primada Katharine Jefferts Schori describió el cambio climático como un desafío moral que ya amenaza el sustento y la supervivencia de personas en el mundo en vías de desarrollo.

“Es ciertamente un problema moral en lo que respecta a las repercusiones que ya tiene entre los más pobres y vulnerables del mundo”, afirmó. En todas partes, los episcopales están tomando ese desafío moral en serio, incluida su contribución a los 30 Días de Acción.

Tal como la Rda. Margaret Bullitt-Jonas, misionera para el cuidado de la creación de la Diócesis de Massachusetts Occidental, lo puso en un sermón escrito para el Domingo después de Pascua: “el cambio climático no es sólo un problema ‘ambiental’: es un problema de ‘civilización’. No se trata sólo de los osos polares , se trata de dónde nuestros nietos encontrarán agua potable. Se trata de cómo las sociedades manejarán las crecientes epidemias de enfermedades infecciosas, tales como el paludismo, el cólera y la fiebre del dengue. Se trata de adónde se irán multitudes de personas cuando la subida de los mares los expulse de sus casas o cuando las lluvias no caigan y los campos de cultivo se conviertan en polvaredas secas. Se trata de personas hambrientas y sedientas compitiendo por los escasos recursos y recurriendo a la violencia, a los disturbios civiles o a la ley marcial en la lucha para sobrevivir”.

Materiales de formación centrados en el cuidado de la creación

La Oficina de Formación Cristiana de por Vida de la DFMS y otros episcopales, clérigos y laicos, activos en los problemas del cambio climático han compilado extensos materiales para una liturgia medioambiental, incluidos los 30 Días de Acción.

“Las oficinas de formación han estado hablando acerca del cambio climático y del cuidado del medioambiente con los niños y sus familias durante años”, dijo la Rda. Shannon Kelly, misionera interina de la DFMS para los ministerios universitario y de jóvenes adultos.

“Las oficinas de formación han estado hablando acerca del cambio climático y del cuidado del medioambiente con los niños y sus familias durante años”, dijo la Rda. Shannon Kelly, misionera interina de la DFMS para los ministerios universitario y de jóvenes adultos.

“Los jóvenes encuentran el cuidado del medioambiente todos los días cuando hablan de reciclar, ‘superciclar’ y de conservación en sus escuelas, en el hogar y en la iglesia. Introducir este importante tema en la vida de la Iglesia y en los programas crea un espacio para que los niños y los adultos piensen, oren y experimenten que el cuidado del medioambiente es el cuidado de la creación de Dios”.

Cindy Coe, becaria de Mayordomía Ambiental, trabaja en el huerto con estudiantes de la escuela episcopal de Knoxville.

Cindy Coe, becaria de Mayordomía Ambiental, trabaja en el huerto con estudiantes de la escuela episcopal de Knoxville.

En Tennessee, explorar la naturaleza se ha convertido en un componente integral de aprender a leer.

A principios de junio, la Diócesis de Tennessee Oriental ofrecerá un “Campamento de Lectura Knoxville” a los alumnos de tercer y cuarto grados que estén viviendo en la pobreza y esforzándose para aprender a leer. Como parte del programa, los niños, que provienen de zonas urbanas, harán por las tardes excursiones campestres, caminatas en zonas boscosas y trabajaran en huertos, dijo Cindy Coe, que pertenece al comité de planificación y trabaja en actividades extracurriculares por las tardes.

“Todas estas actividades están orientadas a fomentar un sentido de conexión con el mundo natural y aprecio por él. La mejor manera de hacer esto es sacar los niños al campo, a explorar la naturaleza”, dijo Coe, que recibió el año pasado una beca de mayordomía ambiental de la DFMS.

Gracias a la beca, Coe está esforzándose por crear la nueva generación de líderes.

“Esto no es algo que pueda hacerse través de un ‘aprendizaje libresco’ solamente”, dijo ella.

“Las actividades que estimulan a los niños a mirar atentamente los objetos naturales, a localizar actividades e identificar un lugar particular al aire libre son todos ellos medios eficaces de ayudar a los niños a vincularse con la naturaleza. Si un niño es capaz de crear un vínculo con la naturaleza, lo más probable es que el niño crecerá con una valoración del medioambiente y que cuidará del medioambiente cuando sea adulto”.

Coe está trabajando en el desarrollo de nuevos materiales para introducir el cuidado de la creación a niños y jóvenes de la Iglesia Episcopal, a fin de usarlos en campamentos, escuelas y parroquias.

Ella espera, dijo, que todos los programas de formación cristiana de la Iglesia Episcopal terminen por incluir algún aspecto de la mayordomía ambiental.

En Virginia, Coe también está trabajando con el equipo de planificación de la iglesia episcopal Emanuel [Emmanuel] en Greenwood para diseñar un programa de escuela bíblica de vacaciones llamado “La tierra, nuestro hogar insular” basado en el cuidado de la creación y en la Quinta Marca de la Misión.

La parroquia toma en serio las palabras “esta frágil tierra, nuestro hogar insular” de la Plegaria Eucarística C, afirmó Coe.

“De manera que el concepto del cuidado de la creación tiene un significado especial para la parroquia”, añadió. “Cada día, los niños participarán del culto, oirán un relato basado en el cuidado de la creación y tomarán parte en juegos no competitivos concebidos para inculcar la mayordomía ambiental”.

Las artes y las artesanías incluirán también la mayordomía ambiental, al facilitarles a los niños objetos para “superciclarlos” y convertirlos en nuevas creaciones, apuntó. “La nueva vida será un tema importante del campamento, relacionando los temas de reciclaje, creación de abono orgánico y horticultura con el relato cristiano de la resurrección y una nueva vida en Cristo”.

En la Diócesis de Los Ángeles, donde el Rdo. Andrew K. Barnett ejerce la cátedra del Obispo para estudios medioambientales, los jóvenes aprenden a cuidar la creación aprendiendo a amarla.

“Creo que no lucharemos para salvar algo que no amemos, por lo cual quiero decir que a fin de capacitar a las personas para cuidar de “esta frágil tierra nuestro hogar insular”, primeros tenemos que encontrar eso significativo y valioso de una manera profunda, y hablar sobre el tema realmente no basta”, dijo Barnett, antes del foro del 24 de marzo.

“Por consiguiente le he dado una importante prioridad a llevar los niños al campo. De manera que hacemos estos retiros en medio de la naturaleza, en lugares como Big Sur, Lake López, Yosemite y la isla Catalina. Tenemos juegos, hacemos piragüismo, vamos de caminata y realizamos proyectos de servicio” dijo él.

“A los niños les encanta, sencillamente les fascina. Se entusiasman porque están haciendo exactamente lo que necesitamos, que es la comunidad, la conexión y la referencia en esos lugares increíbles e impresionantes. De modo que uno no tiene que decir que esto es importante, que es hermoso, porque se capta de inmediato, lo percibes en tu ser”.

Barnett es el capellán de la escuela episcopal de Campbell Hall en la Diócesis de Los Ángeles, donde el obispo J. Jon Bruno y la DFMS se asociaron para auspiciar el foro del 24 de marzo.

Barnett le habla a los estudiantes acerca del cambio climático en términos rigurosos, incorporando datos de la investigación y la ciencia —sin exagerar, pero abordando la gravedad de la amenaza.

“Los niños pueden manejar esa verdad. A ellos no les gustan las cosas edulcoradas. Prefieren [oír que] ‘éste va a ser el mayor desafío de nuestra generación’”, dijo Barnett. “Nuestra generación ha fracasado absolutamente en nuestro intento de reducir las emisiones [de carbono]. Hablamos mucho de ello, tenemos montones de reuniones, pero las emisiones siguen subiendo.

“Si fracasamos en esta tarea, la mayoría de las otras tareas no importarán, porque el cambio climático afecta casi todo lo que es digno de atención y, después de la aniquilación nuclear, presenta la mayor amenaza para la humanidad que jamás hayamos conocido”.

Nota de la redactora: Una versión anterior de este artículo atribuyó erróneamente la autoría de las palabras ‘esta frágil tierra, nuestro hogar insular”, que aparecen en la Plegaria Eucarística C. Fueron escritas por Howard E. Galley Jr.

– Lynette Wilson es redactora y reportera de Episcopal News Service. Traducción de Vicente Echerri.