En solidaridad con las minorías perseguidas del mundo

Por Matthew Davies
Posted Apr 13, 2015
Cristianos iraquíes desplazados que huyeron de los militantes del Estado Islámico en Mosul, oran en una escuela que funge de campamento de refugiados en Erbil. Foto de Ahmed Jadallah/REUTERS.

Cristianos iraquíes desplazados que huyeron de los militantes del Estado Islámico en Mosul, oran en una escuela que funge de campamento de refugiados en Erbil. Foto de Ahmed Jadallah/REUTERS.

[Episcopal News Service] Los atentados dinamiteros contra Iglesias, las brutales decapitaciones, las conversiones forzosas y la migración en masa se han convertido en los emblemas de las facciones extremistas en el Oriente Medio y en África; la persecución a las minorías religiosas y la eliminación de las poblaciones cristianas que en algunos lugares —tales como Irak, Siria y Egipto— se remontan al siglo I.

Para muchos en Occidente que las vemos solamente a través de los ojos de los medios de difusión, estas comunidades oprimidas pueden parecer a un millón de kilómetros de distancia. Para otros, incluidos muchos líderes episcopales y anglicanos, son vecinos globales, hermanos cristianos o asociados interreligiosos, y personas en urgente necesidad de salvamento.

“Jesús es muy claro de que nuestros prójimos son a veces, tal vez con frecuencia, los que menos esperamos o los que quisiéramos ignorar”, dijo el Rdo. Christopher Bishop, rector de la iglesia episcopal de San Martín [St. Martin’s] en Radnor, Pensilvania, en declaraciones a Episcopal News Service. “La única diferencia real entre nosotros y alguien en Mosul o Kirkuk, por ejemplo, es mala, mala suerte. Debemos actuar en nombre de ellos del mismo modo que —de estar los papeles invertidos— quisiéramos que ellos se movilizaran a favor nuestro”.

Bishop y sus feligreses han elegido la acción en lugar de la inacción y se han comprometido a andar junto a las comunidades desplazadas que están viviendo en tiendas, en edificios abandonados y en sótanos en Erbil, Irak.

La iglesia ha iniciado el ministerio y la página web En Apoyo a los Cristianos Iraquíes [Stand With Iraqi Christians] y uno de sus miembros vive y trabaja en Erbil. Bishop está planeando viajar a Erbil en los próximos meses “para hacer entrega de apoyo económico, emocional y de comunicaciones y crear relaciones con las comunidades de sobrevivientes”.

Según las personas que Bishop conoce en Erbil, “la situación para todo el mundo, particularmente para las minorías cristianas, es simplemente desesperada”, dijo él. “Sabemos que no son sólo los cristianos los que están siendo maltratados —hay musulmanes, yazidis, cualquiera que no esté comprometido con la ortodoxia medieval del Daesh”, el nombre árabe para el estilo propio del Estado Islámico, el grupo subversivo extremista que controla territorio en Irak, Siria, Libia y Nigeria y que intenta poner en vigor una versión draconiana del código Sharía.

Un niño desplazado iraquí que huyó con su familia de los militantes del estado islámico en Mosul, mece la cuna de su hermanito en una escuela de Erbil, que ahora funge de campo de refugiados. Foto de Ahmed Jadallah/REUTERS.

Un niño desplazado iraquí que huyó con su familia de los militantes del estado islámico en Mosul, mece la cuna de su hermanito en una escuela de Erbil, que ahora funge de campo de refugiados. Foto de Ahmed Jadallah/REUTERS.

“La misión de [la iglesia de] San Martín es “buscar a Dios y ser el cuerpo de Cristo en el mundo”, dijo Bishop. “Esta crisis trasciende las fronteras religiosas y nacionales, y espero que pueda inspirarnos a todos nosotros a actuar. Si vamos a afirmar este poderoso y potenciador testimonio de la razón de Dios para nuestro ser, eso significa tender la mano de amistad y apoyo a los que, cerca o lejos, sufren y están necesitados de amor”.

Los norteamericanos y los europeos con frecuencia creen que el cristianismo es occidental, dijo él, Pero “sus orígenes, obviamente, están en el Oriente Medio. La idea de que fieles comunidades cristianas que se remontan al siglo I después de Cristo se extingan definitivamente es más que catastrófico: debe horrorizar completamente a todos los que atesoramos la preciosa continuidad que estas iglesias representan para nuestras vidas devotas, litúrgicas y comunales hoy en día. Ello me hace sentir en primer lugar triste, y luego motivado”.

El Rdo. Bill Schwartz, sacerdote anglicano establecido en Qatar y misionero de la Iglesia Episcopal desde 1993, visita Irak con regularidad. A su regreso de Bagdad hace tres semanas, dijo que había un evidente espíritu de consternación entre muchos iraquíes respecto a los archiconservadores suníes llamados daesh, así como la corrupción en el gobierno iraquí y su incapacidad de brindarles protección a sus ciudadanos.

“Los daesh son intolerantes con cualquiera que no convenga con su perspectiva, y esa perspectiva no parece ser coherente”, dijo Schwarz, cuyo libro de publicación reciente El islam: una religión, un cultura, una sociedad [Islam: A Religion, A Culture, A Society] aborda las complejidades de la fe en contextos islámicos. “Muchos musulmanes sunitas también son denigrados y perseguidos por las fuerzas del Daesh… La reciente presentación monocultural del islam que está promoviendo el Daesh ha creado una polarización en la sociedad iraquí entre los que son exclusivistas y los que desean que la sociedad sea inclusiva”.

Aunque renuente a condonar la violencia de cualquier género, Schwarz dijo que él cree que la ofensiva militar contra el Daesh “es desafortunadamente necesaria para la protección de los oprimidos y para la seguridad del mundo”.

El Rdo. Bill Schwartz, sacerdote anglicano y misionero de la Iglesia Episcopal en Qatar, habla en la ceremonia de apertura del Centro Anglicano de Qatar. Foto de Ginger Camel.  

El Rdo. Bill Schwartz, sacerdote anglicano y misionero de la Iglesia Episcopal en Qatar, habla en la ceremonia de apertura del Centro Anglicano de Qatar. Foto de Ginger Camel.

Schwartz, arcediano de la Diócesis de Chipre y del Golfo, y administrador del Centro Anglicano en Qatar, reconoció también que el gobierno iraquí debe tomar medidas enérgicas contra la corrupción en sus filas, de manera que el país pueda comenzar a funcionar normalmente y prepararse para la “recreación de la sociedad civil con parámetros sociales seguros de manera que las personas puedan aprender a confiar unas en las otras y a vivir juntas”. Añadió que son necesarias enormes cantidades de financiación y de inversiones” para reconstruir ciudades y sociedades arruinadas, así como también invertir en la creación de empleos.

El Consejo Ejecutivo de la Iglesia Episcopal en su reunión de marzo aprobó una resolución en que condenaba el uso de la religión con el fin de promover agendas políticas “dirigidas a aterrorizar, acosar y oprimir a individuos y comunidades y a obstaculizar su capacidad de disfrutar de derechos humanos básicos debido a sus creencias religiosas y filiaciones sociales, étnicas, de clase, de casta, de género y nacionales”.

La resolución también pide a los gobiernos del mundo “confrontar la realidad de la persecución religiosa, proteger a las minorías religiosas y a los civiles dentro del marco de las leyes internacionales y humanitarias, abordar la exclusión política y la desesperación económica que están siendo manipuladas por las fuerzas de los extremistas, aumentar la asistencia humanitaria y para el desarrollo a los países anfitriones [de los refugiados] y a ONG confiables, y aceptar para reasentamiento a parte proporcional de las personas más vulnerables allí donde el regreso a sus países de origen es imposible”.

No más de dos semanas después de que el Consejo Ejecutivo hubiera aprobado su resolución, el mundo lamentaba la muerte de más de 150 estudiantes kenianos, cristianos en su mayoría, víctimas de un ataque casi al amanecer del 2 de abril en la Universidad de Garissa a manos de una banda de extremistas islámicos que se dicen parte del grupo militante al-Shababa de Somalia.

En su sermón del Día de Pascua en la catedral de Cantórbery, el arzobispo de Cantórbery Justin Welby, dijo que los estudiantes eran mártires “arrebatados en la resurrección: Cristo mismo a su lado vence sus muertes crueles, la brutalidad de su persecución, porque ellos comparten su sufrimiento, y él está junto a ellos porque se levantó de los muertos. Por la resurrección de Jesús de los muertos, la crueldad es vencida, el mal es derrotado, los mártires son victoriosos”.

El arzobispo Eliud Wabukala de la Iglesia Anglicana de Kenia, describió el ataque como “una manifestación calculada del mal concebida para destruir nuestra nación y nuestra fe”, pero afirmó que sus muertes no serán en vano, así como “la muerte de Jesús en la cruz no fue en vano. Por su muerte, la muerte ha sido destruida… Llamamos al gobierno a hacer todo lo que esté a su alcance para proteger las vidas de sus ciudadanos y llamamos a la comunidad mundial a reconocer que esta última salvajada no es sólo un ataque a Kenia, sino parte de un asalto a la paz mundial. Ha llegado la hora de que el mundo se una como nunca antes para derrotar esta creciente amenaza”.

Mientras muchos en Estados Unidos y otros países occidentales se debaten en torno a la manera de abordar el extremismo y la persecución en el Oriente Medio y África, el Consejo Ejecutivo exhortó a todos los episcopales “a participar en oraciones, apoyo, educación y defensa de las personas desplazadas y de las iglesias que están ofreciente socorro y esperanza a esas personas desplazadas que han sido desarraigadas por conflictos y viven en campamentos de refugiados”.

Occidente puede también mostrar apoyo y solidaridad, dijo Schwarz en Qatar, a través de la generosidad, al contribuir a las iniciativas de socorro; y mediante la promoción de una voluntad política que mire los problemas a largo plazo en lugar de a las próximas elecciones (en Estados Unidos y en Europa tanto como en Irak).

El Rdo. canónigo Robert Edmunds, encargado de asociaciones de la Sociedad Misionera Nacional y Extranjera para el Oriente Medio, dijo: “A veces oímos la expresión ‘presencia cristiana’ en el Oriente Medio y suena pasiva y carente de vitalidad, cuando la verdad del problema para los que allí viven es bastante diferente. La presencia cristiana a través de la región es acerca de cristianos cuyas familias y raíces religiosas se remontan a los tiempos de Cristo. No se trata de residentes temporales en una tierra extraña, sino de personas cuyas vidas son parte integrante del paisaje, de la historia de la cultura y de las tradiciones que tiene y prosigue configurando cada generación”.

La presencia de las iglesias cristianas indígenas “brinda el lenguaje del amor de Dios y de todos los prójimos que están en peligro de ser silenciados”, añadió Edmundo. “Nosotros en Occidente debemos seguir dándole visibilidad a esas atrocidades, tanto desde el punto de vista de la solidaridad con nuestros hermanos y hermanas cristianos, como alentando a los líderes políticos a buscar soluciones duraderas para la paz en beneficio de todos. Perder la voz de los cristianos indígenas en la región sería catastrófico para el futuro”.

Antes de la invasión encabezada por Estados Unidos en 2003, Irak era el hogar de aproximadamente un millón y medio de cristianos —alrededor de un 5 por ciento de la población— que traza sus raíces casi 2.000 años atrás. En la actualidad, quedan menos de 400.000.

Algunos de esos cristianos han huido a países vecinos, muchos de los cuales tienen sus propios problemas de inestabilidad y extremismo, y están esforzándose por responder a las necesidades básicas del creciente influyo de refugiados. Otros encuentra su camino en países más estables, en Europa y más lejos.

En julio de 2014, Francia respondió a la persecución religiosa de minorías en Irak ofreciéndoles asilo a cristianos de Mosul, hogar de una de las comunidades cristianas más antiguas del Oriente Medio.

La Asociación para la Ayuda a las Minorías del Oriente Medio [The Association d’Entraide aux Minorités d’Orient] establecida en 2007 por el obispo Pierre Whalon de la Convocación de Iglesias Episcopales en Europa y el empresario iraquí Elish Yako, ayuda a algunos refugiados en su integración a la sociedad.

Muchos de los refugiados son miembros de la Iglesia Católica Caldea, que data del Siglo I, cuando la región en torno a Irak se conocía por Babilonia.

“Para ellos”, dijo Yako a ENS, “lo más importante es su libertad… y practicar su religión sin temor a terroristas y a que [alguien] le secuestre sus hijos”.

Yako se mantiene en contacto regular con todas las familias que la asociación ha ayudado a reasentarse, entre ellas, por ejemplo, una familia de cuatro miembros —madre, padre, hijo e hija— que vive a unos 29 kilómetros al sur de París. Ellos se mudaron a Francia en 2009 luego de recibir repetidas amenazas de muerte. Los niños le dijeron a ENS que se sienten felices por fin de poder practicar su religión libremente y que se enorgullecen de ello.

“Estas personas deberían de estar todavía en Irak”, le dijo Whalon a ENS. “Muchísimos de ellos aún tienen sus propias casas. Nunca quisieron dejarlas. Las alquilaron y esperan regresar. Por supuesto, en la situación actual es imposible. Sin duda, quisiéramos que los cristianos se quedaran [en Irak], pero los queremos vivos.

“Los que pueden vivir para contar la historia, dan testimonio del poder de Dios”, añadió. “Eso me dice muchísimo del valor de lo que hacemos y de lo que somos en el mundo”.

— Matthew Davies es redactor y reportero de Episcopal News Service. Traducción de Vicente Echerri.