Un anhelo de seguridad y justicia alimentarias anima la labor de la Diócesis de Los Ángeles

Por Lynette Wilson
Posted Apr 8, 2015
Ophelia Hernández, trabajadora agrícola; Sarah Nolan, directora de programas y asociaciones comunitarias de La Mesa Abundante y Reyna Ortega, gerente de producción, posan para una fotografía en el campo. Foto de Lynette Wilson/ENS.

Ophelia Hernández, trabajadora agrícola; Sarah Nolan, directora de programas y asociaciones comunitarias de La Mesa Abundante y Reyna Ortega, gerente de producción, posan para una fotografía en el campo. Foto de Lynette Wilson/ENS.

[Episcopal News Service] Al volar sobre Los Ángeles, la vastedad de la ciudad se visualiza ostensiblemente. Sus pequeños edificios y el concreto emblanquecido por el sol se extienden interminablemente, pero mire usted con mayor atención al área metropolitana y, en las comunidades, escuelas y patios de iglesias, hallará huertos.

Los huertos son parte del plan de la Diócesis de Los Ángeles de responder a la seguridad alimentaria en la comunidades a las que sirven sus parroquias, y una de las formas de cuidar del medioambiente.

En una de las ciudades más grandes de la nación y en el estado de mayor producción agrícola, la gente no tiene acceso a frutas y hortalizas frescas. A través de Semillas de Esperanza [Seeds of Hope] y La Mesa Abundante [The Abundant Table], la diócesis está haciendo algo al respecto.

Hace tres años, el obispo de Los Ángeles, J. Jon Bruno, decidió abordar con seriedad el problema de la inseguridad alimentaria en su diócesis y creó Semillas de Esperanza, que trabaja con congregaciones, comunidades y escuelas para convertir las tierras baldías en huertos productivos de verduras y frutales a fin de brindarles alimentos frescos y saludables a los residentes de la localidad.

“En Los Ángeles, el acceso a alimentos nutritivos es un lujo”, dijo el Rdo. Andrew K. Barnett, que preside los estudios medioambientales y la justicia alimentaria del obispo. “Si vives en una comunidad de bajos ingresos, es mucho más fácil obtener comida chatarra”.

La posibilidad de alimentos frescos versus la comida chatarra de preparación rápida ha dado lugar a una diferencia de 12 años en la esperanza de vida entre los residentes de barrios de bajos ingresos y los que viven en barrios de moderados a elevados ingresos, añadió Barnett.

“Nos fijamos en eso y dijimos, ‘eso es inaceptable, eso está mal’”.

Hasta mediado de los años 50, “el Condado de Los Ángeles era el primer condado de producción agrícola… del mundo”, dijo Tim Alderson, director ejecutivo de Semillas de Esperanza, en un vídeo de la Diócesis de Los Ángeles. En el momento de la fundación de la diócesis hace casi 120 años, el 40 por ciento de la población participaba directamente en la agricultura.

“En la actualidad, el 1 por ciento de la población se dedica a alimentar al resto de nosotros, lo cual ha creado una verdadera desconexión entre nosotros y las fuentes de nuestros alimentos, y eso ha llevado a la obesidad, la diabetes, [y] otros trastornos metabólicos que nos afectan en todo sentido”, afirmó Alderson.

“Tenemos personas en nuestra diócesis que no saben de donde ha de venir la próxima comida y esas mismas personas son obesas”.

Semillas de Esperanza asume un enfoque diocesano a la producción y distribución de alimentos, y sirve también para desarrollar los recursos necesarios al objeto de facultar a parroquias, escuelas y otras [instituciones] para que comiencen a cosechar alimentos. La intención es hacer un impacto directo en la salud y el bienestar, tanto física como espiritualmente, de las personas de la comunidad.

“Todo llega desproporcionadamente a las personas que viven en la pobreza”, dijo Alderson en una entrevista con Episcopal News Service luego del foro del 24 de marzo sobre la crisis del cambio climático. “Decidimos que necesitábamos abordar este grave problema en las comunidades subatendidas a las que servimos”.

A diferencia de lo que ocurre en otras naciones, los estadounidenses que viven en la pobreza tienen más probabilidades de ser obesos, y es más probable que vivan en desiertos alimentarios, o en zonas donde el acceso a los alimentos frescos esté limitado.

El Condado de Los Ángeles abarca más de 10.000 kilómetros cuadrados y es el lugar de residencia de 10 millones de personas; de las cuales 1.800.000, o el 18 por ciento, viven en la pobreza.

La diócesis – que se extiende por el norte hasta la ciudad de Santa María, en el Condado de Santa Bárbara, hasta San Clemente, en el extremo sur del Condado de Orange, al este hasta la frontera de Arizona y al oeste hasta el océano Pacífico— abarca una gran área geográfica y cuenta con 139 congregaciones, 40 escuelas y 20 instituciones.

Tim Alderson, director de Semillas de Esperanza, recoge naranjas para la despensa del Centro de la Catedral. Foto, cortesía de la Diócesis de Los Ángeles.

Tim Alderson, director de Semillas de Esperanza, recoge naranjas para la despensa del Centro de la Catedral. Foto, cortesía de la Diócesis de Los Ángeles.

Ciento ocho congregaciones participan en Semillas de Esperanza, ya sea plantando o distribuyendo alimentos o ambas cosas, y la mitad de sus escuelas tienen huertos. Mediante un contrato con el Departamento de Salud Pública de Los Ángeles, ofrece cursos de cocina/nutrición y salud a residentes de bajos ingresos en 17 iglesias de comunidades subatendidas, explicó Alderson.

Desde su fundación en enero de 2013, Semillas de Esperanza ha crecido de un personal de solo un miembro a 16, entre ellos 3 empleados de jornada completa, tres de media jornada y 10 voluntarios y, mediante la suma de esfuerzos, está produciendo anualmente 50 toneladas de frutas y hortalizas —800.000 raciones—y proporcionándoles alimentos a aproximadamente unas 30.000 familias al mes a través de las despensas de alimentos.

“También servimos más de 30.000 comidas cada mes a personas necesitadas en varios programas de alimentos”, agregó Alderson.

Plantando un huerto en la iglesia episcopal del Buen Pastor en Los Ángeles. Foto, cortesía de la Diócesis de Los Ángeles.

Plantando un huerto en la iglesia episcopal del Buen Pastor en Los Ángeles. Foto, cortesía de la Diócesis de Los Ángeles.

Al norte de Los Ángeles,  en más de 2 hectáreas del Condado de Ventura, La Mesa Abundante produce más de 50 variedades de frutas y hortalizas, entre ellas remolacha, zanahorias, rábanos, berzas, ajíes chiles, tomates, lechugas y coles.

Además de alimentar a los 150 miembros de su programa agrícola de apoyo comunitario, los agricultores venden productos frescos a las escuelas locales y donan el 10 por ciento de su cosecha a un banco de alimentos.

Sin embargo, La Mesa Abundante es algo más que una granja, un programa de capacitación y un lugar donde los estudiantes, agrupaciones de jóvenes y otros pueden obtener una experiencia práctica acerca de los alimentos. Su misión se arraiga en la justicia alimentaria: garantizar que las personas tengan acceso a alimentos frescos y nutritivos, que se respeten los derechos de los obreros agrícolas y que a los trabajadores les paguen un salario justo.

“Un valor fundacional de nosotros es la justicia alimentaria”, dijo Sarah Nolan, directora de programas y de asociaciones comunitarias.

Como ministerio ecuménico e interreligioso de las iglesias Episcopal y Luterana, la iglesia agrícola invita a las personas de todas las tradiciones religiosas a explorar la espiritualidad en conexión con la tierra.

“Estamos en verdad tratando de desarrollar un ecosistema que cree un modelo económicamente viable de iglesia y granja”, dijo Nolan, añadiendo que es experimental y que están contemplando cómo el trabajo agrícola apoya al culto y viceversa.

El año pasado, La Iglesia Agrícola de la Mesa Abundante recibió una subvención de $100.000 de una iniciativa de la Iglesia Episcopal destinada a la apertura de nuevas iglesias. La subvención fue financiada a través del presupuesto trienal de las Cinco Marcas de la Misión. En este caso, la Iglesia Agrícola de la Mesa Abundante epitomiza la Primera Marca de la Misión: proclamar las buenas nuevas del reino.

“La Mesa Abundante es una comunidad de práctica que encarna un testimonio jubiloso y profético del poder de las relaciones justas, no sólo de unos con otros, sino también con la tierra y con los alimentos”, dijo el Rdo. Thomas Brackett, misionero de la Sociedad Misionera Nacional y Extranjera (DFMS) para la apertura de nuevas iglesias e iniciativas misionales, en un mensaje de e-mail.

“[Inspira] medidas prudentes que sostienen a comunidades que, de manera deliberada, se arraigan en las prácticas antiguas de seguir a Jesús.  Fue el criterio de nuestro consejo de financiación de la Primera Marca [de la Misión] que probablemente necesitemos 1.000 ministerios más de La Mesa Abundante a través de Estados Unidos. ¡Sarah Nolan y Amy Grossman marchan al frente por una senda que todos debemos finalmente hacer al andar!”.

El año pasado, la DFMS le otorgó a Nolan una beca de mayordomía ambiental mediante la cual ella está trabajando en la creación de una red episcopal nacional en torno a los ministerios agrícolas y de alimentos.

“Hay tantas personas que ya están haciendo cosas”, dijo ella, además de bancos de alimentos y huertos. El Centro Beecken de la Escuela de Teología de Sewanee, por ejemplo, ha creado la Granja de la Fe y la Red de Alimentos.

Una de las principales interrogantes que ella y otros se hacen es: si la Iglesia episcopal se ve a sí misma como un sistema de [provisión de] alimentos, ¿qué haríamos de manera diferente?” Entonces las preguntas subsecuentes podrían ser: ¿cómo usaríamos los campamentos y los centros de conferencia de distinta manera? ¿Cómo conectaríamos a las iglesias con granjeros nuevos y principiantes? ¿Cómo se relacionan los bancos de alimentos con las granjas locales? ¿Cómo surge la liturgia de lo que hacemos?

En California, que está entrando en su cuarto año de sequía y los granjeros se han visto forzados a dejar que los cultivos se pudran en los campos, hablar de justicia alimentaria es un pretexto para iniciar debates acerca de las maneras de abordar el cambio climático.

“Creo que la facultad de conectarse con el sitio de donde provienen nuestros alimentos y también de participar en el proceso de crecimiento crea una relación con la tierra que da lugar a una actitud de humildad y de asombro ante la creación de Dios. De muchas formas, sabemos que es difícil expresar amor y cuidado por alguien o por alguna cosa sin una relación”, dijo Nolan.

“No creo que podamos incluso comenzar a abordar los problemas que rodean al cambio climático sin desarrollar una relación con la tierra y con las personas más afectadas por las consecuencias del calentamiento global”, añadió. “Espero que todos los niños, jóvenes y adultos que visiten nuestras granjas den un paso, sino más, hacia la restauración de una relación con las plantas, los animales, el suelo y todas las complejas relaciones que constituyen nuestro planeta. Para La Mesa Abundante es labor de la Iglesia (especialmente una Iglesia eucarística) ayudar a restaurar esas relaciones mediante el cultivo y el reparto de alimentos y de invitar a otros a que se nos unan en esa labor”.

Nota de la redactora: Todos los viernes, durante estos 30 Días de Acción, les invitamos a explorar cómo el cultivo y el reparto de alimentos en su familia, en su comunidad y en su cultura le acerca a la invitación de Dios a todos nosotros de “cultivar y guardar” la tierra.

– Lynette Wilson es redactora y reportera de Episcopal News Service. Traducción de Vicente Echerri.


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