Recuperar el cambio climático como un problema moral

Por Lynette Wilson
Posted Apr 1, 2015

[Episcopal News Service] Cuando el obispo de California, Marc Andrus, quiere entablar una conversación con alguien acerca del cambio climático no saca a relucir datos estadísticos, más bien comienza con una pregunta de este tipo: ¿cuándo fue la última vez que ha tenido una experiencia de asombro ante el mundo natural?

“Si podemos volver a conectar a la gente con eso, o exponerlos a una experiencia novedosa con el asombro, es un magnífico punto de partida para recobrar la percepción de por qué [el cambio climático] es un problema moral”, dijo Andrus, durante una entrevista con Episcopal News Service en Los Ángeles, California.

Andrus hizo el viaje de San Francisco a Los Ángeles para hablar en un panel acerca de recuperar el cambio climático como un problema moral. El panel fue uno de los dos que tuvo lugar durante un foro el 24 de marzo —auspiciado por la Sociedad Misionera Nacional y Extranjera (DFMS) y el obispo de Los Ángeles J. Jon Bruno— orientado a abordar la crisis global del cambio climático.

Andrus, que ha sido un defensor del medioambiente durante mucho tiempo, enseñó, en 2013, el primer curso de ecología y cristianismo en el Seminario Teológico de Virginia y ha estado involucrado durante mucho tiempo en el tema del cambio climático.

Unos cuantos años atrás, expresó él, las personas que participaban en el movimiento para reducir las emisiones de gas de efecto invernadero, a fin de frenar el calentamiento global, asumían una mirada crítica de sí mismas, llegando a la convicción de que el mensaje del movimiento era tan completamente negativo que redundaba en su propia contra.

“Las personas están lo bastante asustadas con sus vidas y no quieren que las asusten más… [y] no participan de este empeño”, dijo Andrus. “Realmente sabemos que el temor es sólo una motivación a corto plazo —tan pronto como uno deja de estar lo suficiente atemorizado, el esfuerzo se distiende. Si preguntas qué sería lo contrario, el amor es una motivación mucho más poderosa durante un período de tiempo.

“Luego, si podemos ayudar a que las personas entiendan cuán maravillosa es una experiencia de amor, si podemos recordar cuando nos enamoramos de la tierra… o si podemos ayudar a las personas a tener una experiencia de amor y de admiración, entonces tendrás a personas que se mantendrán fieles en este empeño”.

El 24 de marzo, la transmisión en directo vía Internet [webcast] en Los Ángeles puso en marcha 30 Días de Acción, una campaña interactiva concebida por la DFMS, la cual incluye días de promoción, boletines informativos, relatos, sermones y actividades para comprometer a individuos y congregaciones en torno al [tema del] cambio climático. La campaña culmina el 22 de abril, Día de la Tierra.

Mary Nichols, que preside la Junta de Recursos Aéreos de la Agencia de Protección Ambiental de California, y que es miembro de la iglesia episcopal de Santiago en la Ciudad [St. James in the City], participó en el panel junto con Andrus.

“El cambio climático es un problema moral porque, tal como lo entendemos, los seres humanos son la causa principal de los exagerados efectos del calentamiento global que estamos presenciando en este planeta, y por tanto nos incumbe asumir esa responsabilidad y tomar medidas”, dijo Nichols.

El cambio climático es el cambio gradual en la temperatura global causado por acumulación de gases de efecto invernadero que retienen el calor en la atmósfera y [en consecuencia] alteran la temperatura de la tierra. Algunas zonas se están haciendo más calientes, mientras otras se están tornando más frías. Por ejemplo, la zona continental de Estados Unidos experimentó el invierno más frío desde que comenzara el registro formal de las temperaturas a fines del siglo XIX, mientras que Alaska experimentó un invierno moderado para la estación.

El dióxido de carbono es el principal gas de efecto invernadero emitido por los seres humanos mediante el consumo de combustibles fósiles —carbón, petróleo y gas natural. Los procesos industriales, incluidos las granjas de cría intensiva, el transporte y la electricidad constituyen las mayores fuentes humanas de dióxido de carbono.

Además, la población del mundo se ha duplicado desde 1970, yendo de aproximadamente 3.600 millones de habitantes a los 7.000 millones que hay en la actualidad.

“La explosión demográfica del último milenio, acompañada por la explotación de combustibles fósiles de los últimos siglos, han sacado a este sistema planetario de su equilibrio dinámico. Los apetitos humanos son responsables del colapso de ese equilibrio, particularmente en las naciones desarrolladas, y muchas especies están amenazadas de disminución y pérdida de vida”, dijo la obispa primada Katharine Jefferts Schori en su discurso de apertura en el foro del 24 de marzo en Los Ángeles. “Estamos haciéndole la guerra a la integridad de este planeta. El resultado es muerte a gran escala mientras las especies se extinguen a un ritmo sin precedentes y los seres humanos mueren de enfermedades, de hambre y de la violencia de la guerra desatados por el caos ambiental y la codicia”.

El foro de la Iglesia fue oportuno, dijo Nichols, al iniciar una necesaria conversación sobre el cambio climático en tanto las naciones se preparan para la Conferencia de las Partes en la Convención sobre el Cambio Climático en el Marco de las Naciones Unidas, [que sesionará] en París, Francia, del 30 de noviembre al 11 de diciembre.

El objetivo de la conferencia de París es forjar un acuerdo internacional que tenga como objetivo llevar al mundo hacia sociedades y economías resistentes y poco consumidoras de carbón. De lograrse, sería el primer tratado internacional vinculante en 20 años de conversaciones sobre el clima en las Naciones Unidas, y afectaría tanto a países desarrollados como en vías de desarrollo.

“Ya estamos escuchando la letanía del Congreso de que no puede hacerse nada, de que no funcionará, de que si lo hacemos los chinos no lo harán y nos sacarán ventaja económicamente… y es por eso que esta discusión es tan oportuna porque, dicho con optimismo, nos da una oportunidad de reunir y rechazar esos argumentos”, dijo Nichols.

El cambio climático es un asunto cada vez más políticamente cargado y polarizador en Estados Unidos. El día del foro, por ejemplo, el senador Lindsay Graham, un republicano moderado de Carolina del Sur que cree en el cambio climático, culpó al ex vicepresidente Al Gore —una de las voces demócratas más destacadas sobre el cambio climático en el país y quien ha apoyado durante mucho tiempo las iniciativas de reducir la cantidad de dióxido de carbono en la atmósfera— de inacción sobre el cambio climático porque Gore lo ha convertido en un problema religioso.

A Graham lo citaron en los medios noticiosos diciendo “ustedes saben, el cambio climático no es un problema religioso para mí, es económico, es un problema medioambiental”.

Los miembros de su partido, dijo él “se han ido por las ramas” cuando se trata del cambio climático, y que el partido no tiene una posición clara sobre el cambio climático ni un plan para abordarlo.

A los comentarios de Graham siguieron la revelación de una prohibición del estado de la Florida a los funcionarios [encargados del]medioambiente de usar los términos “cambio climático y “calentamiento global”, y el anuncio del senador federal Ted Cruz de su próximo ingreso en la carrera por la presidencia. Cruz es un republicano de Texas que niega la existencia del cambio climático.

En diciembre de 2010, mientras las conversaciones sobre el cambio climático de la ONU tenían lugar en Cancún, México, Andrus y el obispo Naudal Gomes de la Diócesis de Curitiba, Brasil, convocaron una reunión en la República Dominicana que exploró la intersección entre la pobreza y el cambio climático, y que se proponía cambiar el diálogo en la Iglesia de “cambio climático” a “justicia climática”. La reunión incluyó a más de 30 anglicanos y episcopales de Cuba, Estados Unidos, Ecuador, Panamá, Colombia, Haití, México, Brasil, Guatemala y la República Dominicana.

Abordar el cambio climático desde un consenso global no significa que los países en desarrollo frenen el [proceso de desarrollo], sólo significa que los países en desarrollo busquen tecnología y alternativas a los combustibles fósiles a fin de no crear la cantidad de desechos que han producido los países desarrollados.

“Tenemos que mirar a la economía y a la equidad y a la ecología juntas, y eso no es una quimera”, recalcó Nichols.

A través de la historia, la Iglesia se ha asociado con movimientos sociales en temas de igualdad de derecho y de justicia. A iniciar el diálogo ahora, la Iglesia Episcopal, que tiene estatus de observador en las Naciones Unidas, puede comenzar a hablar acerca del modo de contribuir a un diálogo más amplio sobre el cambio climático que tendrá lugar más adelante este año.

“Durante la última década y media, la Iglesia Episcopal se ha concentrado en los problemas de los LGBT, y ahora estamos teniendo una creciente conciencia de la enormidad de la crisis del cambio climático… y sin abandonar ninguna de las causas de justica, estamos viendo que ésta es la necesidad emergente para nuestro compromiso global”, dijo Andrus. “Somos una organización que tiene alguna capacidad de asociarse a un movimiento, de apoyar a un movimiento, de ser un recurso para un movimiento, del cual pueden derivarse energía y recursos”.

– Lynette Wilson es redactora y reportera de Episcopal News Service. Traducción de Vicente Echerri.