Mujeres y niños refugiados rehacen sus vidas en Arizona

Por Lynette Wilson
Posted Mar 9, 2015
Las refugiadas congolesas, Jeanine Balezi, directora de casos de gestión intensiva para Refugee Focus, a la izquierda, y Namughisha Nashimwe, posan para una foto en el apartamento de Nashimwe en Tucson. Foto de Lynette Wilson/ENS

Las refugiadas congolesas, Jeanine Balezi, directora de casos de gestión intensiva para Refugee Focus, a la izquierda, y Namughisha Nashimwe, posan para una foto en el apartamento de Nashimwe en Tucson. Foto de Lynette Wilson/ENS

[Episcopal News Service – Tucson, Arizona] La paz y la seguridad les han permitido cerrar los ojos y dormir por la noche; la posibilidad de trabajar y de sostener a sus familias: estas son las cosas que las refugiadas —la mayoría de ellas madres solteras— dicen que han cambiado del modo más dramático en sus vidas después de haber sido reasentadas en Tucson.

“En realidad estoy mucho mejor aquí. Hay comida en la mesa. Los niños están en la escuela. Tengo agua potable, leche y, sobre todo, paz”, dijo Murorunkwere Zaburiya, de 58 años. “Puedo dormir tranquila”.

Zaburiya, refugiada congolesa, llegó a Tucson hace siete meses con cinco niños, de 10 a 26 años de edad, luego de haber pasado 18 años en un campamento de refugiados en Ruanda.

Analfabeta y sin hablar una palabra de inglés, se hizo miembro de un grupo de capacitación de mujeres dirigido por Refugee Focus, que recibe apoyo del servicio del Ministerio Episcopal de Migración de la Sociedad Misionera Nacional y Extranjera (DFMS) gracias a la financiación de la Oficina de Reasentamiento de Refugiados del gobierno de Estados Unidos.

(La DFMS [Domestic and Foreign Missionary Society] es el nombre legal y canónico con el cual la Iglesia Episcopal está incorporada, funciona empresarialmente y lleva a cabo la misión).

En la actualidad, Zaburiya ha aprendido las destrezas necesarias para mantener un empleo. Mediante cursos de inglés como segunda lengua, está empezando a reconocer palabras en inglés. Y sus hijos están recibiendo educación.

Las mujeres aprenden rudimentos de matemática durante un taller de capacitación matutino en la oficina de Refugee Focus en el centro de Tucson. Foto de Lynette Wilson/ENS

Las mujeres aprenden rudimentos de matemática durante un taller de capacitación matutino en la oficina de Refugee Focus en el centro de Tucson. Foto de Lynette Wilson/ENS

A través del Ministerio Episcopal de Migración, la DFMS se asocia con 30 programas de reasentamiento afiliados en 26 diócesis de toda la nación. Es una de las nueve agencias que trabajan en asociación con el Departamento de Estado de EE.UU. para recibir y reubicar a refugiados en Estados Unidos.

“El Ministerio Episcopal de Migración es parte de este programa humanitario, realmente maravilloso, que permite que algunas de las personas más vulnerables del mundo comiencen a reconstruir sus vidas”, dijo Nicolle Trudeau, directora de Refugee Focus, durante una entrevista con Episcopal News Service en su oficina en el centro de Tucson. Aproximadamente la mitad de los 300 refugiados que atiende anualmente Refugee Focus vienen a través del Ministerio Episcopal de Migración.

En 2014, La DFMS y sus asociados se esforzaron en reasentar a 5.155 de las decenas de miles de refugiados que vienen a Estados unidos a través del proceso de selección del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (UNHCR). Se empeñarán en servir un número semejante de personas este año en tanto Estados Unidos se propone el reasentamiento de 70.000 refugiados — la mitad del 1 por ciento de los 15,5 millones de refugiados que serán reubicados este año en todo el mundo.

Muchos de esos refugiados provienen de la República Democrática del Congo.

Desde 1998, más de 5,5 millones de personas han muerto en el Congo por causa de la guerra, las enfermedades y la desnutrición; 2.5 millones de personas se han visto desplazadas interiormente; y unas 500.000 han huido del prolongado conflicto del país, la vasta mayoría de los cuales vive en campamentos de refugiados en las regiones de los Grandes Lagos y en el Cuerno de África.

En el transcurso de los próximos años, la UNHCR se propone reasentar 50.000 refugiados del Congo, de los cuales del 70 al 90 por ciento serán reubicados en Estados Unidos, dijo Kurt Bonz, director del programa del Ministerio Episcopal de Migración, durante un seminario en la Red auspiciado por la DFMS y destinado a educar a la comunidad de fe acerca de la situación en el Congo y la manera de apoyar y defender a los refugiados congoleses.

“La mayoría de los refugiados han estado en los campamentos un promedio de 20 años, el nivel de escolaridad es bajo, y muchos de ellos son mujeres solteras con hijos que siguen sufriendo la experiencia traumática relacionada con la vida en el Congo, con la huida y con vivir en un campamento de refugiados”, apuntó él.

El actual conflicto armado ha sido particularmente brutal en el Congo; el número de mujeres congolesas en peligro es el doble del que se encuentra en otras poblaciones de refugiados. Esto ha dado lugar a estudios orientados a identificar riesgos, retos y puntos fuertes en particular, y a desarrollar estrategias para que legisladores y proveedores de servicios atiendan mejor a las mujeres y sus familias.

Un refugiado es alguien que ha huido de su país de origen debido a “un temor bien fundado de persecución” debido a su raza, religión, etnia o su afiliación política o social.

Entre las refugiadas que se consideran “mujeres en peligro”, la mayoría han sido víctimas de violaciones o de otras formas de violencia sexual relacionada con el género, y muchas de ellas viven con hijos concebidos como resultado de una violación.

A su llegada a Estados Unidos, los refugiados reciben tres meses de gestión procesal y de sostén económico para ayudarles a ajustarse, además de apoyo adicional para ayudarles a encontrar empleo y a lograr la autosuficiencia económica. La fórmula funciona para algunos, pero no para todos los refugiados. Los programas financiados por el Departamento de Salud y Servicios Sociales de EE.UU. ofrece dinero adicional a las agencias de reasentamiento para ayudar a refugiados con necesidades especiales —en este caso, mujeres solteras con hijos.

De los 50.000 refugiados congoleses seleccionados para reasentamiento, se espera que Estados Unidos admita al 80 por ciento. De esos, al menos el 20 por ciento se espera que sean mujeres en peligro y por tanto con derecho a una gestión procesal intensiva.

Reconociendo esa necesidad, en 2013 y con una subvención de $8.000 de una iglesia no denominacional, Refugee Focus creó su propio programa destinado a capacitar a mujeres en peligro. El año pasado, el programa continuó con el apoyo del Ministerio Episcopal de Migración, dijo Trudeau.

Dados los elevados índices de violencia y trauma que han soportado las mujeres congolesas y sus hijos, era esencial que esta población tuviera la oportunidad de reasentarse en Estados Unidos y tener acceso a un ambiente comunitario de ayuda donde las mujeres pudieran relacionarse entre sí para reconstruir sus sistemas de apoyo, dijo Trudeau.

El programa de capacitación de mujeres de Refugee Focus comenzó con una pregunta para las mujeres: ¿Qué podemos hacer para servirlas mejor? Las mujeres respondieron: “Hacemos todo como un grupo, queremos recibir los servicios como un grupo”.

Los objetivos del programa de capacitación [o reforzamiento] eran crear una red social para refugiadas, fortalecer las destrezas utilizables mediante una mejora del dominio del inglés, estimular la independencia económica y promover el desarrollo personal y las capacidades económicas.

A través de subvenciones privadas, a las mujeres les pagaron entre $300 y $400 en pequeños incrementos por su participación en el programa: asistencia a talleres de capacitación y a clases de inglés como segundo idioma, participación en eventos comunitarios. Si llegaban a tiempo se lo tenían en cuenta para el pago, y les deducían los pagos si no lo hacían.

“Resultó ser un magnífico instrumento de adiestramiento para personas que nunca habían tenido un empleo”, dijo Trudeau. “Les dio un sentido de control para ganar dinero y pagar sus cuentas”.

El programa comenzó con 22 mujeres. En seis meses, 20 de ellas han encontrado empleo. “Somos tan exitosos, que nos quedamos sin gente”, dijo ella.

Más que sus factores mensurables, el programa de capacitación les brinda un recurso vital a mujeres que de otro modo estarían enfrentándose a una nueva manera de ser, a un nuevo país y a una ciudad extraña por sus propios medios.

Namughisha Nashimwe, de 41 años, llegó a Tucson en diciembre de 2013, luego de cuatro años en un campo de refugiados, con cinco hijos, que ahora tienen entre 5 y 20 años de edad. Al principio, un consejero le dijo que primero se recobrara de su trauma y que, en lugar de asistir a la escuela, su hijo mayor debía conseguir un empleo y sostener a la familia.

Sin embargo, las compañeras de Nashimwe en el grupo de capacitación y el personal de Refugee Focus la aconsejaron de otro modo: le dijeron que ella era capaz de trabajar y de proporcionarle sustento a su familia.

“Las mujeres me ayudaron muchísimo. Estaba motivada por el grupo”, dijo ella, hablando en kinyarwanda —la lengua oficial de Ruanda— e interpretada por Jeanine Balezi, directora de casos de gestión intensiva para Refugee Focus. “Algunas personas te dirán que no tienes que ir a trabajar. Pero hablando con otras en el grupo y con Jeanine, decidí que iba conseguir un empleo para ayudar a que mi familia tuviera una vida mejor”, dijo ella durante una entrevista con ENS en su apartamento, a 10 o 15 minutos en auto del centro de Tucson.

Nashimwe trabaja a jornada parcial como conserje de una escuela. Su hijo es estudiante de secundaria y hace poco comenzó a trabajar durante los fines de semana en una agencia de lavado de autos.

“Si ella no hubiera tenido un grupo, habría estado en crisis”, dijo Trudeau. Uno no puede progresar cuando está en estado de crisis, y Refugee Focus no tiene dinero para asistir a clientes en crisis, sólo para ayudarles a alcanzar la autosuficiencia, agregó ella.

“No es un proceso fácil, la gente sí llega con barreras muy concretas”, explicó Trudeau, añadiendo que hay un límite adonde los fondos no pueden llevarles. “La fuerza que han usado para sobrevivir durante muchos años tiene que alcanzar hasta aquí. No hay red de seguridad a largo plazo”.

Invertir en refugiados, continuó ella, es más que el reasentamiento inicial, se trata de desarrollar planes y una base de sustentación de la que los individuos y las familias puedan depender durante los muchos años en que lucharán para vencer las barreras asociadas con la pobreza en Estados Unidos.

De cierta manera, dicen las mujeres, el reasentamiento es como ganarse la lotería. Sin embargo, cuando un refugiado llega a Estados Unidos, el entusiasmo de comenzar una nueva vida también trae consigo una mayor ansiedad, aislamiento y una pérdida de lazos de familia y de comunidad.

“Sientes como si estuvieras perdida y vacía, que no puedes comunicarte”, dijo Balezi, de 41 años, que pasó dos años en un campo de refugiados congoleses en Camerún antes de llegar a Tucson en 2000 con su hijo bebé. Él tiene ahora 15 años y asiste a la escuela secundaria.

Balezi asistió a la universidad en el Congo y, además de hablar francés con fluidez, habla por lo menos otras siete lenguas regionales. Pero cuando llegó a Tucson, contó, no hablaba nada de inglés ni siquiera para decir “hola”.

En más de un sentido, ella es un ejemplo.

Gracias a las relaciones de Balezi con las mujeres, el amor y el respeto que éstas sienten por ella son obvios. Con facilidad, se ríen y hacen chistes en su presencia. Pero también resulta claro que ellas las empuja a dejar sus zonas de confort —para aprender una nueva ruta de autobús o solicitar un empleo— y ellas lo aprecian.

Una vez que un refugiado llega a Estados Unidos los cosas se mueve con rapidez. Desde el aeropuerto, a los refugiados los llevan a su apartamento amueblado, donde el personal y los voluntarios les enseñan como manejar los electrodomésticos, tales como el fogón y la televisión, el lavadero de la cocina y la ducha.

La despensa está llena y una comida culturalmente apropiada —por lo general arroz y frijoles y pollo, en el caso de los congoleses— se le ha preparado a la familia.

Refugee Focus trabaja con asociados locales a fin de preparar este espacio exterior para organizar eventos y que de este modo los adolescentes tengan un lugar donde reunirse. Foto de Refugee Focus.

Refugee Focus trabaja con asociados locales a fin de preparar este espacio exterior para organizar eventos y que de este modo los adolescentes tengan un lugar donde reunirse. Foto de Refugee Focus.

Al día siguiente, los inscriben para recibir cupones de alimentos. En el curso de una semana han solicitado su tarjeta de la Seguridad Social. Para el décimo día, los niños están matriculados en la escuela.

Refugee Focus maneja un presupuesto anual de $1.600.000 con 16 empleados de jornada completa y 10 disponibles en caso de necesidad y dos voluntarios permanentes de AmeriCorps VISTA. Además de fondos federales, Refugee Focus depende del apoyo de donantes, de asociados locales y de voluntarios de la comunidad para financiar y llevar a cabo sus programas.

Dado el papel de la DFMS en el reasentamiento de refugiados, la Convención General de la Iglesia Episcopal aprobó una legislación en 2012 que requiere la modernización del programa de refugiados de la nación para hacerle frente a las necesidades de una población diversa.

“Uno de los mayores recursos con que cuenta el programa de reasentamiento de refugiados es la asociación entre lo público y lo privado, gracias a la cual fondos y donaciones privadas complementan los servicios y el apoyo financiados por fondos federales”, dijo Katherine Conway, analista de política de refugiados de la Oficina de Relaciones Gubernamentales de la Iglesia Episcopal con sede en Washington, D.C. “Todos los días la Sociedad Misionera y los voluntarios participan en el ministerio de bienvenida, pero las contribuciones privadas deben equipararse con servicios generosamente financiados. Un voluntario puede ayudar a amueblar el apartamento de una familia refugiada o a proporcionar abrigos, pero él o ella no puede aconsejar a un sobreviviente de la tortura o brindar servicios de renovación de certificaciones”.

Los episcopales pueden ayudar a los refugiados uniéndose a la Red Episcopal de Política Pública de la DFMS.

Tucson, una ciudad con una población de poco más de medio millón de habitantes, cuenta con tres agencias de reasentamiento de refugiados y se convierte en el hogar de 1.000 nuevos refugiados cada año. Los refugiados que tienen derecho a trabajar con frecuencia llenan vacantes en empleos no calificados de bajos jornales en la industria de servicios, lavando platos en restaurantes o limpiando cuartos de hoteles; trabajando en gran medida sin ser vistos.

El cuerpo de estudiantes de la escuela intermedia Imago Dei incluye a 12 refugiados, 11 de ellos procesados a través de Refugee Focus. Foto de Lynette Wilson/ENS.

El cuerpo de estudiantes de la escuela intermedia Imago Dei incluye a 12 refugiados, 11 de ellos procesados a través de Refugee Focus. Foto de Lynette Wilson/ENS.

La labor de reasentamiento de Refugee Focus también ha pasado casi siempre inadvertida. Y entonces, hace cuestión de un año, Trudeau mudó sus oficinas de un pequeño centro comercial fuera del núcleo de la ciudad a unas pocas cuadras de la terminal de autobuses del centro.

La nueva ubicación le ha proporcionado visibilidad tanto a Refugee Focus como a sus clientes, que a menudo toman el autobús y luego van andando hasta la oficina en la avenida North Stone que queda enfrente del edificio principal de la Biblioteca del Condado de Pima. También está al doblar la esquina de la escuela intermedia Imago Dei, que brinda educación holística destinada a romper el ciclo de la pobreza para 70 estudiantes que cursan allí del quinto al octavo grado.

Trudeau ha desarrollado una sólida asociación con la Rda. Anne Sawyer, sacerdote episcopal y cofundadora y directora de la escuela. Las dos se conocieron a través del Club Rotario cuando Trudeau andaba en busca de un espacio de oficina en el centro de la ciudad. Posteriormente, Trudeau visitó la escuela y comenzó a identificar a niños refugiados que se beneficiarían del intensivo curso escolar de 6 días a la semana 11 meses al año, lo cual les permite a los estudiantes que no pueden estar al nivel de su grado el tiempo y la atención personal para alcanzarlo.

“No es inusual que nuestros escolares de quinto grado nos lleguen con un nivel de segundo o tercer grados y, si son bilingües, pueden estar en el nivel de kindergarten o primer grado”, explicó Sawyer.

El cuerpo estudiantil incluye ahora a 12 refugiados, 11 de los cuales han sido referidos a través de Refugee Focus, explicó Sawyer.

“Observamos comportamientos que indican que la vida fue difícil”, dijo Sawyer. Los estudiantes refugiados han perdido sus países de origen, han crecido en campamentos de refugiados, en ocasiones han perdido a sus padres y han experimentado o sido testigos de traumas, dijo ella. “A tierna edad, han tenido multitud de experiencias, pero eso no es diferente de algunos de los otros estudiantes que también han experimentado la pobreza”.

Los estudiantes africanos, originarios del Congo, Ruanda, Uganda, Malawi o Sudáfrica, dicen que se proponen estudiar medicina, ingeniería y otras profesiones, y que el pequeño tamaño de las clases, la atención individual y la lengua compartida contribuyen a un ambiente educacional cómodo y comprensivo.

Los tambores ayudan a los sobrevivientes de traumas a recobrarse y a reconectarse. Foto de Refugee Focus.

Los tambores ayudan a los sobrevivientes de traumas a recobrarse y a reconectarse. Foto de Refugee Focus.

“Cuando vine aquí por primera vez lo sentí diferente”, dijo Emeline, una estudiante proveniente del Congo. “Me sentí como si estuviera en casa. Todos comenzamos a hablar swahili”.

Otro modo en el que Refugee Focus ha fomentado la comunidad es a través el auspicio de actividades en asociación con Richard Noell, que usa los tambores como un medio de ayudar a los sobrevivientes de traumas a recobrar la confianza y a expresarse por sí mismos.

La música y los tambores ayudan a las mujeres a reconectarse con la alegría y las predisponen a la recuperación, dijo Noell.

El personal y los voluntarios que han trabajado con mujeres en peligro se han quedado “sorprendidos por la fuerza y la perseverancia con que han llegado estas mujeres”, dijo Trudeau.

“Esa es la diferencia: cuando uno ve la descripción de alguien en el papel, una madre soltera que tal vez es víctima de violación y que tiene cinco hijos y puede estar de nuevo embarazada, que viene a Estados Unidos [se pregunta] ¿Cómo va a sobrevivir? ¿Cómo va a sostenerse ella y su familia? Y sin embargo vemos que sucede todos los días”, siguió diciendo Trudeau.

“Vienen aquí, y dentro de unos meses están aprendiendo un nuevo idioma y cerciorándose de que sus hijos asisten a la escuela todos los días, cerciorándose de que se bañan, y ocupándose de ellos y alimentándolos y viajando en autobús durante dos horas para tomar una clase de inglés y trabajando luego tal vez en un empleo de media jornada, y aprendiendo a balancear su economía, y ello no sucede sin un sistema de firme apoyo y servicios”, agregó.

“Pero en gran parte ocurre por la fuerza de los clientes a quienes servimos, y yo creo que eso sencillamente muestra que lo que algunos son en el papel no define realmente quienes son”.

– Lynette Wilson es redactora y reportera de Episcopal News Service. Traducción de Vicente Echerri.