Becarios en el terreno de la pobreza nacional trabajan por aliviar el sufrimiento y enseñar a la Iglesia

Por Mary Frances Schjonberg
Posted Mar 9, 2015
Justin, que aparece aquí con su perro Trinity, desempeña un importante papel en el ministerio con las personas sin hogar que la Rda. Sara Monroe, a la izquierda, coordina en la iglesia episcopal de San Andrés, Washington. Foto de Glenn Stone.

Justin, que aparece aquí con su perro Trinity, desempeña un importante papel en el ministerio con las personas sin hogar que la Rda. Sara Monroe, a la izquierda, coordina en la iglesia episcopal de San Andrés, Washington. Foto de Glenn Stone.

[Episcopal News Service] La Rda. Sarah Monroe y la Rda. Susan Heath pueden vivir en extremos opuestos de Estados Unidos, y sus ministerios pueden asumir diferentes formas, pero sus objetivos son los mismos: crear comunidades que puedan funcionar para aliviar la pobreza y el sufrimiento que ésta ocasiona.

Hay “Una auténtica hambre de comunidad y una genuina sed de esperanza” entre las personas sin hogar que Monroe ministra en Aberdeen, Washington, dijo ella.

“A los que son pobres en EE.UU. se les dice de todas las maneras posibles, que no merecen nada; que tienen la culpa de ser pobres, que son unos fracasados en la vida, que no son buenas personas”, dijo Monroe, de la Diócesis de Olympia. Ella y Heath son las beneficiarias de becas de un año de la Sociedad Misionera Nacional y Extranjera (DFMS, por su sigla en inglés). (La DFMS [Domestic and Foreign Missionary Society] es el nombre legal y canónico con el cual la Iglesia Episcopal está incorporada, funciona empresarialmente y lleva a cabo la misión).

La meta de Monroe es cambiar ese mensaje y esa imagen, empezando por los propios pobres.

Entre tanto, en la Diócesis de Alta Carolina del Sur, Heath está ayudando a un grupo ecuménico de obispos a llevar adelante una iniciativa para mejorar la educación pública en el estado.

Trabajar en pro de mejores oportunidades educativas “afecta a todo, y tiene que ver con la pobreza, porque los niños que viven en la pobreza tienen muchos obstáculos que vencer”, dijo Heath, la otra beneficiaria de la beca de $24.000 por un año.

“Es un problema moral porque gran parte de lo que inhibe a la educación en todas partes, pero ciertamente en Carolina del Sur, es la pobreza. Una de las oportunidades que tengo es la de descorrer el telón y dar pie a la conversación acerca de los que tienen y los que no tienen”, dijo Heath.

“Las becas de la IV Marca de Susan Heath y Sarah Monroe son un componente central de nuestra fe: las relaciones, mutuamente transformadoras, de persona a persona con comunidades vulnerables”, dijo Jayce Hafner, analista de política doméstica en la Oficina de Relaciones Gubernamentales de la DFMS. Tanto Moore como Heath “buscan crear un sentido de fortalecimiento y fraternidad entre los necesitados”, añadió.

“Estos proyectos lanzan un llamado al resto de la Iglesia a participar en proyectos transformacionales semejantes y presentan un modelo útil que puede transferirse a nuevos contextos geográficos y culturales”, afirmó.

Tanto Monroe como Heath tienen algo que mostrar a la Iglesia Episcopal, dijo a ENS el Rdo. Mark Stevenson, misionero encargado de la pobreza nacional de la DFMS. La idea de las becas partió de la experiencia de la DFMS de ver a becarios a través de la Iglesia dedicados a ministerios locales específicos, apuntó él. Su labor también ha contribuido a dar ejemplos de mejores métodos para el resto de la denominación.

“Ellas están enseñándonos a penetrar en la comunidad” y se valen de asociaciones locales para “convertir los recursos que uno ha puesto a su disposición en combatir problemas de injusticia económica”, dijo él.

Y las injusticias económicas están muy arraigadas, afirmaron Monroe y Heath.

Cuando la asignaron como diácona de la iglesia episcopal de San Andrés [St. Andrew’s] en Aberdeen, Monroe sabía algo acerca de la región por haber crecido en una zona rural cercana. Y ella “se enamoró absolutamente del ministerio de la calle” durante una pasantía con Common Cathedral del Ministerio Ecclesía en Boston, mientras asistía a la Escuela Episcopal de Teología en la vecina Cambridge.

Aberdeen, una ciudad de unos 17.000 habitantes, a unos 160 kilómetros al suroeste de Seattle, es un estereotípico pueblo postindustrial decadente”, con espacios comerciales vacíos y dependiente de las fluctuantes industrias de la madera y el pescado. Hay una presión “para hacer al pueblo más bonito sacando a los indigente que viven en la calle” y esa gente pregunta “¿dónde se supone que vayamos ahora?”, dijo Monroe.

La Rda. Sarah Monroe, a la extrema derecha de la foto, comenzó su ministerio con personas sin hogar en Aberdeen, Washington, dándose a conocer de la gente que se reúne debajo de un puente que conecta dos partes de esta ciudad costera del suroeste de Seattle. Foto de Glenn Stone.

La Rda. Sarah Monroe, a la extrema derecha de la foto, comenzó su ministerio con personas sin hogar en Aberdeen, Washington, dándose a conocer de la gente que se reúne debajo de un puente que conecta dos partes de esta ciudad costera del suroeste de Seattle. Foto de Glenn Stone.

Esa pregunta, así como “un auténtico sentimiento de cólera y desesperación”, es lo que Monroe captó cuando comenzó a buscar personas indigentes en Aberdeen. Ella no tardó en armar una mesa debajo del puente que conecta dos partes de la ciudad y a repartir sándwiches entre las personas que se reunían allí. Una y otra vez, les oía decir que no tenían ningún lugar donde reunirse.

Luego de ser ordenada sacerdote en abril de 2014, Monroe comenzó a usar el salón parroquial de San Andrés para un estudio bíblico y un programa de comidas para personas sin hogar, el cual ya se ha convertido en un lugar de reunión donde la gente a comenzado a sustentar sus propias historias en las historias de la Biblia. Un día, el grupo reunido leyó el Magníficat. Los participantes ya tenían suficiente confianza entre sí para empezar a hablar de sus experiencias de ser pobres y de descubrir que Dios en verdad sí se ocupa de los pobres.

“Fue la primera vez en que vi desarrollarse este sentimiento de auténtica esperanza”, dijo Monroe, añadiendo que ella percibió que los participantes comenzaban a sentir “de algún modo éramos parte del plan y propósito de Dios”.

A partir de esta naciente sensación de fortalecimiento, dijo Monroe, ella espera que los pobres y los indigentes pueden llegar a convertirse en líderes capaces de ir a organismos tales como el concejo municipal y abogar a favor de su comunidad.

“El propósito no es sólo tratar los síntomas del hambre y de la falta de recursos, sino crear realmente un liderazgo en las comunidades pobres con la gente de la calle, personas que experimentan la pobreza, para desarrollar un movimiento que de verdad le ponga fin a la pobreza en este país y desarrollar un modelo para replicarlo en otra parte”, subrayó Monroe. “Eso es un gran sueño, pero es uno que vale la pena”.

Ese sueño y el trabajo que costará es algo que Monroe espera dar al resto de la Iglesia Episcopal. “Espero que estemos desarrollando algo que pueda usarse como modelo para toda la Iglesia, y espero que esta conversación puede convertirse en un diálogo más amplio en la Iglesia acerca de la pobreza y de las realidades de la pobreza rural y de los pueblos pequeños, y acerca de lo que la Iglesia está llamada a hacer en esa realidad”, afirmó.

Un vídeo de Monroe explicando la labor que se propone hacer durante el año de su beca puede verse aquí.

Desarrollar modelos y propiciar conversaciones más amplias son los objetivos de la labor que Heath está haciendo en Carolina del Sur. Las raíces de esa labor se encuentran en una colaboración de 25 años entre los obispos del Sínodo de Carolina del Sur de la Iglesia Evangélica Luterana en América, la Iglesia Episcopal en Carolina del Sur, la Diócesis de la Alta Carolina del Sur, la Diócesis Católica Romana de Charleston y la Conferencia de Carolina del Sur de la Iglesia Metodista Unida.

Los líderes actuales de lo que se conoce por LARCUM decidieron hacer mejoras en la educación pública y establecer prioridades de promoción social para ellos y sus miembros. Heath, que ha trabajado en la promoción de la educación pública anteriormente y que tenía “algún reconocimiento fuera de la Iglesia”, dijo que ella era una “posible candidata y una que estaba dispuesta” cuando el obispo le pidió que coordinara la iniciativa.

Los objetivos de este empeño incluyen la participación de muchas personas de las cuatro denominaciones en “en un apoyo auténtico y creíble de la educación pública”, afirmó Heath. Esa participación puede ir desde organizar campañas [para la obtención] de útiles escolares hasta el respaldo a la profesión docente, desde la tutoría hasta la promoción social.

Una segunda etapa es contar con personas que “presten su voz a la conversación en la labor política”, recalcó Heath. “Debemos ser capaces de contribuir a hacer cambios sistémicos. Este es un lugar donde pondremos nuestra energía”.

Cuando Heath explica el programa y sus objetivos, descubre que “la gente que es escéptica de la Iglesia o que no es religiosa, se muestra entusiasmada”. Le dicen que es alentador ver a las iglesias haciendo algo “que hace evidente que la Iglesia significa algo más que autoperpetuación o cemento y ladrillos”.

Además de usar los resultados de una encuesta de LARCUM sobre la actual labor denominacional en apoyo de la educación pública, Heath está desarrollando nuevas iniciativas. Un distrito escolar cercano a donde vive se ha asociado con otros líderes religiosos para comenzar un proyecto experimental de tutoría en cinco escuelas elementales, a partir de este mes y hasta fines de mayo. Además de la tutoría de estudiantes, el proyecto conectará a personas de fe de distintas denominaciones para formar una comunidad entre los tutores y el personal docente.

“Una de las cosas que espero darle al resto de la Iglesia es la profunda comprensión —y esto es algo que creo que todos sabemos pero a lo que le damos poca importancia— de lo importante que es cuando la comunidad de fe participa, y eso es obvio en el diálogo y en la ecuación”, añadió Heath.

Un vídeo de Heath explicando la labor que se propone llevar a cabo durante su beca puede verse aquí.

El presupuesto 2013-2015 aprobado por la Convención General le asignó $1 millón a programas destinados a comprometer a los episcopales en la labor en pro de la erradicación de la pobreza nacional (el renglón 108 puede verse aquí). Esa asignación, que incluye $48.000 para las dos becas sobre pobreza nacional, es parte del modo en que la Sociedad Misionera Nacional y Extranjera está respondiendo a la cuarta Marca de la Misión, que le pide a todos los miembros de la Comunión Anglicana que transformen las estructuras injustas de la sociedad, que se opongan a la violencia de todo tipo y que busquen la paz y la reconciliación.

El Informe a la Iglesia, publicado recientemente, detalla la labor de la DFMS, sostenida por el presupuesto hasta la fecha en el actual trienio, incluida la Cuarta Marca de la Misión descrita en las páginas 56-59.

La Convención estructuró el actual presupuesto trienal en torno a las Cinco Marcas de la Misión de la Comunión [Anglicana] y proporcionó sumas significativas no asignadas para nuevas obras orientadas en torno a cada una de las Marcas de la Misión. La intención era que la labor resultante se hiciera en nuevas asociaciones de colaboración con diócesis y congregaciones. La DFMS ha proporcionado el capital inicial o las subvenciones compartidas o ambas cosas, así como el apoyo y la experiencia del personal para la nueva tarea.

– La Rda Mary Frances Schjonberg es redactora y reportera de Episcopal Church Service. Traducción de Vicente Echerri.