Coal Country, un centro recreativo que relaciona a los jóvenes con la comunidad

Por Lynette Wilson
Posted Feb 16, 2015
Preescolares de Coal Country toman parte en una excursión —dirigida por Beth Garner, especialista en educación del Departamento de Recursos Naturales de Pensilvania— al parque estatal Príncipe Gallitzin. Foto de Lynette Wilson/ENS.

Preescolares de Coal Country toman parte en una excursión —dirigida por Beth Garner, especialista en educación del Departamento de Recursos Naturales de Pensilvania— al parque estatal Príncipe Gallitzin. Foto de Lynette Wilson/ENS.

[Episcopal News Service – Northern Cambria, Pensilvania] Contra el cielo cargado de nubes de una mañana de finales de octubre, el edificio de piedra y techo rojo de metal que alberga el Centro Recreativo Juvenil Zona del Carbón [Coal Country Hangout Youth Center] recorta su escueto perfil en la esquina de la avenida Marple y la calle Cottonwood de esta comunidad rural a una hora y 40 minutos en auto al nordeste de Pittsburg en las montañas Allegheny.

Adentro, sin embargo, murales de brillantes colores cuelgan de los paneles de la pared y los sonidos de bebés y niños pequeños dedicados a jugar y a aprender llenan el espacio de lo que es la única guardería infantil y uno de los dos preescolares que existen en Northern Cambria, una comunidad rural aletargada, y en las de Altoona, Johnstown e Indiana, cada una a cuarenta o cincuenta minutos de distancia.

“Cincuenta por ciento de los niños en la guardería tienen padres que trabajan en estas tres comunidades; Northern Cambria es el núcleo”, dijo la Rda. Ann Staples, diácona ejecutiva que fue cofundadora de Coal Country y su directora ejecutiva desde 1996.

Además de dirigir la guardería infantil en un condado donde el 14,9 por ciento de la población vive en la pobreza y de ofrecer educación en la temprana infancia en uno de los distritos escolares más pobres de Pensilvania, Coal Country dirige un programa para adolescentes y jóvenes adultos los viernes y sábados por la noche en un santuario transformado, con un tabloncillo de baloncesto, billares y tenis de mesa en el mismo nivel, y un pequeño laboratorio de computadora en la galería.

“No hay instalaciones para niños en ninguna otra parte en esta zona”, dijo Staples. “Es rural, es aislada, está a sus buenos 35-40 minutos en auto de cualquier cosa que se parezca a un centro recreacional, y es por eso que fundamos Coal Country —de manera que tengan un sitio para no tener que andar por la calle, y poder pasar un buen rato con supervisión”.

Retratos de mineros pintados por estudiantes cuelgan de las paredes del Centro Recreativo Juvenil Coal Country. Foto de Lynette Wilson/ENS.

Retratos de mineros pintados por estudiantes cuelgan de las paredes del Centro Recreativo Juvenil Coal Country. Foto de Lynette Wilson/ENS.

Un ambiente seguro, libre de drogas, donde los jóvenes puedan reunirse con sus iguales es importante, dijo Rebecca Pupo, la directora de la escuela secundaria de Northern Cambria durante una entrevista con Episcopal News Service en su oficina, añadiendo que perros detectores de drogas recorrieron recientemente la escuela en busca de marihuana y heroína, drogas que pueden encontrarse en la localidad.

“[Coal Country] sirve sin duda a estos chicos y ellos necesitan de las conexiones sociales positivas”, apuntó ella. “Algunos vuelven a sus hogares para encontrarse una casa vacía… el centro comercial más cercano está a 40 minutos en auto. A menos que un estudiante participe en deportes o en otras actividades extracurriculares, no hay ningún lugar adonde ir.

“No todo el mundo es una persona del fútbol de los viernes”.

El nombre del centro —una organización independiente sin fines de lucro y un ministerio apoyado por la Diócesis de Pittsburg— es un homenaje a la importancia histórica de la industria del carbón para la economía e identidad de la región. Su misión es apoyar a las familias brindándoles acceso a una atención infantil accesible, promover los comportamientos familiares sanos y ayudar a prevenir la delincuencia juvenil.

Para funcionar en una región económicamente deprimida y geográficamente aislada, donde los nexos étnicos se remontan al siglo XIX, sus programas adoptan un enfoque educativo y cultural holístico para abordar los traumas espirituales y emocionales causados por el colapso de la industria del carbón.

“Es [la región de] los Apalaches, donde la gente es muy unida y muy desconfiada de los extraños —se dan cuenta al instante, probablemente antes de que usted abra la boca, de que no es de por todo estos alrededores”, dijo Dorsey McConnell, el obispo de Pittsburg, en una entrevista con ENS en su oficina suburbana de Pittsburg. “De manera que, en ese sentido, Ann ha sido una misionera, porque ha sido capaz de insertarse en esa comunidad y, con el transcurso del tiempo, se ha ganado el afecto y la confianza, creo, que de todo el mundo en esa región”.

Nacida y criada en Corpus Christi, Texas, Staples estudió música con un énfasis en las interpretaciones de piano, a principio de los años 50 en la Universidad Metodista del Sur, en Dallas, pasó luego un año viajando por Europa, e hizo un doctorado en musicología en la Universidad de Indiana en Bloomington, Indiana. Madre de seis hijos y abuela de 13 nietos, enseñó en una universidad en Nueva York y luego, durante 17 años, en la Universidad de Indiana en Pensilvania, a unos 40 minutos al oeste de Northern Cambria.

En Indiana, Staples era miembro de la iglesia episcopal de Cristo [Christ Episcopal Church], cuando, en 1984, la Diócesis de Pittsburg la ordenó diácona. Ella ha servido en parroquias a través de Pensilvania, entre ellas Verona, Murrysville, Indiana, Patton y Northern Cambria, donde sigue prestando servicios en la iglesia episcopal de Santo Tomás [St. Thomas Episcopal Church].

(Ann Staples habla de lo que significa ser diácono)

Junker se movía cómodamente entre la sociedad de Dallas y la gente de la calle, y alentaba a los estudiantes a acompañarlo mientras llevaba a cabo su ministerio. “Esa fue una experiencia definitiva para mí”, dijo Staples. “Para mí fue un modelo de ministerio, la manera en que debe hacerse. Quedarse sentado en la iglesia, no funciona”.El ministerio de Staples se inspira en el del Rdo. Curtis Junker, su capellán universitario en SMU, donde ella abandonó el metodismo y se unió al Canterbury Club.

Staples ha vivido el ejemplo de Junker siendo una presencia visible en la comunidad, relacionándose con funcionarios electos, empresarios, promotores comunitarios, maestros y administradores de escuelas, y gente de la calle. En todo el pueblo todo el mundo la llama “Diácona Ann”.

“Siempre que Ann entre en un salón o una oficina… las personas se levantan para saludarla”, dijo McConnell. “Le tienen un inmenso respeto; la razón es que la gente de Northern Cambria no son un proyecto para ella: son seres humanos, hechos por Dios y redimidos por Jesucristo.

“Ella ha dedicado el tiempo que ha estado allí a cultivar relaciones de todas clases. Eso ha sido estratégico, hasta cierto punto, pero el hecho es que ella está sencillamente comprometida a fortalecer los nexos humanos en esas comunidades de cualquier manera en que pueda hacerlo, y por supuesto esas comunidades son profundamente relacionales”.

La Rda. Ann Staples, diácona episcopal, describe en un mapa la zona rural de Pensilvania al que atiende el Centro Recreativo Juvenil Coal Country. Foto de Lynette Wilson/ENS.

La Rda. Ann Staples, diácona episcopal, describe en un mapa la zona rural de Pensilvania al que atiende el Centro Recreativo Juvenil Coal Country. Foto de Lynette Wilson/ENS.

El distrito de Northern Cambria, con una población de 5.000 habitantes, fue incorporado en 2000 cuando los pueblos de Spangler y Barnesboro se fusionaron. Fue una movida que tenía por objeto hacer que el pueblo pudiera tener derecho a recibir ayuda federal, pero no la recibió. De hecho, el distrito es tan pequeño que la Oficina del Censo lo incluye en las estadísticas de Johnstown, con una población de 20.000 habitantes.

Staples llegó a Northern Cambria para atender la iglesia episcopal de Santo Tomás [St. Thomas] en septiembre de 1993, al mismo tiempo que la pastora Marty Cartmell, cofundadora de Coal Country, llegaba a hacerse cargo de la iglesia presbiteriana de San Pablo [St. Paul’s]. Durante el verano de 1994, mientras ambas mujeres trataban aún de llegar a conocer la comunidad, cada una fue testigo de las travesuras que suscitaba el tedio de los adolescentes.

“Estuvimos yendo de aquí para allá y viendo cómo era el sitio y descubrimos en las noches de verano a esos chicos que estaban por todo el pueblo, sencillamente por todas partes, por dondequiera”, dijo Staples frente a un sándwich stromboli en Hubcaps Grill, una pizzería que queda frente a la secundaria de Cambria Heights, justo a las afueras de Patton, una de las cuatro secundarias que en que ella ayuda a poner en práctica el programa de aprendizaje experimental de Coal Country.

Los adolescentes habían “inventado un juego divertido en la principal intersección del pueblo, en el semáforo”, contó Staples. “La autopista 219 asciende una cuesta y hace un giro total a la izquierda y se aleja del pueblo. Todos los chicos se reunían y se sentaban en la autopista y hacían un muro hasta el lugar en que los camiones que subían por la 219 tenían que acelerar los motores… para tomar por esa curva. Y allí estaba un muro de muchachos —[los camioneros] les tocaban los cláxones y los chicos saltaban en medio de una gritería”, algo divertido, prosiguió ella.

“Marty y yo vimos esto y dijimos, ‘Dios mío, estos chicos han logrado tener algo que hacer’ y así empezó todo”. Ella afirma que los muchachos nunca estuvieron en peligro. Pero la pared humana era más un indicio de los “insensatos y generalizados actos de vandalismo” que se veían en el pueblo.

(El centro recreativo Coal Country se prepara para un baile)

“Comenzamos con un programa para adolescentes antes de disponer del edificio en que estamos ahora, durante los primeros cuatro años,… luego creamos la guardería infantil, el preescolar y después agregamos el componente de educación experiencial”, explicó Staples.Coal Country comenzó con el programa de adolescentes en 1996. En 2000, la organización compró el edificio, una iglesia catolicorromana desmantelada —una de las 13 que la Diócesis Católica Romana de Altoona-Johnstown cerró ese año— por sólo $1.

La educación experiencial

‘Los índices de graduación en la secundaria regional son elevados, pero el porcentaje de personas que va a la universidad desciende drásticamente. Los salarios en trabajos de minería están en el rango de los $60.000; el ingreso promedio de una familia es de $41.730. En la zona vive un gran porcentaje de personas ancianas que anda en busca de un costo de vida más económico, y personas de bajos ingresos que dependen de los servicios sociales.

El programa de educación experiencial proporciona proyectos creativos y trabajo sobre el terreno, y los estudiantes que participan en el programa de educación experiencial tienden a alcanzar promedios más altos en los exámenes estandarizados, y el 100 por ciento de ellos va a la universidad.

“Miramos en los índices de graduación de cuatro años en los cuatro distritos escolares, del 94 al 97 por ciento. En el nivel postsecundario [ese promedio] desciende del 30 al 35 por ciento en todos los distritos escolares, dijo Staples. “Eso sirve para probar una teoría: uno no puede lograrlo simplemente sentándose en un aula con un libro de texto, sin este tipo de experiencia sobre el terreno.

“Nos sentimos orgullosos [de esos resultados]; creemos que son datos estadísticos interesantes”.

La educación experiencial incluye artes, historia local, educación medioambiental y temas contemporáneos, que juntos sirven para crear conciencia, no sólo a los estudiantes que participan, sino a la comunidad, de un sentido de lugar, no sólo de la producción de carbón de la región y su papel en la construcción de las ciudades de Estados Unidos, sino de su importancia en la historia del país.

“Las cosas que más aprecio de haber crecido en Texas no habrían ocurrido en ninguna otra parte”, dijo Staples, que conserva un acento tejano junto con el uso de ciertas palabrotas con las que ella se crió. “Cualquier lugar donde estés es importante, precisa todas estas cosas que vas a ser de grande”.

Un monumento en piedra y cerámica hecho por estudiantes que participan en el programa de educación experiencial de Coal Country y que marca la Senda de Kittanning, un antiguo camino que cruza por el norte del Condado de Cambria. Foto de: Lynette Wilson/ENS.

Un monumento en piedra y cerámica hecho por estudiantes que participan en el programa de educación experiencial de Coal Country y que marca la Senda de Kittanning, un antiguo camino que cruza por el norte del Condado de Cambria. Foto de: Lynette Wilson/ENS.

Mucho antes de la revolución industrial, nativoamericanos y colonos europeos ocupaban la región. Mediante subvenciones de arte, los estudiantes han erigido monumentos de piedra y de cerámica en los que destacan batallas, así como rutas comerciales y de los colonos. Por ejemplo, el monumento Senda de Kittanning  señala un camino nativoamericano que divide el este del oeste a través de Pensilvania occidental utilizado por los europeos para establecerse en la región y más allá.

“Esta fue la calzada más importante para los colonos en el siglo anterior a que EE.UU. se convirtiera en una país, y creemos que la historia es importante”, dijo Staples, mientras conduce por los ventosos caminos rurales de los montes Allegheny en su Saturno rojo 2003 —cuyo odómetro marca más de 320.000 kilómetros— y sintoniza música clásica en la radio.

En la historia de Estados Unidos, los estudiantes aprenden lo que sucedió en la Costa Oriental “donde tuvo lugar toda la acción. Los chicos crecen sin saber lo que sucedió aquí ni que ello tuvo algún valor”, añadió.

La diácona Ann Staples, el artista Michael Allison y la maestra Kady Manifest discuten un proyecto de arte de un estudiante durante una reunión en la escuela secundaria de Cambria Heights. Foto de Lynette Wilson/ENS.

La diácona Ann Staples, el artista Michael Allison y la maestra Kady Manifest discuten un proyecto de arte de un estudiante durante una reunión en la escuela secundaria de Cambria Heights. Foto de Lynette Wilson/ENS.

Karen Bowman, la profesora de estudios sociales de la secundaria de Northern Cambria, ha dirigido a los estudiantes en cuatro proyectos de historia local, incluido el proyecto de un documental titulado: “Nunca nos dieron la bienvenida en casa: para recordar de los veteranos de Vietnam de PA Occidental” [We Never Got the Welcome Home: Vietnam Vets of Western PA Remembered] este último se terminó con la ayuda de una subvención de $10.000 de History Channel.

La película, producida por 14 estudiantes, recoge a más de dos docenas de veteranos de la zona, quienes reflexionan sobre su regreso de la guerra cerca de 30 años antes, y cómo sus vidas y la región habían cambiado. El Condado de Cambria, con una población de 140.000 tiene una altísima tasa de servicio militar y es el lugar de origen de más de 13.000 veteranos.

En la clase de biología del profesor Ron Yuhas, una subvención medioambiental de Coal Country le permitió a los estudiantes salir al campo para medir la calidad del agua en la rama occidental del Susquehanna y evaluar el daño proveniente del drenaje del ácido de las minas.

“Los muchachos son amantes de la naturaleza y deportistas y están preocupados por la calidad del agua”, dijo Yuhas, añadiendo que una nueva subvención les permitirá proseguir con la observación.

El distrito escolar está concentrado en lograr que los estudiantes se preparen para la educación vocacional y la universidad, y no siempre hay dinero o tiempo para [asignaturas] electivas, dijo Pupo, la directora de la escuela.

“En verdad, necesitamos garantizar que ellos van a ser miembros productivos de la sociedad. Algunos tienen grandes sueños de mudarse a otros sitios”, apuntó Pupo. “El reto es que, al irse de aquí, entran a competir por empleos en el mundo real”.

El condado de la energía de Pensilvania

Las noticias sobre la energía dominan los titulares en Pittsburg y en los periódicos locales: el auge del esquisto bituminoso, por ejemplo, donde el ministro de petróleo y gas de Omán encomió la fracturación hidráulica. La página web del gobierno del condado de Cambria se presenta como ‘Condado de la Energía de Pensilvania”. La llamada “guerra al carbón” del gobierno de Obama no lo ha hecho muy popular en la región.

Las turbinas eólicas están multiplicando la energía a través de Pensilvania central. Foto de Lynette Wilson/ENS.

Las turbinas eólicas están multiplicando la energía a través de Pensilvania central. Foto de Lynette Wilson/ENS.

Señales de que el carbón está perdiendo su importancia son las turbinas eólicas que multiplican la electricidad a través de toda la región.

Gamesa Energy creó todo la serie de turbinas a través de la parte central del estado para producir energía eólica”, dijo Staples. “Eso fue causa de una gran preocupación para las personas que se empeñan en mantener las minas de carbón…una nueva forma de energía que no tiene que ver nada con el carbón”.

A principios del siglo XX, en 1901, había 130 minas de importancia en el Condado de Cambria; las minas estuvieron en su máximo nivel de productividad en los años 10 y 20, suministrando energía en un momento en que la industria del acero en EE.UU. aumentaba su producción en más de un 150 por ciento, y este país se convertía en el mayor productor de acero del mundo.

En los años 70, según Estados Unidos pasaba de ser el mayor exportador para convertirse en el mayor importador de acero del mundo, los efectos secundarios se dejaron sentir a través de todos los Apalaches. En los años 90, las restantes minas sindicalizadas cerraron y los salarios de los mineros se desplomaron.

Vínculos étnicos

A fines del siglo XIX, los europeos emigraron en gran número para trabajar en las minas.

“Cuando empezaron a venir y a emigrar en grandes tandas, de Italia, de Polonia, de Gales… este pueblo fue totalmente fundado por inmigrantes”, dice Staples. “Y no eran personas que estaban en situación de regresar, vinieron aquí porque no pudieron conseguir un trabajo en las minas y formaban pequeñas hermandades basadas en la etnia. Tanto así que en cada pueblo del norte de Cambria había una iglesita católica: una era italiana, otra era polaca, otra era inglesa, otra, galesa”.

“Catorce (en total), porque cada grupo inmigrante que venía tenía una iglesia”, dijo ella, añadiendo que, en un momento, el 94 por ciento de la comunidad era catolicorromano.

En 2000, el mismo año en que Barnesboro y Spangler se fusionaron, la diócesis catolicorromana cerró todas menos una de sus 14 parroquias étnicas, otro golpe para la identidad cultural de la región. Staples dijo que los cierres resultaron dolorosos, pero “al final fue muy pragmático, (el obispo) escogió la parroquia que se encontraba en las mejores condiciones físicas, e hizo claro que ese ese el porqué”.

La legión de los Jóvenes Polacos, el Club Eslovaco, los Hijos de Italia y otros clubes de hombres permanecen abiertos.

Calles silenciosas

Aparte del ocasional sonido de pesados camiones que rugen subiendo por la Avenida Crawford hasta donde ésta intersecta la Autopista 219, o Avenida Philadelphia, como se llama en el pueblo, las calles están permanecen silenciosas.

Una hilera de tienditas – una diminuta tienda de víveres que se especializa en billetes de la Lotería, restaurantes y pizzerías italianos, un establecimiento de licores, una zapatería, una biblioteca pública, una tienda de electrodomésticos— ocupa el espacio comercial en las avenidas Crawford y Philadelphia, el núcleo del centro urbano.

El 30 de octubre, los miembros de la junta de Coal Country se reunieron en el centro para hablar acerca de su importancia para la comunidad en una conversación que finalmente se tornó nostálgica y llevó a hablar de crear empleos y de oportunidades para los jóvenes.

Ese mismo día, el Condado de Cambria había recibido otro golpe —la pérdida de más de 400 empleos— cuando se anunció que una compañía minera de carbón con sede en Virginia vendería una “gran porción” de sus acciones de Pensilvania a una compañía basada en Kittanning.

Más tarde, los jóvenes llegaron a Coal Country para adornar el salón para el baile de Halloween la noche siguiente. Phillip Schlereth (más conocido por “Flip”), que ha estado asistiendo durante los últimos seis años, estaba allí, como también su amigo Anthony Reid, que vino de Texas a Northern Cambria hace aproximadamente un año y comenzó a asistir a Coal Country invitación de Flip.

Vienen a divertirse con amigos y a conocer a nuevas personas, dijo Reid.

Julia DeLoatch, de 20 años, estaba allí junto con su hermana de 16 y su hermano de 17. DeLoatch, que trabaja en Dairy Queen con el objetivo de irse del pueblo, vino a ayudar a preparar el baile, pero también a animar a su hermana y hermano a que no se metan en problemas, dijo.

Cuando Staples y Cartmell, que más tarde se separó de la organización, abrieron las puertas por primera vez, nadie vino; tomó tiempo crear confianza entre los miembros de la comunidad y entre los jóvenes. El hecho de que 40 o 50 jóvenes vengan ahora los fines de semana por la noche es una señal de que el pueblo se siente cómodo y restaurado, dijo McConnell, el obispo de Pittsburg. “Las comunidades misionales son siempre comunidades de relación…que el evangelio público, es decir el que está teniendo lugar en ese centro recreativo, está definitivamente creciendo en el corazón de las personas que han venido para confiar.

“El hecho es que no tienes que probarte a ti mismo que estás en determinado camino para entrar en ese centro de jóvenes…sencillamente entras… Hay ciertas expectativas porque yo creo que Ann está realmente interesada en ver a los jóvenes madurar en las personas en que Dios quiere convertirles”.

En una comunidad donde la mayoría de las señales indican que es un lugar que ha sido abatido, existe un tipo de “acomodo cultural a la desesperación” y el futuro parece un gran desafío, dijo McConnell.

“Pero entonces uno entra en ese lugar y ve lo que está pasando allí y eso le da a todo el mundo una razón para la esperanza. Creo que esa es una de las razones por las cuales ella es querida en esa comunidad: uno no tiene que tener un hijo en ese programa para enorgullecerse de él”, dijo McConnell. “Ellos pueden señalarla y decir ‘Aún no estamos muertos. Vea que queda alguna vida aquí’”.

– Lynette Wilson es redactora y reportera de Episcopal News Service. Traducción de Vicente Echerri.