Episcopales que enfrentan la lección más difícil: el perdón

Por Pat McCaughan
Posted Jan 22, 2015

[Episcopal News Service] Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete”. Mateo 18:21-22.

Al menos el 90 por ciento de la labor de consejería de la psicóloga Ona Graham con individuos y familias conlleva el asistir a aquellos a los que anima el resentimiento y guardan rencores… enseñarles a las personas a identificar donde guardan la ira y el odio” y buscar y extender el perdón.

“La ira es una capa que nos envuelve y que nos separa de Dios. Le digo a la gente que ser rencoroso es como beber veneno y esperar que otro muera. Eso no es lo que Dios quiere para uno”, afirmó Graham, feligresa de la iglesia episcopal de San Nicolás [St. Nicholas Episcopal Church] en Hamilton, Georgia.

Richard Blackburn, director ejecutivo del Centro Menonita por la Paz en Lombard con sede en [la ciudad de] Lombard, Illinois, dijo que la creciente ansiedad social repercute en las familias y las congregaciones. Pequeños malentendidos pueden convertirse aceleradamente en un conflicto eclesial crónico y afectar a las congregaciones e incluso la vida diocesana.

“El perdón es fundamental si vamos a ser capaces de transcender el conflicto y concentrarnos en la misión y en el propósito que tenemos como Iglesia”, afirmó Blackburn, en una entrevista con Episcopal News Service. Él calcula que dedica aproximadamente unos 180 días al año a enseñar sobre los conflictos o a mediar en disputas con una amplia variedad de grupos religiosos, entre ellos los episcopales.

“Parte de los efectos de la ansiedad crónica… es que las personas parecen cada vez menos capaces de mirarse a sí mismas y de reconocer su parte en el desarrollo del conflicto”, dijo Blackburn. “La gente se aferra a su versión de la culpa y no puede ni siquiera ver su propia parte. Esa es la clave para perdonar: todas las partes dispuestas a mirarse a sí mismas y a reconocer que dondequiera que existe un conflicto de relaciones todos tienen un papel en él”.

Ayuda también, agregó, a inculcar una cultura de perdón, reconciliación y conciencia de la omnipresente gracia de Dios que a todos nos es dada.

Perdonarse a sí mismo y cultivar la transformación

Hace aproximadamente cuatro décadas, Jon Bruno, el obispo de Los Ángeles, mató a un hombre de un disparó, algo que él recuerda todos los días.

Antes de ser ordenado sacerdote y obispo, era agente secreto de la policía en Burbank, California, y tuvo que tomar una decisión instantánea para salvar la vida de otro policía que lo acompañaba.

Un sospechoso les había comenzado a disparar, contó Bruno a ENS recientemente. “Hizo un disparo que vino a dar en el poste que estaba a mi lado”, recordaba él. “Mi compañero se levantó con una linterna en la mano y lo alumbró, lo cual no se supone que uno haga. El hombre se volvió y levantó el brazo para disparar y yo le tiré”.

El sospechoso era alguien a quien había llegado a conocer durante una investigación encubierta, dijo Bruno. “Me había invitado a su casa y yo había hecho cabalgar a sus niños en mis rodillas…Le disparé con una escopeta de dos cañones y murió en el acto. Durante mucho tiempo me despertaba todas las noches soñando con lo que había ocurrido. Resultaba muy doloroso revivir eso todas las noches de mi vida”.

Una investigación y la encuesta del médico forense exculpó a Bruno de cualquier delito, pero no fue hasta que buscó ayuda de un sacerdote episcopal que pudo comenzar un proceso de perdón que finalmente habría de transformarlo.

“Me dio la absolución después de hacer la Reconciliación de un penitente en el Libro de Oración”, recordaba Bruno. “Yo había creído que teníamos que sufrir las razonables consecuencias de nuestras acciones. Estaba convencido de haber cometido un pecado contra Dios. En ese tiempo, pensaba, ¿qué es esto, qué me va a librar de esto? Pero esa noche volví a casa y dormí apaciblemente”.

Eso condujo a la transformación. “Cambió mi actitud respecto a lo que era el perdón, que sale del corazón y de la mente así como de la presencia de lo santo, todo en paralelo al mismo tiempo, y he estado dispuesto a perdonar a la gente desde entonces”.

Ahora, “siempre que oigo de un policía involucrado en un tiroteo, oro por esa gente”, agregó Bruno. “Durante años, he sido capellán del departamento de policía aquí en Los Ángeles, y trabajo con tipos que han matado a personas. Y lo que les digo es, debes perdonar a esa persona para que puedas perdonarte, porque el pecado de la ira es tan malo como el de segar una vida.

“Te arranca de tu centro. No te deja ser plenamente humano, no te deja ser un verdadero seguidor de Dios”.

Maryland: una tragedia que se tornó transformadora.

Frank Kohn dijo que no tuvo que esforzarse para perdonar al asesino de su hermana, tan sólo recordar como ella había vivido.

Su hermana, la Rda. Mary-Marguerite Kohn, co-rectora de la iglesia episcopal de San Pedro [St. Peter’s Episcopal Church] en Ellicott City, Maryland, fue herida de muerte en un incidente ocurrido en mayo de 2012 que tuvo amplia divulgación. También murieron [en el mismo incidente] Brenda Brewington, administradora de la parroquia, y Douglas Jones [el autor de los hechos] que volvió el arma contra sí mismo”.

“Al parecer, él visitaba con frecuencia la despensa de la iglesia y nadie sabe lo que realmente sucedió porque no sobrevivieron testigos”, dijo Kohn a ENS.

“Obviamente, yo no conocía a esta persona y en verdad estaba enojado con alguien que le había hecho algo así a mi familia y que había afectado mi vida de esa forma, pero estoy seguro de que no es la manera en que mi hermana se hubiera enfrentado con esto”, afirmó él. “Ella habría entendido la situación en que él estaba”.

Su hermana era siete años mayor que él. Había dedicado su vida a ministrar a los marginados y a las víctimas de traumas, dijo Kohn, de 57 años, que es fitopatólogo. Cuando se produjo la agresión, él inmediatamente salió de su casa en San Luis para Baltimore donde “el apoyo de toda la parroquia y la comunidad me arroparon, y fueron extraordinarios. Como resultado he terminado haciéndome muy buen amigo de algunos de sus amigos más cercanos”.

Más de un mes después del funeral, en otro viaje a Baltimore, también conoció a miembros de la familia de Jones en un momento transformacional. “Ellos alquilaban una casa contigua a la propiedad de la iglesia. Esa puede haber sido la razón de que este tipo estuviera rondando por allí. De manera que la parroquia y esta familia se conocían bien”, apuntó Kohn.

“Enseguida resultaba evidente por cuánto sufrimiento estaba atravesando esta familia por lo que había sucedido”, dijo él. Ciertamente, eran víctimas y no tenían nada que ver con lo que su hermano y cuñado había hecho”.

El perdón fue inmediato, contó Kohn. “Digo que yo no creo que ellos hubieran hecho algo por lo cual ser perdonados, pero resultaba obvio que era como quitarles un gran peso de encima. También tuve la oportunidad de expresarles mi condolencia y mi comprensión por lo que estaban pasando”.

El Rdo. Tom Slawson, vicario de San Pedro, dijo que la iglesia renovó el lugar donde se produjo la agresión, extendiendo la capilla que ya ha sido dedicada para conmemorar allí el ministerio de Kohn.

Los hechos también suscitaron “una especie de arrepentimiento colectivo” entre los miembros de la congregación que antes habían tenido algún conflicto.

Eugene Sutton, el obispo de Maryland, dijo que toda la comunidad diocesana se había concentrado en cultivar el espíritu de perdón y reconciliación. “El hecho cierto es que la Iglesia anuncia constantemente que el reino ha venido con un espíritu de reconciliación, de compasión, de perdón, de justicia y de paz, y nadie más dice eso. La Iglesia es la institución que nos va a llevar allí”, recalcó Sutton.

Perdón a cortos pasos

Sutton y otras personas dicen que la Iglesia tiene una posición privilegiada para ayudar a la sociedad a avanzar hacia el perdón, afirmó también Sutton.

“La Iglesia es el único lugar que dice eso en todos los oficios eucarísticos, a quien se sienta junto a ti o tu alrededor, le deseas las bendiciones y la paz de Dios… que estoy reconciliándome contigo y debo hacerlo porque Dios me ha perdonado y no puedo acercarme a la mesa del Señor para que él me alimente si no trato de ser bueno con los que me hicieron mal.

“Todos nos hemos portado mal con el Señor y él aún nos acoge”, añadió Sutton.

El Rdo. Jeff Jackson, rector de la iglesia de San Nicolás [St. Nicholas] en Hamilton, cerca de Atlanta, dijo que el rito de la reconciliación es otra “forma maravillosa de enseñar el perdón”.

“La Iglesia Episcopal tiene una estupenda tradición, el don que Dios le ha dado a los sacerdotes de poder escuchar [el arrepentimiento] y de pronunciar ese perdón, esa absolución, y eso nos permite oír tangiblemente las palabras que Dios de manera intangible nos dice todo el tiempo, que nos perdona y nos ama y nos restaurará”.

Graham, la neuropsicóloga, ofrece una receta para aprender a perdonar:

  • Renunciar a la venganza
  • Refrenarse o “dejar de pulsar el botón de respuesta”.
  • Librarse de la ira
  • Olvidar el dolor asociado con ella “aprender la lección que te está reservada”.

“Si estás enojado con alguien”, dijo ella, “durante las próximas dos semanas pídele a Dios que le dé a esa persona todo lo que quieres en tu vida y yo te garantizo que, al cabo de las dos semanas, verás a esa persona de manera diferente.

“Empezarás a ver a esa persona desde el punto de vista de Dios y entonces tendrás libertad de espíritu”.

–La Rda. Pat McCaughan es corresponsal de Episcopal News Service. Traducción de Vicente Echerri.