La Iglesia ve una función imprescindible en la justicia social y la reconciliación

Por Pat McCaughan
Posted Aug 26, 2014

[Episcopal News Service] En tanto la muerte a tiros de un joven afroamericano desarmado por un policía continuaba provocando protestas en Ferguson, Misurí, los episcopales a través de Estados Unidos se enfrentaban a la cruda realidad de que ello podría haber sucedido prácticamente dondequiera y con la difícil pregunta: ¿qué debería hacer la Iglesia al respecto?

A pesar de la muerte de Michael Brown el 9 de agosto y de su violenta secuela, la esperanza “es que ello será finalmente el toque de atención que necesitamos para abordar este problema”, dijo a ENS el obispo Stacy Sauls, director de operaciones de la Iglesia Episcopal. “Porque, en mi opinión, las relaciones raciales en Estados Unidos empeoran, no mejoran”.

Las enconadas relaciones entre el departamento de policía de Ferguson, predominantemente blanco, y la comunidad afroamericana dio paso a la violencia luego de que el agente Darren Wilson hiriera fatalmente a Brown, de 18 años. Después ha habido informes [discrepantes] de testigos presenciales y una autopsia independiente revelaba que Brown había sido alcanzado por seis disparos. Subsecuentemente, la policía de Ferguson identificó a Brown como sospechoso de cometer un robo.

Por su parte, clérigos y vecinos de la localidad denunciaron el nivel de violencia policial dirigida contra la comunidad mayoritariamente afroamericana.

Sauls dijo que las iglesias cristianas pusieron en marcha el movimiento de los derechos civiles “y yo creo que estamos presenciando un enérgico llamado a que participemos de nuevo. Una cosa podemos hacer, reunir a las personas para dialogar, no sólo a nivel local o regional, sino para un diálogo nacional. Eso puede tener un impacto muy positivo”.

De manera similar, los miembros jóvenes adultos de la Unión de Episcopales Negros (UBE, por sigla en inglés) citaban, en una declaración del 20 de agosto, entre otras cosas, “la subcultura del prejuicio contra la población negra que da lugar a esa secuencia de titulares [que informan] de otro estadounidense muerto en las calles de su barriada”.

La declaración les pide a los capítulos de la UBE de todo el país que ayuden a transmitir el mensaje “de manera que la voz profética de la Iglesia Episcopal resuene, al denunciar el legado de la opresión institucionalizada, en Estados Unidos y a través del mundo”.

Transmitir el mensaje: voces proféticas
Chester Hines comenzó a servir como capacitador de talleres antirracistas en la Diócesis de Misurí por elección propia y debido a las circunstancias.

“Crecí en el San Luis segregado. No importa qué institución menciones en San Luis, siempre —conforme a mi experiencia— han estado segregadas, incluso después de la legislación [federal] de los Derechos Civiles de 1964”, dijo Hines, que desempeña su primera colocación en un campo [pastoral] en la iglesia episcopal de San Timoteo [St. Timothy’s Episcopal Church] en Creve Coeur, como parte del proceso de ordenación diocesano.

Hines dijo que a él no le sorprendió el estallido de tensiones raciales en la vecina [comunidad de] Ferguson después del baleo de Brown. “Me sorprendió que no hubiese ocurrido antes y en más lugares”.

Él les transmitió sus lecciones de vida a sus hijos mellizos, Christian y Christopher, mientras crecían, en interés de su preservación, señaló él. “Eduqué a mis hijos a entender y estar al tanto de la segregación, la raza y el racismo, y que éste existía en San Luis”, dijo. “También les dije cómo se manifestaba”.

“Les enseñé, cuando cumplieron 10 años de edad, que se toparían con la policía, por seguridad cuando fueran a la galería comercial con sus amigos, y ellos tenían amigos blancos. Les enseñé las lecciones que yo sabía que iban a tener que aprender a fin de ser parte de la comunidad, porque estas fueron las lecciones que yo tuve que aprender y nada ha cambiado”, afirmó.

“Le dije lo que iba a suceder pero, les dije algo más importante, lo que sería su respuesta: aborden al policía con respeto y cortesía, sí señor, no señor. Les dan sus nombre. Sigan sus instrucciones, incluso si han de ser arrestados.

“Porque, este es el riesgo que se corre: si lo ofenden, o de alguna manera le transmiten a ese policía que lo están desafiando, les va a hacer daño físicamente o les va a romper la cabeza, y una vez que les rompa la cabeza o les dé un tiro, eso no puede arreglarse.

“Sin embargo, puede arreglarse si los llevan a la cárcel, porque yo puedo ir y sacarlos de allí. Pero en una confrontación física, yo no puedo hacer nada”.

Ahora que ambos hijos tienen 31 años y son abogados, dice él. “Todos los días me despierto y digo ‘amén’”.

‘Es difícil hablar de la raza’ – escuchen pues
El Muy Rdo. Mike Kinman, deán de la iglesia catedral de Cristo [Christ Church Cathedral] en San Luis, “intentaba escuchar a la gente sobre el terreno” en Ferguson y aconsejaba a otros a hacer lo mismo.

También invitó a los feligreses de la catedral, luego del oficio principal del domingo 17 de agosto, a pasar un tiempo juntos, sin hacer juicios, sin comentarios, sin discusiones, sencillamente escuchándose mutuamente. “Hubo lágrimas, cólera, confusión, una amplia variedad de sentimientos se expresaron, pero estaba tan sólo este espacio sacro y me di cuenta de que era la gracia”, afirmó.

“Hay personas que han dicho ‘no tengo ningún lugar para decir esto. Tengo miedo de hablar acerca de la raza, miedo de cometer una torpeza’. Necesitamos un lugar donde podamos equivocarnos.

“Esto es algo que podemos hacer como iglesia; ofrecer ese espacio seguro, para hablar acerca de la raza, porque acerca de la raza resulta muy difícil hablar”, agregó. “Pero, les dije a todos ellos, si no están hablando, no piensen en lo que van a decir después, tan sólo escuchen”.

El Rdo. Eric H. F. Law, sacerdote episcopal y fundador del Kaleidoscope Institute, con sede en Los Ángeles, que ofrece desarrollo de liderazgo y adiestramiento en la diversidad en ambientes multiculturales y cambiantes, se muestra de acuerdo “el primer paso tiene que ser escuchar a las personas que históricamente no han podido expresarse.

“La pregunta importante es: ¿quieren que se sigan produciendo estas explosiones esporádicas o realmente quieren encontrar un medio de comprometer a las personas a tener genuinas relaciones?”, dijo Law, que ayudó a coordinar los empeños de reconciliación luego de los disturbios de Los Ángeles de 1992.

“La conclusión es, ¿tenemos verdaderas amistades más allá de los fronteras raciales en este país, y puede nuestra Iglesia facilitar eso y no de una manera superficial, sino de un modo que podamos realmente intentar entendernos mutualmente?

Sauls dijo que después de que un jurado de la Florida encontró al vigilante George Zimmerman no culpable en julio de 2013 por la muerte a tiros de Trayvon Martin, la Iglesia Episcopal comenzó a laborar para instituir, por primera vez, un misionero para la reconciliación racial. En junio de 2014, Haidi Kim fue designada para ese cargo y Charles Wynder fue nombrado el misionero de la Iglesia Episcopal para justicia y defensa sociales.

“Yo sí creo en verdad que si tomamos seriamente la noción de que todos somos miembros del Cuerpo de Cristo, entonces tenemos que comportarnos de manera diferente los unos con los otros. El primer paso es escuchar a las personas que piensan diametralmente distinto a nosotros”, dijo Kim. En su nueva función, ella es responsable de facilitar el establecimiento y desarrollo de intercomunicaciones en la Iglesia para confrontar los problemas de racismo, en la Iglesia y en la sociedad. Wynder es responsable de hacer participar a los episcopales en la creación, dotación y capacitación de movimientos de defensa social y redes en pro de la justicia social tanto a nivel local como comunitario.

“Hubo un incidente en Nueva York este verano”, dijo Sauls, refiriéndose a la muerte por asfixia de Eric Garner, un afroamericano de Nueva York, a manos de agentes de la policía neoyorquina “y ahora el caso de Michael Brown, luego no se trata de una ocurrencia infrecuente”.

“Desafortunadamente,” agregó, “éste es uno de los anuncios más tristes que puedo hacer, que todos sabemos que esta tragedia volverá a repetirse”.

El Centro Interreligioso de Nueva York acogió con beneplácito el cercamiento del alcalde de la ciudad de Nueva York, Bill de Blasio, a los líderes religiosos como un modo de “sanar y profundizar las relaciones entre la policía y la comunidad” a raíz de la muerte de Garner. “Aplaudimos a los principales líderes religiosos por congregarse para el diálogo en este momento crítico”, dice el comunicado, que reconoce el importante papel que desempeñan los líderes de la fe popular “en mantener una coexistencia pacífica en sus barrios”.

Capacitación antirracista; convertirse en la amada comunidad
Para Hines y otras personas que dirigen las capacitaciones antirracistas a través de la Iglesia, los medios incluyen la historia de la Iglesia Episcopal, la carta pastoral de los 0bispos en 1994 sobre el pecado del racismo y resoluciones de la Convención General sobre el tema, así como algunas definiciones básicas.

“Conversamos sobre la historia de la Iglesia Episcopal, y hay de todo”, dijo Hines. “Tuvimos sacerdotes y líderes en la Iglesia Episcopal que fueron dueños de esclavos y miembros del Ku Klux Klan”

Henry Shaw, por ejemplo, fue un rico terrateniente y filántropo “que sólo en el pasado reciente reconocimos que era uno de los mayores esclavistas de San Luis”, dice Hines. “Gran parte de la riqueza que él le dejo a la Iglesia Episcopal tuvo su origen en los esclavos que poseía”.

El acuerdo sobre las definiciones de términos tales como prejuicio, discriminación e intolerancia también “nos llevan a un punto donde dialogamos los unos con los otros y podemos llegar a entender, con optimismo, lo que la otra persona dice”, añadió.

En Atlanta, un cambio de nombre, de la comisión diocesana de antirracismo a la “Comisión de la Amada Comunidad para el Desmantelamiento del Racismo”, hizo posible que los participantes llegaran a entender que “necesitamos desmantelar el racismo como parte de nuestra formación espiritual y no sólo al objeto de que podamos marcar la casilla para integrar la junta parroquial y para ser sacerdote”, dijo Catherine Meeks, de 68 años, profesora universitaria jubilada y miembro de la comisión.

“Hemos pasado de una enorme hostilidad abierta hacia nuestro curso de capacitación, a que las personas nos inviten a sus parroquias individuales”, dijo Meeks, miembro de la iglesia episcopal de San Agustín de Cantórbery [St. Augustine of Canterbury Episcopal Church] en Morrow, Georgia, cerca de Atlanta.

Al celebrar la Santa Comunión al comienzo de las sesiones también “concentramos toda la jornada en torno al principio de que esto es lo que somos como familia, esta es la obra que hacemos para ayudar a nuestra familia a que se restablezca”.

Hija de un aparcero y de una maestra de Arkansas, “éramos realmente pobres”, recuerda Meeks. “Éramos víctimas, en muchos sentidos, del racismo. Yo veía a mi padre muy herido por ello y de ahí por qué pongo tanto ahínco en cambiarlo”, añadió.

“Hice realmente un gran esfuerzo en no transmitirle a mis hijos gran parte del temor y la cólera que mi padre sentía”, agrega. “Y en verdad tuve que hacer un gran esfuerzo para sobreponerme un poco al temor.

“Me esforcé mucho en la crianza de mis hijos para que sintieran que tenían un lugar en el mundo y que podían ser personas independientes, pero con la conciencia de que son negros en Estados Unidos. Los sistemas aquí no están concebidos para beneficiar a las personas de color”, afirmó.

Eso significa, siguió diciendo, vivir una existencia dualista. “Crees que eres un hijo de Dios y que Dios cuida de ti y que tienes un lugar en el mundo y que recibirás las bendiciones que te corresponden. Pero vives en un país donde existen montones de sistemas concebidos para evitar que eso suceda, y tienes que convivir con esa realidad”.

Esperanza: ‘en la Iglesia tenemos una oportunidad’
Sauls dijo que las sesiones de seguimiento de eventos innovadores tales como “Cincuenta años después: el estado de la raza en Estados Unidos” de la Iglesia Episcopal, [que tuvo lugar] en noviembre de 2013, en Jackson, Misisipí, y un oficio de arrepentimiento en octubre de 2008 en la histórica Iglesia episcopal africana de Santo Tomás [African Episcopal Church of St. Thomas] en Filadelfia, se encuentran en las etapas de planificación.

Agregó que la oficina del Ministerio de Justicia y Defensa Social de la Iglesia Episcopal está haciendo acopio de recursos para que las comunidades de fe “inicien las conversaciones. Estamos empezando a reunir líderes de toda la Iglesia para continuar el diálogo y seguir edificando a partir de lo que hicimos en noviembre pasado”, en Jackson.

Kinman dijo que había recibido ofertas de algunos colegas, de distintos lugares del país, de venir a Ferguson para unirse a las protestas.

“Le estoy diciendo a las personas, dondequiera que se encuentren en este país, que si realmente quieren ayudar, aprovechen esta oportunidad y reúnan a su congregación, a su gente, y hagan la pregunta, ¿por qué creen que esto sucede?”, dijo.

“Hagan alguna labor educativa acerca de la raza, la clase, el poder y el privilegio. Pregunten: ¿quién en su comunidad es Michael Brown? ¿Quiénes en su comunidad serían esas personas que se encuentran ahora mismo en las calles de Ferguson? ¿Qué experiencia tienen de ser negro o mestizo en su comunidad?

Meeks está de acuerdo. “Esta situación en Ferguson sencillamente resalta que hemos tratado de aparentar que estamos donde no estamos. Podría ser en cualquier lugar de este país, y esto lo sabemos. Ferguson es sólo una puntita del iceberg. En verdad debemos prestar atención”.

Pero hay muchas razones para la esperanza, especialmente dentro de la Iglesia, afirmó.

“Mi esperanza radica en el hecho de que creo que en la Iglesia tenemos una oportunidad. Celebrar la Santa Comunión es tan importante porque nos recuerda que estamos comprometidos con algo mayor que nosotros mismos. Creo sencillamente que la Iglesia es el lugar donde podemos desarrollar un auténtico diálogo, una genuina confianza y modelar una manera diferente de ser los unos con los otros”, añadió.

“Hemos de recorrer un largo trecho para llegar allá, pero creo que tenemos una oportunidad si estamos dispuestos a ser consecuentes con lo que decimos que creemos”.

Hines contó que él contradijo a uno de los participantes en un taller de capacitación antirracista que él había dirigido la semana anterior en Sikeston, quien le dijo que el verdadero cambio parecía imposible.

“Mi esperanza es eterna, pero el cambio es muy lento”, puntualizó. “Le recordé que, antes de 1964 y de la legislación de los Derechos Civiles, yo no habría podido venir a Sikeston y quedarme en ningún lugar, salvo con un pariente. El cambio es posible si estamos de acuerdo en que lo es y avanzamos en esa dirección”.

Y añadió: “Creo que esta obra es necesaria y vital para la salvación de la Iglesia Episcopal. Miramos a nuestra historia y luego contemplamos los acontecimientos actuales y después identificamos para nosotros mismos lo que queremos que sea el panorama de aquí a diez años”.

–La Rda. Pat McCaughan es corresponsal de Episcopal News Service. Traducción de Vicente Echerri.