Ferguson, Misurí: líderes de la Iglesia intentan ayudar a rehacer la confianza de la comunidad

Por Pat McCaughan
Posted Aug 18, 2014

Wayne Smith, obispo [episcopal] de Misurí desfila el 14 de agosto, junto con clérigos y otras personas, a través del complejo de apartamentos de Canfield Green, donde el joven Michael Brown, de 18 años, fue muerto a tiros el 9 de agosto. Foto de Mike Angell.

Wayne Smith, obispo [episcopal] de Misurí desfila el 14 de agosto, junto con clérigos y otras personas, a través del complejo de apartamentos de Canfield Green, donde el joven Michael Brown, de 18 años, fue muerto a tiros el 9 de agosto. Foto de Mike Angell.

[Episcopal News Service] La Rda. Teresa Mithen-Danieley confiando en que “probablemente no habría gases lacrimógenos” se llevó consigo a su hija de dos años, Ruby Frances, a la marcha del 14 de agosto en Ferguson, Misurí, para empezar a rehacer la confianza de la comunidad después de que un policía matara a tiros a un adolescente negro desarmado el 9 de agosto y la secuela de violencia que ello tuvo.

Junto con el obispo Wayne Smith, de Misurí, ella y otros episcopales se unieron al menos a otras 1.000 personas —clérigos, funcionarios públicos, vecinos y partidarios— en una manifestación en Ferguson de más de 3 kilómetros de largo, en la cual los clérigos se situaron en los perímetros y en los extremos, según dijo Mithen-Danieley.

“Quisimos tratar de hacerle claro a cualquiera que quisiera participar en la manifestación y a la policía y al público que este es un acto no violento, y que estábamos todos allí en solidaridad con las personas de Ferguson”.

Mientras los manifestantes se acercaban al complejo de Canfield Green, donde el adolescente de 18 años Michael Brown resultó fatalmente herido el 9 de agosto “entrábamos en un valle de casas estilo rancho y uno podía ver que todo el barrio estaba saturado de gases lacrimógenos”, explicó.

“Uno podía apreciar en la medida en que usaron los gases lacrimógenos, permeaban toda la zona”, dijo Mithen-Daniely, rectora de la iglesia episcopal de San Juan [St. John’s Episcopal Church] en Tower Grove cerca de San Luis.

La agresión a tiros —y el nivel de la violencia policial dirigida a la comunidad predominantemente afroamericana en los días que siguieron— ha reabierto viejas heridas y expuesto dolorosamente las divisiones raciales y económicas en esta comunidad suburbana de San Luis de unos 21.000 habitantes.

Y el 15 de agosto, la declaración de la policía en que nombraba al agente que hizo los disparos e identificab a Michael Brown como sospechoso de un robo no cambió nada de eso, según el obispo Smith.

“La elección del momento es desafortunada, que la mención de Michael Brown como sospechoso se haya dado a conocer al mismo momento en que se revelaba el nombre del agente”, dijo él a ENS el 15 de agosto. “Simplemente no pareció justo. Es absolutamente una maniobra distractiva en lo concerniente a la agresión policial en sí”.

Los efectos persistentes de la violencia espiritual de la justicia racial y económica “no son nuevos para nosotros; es algo que hemos tenido que enfrentar durante mucho tiempo”, añadió Smith quien, en un comunicado en la página web de la diócesis, hizo un llamado a todos los episcopales “especialmente a aquellos cuya raza o cultura les otorga un innato privilegio, lo que se ha puesto de manifiesto, a orar acerca de estas cosas, a aprender humildemente de ellas, y anhelar y laborar en pro de respuestas que promuevan la justicia”.

 

Cicatrices permanentes, divisiones raciales y económicas

Mientras viajaba hasta Ferguson desde la iglesia catedral de Cristo [Christ Church Cathedral] en San Luis, para participar en la marcha del 14 de agosto, contaba Smith: “pasé por el cementerio del Calvario, donde está enterrado Dred Scott, y pensaba en esa larga y dolorosa historia que hemos tenido con las relaciones raciales aquí en la ciudad y el condado de San Luis”.

Dread Scott, siendo esclavo, presentó una demanda para obtener su libertad en un caso célebre que finalmente llegó al Tribunal Supremo de EE.UU. En 1857, el tribunal dictaminó que por ser Scott negro, no era ciudadano y, por consiguiente, no tenía derecho a demandar.

Smith dijo que se había unido a la marcha atendiendo la invitación de la Coalición de Clérigos Metropolitanos “una organización predominantemente afroamericana. Enviamos una notificación por correo electrónico al clero y al laicado y en verdad me sentí animado por la decidida muestra de apoyo”.

“espero que nuestra Iglesia pueda seguir el ejemplo de lo que la comunidad de Ferguson y las comunidades vecinas necesitan y quieren. Tenemos que respetar su integridad y su autoridad”, afirmó.

Smith dijo también que durante la marcha “desfiló con un joven del Colegio Universitario de Morehouse que había venido en auto desde Atlanta con Ruby Sales”, quien había sido invitada a hablar en un evento local.

“Él quería contribuir con la resolución del conflicto en San Luis y me pidió mis señas para ponerse en contacto conmigo”, contó Smith. “Le mencioné que ayer era la fiesta de Jonathan Daniels”, el seminarista episcopal que murió por salvar a Sales de un escopetazo durante la campaña en pro de los derechos civiles en 1965, [que se llamó] Verano de la Libertad en Hayneville, Alabama.

 

‘Una enorme falta de confianza’

El Muy Rdo. Mike Kinman, deán de la iglesia catedral de Cristo en San Luis, dijo que después que se diera a conocer, el 15 de agosto, el nombre del agente así como la información que incriminaba a Brown como sospechoso de robo, “la situación estaba cambiando por instantes”.

El momento de comunicar esa información “denuncia la enorme falta de confianza en nuestra comunidad; que es uno de los problemas fundamentales aquí”, señaló. “Ha habido, a lo largo del tiempo, un increíble deterioro de la confianza entre la comunidad negra de San Luis y el departamento de la policía y las instituciones de la justicia en general, y no sólo en Ferguson, sino en toda el área metropolitana”.

El 14 de agosto, el gobernador de Misurí, Jay Nixon, le quitó la supervisión de la seguridad en Ferguson a la policía local y la puso en manos del capitán Ronald S. Johnson, de Patrulla de Caminos, y prometió un cambio en el tono de lo que el Rdo. Steve Lawler y otros han llamado “una militarización” de la policía.

La policía estatal se unió con los manifestantes en la marcha del 14 de agosto. Brillaban por su ausencia los equipos antimotines, las armas semiautomáticas, los vehículos blindados y la excesiva demostración de fuerza que antes había usado la policía de Ferguson, apuntó él.

“Esa ha sido la gran conmoción, la mayor sorpresa, la respuesta de la policía”, dijo Lawler, rector de la iglesia episcopal de San Esteban [St. Stephen’s] (http://www.saint-stephens.info) en Ferguson. “Realmente ha sido intensa, y parece como si hubiera acelerado, más bien que desacelerado, el resolver la manera en que la gente volviera a trabajar junta”.

Chester Hines, presidente de la comisión diocesana sobre el desmantelamiento del racismo estaba dirigiendo un taller de formación antirracista en Sikeston, a 233 kilómetros a sur de San Luis, que ya estaba programado “antes de que Ferguson explotara”.

Pero él no se mostró sorprendido por los disparos ni por la violencia, “como un resultado de mi propia experiencia con el racismo en esta comunidad durante más de 60 años ahora”, dijo. “La razón por la cual realizo esta labor se debe a mis propias experiencias personales de convivir con el racismo en San Luis”.

Y, agregó, que las mismas circunstancias de Ferguson están presentes en otras comunidades. La diferencia consiste en que “Ferguson tiene una población bastante grande de personas de color, que fueron capaces de salirle al paso como comunidad a las fuerzas del departamento de policía. En la mayoría de nuestras comunidades suburbanas las personas de color son realmente una minoría, de manera que en verdad tienen una voz o un impacto muy limitado”.

 

Emplear ‘el poder del Evangelio’

No obstante, a pesar de todo, dijo Lawler, “el poder del Evangelio ha sido palpable”.

La despensa de San Esteban está desesperadamente necesitada de reabastecimientos; muchos negocios locales estuvieron cerrados y los vecinos se mostraban renuentes a aventurarse afuera debido a la masiva presencia de la policía, contó él.

“No podíamos conseguir alimentos y sabíamos que esta es la época del año cuando la gente tiene que comprar útiles escolares y otras cosas”, dijo. “El lunes habría sido el primer día de clases del distrito escolar.

“Las personas ya estaban presionadas económicamente”, añadió. “Es un mes caro”.

Pero la respuesta resultó abrumadora, ya que las congregaciones diocesanas, las organizaciones comunitarias y los individuos inundaron la despensa con alimentos y artículos de uso personal. Por ejemplo, dijo Lawler, “hay un hombre que está por temporadas sin hogar, pero pasó y me dio un par de latas de frijoles listos para comer, las cuales yo sé que son probablemente la mitad de la comida que él tiene para el día, si acaso”.

“Otro tipo, cuyo hijo se encontraba comprando marihuana en el lugar equivocado a la hora equivocada, y a quien mataron a tiros hace un par de semanas, se apareció con comida, lleno de compasión por la comunidad. Hay un nivel de compenetración que ha estado presente aquí, en medio de todo esto”.

La planificación para otras vigilias de oración, manifestaciones y actos también se encuentra en marcha, en tanto la comunidad comienza a hacerle frente a la difícil labor a largo plazo de reconstruir la confianza y emprender la reconciliación.

Chuck Wynder, misionero de la Iglesia Episcopal para la justicia y la defensa social dijo que ha estado trabajando estrechamente con sus colegas el Misionero para la Reconciliación Racial, Heidi Kim, y con Alex Baumgarten, que dirige la Oficina de Relaciones Gubernamentales de la Iglesia “para ver cómo podemos acompañar a la gente aquí y cómo podemos apoyar a la diócesis y a la comunidad”.

“Queremos cerciorarnos de que nuestro testimonio y nuestra defensa social está presente tanto en la localidad como en la Iglesia a nivel denominacional y facilitar nuestra respuesta misional de manera que otras partes de la Iglesia más allá de Ferguson y de la Diócesis de Misurí sepan que la Iglesia está presente en medio de todo esto”, afirmó.

El Rdo. Mike Angell que, como misionero de la Iglesia Episcopal para los jóvenes adultos y el ministerio universitario, está radicado en San Luis, dijo que escribió un pliego de preguntas y respuestas para ayudar a los estudiantes universitarios y jóvenes adultos a discutir las ramificaciones de la tragedia de Ferguson.

 

Comenzar la ardua tarea de la reconciliación

Congregarse y avanzar constituye un reto a largo plazo, dijo Angell. “Es un problema de racismo sistémico”, afirmó. “Tenemos una crisis en nuestro país que salió a relucir con lo que sucedió con Michael Brown. Es permanente. Tenemos mucho que hacer hoy día y ¿no es la Iglesia exactamente el lugar donde debemos hacerlo?”.

La Rda. Teresa Mithen-Danieley convino con él.

“Ha habido alguna respuesta inmediata esta semana, y me alegro de eso”, dijo Mithen-Danieley, que creció en Normandy, una comunidad vecina a Ferguson. “Pero quiero un compromiso a largo plazo”, añadió.

“Para mí, eso no significa mucho, a menos que la diócesis como un todo y las personas de la diócesis continúen invirtiendo y participando en la justicia económica y la justicia racial a largo plazo en nuestra región. Desafortunadamente, esta tragedia ha ayudado a las personas a ver que hay muchísimas tensiones que han estado ocurriendo a lo largo de toda mi vida, y yo tengo 37”, puntualizó ella.

“Espero que sea una oportunidad de llevar esto a toda la Iglesia, cómo la justicia racial y la económica están vinculadas y que esto es un problema a largo plazo que no se va a acabar cuando se acaben las manifestaciones”.

Kinman se mostró de acuerdo.

“Ahora mismo, está en los medios de prensa, una causa que nos ha exaltado, y eso es importante y está bien. Pero los asuntos con que esto tiene que ver son el poder y el privilegio y la raza y la clase social y ellos han estado presente durante mucho tiempo. Enfrentarse a esto conllevará un empeño sostenido.

“Y les corresponderá a las personas con poder y privilegios, y esas constituyen la mayoría de los episcopales blancos y de los sanluiseños blancos; y nos corresponderá educarnos y convertirnos realmente en buenos escuchas y examinar cómo somos llamados a cambiar algunos de estos sistemas que llevaron a la muerte de Michael Brown”.

La catedral está sosteniendo conversaciones respecto a formar parte de ese proceso actual educativo “y de restauración, no de restauración hasta el punto donde todo el mundo, de alguna manera, se quede callado otra vez, sino restauración que nos lleve a alcanzar un nivel diferente”, explicó.

“Nunca le devolveremos la vida a Michael Brown, pero esto puede redimirse de algún modo”.

“No resulta fácil, en momentos como éste, elegir a una parte —a una persona o a un grupo de personas— como completamente buena y a la otra parte como completamente mala, y tenemos que resistir eso a toda costa. Pero, somos llamados a ser embajadores de Cristo y ministros de la reconciliación y tenemos que respaldar a todo el mundo. Tenemos que llamar a todos nosotros a ser esas imágenes de Dios que son nuestra mejor naturaleza.

“Esa es la labor a largo plazo de la Iglesia, establecer relaciones de amor y de respeto con todos, de manera que podamos congregarlos a todos y decir escuchémoslos a todos y atendamos lo que Dios nos está llamando a ser”.

–La Rda. Pat McCaughan es corresponsal de Episcopal News Service. Traducción de Vicente Echerri.


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