Conmemoran las ordenaciones de las 11 de Filadelfia con llamados a proseguir la obra de la justiciaLa celebración del 40º. Aniversario incluye recuerdos, discursos y jubilosa eucaristía.Posted Aug 1, 2014 |
|

Entre los que asistieron a la celebración del 26 de julio en Filadelfia se encontraban algunos que han hecho historia. En esta foto, de izquierda a derecha, la Rda. Alison Cheek (de las 11 de Filadelfia), el obispo jubilado de Costa Rica Antonio Ramos (que participó en la imposición de manos en la ordenación de las 11 de Filadelfia), la Rda. Carter Heyward (de las 11 de Filadelfia), la obispa primada Katharine Jefferts Schori (cuya elección en 2006 la convirtió en la primera primada de la Comunión Anglicana), la Rda. Merrill Bittner (de las 11 de Filadelfia), la Rda. Betty Powell (una de las cuatro que fueron ordenadas en Washington, D.C. en septiembre de 1975), la Rda. Marie Moorefield Fleischer (de las 11 de Filadelfia), la Rda. Nancy Wittig (de las 11 de Filadelfia) y Barbara Harris, obispa sufragánea jubilada de Massachusetts (que este año celebra el 25º. Aniversario de su consagración como la primera obispa de la Comunión Anglicana). Foto de Mary Frances Schjonberg para ENS
Un cronograma interactivo de la historia de la ordenación de mujeres en la Comunión Anglicana puede verse aquí.
[Episcopal News Service – Filadelfia, Pensilvania] Una jubilosa celebración del 40º. Aniversario de la ordenación sacerdotal de mujeres el 26 de julio incluyó llamados a las personas a realizar el sueño de una Iglesia Episcopal —y una sociedad— más igualitaria y menos patriarcal que encarnara las ordenaciones de las 11 de Filadelfia y que exige mucha más labor.
“Me pregunto por qué no podemos acelerar la obra de la justicia sexual y las opresiones a que se enfrenta en los días y años por venir”, dijo Fredrica Thompsett Harris, profesora emérita de la cátedra de Teología Histórica Mary Wolfe en la Escuela Episcopal de Teología, durante su discurso que sirvió de apertura para celebrar las ordenaciones de 11 mujeres diáconos que tuvo lugar aquí, en la iglesia del Intercesor [Church of the Advocate] el 29 de julio de 1974. “Eso sería una manera de honrar a nuestras valerosas hermanas y a aquellos que las apoyaron”.
Las Rdas. Merrill Bittner, Alison Cheek, Alla Bozarth, Emily C. Hewitt, Carter Heyward, Suzanne R. Hiatt, Marie Moorefield, Jeanette Piccard, Betty Bone Schiess, Katrina Welles Swanson y Nancy Hatch Wittig fueron ordenadas ese día en 1974, poco más de dos años antes de que la Convención General de la Iglesia Episcopal diera su autorización explícita para que las mujeres llegaran a ser sacerdotes.
Daniel Corrigan, obispo sufragáneo jubilado de Colorado; Robert L. DeWitt, obispo jubilado de Pensilvania y Edward R. Welles II, obispo jubilado de Misurí Occidental y padre de Katrina Wells Swanson, fueron los obispos ordenantes. A ellos se sumó Antonio Ramos, obispo de Costa Rica, el único de los cuatro que entonces ejercía jurisdicción en la Iglesia. Ramos no participó en la ceremonia de ordenación, pero se unió en la imposición de manos.
El grupo “40 años ordenadas – 2,000 años en el ministerio”, organizado por la Diócesis de Pensilvania en conjunción con otros a través de la Iglesia, concibió la celebración del 26 de julio no sólo para conmemorar las ordenaciones de las 11 de Filadelfia —y las de las cuatro de Washington el 7 de septiembre de 1975 en la iglesia episcopal de San Esteban y la Encarnación [St. Stephen and the Incarnation] en Washington, D.C.—, sino también para celebrar el ministerio de todas las mujeres, laicas y ordenadas, en el pasado, el presente y el futuro. La reunión incluyó la Santa Eucaristía en la iglesia del Intercesor, seguida por una recepción en medio de una muestra de los diversos ministerios en que participan las mujeres.

Acelerar el progreso hacia la justicia sexual y eliminar otras opresiones interconectadas sería un buen modo de honrar a las primeras mujeres ordenadas al sacerdocio en la Iglesia Episcopal, dice Fredrica Harris Thompsett, profesora emérita de la cátedra de Teología Histórica en la Escuela Episcopal de Teología, durante su discurso de apertura el 26 de julio. Foto de Mary Frances Schjonberg para ENS.
“Este tributo no debe rendirse con la exclusión de otros”, dijo Harris Thompsett durante su discurso de apertura. “No debe sentimentalizarse con una teología de tarjetas postales de Hallmark, ni trivializarse mediante la invocación de un Dios demasiado pequeño, una divinidad complaciente, no controversial y comprometida a medias”.
Ella le presento tres desafíos a las aproximadamente 230 mujeres que asistieron al simposio. El primero era honrar a las primeras ordenaciones de mujeres haciéndose “mucho más insistentes promotoras del bautismo como la más importante de las órdenes sagradas”, advirtiendo contra lo que llamó “esa espantosa teología de uso cotidiano” que supone que los diáconos, los presbíteros y los obispos están de algún modo más conectados con Dios y llamados a ser más proféticos que los laicos.
El segundo desafío era vivir verdaderamente en “la naturaleza encarnada de la teología anglicana”, que enfatiza la bondad de toda la creación y que el Cristo encarnado mora en nosotros y nosotros en él. Todo el mundo, deben afirmar sus cuerpos “como vehículos sagrados de autoridad espiritual”.
El tercer desafío de Harris Thompsett fue muy específico, un llamado a convertir la Cámara de Obispos en un 30 por ciento femenino en los próximos 10 años. Eso significaría elegir unas 50 o más “obispas de elevada y diversa preparación”, apuntó. Llevar eso a cabo exigiría que se prestara más atención a la discriminación y a los puros formalismos en todos los procesos de búsqueda, incluidos los del episcopado, añadió.
El simposio, en la Universidad de Temple, también incluyó un panel de mujeres laicas y ordenadas que respondieron al discurso de Harris Thompsett. Entre las participantes se encontraban la obispa Carol Gallagher, las Rdas. Miguelina Howell, Pamela Nesbit y Sandye Wilson y la educadora y asistente social Nokomis Wood. La Muy Rda. Katherine H. Ragsdale, deana y presidente de la Escuela Episcopal de Teología. Wittig, miembro de las 11 de Filadelfia clausuró el simposio con una meditación.
Wilson, rectora de la iglesia de San Andrés y la Santa Comunión [St. Andrew and Holy Communion] en South Orange, Nueva Jersey, se hizo eco de comentarios hechos por sus compañeras panelistas y por Harris Thompsett acerca de las opresiones interconectadas. Durante años las mujeres negras fueron invisibles en la Iglesia Episcopal, afirmó.
“Cuando hablan de mujeres, se refieren a mujeres blancas, y cuando hablan de negros, se refieren a hombres”, dijo ella, agregando que “tenemos que mencionar estas cosas, porque si no las mencionamos, estamos condenados a repetirlas”.
Wilson, que fue la cuarta afroamericana ordenada en la Iglesia Episcopal, dijo “debemos cerciorarnos de que estamos acogiendo a todos y que nadie se queda fuera o se queda atrás, que la mesa está puesta para todo el mundo y que nadie en un comité tenga que abogar a favor de un grupo o de otro”.
Ragsdale le dijo al simposio que ella había oído un tema recurrente acerca de la “celebración de la diversidad junto con la dolorosa y… afrentosa e irritante realidad de cuán lejos aún tenemos que llegar en la Iglesia y en el mundo para celebrar realmente esa diversidad” y la justicia que debe acompañarle.
Añadió que ella también había oído un llamado a que las personas valoraran las cuatro órdenes del ministerio y a que reconocieran que los ordenados debían escuchar los relatos de la obra hecha por los laicos fuera de las puertas de la iglesia y facultar a esos ministros a llevar adelante [esa labor].

La obispa primada Katharine Jefferts Schori durante su sermón en la iglesia del Intercesor usa un par de zapatos rojos de tacones altos para ilustrar las expectativas que recaen sobre las mujeres ordenadas. Foto de Mary Frances Schjonberg para ENS.
La obispa primada Katharine Jefferts Schori, al predicar en la celebración eucarística, que también presidió más tarde ese día, dijo que toda la Iglesia Episcopal agradece que las mujeres sirvan ahora en todas las órdenes del ministerio. Mientras la congregación de unas 600 personas manifestaba su aprobación con un clamoreo, ella se dio vuelta en el púlpito ornamentado y le hizo una profunda reverencia a las cinco miembros de las 11 de Filadelfia y a una de las cuatro de Washington que participaban en la eucaristía.
Jefferts Schori le recordó a la congregación que a las mujeres sacerdotes les habían dicho que no debían usar tacones altos ni aretes pendientes en el púlpito ni en el altar. Luego de mostrar un par de zapatos rojos de altos tacones, dijo “las mujeres en todas las órdenes del ministerio —bautizadas, diáconas, presbíteras y obispas— pueden andar hoy con orgullo, con cualquier clase de zapatos que quieran llevar, debido a lo que sucedió hace 40 años”.
“Podemos andar orgullosamente, aunque todavía no disfrutemos de la plena igualdad, sabiendo que las filas de los que andan en solidaridad están expandiéndose”.
“Intenten caminar en los zapatos de las mujeres abusadas y de las mujeres víctimas de la trata. Marchen a Sión cargando a los niños que nacen y padecen en medio de la guerra”, dijo la Obispa Primada. “Recojan a las muchachas que se casan antes de crecer, recojan a las escolares aún desaparecidas en Nigeria, y reúnan a todos los que malgastan sus vidas en la guerra y en la prisión. Marchen audazmente, proclamando las buenas nuevas a todos los marginados, y llámenlos a la mesa de Dios, a la fiesta de la Sabiduría”.
El vídeo y el texto del sermón de la Obispa Primada puede encontrarse aquí.
De las 11 miembros de las ordenaciones de 1974, las asistentes a la celebración fueron las Rdas. Alison Cheek, Carter Heyward, Merrill Bittner, Marie Moorefield Fleischer y Nancy Wittig.
Antonio Ramos, el obispo jubilado de Costa Rica, que asistió a las ordenaciones de Filadelfia pero no participó en la imposición de manos de ese día, desfiló en la procesión junto con las mujeres, como lo hizo la Rda. Betty Powell, una de las cuatro de Washington, y Barbara Harris, la obispa sufragánea jubilada de Massachusetts, que este año celebra el 25º. Aniversario de ser la primera obispa de la Comunión Anglicana.
Al hablar durante el tiempo de los anuncios, Ramos le dijo a la congregación que el 29 de julio de 1974 “decidimos desobedecer la orden de la Iglesia por el bien de las órdenes de la Iglesia”.
“Decidimos ponerle fin a una serie de cánones discriminatorios para hacer todas las órdenes de la Iglesia igualmente inclusivas para hombres y mujeres”, expresó.
El obispo provisional de Pensilvania, Clifton Daniel (“Dan”) llevaba un año de sacerdote cuando decidió participar en las ordenaciones de Filadelfia (con frecuencia a los sacerdotes se les invita a unirse con el obispo ordenante en el momento de la imposición de manos). Él le recordaba a los reunidos que, si bien las ordenaciones cambiaron la historia de la Iglesia Episcopal, fue también un acontecimiento muy personal para las 11 ordenandos.
“En ese tiempo, creo que teníamos un sentido muy diferente de lo que estaba en juego para nosotros y de cuánto teníamos que ganar o perder”, dijo Heyward a ENS en una entrevista. “Yo sólo sabía que era un paso importante a dar partiendo de donde estaba la Iglesia y de donde yo estaba en mi vida”.
En la misma entrevista, Cheek dijo que ya ella había adquirido muchísima más conciencia después de su ordenación. “Fue un momento verdaderamente decisivo en mi vida y creo que eso sucedió porque unos cuantos grupos de personas oprimidas se acercaron a nosotras y querían que fuésemos a celebrar para ellos”, agregó.

La Rda. Merrill Bittner, una de las 11 de Filadelfia que fueron homenajeadas en la celebración del 40º. Aniversario el 26 de julio, da la comunión en el oficio eucarístico. Foto de Mary Frances Schjonberg para ENS.
Además de experimentar los típicos sentimientos de una persona que se prepara para la ordenación y luego es ordenada, el antes y el después, las mujeres recibieron un barraje de críticas que llegaron a las abiertas amenazas. Las insultaron, examinaron su apariencia y sus voces y las encontraron defectuosas, así como sus personalidades e intelectos. A algunas les dijeron que podrían resultar útiles a la Iglesia porque sería mejor verlas en el púlpito que a los rectores viejos y feos. Las acusaron de ser inmorales y autocomplacientes. Una recibió un cordel de pescar con la sugerencia de que lo utilizara para ahorcarse, según cuenta Darlene O’Dell en su nuevo libro La historia de las once de Filadelfia [The Story of the Philadelphia Eleven].
El día de las ordenaciones, se pusieron cubos de agua a lo largo de las paredes de la iglesia en caso de que estallaran bombas incendiarias, agentes de la policía vestidos de civil se encontraban entre los 2.000 asistentes, un autobús lleno de policías estaba estacionado en la calle y la congregación incluía un grupo de lesbianas radicales, algunas de las cuales estaban entrenadas en control de disturbios y en karate, escribió O’Dell.
El camino a la iglesia del Intercesor y más allá.
Cuando, después de años de conflicto y rechazo, las 11 de Filadelfia quebrantaron la prohibición tradicional contra la ordenación de mujeres al presbiterado de las iglesias Anglicana y Episcopal, entraron en una especie de limbo. No había ningún canon en el derecho canónico que prohibiera específicamente el sacerdocio de las mujeres, como no había ningún canon que dijera que sólo los hombres podían llegar a ser sacerdotes.
Sin embargo, los cánones sí describían, y aún describen, un proceso conducente a la ordenación, primero al diaconado transicional y luego al presbiterado. El último paso de ese proceso antes de la ordenación sacerdotal era la aprobación del comité permanente de la diócesis de donde se provenía. Para las mujeres, eso nunca ocurrió.
En tanto las 11 habían pasado a través del proceso canónico para la ordenación al diaconado (que sólo había estado abierto a la mujeres desde 1970), sólo una de ellas había recibido la necesaria aprobación del Comité Permanente para la ordenación sacerdotal, pero su obispo había rehusado ordenarla. El obispo de otra de ellas dijo que la ordenaría si el Comité Permanente la aprobaba, pero éste no lo hizo.
Ninguno de los ocho obispos que tenían autoridad sobre las 11 estuvo de acuerdo con las ordenaciones, y el obispo de Pensilvania objetó que las ordenaciones tuvieran lugar en esa diócesis. Los obispos en la Iglesia Episcopal sólo tienen que ordenar a las personas que han pasado por el proceso de ordenación en sus diócesis, o deben obtener el permiso del obispo que supervisó ese proceso. Por consiguiente, se consideraba que los obispos que ordenaron a las 11 de Filadelfia habían violado el derecho eclesiástico tanto como la tradición.

La Rda. Renee McKenzie, vicaria y capellana de la iglesia del Intercesor, saluda, durante el rito de la paz, al Rdo. Charles V. Willie, que predicó en las ordenaciones de las 11 de Filadelfia. Willie era vicepresidente de la Cámara de Diputados y miembro del Consejo Ejecutivo de la Iglesia Episcopal en el momento de las ordenaciones, pero renunció a ambos cargos como protesta cuando, tres semanas después, la Cámara de Obispos invalidó las ordenaciones. Willie leyó una de las lecturas durante la eucaristía del 26 de julio. Foto de Mary Frances Schjonberg para ENS.
El 25 de agosto de 1974, la Cámara de Obispos, convocó a una reunión de emergencia que, por momentos, resultó rencorosa y confusa, denunció las ordenaciones y declaró que “no se habían cumplido las condiciones necesarias para una ordenación válida al presbiterado en la Iglesia Episcopal”. En efecto, dijeron los obispos, no ha sucedido nada en la iglesia del Intercesor y las 11 seguían siendo diáconas —a quienes [los obispos] les ofrecían atención pastoral.
Se presentaron cargos contra los obispos ordenantes y se tomaron medidas, tanto eclesiales como de otra índole, para impedir que las mujeres ejercieran sus ministerios sacerdotales.
No obstante, el movimiento de la ordenación de mujeres continuó. George W. Barrett, obispo de Rochester, que renunciaría años después, ordenó cuatro mujeres al diaconado el 7 de septiembre de 1975, en la iglesia de San Esteban y la Encarnación [St. Stephen and the Incarnation] en Washington, D.C., a pesar de que el obispo de Washington, William F. Creighton, rehusara autorizar el evento, al cual asistieron unas 1.200 personas, entre ellas unos 50 sacerdotes. Las Rdas. Lee McGee, Alison Palmer, Betty Powell, todas de Washington, D.C., y la Rda. Diane Tickell de Anchorage, Alaska, llegaron a ser conocidas como las cuatro de Washington.
En septiembre de 1976, la Convención General aprobó la ordenación de mujeres al presbiterado y al episcopado, añadiéndole una nueva sección a los cánones de la Iglesia que tratan de la ordenación y que dice: “Las disposiciones de estos cánones para la admisión de Candidatos, y para la Ordenación a las tres órdenes: obispos, presbíteros y diáconos, se aplicarán por igual a hombres y mujeres”.
La Cámara de Obispos, durante la convención de 1976, al principio dictaminó que las 11 de Filadelfia y las cuatro de Washington tenían que ser re-ordenadas, calificando tales ordenaciones de “condicionales”, semejantes al bautismo condicional que se permite en situaciones de emergencia cuando uno no está seguro de si una persona está bautizada. Las mujeres dijeron que ellas rehusaban ser re-ordenadas y, al día siguiente, los obispos aprobaron por unanimidad una ceremonia de “finalización” que pasaría por alto la imposición de manos.

La Rda. Betty Powell, una de las cuatro de Washington que fueron ordenadas en septiembre de 1975 y que fue homenajeada durante la celebración del 40º. Aniversario el 26 de julio, asperja a la congregación durante la eucaristía que enfatizó el ministerio de todos los bautizados. Las seis mujeres de las primeras ordenadas al sacerdocio que asistieron al oficio asperjaron a la congregación con agua de la pila bautismal. Foto de Mary Frances Schjonberg para ENS.
La historia no se había acabado aún. En octubre de 1977, la Cámara de Obispos adoptó “Una declaración de conciencia” que afirmaba que “A ningún obispo, sacerdote o laico debía obligársele o castigársele de alguna manera, ni debía sufrir ninguna discapacidad canónica como resultado de su objeción de conciencia o de su apoyo a las decisiones de la Convención General respecto a la ordenación de mujeres al sacerdocio o al episcopado”.
El texto surgió de una reunión que comenzó con un pronunciamiento del obispo primado John Allin en que decía que él creía “que las mujeres pueden ser sacerdotes tal como podrían ser padres o esposos”, y se mostró dispuesto a renunciar como Obispo Primado. La Cámara de Obispos ratificó el liderazgo de Allin y adoptó la “cláusula de conciencia” que apareció en una carta pastoral que se publicó después de la reunión.
Puesto que la cláusula nunca fue adoptada por la Cámara de Diputados, no tuvo ninguna autoridad canónica, pero un puñado de obispos y sus diócesis la utilizaron para excluir a las mujeres del sacerdocio por 33 años más.
Una ojeada estadística a las mujeres ordenadas en la Iglesia Episcopal en la actualidad
- El informe anual 2014 del Grupo de Pensión de la Iglesia arroja 2.471 mujeres ordenadas que participan en el plan de pensión del clero, en comparación con 4.188 hombres.
- El clero masculino compone el 62 por ciento de los clérigos empleados de reciente ordenación, según el último Informe del Estado del Clero de 2012.
- El clero femenino recién ordenado gana entre $1.000 y $7.000 menos que el clero masculino de la misma edad. También, según la edad del clero femenino aumenta, la compensación disminuye de manera uniforme. Además, las mujeres pueden esperar un aumento de salario por debajo de $1.766 cuando cambian de cargos parroquiales.
- El informe califica esta diferencia de “notable” y dice que revela “significativas desigualdades estructurales que confronta el clero femenino cuando busca nuevos empleos”.
- “Nuestros resultados revelan que las mujeres en el clero reciben sistemáticamente menos compensaciones [económicas] que los hombres cuando asumen nuevos empleos, independientemente del tipo de parroquia en el que presten servicios”, termina diciendo el informe.
También para 2012, el informe anual de la compensación del clero del Grupo de Pensión de la Iglesia mostraba que
- la compensación media de jornada completa para los sacerdotes varones, parroquiales y no parroquiales, era de poco más de $10.000 por encima de la compensación de las mujeres sacerdotes ($75.747 para los 3.455 hombres y $65.438 para las 1.827 mujeres).
- La compensación media de jornada completa para sacerdotes varones con antigüedad era de $103.660, en tanto la de las sacerdotes mujeres con igual antigüedad era de $93.566 (había 572 hombres y 138 mujeres en esa categoría).
Los organizadores de la celebración les obsequiaron abanicos de cartón conmemorativos a cada una de las más de 600 personas que acudieron el 26 de julio a la iglesia del Intercesor en Filadelfia para festejar las ordenaciones sacerdotales de 11 diáconas el 29 de julio de 1974, poco más de dos años antes de que la Convención General de la Iglesia Episcopal autorizara el ingreso de las mujeres en el presbiterado. Foto de Mary Frances Schjonberg para ENS.
Lea más sobre el tema: The Story of the Philadelphia Eleven, Darlene O’Dell, (Seabury Books, 2014).
Looking Forward, Looking Back: Forty Years of Women’s Ordination, Fredrica Harris Thompsett, editor, (Moorehouse Publishing, 2014).
The Spirit of the Lord is Upon Me: The Writings of Suzanne Hiatt, Carter Heyward and Janine Lehane, editores, (Seabury Books, 2014)
Forty Firsts, una serie de Episcopal Commons y la Diócesis de Los Ángeles en conmemoración del 40º. Aniversario.
– La Rda. Mary Frances Schjonberg es redactora y reportera de Episcopal News Service. Traducción de Vicente Echerri.
Social Menu