‘Recobrar el evangelio de la paz’, un principio que se define en Oklahoma City

Los participantes en el evento en contra de la violencia entran en la Semana Santa al tiempo que ocurren nuevos hechos de violencia armada

Por Mary Frances Schjonberg y Lynette Wilson
Posted Apr 17, 2014
La obispa primada Katharine Jefferts Schori lee las intenciones de los asistentes a la conferencia que aparecen colocados en cruz durante la eucaristía de clausura de ‘Recobrar el Evangelio de la Paz’ en la catedral de San Pablo de Oklahoma City. Foto de Lynette Wilson para ENS.

La obispa primada Katharine Jefferts Schori lee las intenciones de los asistentes a la conferencia que aparecen colocados en cruz durante la eucaristía de clausura de ‘Recobrar el Evangelio de la Paz’ en la catedral de San Pablo de Oklahoma City. Foto de Lynette Wilson para ENS.

[Episcopal News Service – Oklahoma City, Oklahoma] Después de casi tres días de aprendizaje y oración acerca de cómo revertir la epidémica ola de violencia en el mundo, los participantes de la reunión Recobrar el Evangelio de la Paz  se fueron de aquí al comienzo de la Semana Santa mientras otra agresión con armas de fuego tenía lugar en Estados Unidos.

A Frazier Glenn Cross, de 73 años y vecino de Aurora, Misurí, se le acusa de matar a tres personas en dos tiroteos diferentes que tuvieron lugar el 13 de abril en Overland Park, Kansas, uno en el Centro de la Comunidad Judía del área metropolitana de Kansas City y el otro en un estacionamiento de Village Shalom, una comunidad de personas de la tercera edad a un par de kilómetros de distancia. Cross es un ex líder del Ku Klux Klan con un historial de antisemitismo y racismo, según el Centro de Derecho Social del Sur, una organización de derechos civiles que le sigue la pista a agrupaciones motivadas por el odio.

El Templo Israel y la iglesia episcopal de Santo Tomás Apóstol [St. Thomas the Apostle Episcopal Church] en Overland Park re reunieron en Santo Tomás la noche de la balacera para un oficio de vigilia por aquellos que han sido afectados por la violencia.

“Sé que están juntos en el Cielo”, dijo Mindy Corporon en la vigilia. Ella es la hija del asesinado William Lewis Corporon y madre de Reat Griffin Underwood, de 14 años, que resultó muerto a tiros junto con su abuelo.

El nombre de la tercera víctima fatal, una mujer, no se ha dado a conocer aún.

“No hay palabras, pero palabras es todo lo que tenemos”, dijo Dean Wolfe, obispo de Kansas, a los reunidos.

Y, al final de la reunión de Recobrar el Evangelio de la Paz, el 11 de abril, el obispo Eugene Sutton, de la Diócesis de Maryland, les dijo a los participantes que “por hablar, mucho puede suceder”.

Dos mujeres que han experimentado la violencia espantosa y su secuelas sentaron la pauta el día de la clausura de la reunión.

La Rda. Kathie Adams-Shepherd, rectora de la iglesia episcopal de la Trinidad, en Newtown, Connecticut, dirigió la reflexión el 11 de abril y habló sobre la experiencia de su parroquia, el 14 de diciembre de 2012, de la masacre ocurrida en la vecina escuela primaria de Sandy Hook. Foto de Lynette Wilson para ENS.

La Rda. Kathie Adams-Shepherd, rectora de la iglesia episcopal de la Trinidad, en Newtown, Connecticut, dirigió la reflexión el 11 de abril y habló sobre la experiencia de su parroquia, el 14 de diciembre de 2012, de la masacre ocurrida en la vecina escuela primaria de Sandy Hook. Foto de Lynette Wilson para ENS.

“Estoy aquí en esta mañana porque la violencia que les quita la vida a los amados hijos de Dios todos los días en todas partes de nuestro país y de nuestro mundo nos visitó en su horrenda y trágica pérdida en el apacible suburbio de Newtown, Connecticut, el 14 de diciembre de 2012”, dijo la Rda. Katie Adams-Shepherd, rectora de la iglesia episcopal de La Trinidad [Trinity Episcopal Church] en Newtown, Connecticut, durante el culto matutino.

“Veintiocho vidas, violenta y trágicamente truncadas por un hombre mentalmente enfermo que tuvo acceso a las armas y a cargadores de gran capacidad que simplemente él nunca debió haber tenido a su disposición, cuando debió haber tenido acceso más bien a la atención y el apoyo que sostienen la salud mental”, afirmó.

“Nosotros en Newtown estamos muy conscientes de que hemos pasado a formar parte del mundo que padece inmisericordemente de la violencia y el terrorismo”.

En la secuela a la masacre de la Escuela Primaria de Sandy Hook, el mundo se enteró y la tragedia sirvió como un “momento crítico” para las personas de fe, agregó ella.

“Es una parte muy importante del proceso de restauración para todas las personas afectadas por la violencia y por la muerte violenta que nos congreguemos, provenientes de todas las formas de vida y de fe, de creencias y de perspectivas para buscar una vía, o múltiples vías, para vivir como co-misioneros de Dios”, afirmó Adams-Shepherd.

“Lamento que tuviera que ocurrir esta tragedia en una comunidad solvente en uno de los condados más ricos de un país del primer mundo para animarnos siquiera lo bastante como para sostener diálogos como éste”, dijo Adams-Shepherd. “Las muertes horribles y violentas de nuestros hermanos y hermanas y de nuestros niños en todo el mundo durante todos estos años debieron haber sido igualmente persuasivas”.

En los 16 meses que siguieron a la masacre, Adams-Shepherd dijo que su comunidad había llegado a comprometerse más con otros en todo el mundo, en Oklahoma, en Colorado, en Sudán del Sur y en El Salvador, comunidades que han sufrido de muertes violentas, ya sea como resultado de desastres naturales o marcadas por la realidad de la vida diaria.

Melissa McLawhorn Houston, sobreviviente del atentado de Okalhoma City, compartió su historia con el grupo. Houston participa en el programa ‘En Primera Persona: Historias de Esperanza’ del Monumento Nacional y Museo de Oklahoma City. Foto de Lynette Wilson para ENS.

Melissa McLawhorn Houston, sobreviviente del atentado de Okalhoma City, compartió su historia con el grupo. Houston participa en el programa ‘En Primera Persona: Historias de Esperanza’ del Monumento Nacional y Museo de Oklahoma City. Foto de Lynette Wilson para ENS.

Melissa McLawhorn Houston también ha transformado su experiencia de la muerte violenta como un modo de ayudar a otros en todo el mundo a enfrentarse con eventos semejantes. Ella sobrevivió a la explosión del edificio federal Alfred P. Murrah de Oklahoma City el 19 de abril de 1995. Ese día, durante la Semana Santa, hace casi 20 años, tuvo lugar una acción terrorista que le costó la vida a 168 personas y lesionó a otras 600. Una de las primeras tragedias en lo que ha llegado a convertirse en una epidemia de violencia en Estados Unidos.

Houston y otros sobrevivientes del atentado cuentan sus historias a los visitantes del Monumento Nacional y Museo de Oklahoma City y a personas que han sido víctimas de violencia, entre ellos los [sobrevivientes] de la bomba y la balacera de 2011 en Noruega que dejó cerca de 100 personas muertas.

“Uno de los mayores ingredientes que hemos visto en los terroristas es una falta de esperanza”, dijo Houston a los participantes de ‘Recobrar el Evangelio’ durante una visita al museo. “Si uno no tiene su propio sentido de esperanza para su propia vida, es ahí el punto de partida de muchas de esas cosas”.

Houston, que pasó 10 años trabajando para la Oficina de Seguridad Nacional en Oklahoma luego del atentado al edificio Murrah y que ahora trabaja como jefa de personal del secretario de justicia del estado, dijo que había tenido que elegir cómo responder a lo que le había sucedido ese día en el centro de Oklahoma City. Ella había elegido ser una “testigo esperanzada” a pesar de percibir “una sensación del mal” en el segundo después que la explosión la derribó al piso en la oficina que se encontraba frente al edificio Murrah y la cubrió de escombros.

El Rdo. Joseph Harmon, rector de la iglesia de Cristo, East Orange, Nueva Jersey, mira detenidamente la exposición de fotos en el Monumento Nacional y Museo de Oklahoma City. Foto de Lynette Wilson para ENS.

El Rdo. Joseph Harmon, rector de la iglesia de Cristo, East Orange, Nueva Jersey, mira detenidamente la exposición de fotos en el Monumento Nacional y Museo de Oklahoma City. Foto de Lynette Wilson para ENS.

Experimentar ese tipo de violencia no deja a las personas indemnes, reconoció Houston, recordando su mensaje y los de otros sobrevivientes del Murrah a los sobrevivientes de los ataques del 11 de septiembre o del atentado de la Maratón de Boston el año pasado, muchos de los cuales se dirigieron a Oklahoma City en busca de consejo y ayuda.

Ellos les dicen a esas personas. “Es realmente dura la situación en que se encuentran ahora mismo, pero finalmente saldrán adelante. No lograrán olvidarlo; serán [personas] distintas, habrán cambiado, pero seguirán teniendo una vida”.

Después de ser víctimas de la violencia, algunas personas optan por la venganza, anhelan destruir a la persona o al sistema que creen les causó daño, explica Houston.

Pero otras, incluidas las personas que cuentan sus historias a través del programa de educación del museo, quieren preguntar cómo la sociedad podría ayudar a que la venganza no germine en el corazón de la gente. “¿Cómo cambiamos los corazones de las personas y les hacemos entender que por el solo hecho de estar locos eso no les da derecho a suprimir 168 vidas?” Ésa es la pregunta que ellos hacen, dice ella.

La obispa primada Katharine Jefferts Schori predicó el 11 de abril en la catedral de San Pablo en Oklahoma City, Oklahoma, en la clausura de la conferencia de tres días titulada ‘Recobrar el Evangelio de la Paz’. Foto de Lynette Wilson para ENS.

La obispa primada Katharine Jefferts Schori predicó el 11 de abril en la catedral de San Pablo en Oklahoma City, Oklahoma, en la clausura de la conferencia de tres días titulada ‘Recobrar el Evangelio de la Paz’. Foto de Lynette Wilson para ENS.

La obispa primada Katharine Jefferts Schori habló acerca del papel del corazón durante su sermón en la eucaristía de clausura de la reunión.

“Contrarrestar la violencia exige guardar el corazón”, dijo ella. “La violencia comienza en el corazón, especialmente en los corazones que han sido heridos y llevan las huellas de la violencia de otros, y luego reaccionan y responden agresivamente, de forma excesivamente defensiva. La violencia comienza en el corazón que no puede tolerar la vulnerabilidad —que se arraiga en el temor de que su propia vitalidad se extinguirá”.

La violencia es intrínsecamente afín al mal, agregó, en tanto “lo que contrarresta el temor es el perfecto amor, la capacidad de compartir la vida a plenitud, con una vulnerabilidad radical, en presencia de los que querrían destruirla”.

“Alimentar la cólera violenta puede aplacar brevemente el meollo de la agresión, pero sólo aumenta la matanza”, agregó Jefferts Schori. “No acrecienta el amor”.

Anteriormente, en la conferencia, el arzobispo de Cantórbery Justin Welby se refirió al papel del corazón en transformar la violencia.

“La reconciliación y el fin de la violencia, o la transformación del conflicto violento en un conflicto no violento, es algo que sólo puede lograrse mediante el sacrificio y asumiendo una postura profética”, dijo. “No hay atajos y no hay opciones baratas, que es la razón por la cual esta conferencia es tan importante. No hay atajos y no hay opciones baratas. Hablamos en este punto acerca del cambio en el corazón del ser humano, y no hay tecnología ni ley que pueda alterar eso”.

Sin embargo, él les advirtió a los participantes de la labor que tenían por delante, al decirles que “la reconciliación con Dios se logra a través de la cruz, no mediante conferencias, reuniones y declaraciones”.

“El discípulo cristiano ha de tomar su cruz, y para muchos incluso hoy esto no es una mera metáfora”, añadió Welby. “Llevar la cruz significa [ser] pública propiedad de Cristo, pública asociación y amor con todos y para todos esos otros que tienen a Cristo como Salvador, y un compromiso público de seguir a Cristo dondequiera que esto nos lleve”.

Beth Crow, misionera de la juventud de la Diócesis de Carolina del Norte, escribe “Que haya paz en el tierra y que comience conmigo”, en un panel de pizarra durante una visita al Monumento Nacional y Museo de Oklahoma City. Foto de Lynette Wilson para ENS.

Beth Crow, misionera de la juventud de la Diócesis de Carolina del Norte, escribe “Que haya paz en el tierra y que comience conmigo”, en un panel de pizarra durante una visita al Monumento Nacional y Museo de Oklahoma City. Foto de Lynette Wilson para ENS.

El hermano James Dowd, miembro de la Orden de la Santa Cruz, se hizo eco de esos sentimientos cuando dijo durante el debate de un panel sobre las respuestas episcopales a la violencia, que para adentrarse más profundamente en un discipulado no violento de Cristo, la vida contemplativa es esencial”.

Y no es que Dios necesite más monjes y monjas, agregó.

“Lo que Dios necesita es personas en la calle y gente en la parroquia y gente en sus casas y gente en el centro de trabajo que sean contemplativos”, explicó Dowd. “Hay toda clase de maneras de hacer eso en lo que respecta a tu vida de oración; hay toda clase de técnicas de oración. Sea cual fuera la que vayas a desarrollar; es una vida de oración la que te ayudará a amar más profundamente.

Recobrar el Evangelio de la Paz: Una Reunión Episcopal para Desafiar la Epidemia de la Violencia, que tuvo lugar del 9 al 11 de abril en el Reed Center y en el cercano Sheraton Midwest City, tuvo el propósito de ayudar a los episcopales a renovar su compromiso con el llamado del Evangelio a hacer la paz en un mundo de violencia y a “recobrar su papel en la sociedad como trabajadores en pro de la no violencia y de la paz”.

Asistentes a la conferencia, entre ellos el obispo James Curry, sufragáneo de la Diócesis de Connecticut, al centro, escucha a un guía del Servicio Nacional de Parques describir los sucesos del atentado dinamitero de Oklahoma City el 19 de abril de 1995, Foto de Lynette Wilson para ENS.

La reunión de 220 personas, entre ellas 34 obispos, Jefferts Schori y Welby, se centró en cuatro pilares: defensa o promoción social, educación, liturgia y cuidado pastoral, orientados a tratar la cultura de la violencia dentro y fuera de la Iglesia.

Los talleres y las discusiones de panel abordaron brevemente los programas diseñados para responder a las necesidades de hijos de padres encarcelados, para fomentar programas de justicia restaurativa y reducir la violencia mediante la creación de empleos y de vías alternativas para los jóvenes en riesgo [de incurrir en conductas delictivas], así como para procurar información respecto a abogar por leyes más estrictas sobre la tenencia de armas y de restricciones para la compra de las mismas.

Jefferts Schori dijo en una conferencia de prensa el 10 de abril que la conferencia tenía como objetivo “incentivar al mundo a prestarle atención a lo que creemos que es el evangelio respecto al reino de Dios” que describe “un mundo donde las personas viven en paz porque hay justicia”.

“Buscamos responder a la eterna epidemia de la violencia en nuestra cultura y en todo el mundo”, afirmó.

 – La Rda. Mary Frances Schjonberg y Lynette Wilson son redactoras y reporteras de Episcopal News Service. Traducción de Vicente Echerri.