De 5 mujeres en un hogar de Nashville a un movimiento en toda la nación

Thistle Farms celebra su primera conferencia nacional

Por Lynette Wilson
Posted Oct 21, 2013
Doscientas cincuenta mujeres de 31 estados se unieron al círculo de Thistle Farms durante la Primera Conferencia Nacional de Thistle Farms del 13 al 15 de octubre en Nashville, Tennessee. Foto de Lynette Wilson para ENS.

Doscientas cincuenta mujeres de 31 estados se unieron al círculo de Thistle Farms durante la Primera Conferencia Nacional de Thistle Farms del 13 al 15 de octubre en Nashville, Tennessee. Foto de Lynette Wilson para ENS.

[Episcopal News Service – Nashville, Tennessee] En otro tiempo, cuando Regina Mullins trabajaba en Dickerson Pike, una transitada calle de Nashville famosa por las prostitutas y las drogas, llegó a un punto en que no quería encontrarse a otro cliente ni fumarse otro porro de crack.

Había estado entrando y saliendo de la cárcel a lo largo de un período de 13 años y quería volver.

“Me sentía perdida. Creía en la mentira de que no había salida”, dijo Mullins, durante una sesión de talleres de la Conferencia Nacional de Thistle Farms el 15 de octubre. “Comencé a creer que el único lugar seguro era la prisión”.

Mullins fue la quinta mujer que ingresó en Magdalene. En la actualidad, luego de 17 años de decencia y sobriedad, ella administra la sección de alcance comunitario del programa residencial de dos años —para mujeres que han escapado de la prostitución, la trata de personas, la adicción a estupefacientes y la falta de hogar— que iniciara la Rda. Becca Stevens, capellana episcopal de la Universidad de Vanderbilt,  en 1997.

Doscientas cincuenta personas —98 por ciento de ellas mujeres— se reunieron del 13 al 15 de octubre en el Scarritt Bennett Center para la primera conferencia nacional que reunió a sobrevivientes, asistentes sociales, abogados, estudiantes, consejeros, empresarios, promotores, pastores y voluntarios de 31 estados al objeto de entablar relaciones y de aprender acerca de Magdalene y Thistle Farms, la empresa social que Stevens inició en 2001 para proporcionarle empleo a las residentes y graduadas de Magdalene.

La Rda. Becca Stevens, fundadora de Magdalene y Thistle Farms, pronunció el discurso de apertura en la Conferencia Nacional de Thistle Farms en Nashville, Tennessee, el 13 de octubre. Foto de  Lynette Wilson para ENS.

La Rda. Becca Stevens, fundadora de Magdalene y Thistle Farms, pronunció el discurso de apertura en la Conferencia Nacional de Thistle Farms en Nashville, Tennessee, el 13 de octubre. Foto de Lynette Wilson para ENS.

“No quiero que la gente piense que esto es una institución benéfica, o sólo una empresa social o un modelo de recuperación. Realmente somos un movimiento”, dijo Stevens en una entrevista con ENS en la capilla episcopal de San Agustín [St. Augustine’s Episcopal Chapel] próximo al campus de Vanderbilt. “Somos un movimiento de personas con pequeñas organizaciones en todo el país que tratamos de agruparnos para cambiar una cultura que todavía compra y vende mujeres como si fueran mercancías, que persiste en ese tedioso debate respecto a si legaliza o no la prostitución, [una sociedad] que aún cree en el mito de que la prostitución es electiva.

“Quiero decir que fue preciso que hubiera un montón de comunidades quebrantadas para que las mujeres se fueran a la calle y, del mismo modo, se precisa de una comunidad que ayude a las mujeres a volver. Y ello requiere una comunidad que crea en el amor radical, que no sea prejuiciosa y que crea en la pródiga utilización de los recursos para llevar a cabo una tarea restauradora”, afirmó.

La conferencia tuvo tres objetivos: inaugurar la Alianza del Trabajo Compartido de las Mujeres, que agrupará a pequeñas empresas sociales permitiéndoles ejercer influencia y mercadear sus productos de manera más eficiente; brindar un espacio para las personas comprometidas con programas semejantes a través del país o interesadas en iniciar uno; y compartir los mejores modelos prácticos mediante talleres que hagan resaltar esos modelos.

“Es una labor ardua, de ahí por qué es tan importante la idea de relacionarnos con otras agrupaciones y otras personas que están llevando a cabo la misma labor. En verdad queremos, pues, que la gente de Fort Dodge, Iowa, conozca a la gente de Rochester, Nueva York; a las de Dallas, Texas; a las del suroeste de la Florida”, dijo Stevens.

“La verdad es que una vez que las personas se conocen, el trabajo de todos mejora, la comunidad nos hace responsables y nos sostiene”.

La conferencia incluyó sesiones de talleres sobre temas tales como “vivienda primero” para las personas sobrevivientes a la trata de personas y la prostitución, el trastorno del estrés postraumático y la recuperación de segunda etapa, la interrupción del ciclo de oferta y demanda desde la perspectiva de la justicia penal, relatos de sobrevivientes y cómo replicar los modelos de Magdalene y Thistle Farms.

Los asistentes a la conferencia tuvieron la oportunidad de visitar Thistle Farms, las instalaciones fabriles de más de 1.000 metros cuadrados donde los empleados fabrican, embalan y despachan productos naturales para el cuidado del cuerpo.  Foto de Lynette Wilson para ENS.

Los asistentes a la conferencia tuvieron la oportunidad de visitar Thistle Farms, las instalaciones fabriles de más de 1.000 metros cuadrados donde los empleados fabrican, embalan y despachan productos naturales para el cuidado del cuerpo. Foto de Lynette Wilson para ENS.

Thistle Farms recauda $1 millón anualmente a través de ventas y donaciones y, como tal, es una de las empresas sociales de su clase más exitosas del país. Los productos para el cuidado del cuerpo de Thistle Farms se venden por Internet y a unos 30 mercados de Whole Foods. Magdalene ha ayudado a más de 140 mujeres a lo largo de los años con una tasa de éxito de un 76 por ciento.

Funciona de esta manera: las mujeres viven juntas en comunidad durante dos años sin costo alguno para ellas, y después de cuatro meses, tiempo durante el cual se concentran en la recuperación, van a trabajar a Thistle Farms o en la comunidad.

“No somos una casa a medias, ni un centro de recuperación, ni un centro transicional; somos un hogar, y en último término no existe ninguna autoridad en la casa, de manera que se trata de un modelo comunal de hospitalidad radical”, señaló Stevens. Esto sale de la regla benedictina, es una creencia que la comunidad sí restaura, que necesitamos estar juntas sin autoridad, pero en relación para sanar algunas de las heridas más profundas que conocemos y tener la libertad de seguir adelante”.

Además de vivienda, Magdalene le proporciona a las mujeres sostén económico, desde el momento mismo en que entran por la puerta, y un programa de tratamiento individualizado, dijo Cary Rayson, directora ejecutiva de Magdalene, durante un taller titulado “Vivienda primero para adultos sobrevivientes de trata de personas y prostitución”.

Rayson explicó que “vivienda primero” es fundamental para estas mujeres, todas las cuales han sido víctimas de abuso infantil, muchas a manos de algún miembro de la familia, y quienes, como promedio, se fueron a las calles cuando tenían entre 14 y 16 años. “Uno no puede lograr que personas de las que han abusado, con las que han traficado y que se han prostituido, uno no puede lograr que cambien sin un lugar donde vivir”, afirmó. Debes llegar a tener un hogar antes de que puedas ser mejor”.

En ese aciago día de 1996, la policía le dijo a Mullins que si ellos la veían recorriendo la calle otra vez, la arrestarían. Ella se atrevió a hacerlo y, cuando no la arrestaron, cogió algunas piedras “y destrozó las ventanillas” del auto patrullero de la policía. Entonces la arrestaron, la llevaron a la cárcel y luego se convirtió en la quinta mujer en entrar en Magdalene.

“Durante los primeros seis meses, me mantuve buscando el anzuelo” dijo Mullins, explicando que no creía que Magdalene podría ser un programa gratuito, que a las mujeres les fueran a dar un lugar para vivir sin tener que responder a una autoridad y sin una trampa. “Pensaba que era demasiado bueno para que fuese verdad, una tenía que dar algo a cambio, conseguir algo”.

Desde 1997, Magdalene ha crecido y ahora incluye cuatro hogares residenciales y dos hogares transicionales, para mujeres que terminen el programa de dos años, pero que necesitan tiempo adicional para la transición a vivir independientemente.

Cary Rayson, Directora Ejecutiva de Magdalene (a la derecha)dirige una visita en Lena House, una de las cuatro residencias de Magdalene. Foto de Lynette Wilson para ENS.

Cary Rayson, Directora Ejecutiva de Magdalene (a la derecha)dirige una visita en Lena House, una de las cuatro residencias de Magdalene. Foto de Lynette Wilson para ENS.

Para muchas, como Shelia Simpkins McClain, que se graduó de Magdalene en 2007 luego de haber pasado 22 años en las calles, el primer paso es aprender a cuidar de sí mismas y a tomar las decisiones positivas.

“Yo no vine para recuperar mi vida, yo no tenía vida”, dijo Simpkins McClain, que con nueve años de sobriedad ahora presta servicios como subadministradora residente de Magdalene. “Necesité aprender a vivir”.

Nicholas Kristof destacó a Simpkins en su columna del New York Times del 13 de octubre acerca de Magdalene y Thistle Farms.

Cheryl Oliver, directora ejecutiva de Oasis House, que ofrece programas y servicios a mujeres que trabajan en bares de strippers y en las calles de Dayton, Ohio, asistió a la conferencia para entablar relaciones y aprender de los éxitos de Magdalene y Thistle Farms. En  su trabajo, dijo Oliver, ella había advertido una “jerarquía”: las mujeres pasaban de los clubes de strippers, donde se habían hecho adictas al alcohol y a las drogas, a Backpage.com y luego, después que estaban demasiado enganchadas para trabajar en clubes o encontrar trabajo en Backpage.com, a las calles.

“Cada una de estas mujeres son víctimas de la trata [o el tráfico] de personas”, subrayó Oliver.

Además del consumo de drogas, la prostitución y el vivir en las calles, algo que todas las mujeres que han venido a Magdalene, sin excepción, tienen en común, es una historia de abuso o acoso sexual [cuando eran niñas], dijeron Stevens y Rayson.

La Rda. Suzanne Stoner, sacerdote auxiliar en la iglesia episcopal de San Pablo [St. Paul’s Episcopal Church] en Fayetteville, Arkansas, asistió a la conferencia con Kathy McGregor, directora de proyectos, y Katie Nichol, directora literaria, del Proyecto Relato de la Prisión de Arkansas del Noroeste, un programa que enseña a mujeres encarceladas el arte de la narración personal a través de la escritura, la música y la poesía.

Dos veces al año, a lo largo de un período de cuatro meses, algunos artistas trabajan con las mujeres y compilan sus testimonios, en los que describen el abuso y los traumas que han sufrido en sus vidas, en una representación de 45 minutos, que se presenta dentro de la prisión y también en la iglesia de San Pablo.

“Nos sentamos allí en silencio, a escuchar”, dijo Stoner, añadiendo que algunas de las narraciones son muy difíciles de oír. “Narraciones con las que ellas [las mujeres] conviven todos los días”.

La presentación en el exterior hace un increíble impacto en la comunidad al tiempo que la reta, añadió Stoner, diciendo que a través del proyecto relato, ellos han identificado la necesidad de un hogar transicional, un lugar donde las mujeres puedan ir luego de que las liberen de la prisión, una alternativa a ser devueltas a situaciones abusivas o a las calles.

En 2000, Estados Unidos puso en vigor la Ley de Protección a las Víctimas del Tráfico de Personas, que define la trata sexual como “una forma grave de tráfico” en la cual “un acto sexual comercial es inducido por la fuerza, el fraude o la coerción”. Magdalene añadió el término “tráfico” [o trata de personas] a sus materiales del programa ya hace varios años.

Reconociendo la seriedad del problema, la Convención General de la Iglesia Episcopal en 2009 aprobó una resolución que exigía “la protección de todas las víctimas de la trata de personas, particularmente mujeres y niños, y que se brindara la necesaria atención a sus necesidades físicas, psicológicas y sociales, y que se utilizaran estrategias que respetaran los derechos y la integridad de las víctimas”.

“Ésta es en verdad una de las tareas más importantes que puede hacer la Iglesia”, dijo Stevens. “Lo bueno que ha sucedido es que la Iglesia Episcopal, orgánicamente, está desarrollando este movimiento”.

La Diócesis de Luisiana y el Rdo. Mitchell Smith, que preside la iglesia de la Trinidad [Trinity Church], en Nueva Orleáns, fueron determinantes en comenzar la obra de Eden House, una comunidad hermana de Magdalene que abrió sus puertas en Nueva Orleáns en octubre de 2012; fue una iglesia episcopal de Charleston, Carolina del Sur, la que primero inauguró Magdalene; una mujer que estuvo interna en Magdalene y se convirtió en sacerdote episcopal abrió una casa en Rochester basada en este modelo; y el Muy Rdo. Mike Kinman, deán de la iglesia catedral de Cristo [Christ Church Cathedral] en San Luis, ha ayudado a iniciar Magdalene St. Louis; todos los cuales promueven el papel de la Iglesia en su obra, afirmó Stevens.

“De manera que lentamente, pero sin duda, éste es un movimiento”, agregó ella. “Y de veras la Iglesia Episcopal debe…celebrar que ha sido parte de la labor de vanguardia al trabajar con mujeres que han sobrevivido la violencia sexual y están recuperándose. Yo creo que esto es inmenso”.

Siguiendo el modelo de Magdalene y Thistle Farms, Kinman coopera con otras iglesias y organizaciones en San Luis para crear un programa semejante en esa ciudad.

“Cuando llegué por primera vez a la iglesia catedral de Cristo, me di cuenta de que la catedral podría ser un catalizador para hacer algo verdaderamente importante”, dijo Kinman, que asistió a la conferencia y quien conoció a Stevens y se familiarizó con [la obra de] Magdalene en 1988.

“Esto es lo más cercano al Reino de Dios que yo haya visto nunca”, afirmó Kinman. “Éste es el primer paso de un movimiento más extenso”.

– Lynette Wilson es redactora y reportera de Episcopal News Service. Traducción de Vicente Echerri.