Un campamento bíblico de verano bilingüe reúne a dos congregaciones

Por Sharon Sheridan
Posted Aug 19, 2013
La instructora de arte Hannah Kraft, segunda de izquierda a derecha, ayuda a los estudiantes a poner sus firmas en una vasija creada durante las clases de cerámica del campamento bíblico de vacaciones bilingüe de San Pedro. Foto de Sharon Sheridan.

La instructora de arte Hannah Kraft, segunda de izquierda a derecha, ayuda a los estudiantes a poner sus firmas en una vasija creada durante las clases de cerámica del campamento bíblico de vacaciones bilingüe de San Pedro. Foto de Sharon Sheridan.

[Episcopal News Service] Esta es la historia de dos congregaciones, dos idiomas y una adolescente que ayudó a hermanarlas para lanzar un nuevo ministerio.

A Hannah Kraft, una jovencita de 17 años de Morristown, Nueva Jersey, le encanta el español. Hace dos años, tomó un curso de inmersión en español en Costa Rica. El verano pasado, asistió a un “programa verdaderamente riguroso” en California. Cuando regresó, dijo ella, “quería conservar el español que había aprendido”.

Fue así que Kraft se incorporó al estudio bíblico para adolescentes en Príncipe de Paz, una congregación no denominacional, compuesta mayoritariamente por guatemaltecos y hondureños, que durante tres años había alquilado un espacio para adorar en su parroquia, la iglesia episcopal de San Pedro [St. Peter’s Episcopal Church] en Morristown. Ella esperaba mantener sus destrezas idiomáticas, y además la movía la curiosidad.

“Ellos siempre eran esta especie de iglesia misteriosa que venía”, dijo ella. “Yo quería saber quiénes eran y en qué creían”.

Kraft descubrió a un grupo de adolescentes muy serio respecto a su fe que no tenía problemas en compartirla públicamente con el grupo de jóvenes de San Pedro.

“Esos chicos eran tan diferentes; en verdad les gustaba hablar de lo que sentían”, explica Kraft. “Eran muy serios respecto a sus creencias. No andaban haciendo tonterías”.

“Los chicos eran realmente amables y sencillos”, agregó ella. “Me daba pena hablar español delante de ellos”. La maestra, Lesly Zuluaga, “sencillamente te llamaba y en verdad tenías que participar. Ella rompió la barrera”.

Kraft esperaba poder ayudar a algunos de los otros estudiantes con el inglés, pero se dio cuenta de que todos ellos hablaban inglés bien. Sin embargo, algunos de sus padres, necesitaban ayuda. Fue así que ella y Zuluaga inauguraron una clase los viernes por la noche para enseñar inglés como segundo idioma, y comenzaron con cinco adultos. Adaptaron el currículo para responder a las necesidades de sus alumnos —algunos eran analfabetos— y se concentraron en destrezas idiomáticas prácticas tales como identificarse, escribir su dirección y proporcionar los números de seguro.

Empezaron a sumarse más y más estudiantes, hasta que llegó a haber 30 en una clase. Kraft ayudó a dirigir una clase de entrenamiento para 30 miembros de San Pedro, donde su madre, la Rda. Janet Broderick, es la rectora. Un grupo se incorporó al programa como tutores.

“La relación con Príncipe de Paz se hizo cada vez más cercana. Finalmente dijimos, ‘¿Qué queremos hacer para el verano?’”, contó Kraft. Los estudiantes adultos querían un lugar donde sus hijos pudieran ir durante el verano, pero no podían costear el enviarlos a los campamentos diurnos de la localidad.

Los líderes de las dos congregaciones se reunieron para discutir la idea, y así nació el campamento bíblico de vacaciones bilingüe de San Pedro.

“Se nos ocurrió la idea de que podría ser una buena manera de ayudar a la comunidad, especialmente a las familias de bajos ingresos de la comunidad hispana”, dijo Zuluaga, una de los organizadores del campamento. “Pensamos que sería una gran idea que los niños aprendieran al mismo tiempo de formar parte de un grupo social, en lugar de quedarse en casa”.

San Pedro recibió una subvención de $20.000 de la Fundación Simon y otros $2.000 de la Fundación F.M. Kirby. La iglesia fue la sede del campamento, además de brindar atención antes y después para cerca de 50 niños cada día de la semana desde el 8 de julio al 2 de agosto. Una subvención Simon adicional hizo posible excursiones tres días a la semana durante las dos primeras semanas de agosto, dijo Dee Klikier, directora del campamento, administradora de las instalaciones de San Pedro y ex directora de una escuela primaria.

Aproximadamente tres cuartas partes de los campistas, desde kindergarten a séptimo grado, procedían de las familias de Príncipe de Paz, dijo ella. Otros se enteraron porque se corrió la voz o porque vieron el anuncio, entre ellos una residente en Jersey City que trabaja en Morristown. “Fue un regalo del cielo para ella”.

Los niños pasaron el tiempo en actividades tradicionales de los campamentos de verano —artes plásticas y música, práctica de deportes, clases de cocina y de computación, natación— así como en el estudio bíblico diario y asistiendo a la capilla dos veces al día.

“Es realmente un trabajo agotador, pero ciertamente divertido”, dijo Kraft, la directora artística del campamento. “Este campamento definitivamente me ha ayudado a crecer”.

El consejero Julio Monzón y la campista Stephany Argueta sumergen fresas en chocolate durante una clase de cocina en el campamento bíblico bilingüe de San Pedro, un empeño conjunto de la iglesia episcopal y de la iglesia Príncipe de Paz, a la que ellos pertenecen. Foto de Sharon Sheridan.

El consejero Julio Monzón y la campista Stephany Argueta sumergen fresas en chocolate durante una clase de cocina en el campamento bíblico bilingüe de San Pedro, un empeño conjunto de la iglesia episcopal y de la iglesia Príncipe de Paz, a la que ellos pertenecen. Foto de Sharon Sheridan.

La clase de cocina era la favorita de [la niña] de 12 años Stephany Argueta. “Uno prueba cosas nuevas”, “Lo hacen todo divertido”, dijo ella. “No hay nada aburrido en este campamento. Siempre hay una sonrisa en las caras de todos”.

“Ha sido como venir a un nuevo mundo”, dijo Gabriela Argueta, de 9 años. A ella le gustaba más la capilla “porque aprendemos nuevas canciones y aprendemos que Dios es una persona maravillosa de conocer”.

El personal incluía una mezcla de adultos y consejeros adolescentes mayores, así como adolescentes más jóvenes, a los que están adiestrando como consejeros, y voluntarios de ambas congregaciones.

“He hecho un montón de amigos nuevos y he llegado a conocer a muchísimos niños también”, dijo Alaina Boccino, miembro del grupo de jóvenes de San Pedro que trabajó de voluntaria en el campamento. “Mezclar los grupos ha resultado muy divertido”.

Julio Monzón, de 16 años y miembro de Príncipe de Paz, dijo que también le había encantado conocer a nuevas personas y que trabajar como consejero con alumnos de sexto y séptimo grados era “estupendo”.

“Aprendes de ellos y recibes muchísimo de ellos”, dijo él. “Aprendes que eres paciente y que en verdad quieres a los niños”.

Algunos niños asistieron con becas totales o parciales, y a todos los padres se les pidió que trabajaran voluntariamente tres horas, dijo Klikier. Los jueves por la noche, las familias del campamento y los miembros de San Pedro eran invitados a compartir una comida en el salón parroquial, donde los niños cantaban canciones y exhibían las obras de arte que habían hecho durante la semana.

“Creo que esto ha venido a fortalecer la relación entre San Pedro y Príncipe de Paz”, afirmó Klikier. “Somos  dos iglesias muy diferentes”. Pero para ambas, agregó, “Jesús es el meollo de todo”.

Klikier dijo que esperaba que la confianza adquirida gracias al campamento permitiera un mayor ministerio mutuo en el futuro. Y ella cree que los miembros de Príncipe de Paz ahora se sienten más en casa en San Pedro. “Ya no se sienten como inquilinos; se sienten mucho más como parte de las cosas”.

Según dijo Zuluaga, “sé que [el campamento] ha creado relaciones que serán duraderas para mí, así como para los niños. Sabrán que existe un lugar donde pueden venir y sentirse acogidos”.

– Sharon Sheridan es corresponsal de ENS.

Traducción de Vicente Echerri