La inclusión y la diversidad distinguen el regreso de las iglesias de San Joaquín

Por Pat McCaughan
Posted Aug 16, 2013
Miembros de la iglesia episcopal de San Pablo en Bakersfield, California, celebraron un oficio el 28 de julio para festejar el regreso a la propiedad de su iglesia. Foto de Autumn Parry para el Bakersfield Californian.

Miembros de la iglesia episcopal de San Pablo en Bakersfield, California, celebraron un oficio el 28 de julio para festejar el regreso a la propiedad de su iglesia. Foto de Autumn Parry para el Bakersfield Californian.

[Episcopal News Service] El Rdo. Tim Vivian se propone participar en una marcha el fin de semana del Día del Trabajo.

Vivian, sacerdote encargado de la iglesia de San Pablo [St. Paul’s Church] en Bakersfield, California, se unirá a otros en una peregrinación de 450 kilómetros desde la capital estatal de Sacramento hasta Bakersfield, para instar a los legisladores a aprobar una amplia reforma migratoria.

Los que han de participar en la peregrinación, que reconstruye la histórica marcha de 1966 organizada por César Chávez en defensa de los derechos de los obreros agrícolas, se propone centrar su atención en el sufrimiento de las familias sin estatus de ciudadanía. Ello marca tanto un nuevo capítulo como una nueva misión para San Pablo, la cuarta propiedad de la Diócesis Episcopal de San Joaquín que es devuelta a la Iglesia Episcopal luego de las diferencias teológicas que dividieron la diócesis en 2006. Los ex miembros abandonaron la Iglesia Episcopal pero intentaron quedarse con sus propiedades.

“Es importante participar porque, si vamos a hablar teológicamente de que todo el mundo ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, no tiene sentido tener a personas que son de segunda clase y no ciudadanos”, dijo Vivian, profesor de estudios religiosos en la Universidad del Estado de California en Bakersfield, quien recorrerá el último tramo de la peregrinación, unos 50 kilómetros, de Delano a Bakersfield.

“Si eres de segunda clase, eres de alguna manera un ser humano inferior, y queremos vivir realmente a la altura del mensaje del Evangelio que todos somos igualmente amados por Dios”.

“He estado librando ese pelea aquí durante más de 15 años”, dijo Vivian, refiriéndose a la inclusión. “Es una afirmación de lo que realmente somos y de cómo tratamos en verdad de ser una iglesia del Evangelio… una iglesia de barrio, una iglesia céntrica”, agregó.

A diferencia de otras congregaciones devueltas en San Joaquín, —en Turlock, Ridgecrest y Sonora— la mayoría de los miembros de San Pablo no estaban regresando a predios familiares. La mayor parte de la congregación —que asciende a unas 300 personas— comenzaron como dos casas iglesias nuevas —La Gracia [Grace] y Santa Brígida [St. Brigid’s] en Bakersfield— luego de la ruptura inicial.

“Ninguna [de estas congregaciones] ya existe; el 1 de julio de 2013 ambas se convirtieron en San Pablo, dijo Vivian, que ayudó a organizar La Gracia como una casa iglesia con sólo un puñado de fieles hace seis años. Según fue creciendo, la congregación terminó por alquilar una pequeña capilla en otra iglesia local.

Una celebración de ‘bienvenida’ para todos el 28 de julio
No fue una típica celebración de regreso, sino de bienvenida, el festival eucarístico del 28 de julio, cuando unos 200 episcopales de toda la Diócesis de San Joaquín y miembros de la comunidad se reunieron en San Pablo para celebrar la devolución de la propiedad.

Luego de que el obispo de San Joaquín, Chet Talton, llamó tres veces a la puerta con su báculo, la congregación comenzó un cántico con un significado conmovedor: “Todos somos bienvenidos”.

“Tuvimos 14 personas confirmadas o recibidas en la Iglesia Episcopal”, según dijo Vivian. “Me impactó la diversidad de los confirmandos. Había latinos, afroamericanos, homosexuales; había un grupo de cinco personas, de veintitantos años, provenientes de la Iglesia de las Asambleas de Dios”.

Y añadió, riéndose por lo bajo: “alguien me dijo después del oficio, que durante las confirmaciones y recepciones yo parecía un papá orgulloso”.

Muchos en la congregación “tuvieron lágrimas en los ojos” durante el sermón de Talton, un mensaje de inclusión, añadió la Rda. Deb DeBoer, pastora presbiteriana que sirve como ministra auxiliar en San Pablo y está desarrollando el ministerio latino de la congregación. “Él repitió varias veces que todos son bienvenidos”.

“Los últimos cinco meses ha sido un período emocionante para todos nosotros, en el que hemos recuperado cuatro propiedades de la Iglesia, lo cual significa que cuatro congregaciones episcopales pueden ahora concentrarse en el ministerio y en el servicio, lo cual es nuestro propósito”, dijo Talton.

DeBoer, al igual que los otros, dijo que ella se unió a la [congregación] de La Gracia en 2012 debido a su espíritu de inclusión. “Tuve la sensación inmediata de que  ‘me siento en casa y ¿por qué no vine aquí antes?’ aunque yo no soy episcopal”, dijo ella durante una entrevista telefónica reciente.

“Mi marido y yo habíamos estado asistiendo al culto en una iglesia presbiteriana y eso era la mejor de las opciones no extraordinarias que había en el Valle”, agregó. “Venimos de la Costa Oriental y eso no era a lo que estábamos acostumbrados. Resultaba cada vez más difícil adorar allí, y hubo un conflicto en la iglesia. Dejé de ir por casi un año, y luego alguien me invitó a La Gracia”.

La celebración “no fue una típica [fiesta] de regreso para mí, porque ése nunca había sido antes mi hogar”, dijo ella refiriéndose a la iglesia. “San Pablo es excepcional en eso.  Todos nosotros veníamos de iglesias diferentes y hay un montón de personas que no venían de ninguna iglesia”.

Para Philip Holt, de 53 años y guardián del obispo, la celebración de bienvenida resultó abrumadora. “Nací en Bakersfield y soy gay y tenía una meta cuando era más joven que era irme del pueblo”, dijo durante una reciente entrevista telefónica desde su casa.

“Descubrí a la Iglesia Episcopal cuando vivía en Los Ángeles. Luego me encontré de regreso en Bakersfield, donde nunca había pensado estar, y me resigné al hecho de que nunca me iba a vincular a una iglesia en esta comunidad”, afirmó.

Él se incorporó a La Gracia, no sólo porque la congregación era acogedora, sino también porque estaba concentrada en la misión y el servicio comunitario. “El tiempo es apropiado para que sigamos creciendo”, dijo. “Es muy emocionante, es el momento para ello porque [la inclusión] se acaba de convertir en una fuerza muy pujante: casi como un movimiento en algunos aspectos.

“Me resulta increíblemente gratificante formar parte de una comunidad que crece y no tener dudas de que el Espíritu de Dios es su centro y el fundamento por el cual se edifica tu comunidad”.

Nathan Boles, de 28 años, que fue bautizado de niño en San Pablo, dijo que dejó la iglesia cuando Mark Lawrence era el rector (1997-2007). “Era terrible la manera en que las personas se volvían unas contra otras”, recordaba él. Lawrence terminó por convertirse en obispo de Carolina del Sur en 2008 y en octubre de 2012 buscó desafiliar la diócesis de la Iglesia Episcopal.

Pero Boles, profesor de una universidad comunitaria, “quería estar allí para el primer sermón del 7 de julio, el primer domingo después que recuperamos el edificio”.

Ese primer domingo: “no sabía qué esperar, excepto que estaba de vuelta en los viejos bancos”, dijo “Me sentí anonadado por lo que vi y sentí y por lo verdaderamente inclusivos que son. Era una iglesia sincera para con Dios en el intento de servir a Dios y a todo el mundo. Pensé, caramba, he oído decir eso tantas veces, pero nunca lo había visto realmente manifiesto. Nunca pensé que vería en Bakersfield que eso en verdad tiene lugar”.  Él escribió un artículo como columnista invitado para el Bakersfield Californian acerca de sus experiencias.

Un ‘cambio dramático’: iglesias recobradas reconsideran el foco y la misión
Para muchas iglesias que se reunían en locales alternativos, el regreso les presentaba interesantes desafíos —tanto física como espiritualmente.

Cuando la Rda. Kathie Galicia recibió las llaves de la iglesia de San Francisco [St. Francis Church] en Turlock, ella y un “pequeño ejército” de voluntarios disponían solamente de dos días para tenerla lista para una primera eucaristía el 2 de junio.

Ella “estaba maravillada con todo, desde una gran pila bautismal de mármol hasta el hermoso cirio pascual que tenía al lado”, pero recordaba su preocupación respecto al regreso. Viniendo de un espacio abierto a la estructura de una iglesia formal, ¿seríamos capaces de seguir concentrándonos en el trabajo social de la comunidad?”

Su preocupación se disipó rápidamente, cuando la congregación “cocinó y sirvió una comida en la Misión del Evangelio en Turlock” y cuando pasó “un 4 de julio muy caluroso distribuyendo agua fría gratuita a los espectadores y participantes del desfile, al tiempo que desplegaba orgullosamente nuestra bandera que simplemente dice: ‘Iglesia episcopal de San Francisco: ¡Todos son bienvenidos!’”.

En la iglesia de San Miguel [St. Michael’s] en Ridgecrest, [cuya congregación leal] se reunió por primera vez el 2 de junio y celebró su regreso al hogar el 23 de ese mes, la Rda. Linda Huggard dijo que una tentación para las congregaciones que regresan podría ser el creer que el próximo paso tiene que ser “una gran cosa.

“Pero me acuerdo de todo lo que hemos hecho aquí en San Miguel, limpiar, pintar, arreglar los jardines, mudar muebles, resolver el aire acondicionado, tratar con el banco, con la compañía que procesa los desechos y con la compañía de electricidad, la PG&E [Pacific Gas & Electric], y que esto es todo ministerio… y sencillamente el proporcionar un lugar cómodo”, afirmó.

“Y ése bien podría ser nuestro legado, al igual que todas esas cosas importantes como la liturgia, la teología y la política, y bien puede ser que sea lo que la gente recuerde cuando ya no estemos, que fuimos un lugar acogedor, no poca cosa”.

La iglesia, que se había congregado previamente como Los Fieles Difuntos [All Souls] en el edificio de la sociedad histórica local, celebró el 11 de julio la primera boda gay de la diócesis de San Joaquín, ya que, mediante dos fallos, el Tribunal Supremo de EE.UU. anuló el 26 de junio partes de la Ley en Defensa del Matrimonio (DOMA, por su sigla en inglés) y declaró inconstitucional la controversial Proposición 8 de California, allanando así el camino para el matrimonio de homosexuales.

La DOMA le negaba beneficios federales a parejas del mismo sexo; la Proposición 8 prohibía el matrimonio de los homosexuales. Esas decisiones [del Supremo] allanaron el camino para que Kent Birch, el guardián del Obispo, y Steve Howe, su pareja de muchos años, se casaran legalmente.

“La boda fue realmente alegre y divertida porque todo el mundo en la parroquia se reunió y les hizo una recepción. La comunidad les llevó una tarta de bodas y adornos y flores”, añadió Huggard.

Pero las festividades fueron agridulces y duraron poco, ya que Birch, que había estado batallando con el cáncer, murió nueve días después, el 20 de julio. La congregación se reunió para un oficio en su memoria el día 23, explicó ella.

No pudimos comunicarnos con Howe para que nos hiciera un comentario.

“Fue realmente bueno que [el fallo sobre] la DOMA se aprobara justo a tiempo para que ellos se casaran”, dijo Huggard. “Habían estado juntos por más de 20 años. Pudieron casarse, y ordenar legalmente todos sus asuntos, de manera que su cónyuge pudiera heredar su casa”.

Muchas más direcciones para el ministerio de la ‘iglesia roja’ en Sonora
En Sonora, un cambio de nombre y una mudanza el 1 de julio, de un estudio de yoga adaptado a la histórica ‘iglesia roja’ del pueblo, han sido tan llamativos como innovadores, según el Rdo. Eldon Anderson (“Andy”), sacerdote encargado de la congregación.

El estudio de yoga estaba localizado en la vecina comunidad de Jamestown, (donde) “teníamos que cubrir muchísimos espejos” para hacer la iglesia, bromeó Anderson. “En ese tiempo éramos Santa María de la Montaña [St. Mary in the Mountains]”, localizada a unos 80 kilómetros al nordeste de la sede diocesana en Modesto.

Ahora, una corta mudanza de unos cinco kilómetros y el cambio de nombre a Santiago Apóstol [St. James],  ha significado un aumento de la visibilidad y de las posibilidades de ministerio, pero no [un cambio] en “nuestra firme creencia de que nuestro Dios es un Dios de amor y compasión que acoge a todo el mundo, sin excepciones”, añadió.

La congregación planea una celebración para festejar el regreso y una eucaristía a las 4:00 P.M. del domingo 8 de septiembre y toda la comunidad está invitada.

“Tenemos a personas que residen en Sonora y la zona circundante que asisten a la iglesia episcopal como su iglesia de elección y están entusiasmados de ver que las puertas de la iglesia episcopal de Santiago Apóstol están abiertas para todos los que deseen entrar para adorar”, puntualizó. Y así lo hacen, los turistas con frecuencia se detienen a fotografiar el edificio o entran durante el culto para ver la iglesia, construida en 1860.

“Este edificio se incluye en toda la propaganda que se dirige a los turistas”, explicó Anderson. “Tenemos cuatro organizaciones que alquilan nuestro salón parroquial y tenemos programada una serie sinfónica que tendrá dos funciones  en la iglesia el año próximo”.

Está en marcha un proyecto para actualizar los folletos de la iglesia para recorridos turísticos. La nueva localización “aumenta nuestra visibilidad que, a su vez, aumenta nuestras oportunidades para un ministerio en muchas más direcciones”, señaló.

Otras propiedades en disputas a través de la diócesis están en varias etapas de litigio, según el canciller de la diócesis Michael Glass. Otra propiedad de la diócesis, San Pablo [St. Paul’s], en Modesto, fue devuelta el 1 de julio de 2009, antes del litigio.

“Partiendo de nuestros éxitos en los tribunales a principios de esta primavera, recobramos exitosamente cinco propiedades parroquiales durante el verano en condiciones relativamente buenas”, dijo Glass el 12 de agosto en un correo electrónico a ENS.

Una quinta congregación, en Delano, fue devuelta a la diócesis; el actual ministerio sigue allí, dijeron unos funcionarios diocesanos.

“Sin embargo, aún tenemos cinco casos más para contender y resolver, que incluyen aproximadamente otras 33 propiedades, entre ellas el Campamento y Centro de Conferencia, y la catedral, junto con las cuentas de inversiones diocesanas que le están relacionadas”, afirmó. “Es probable que la mayoría o la totalidad de los cinco casos pendientes vayan a juicio, el primero de los cuales está fijado para principios de enero”.

–La Rda. Pat McCaughan es corresponsal de Episcopal News Service y está radicada en Los Ángeles. Traducción de Vicente Echerri.