La Iglesia Episcopal ayuda a refugiados iraquíes a encontrar nueva vida en París

Por Matthew Davies
Posted Jun 20, 2013

[Episcopal News Service] Todas las semanas, unos centenares de cristianos iraquíes se reúnen en el norte de París para celebrar su culto. Es una reunión agridulce para ellos. Han salvado sus vidas, pero los acontecimientos de los últimos 10 años les han impuesto el exilio. Muchos han perdido a familiares cercanos y a amigos en la sangrienta guerra de Irak y en la oleada de terrorismo que le sucedió.

“Hay cerca de un millón de cristianos iraquíes que salieron de Irak, y 1.300 de ellos vinieron a Francia”, dice Pierre Whalon, obispo de la Convocación de las Iglesias Episcopales en Europa. “Es una gota en el océano, pero son 1.300 vidas inocentes y únicas que son sagradas para Dios. ¿Cómo puede uno decir que no a eso? Si uno puede hacer algo, debe hacerlo”.

En 2007, cuando los cristianos iraquíes enfrentaban una creciente persecución por cuenta de su fe, Whalon y el empresario iraquí Elish Yako fundaron la Asociación de Ayuda a las Minorías Orientales [Association d’Entraide aux Minorités d’Orient] para ayudar al gobierno francés a identificar a candidatos idóneos para encontrar refugio. La asociación también ha ayudado a los refugiados [a resolver] sus problemas administrativos y de integración.

“La posición oficial del Vaticano es que los cristianos deberían quedarse en el Oriente Medio y yo estoy totalmente de acuerdo con eso; sin duda que deberían quedarse allí”, dijo Whalon. “Pero no pueden quedarse allí si los matan”.

Muchos de los refugiados son miembros de la Iglesia Católica Caldea, que data del siglo I, cuando la región se llamaba Babilonia. Ellos celebran su culto parcialmente en árabe y parcialmente en arameo, el idioma que habló Jesús.

“Para ellos”, dice Yako, “lo más importante es su libertad… y practicar su religión sin temor de terroristas y [de alguien] que secuestre a sus hijos”.

Yako se mantiene en contacto regular con todas las familias que la asociación ha ayudado a reasentar.

Una familia de cuatro —madre, padre, hijo e hija— vive a unos 28 kilómetros de París en dirección sur. Se mudaron a Francia en 2009 luego de recibir repetidas amenazas de muerte. Los hijos le dijeron a Episcopal News Service que, si bien los primeros dos años fueron difíciles por ser una nueva vida para ellos, se sienten finalmente felices de practicar su religión y se enorgullecen de ello.

El hijo varón, Samir, de 26 años, contó cómo un primo de su padre y cinco de sus propios amigos murieron en explosiones terroristas. “Ya sabes, nos entristecía”, explicó él, “Pero decíamos algo así como ‘Vale, muy bien, así es Irak’, ¿suponte? ‘Es Irak, es normal’”.

Mientras visitaba a la familia hace poco, Whalon dijo: “Esta gente debería estar todavía en Irak. Aquí tienes una muchacha que quiere ser cirujana. Si se hubiera quedado en Irak y hubiera estudiado normalmente, estaría en camino de convertirse en cirujana. Ahora tiene que reciclarse en Francia.

“Muchos de ellos tienen casas propias. Nunca las quisieron dejar. Las han arrendado; esperan volver” añadió Whalon. “Por supuesto, hoy día la situación es imposible. Así, pues, queremos que los cristianos se queden [en Irak], pero los queremos vivos”.

“Esta familia no estaría aquí, no estarían en la tierra, si no los hubieran rescatado”.

Desafortunadamente para los cristianos que aún quedan en Irak, las puertas de los servicios de inmigración francés se cerraron recientemente, dijo Whalon. Mientras cada vez más cristianos iraquíes enfrentan persecución y muerte en su patria, hay poca esperanza de que Francia les ofrezca refugio.

“Nuestro sistema para los refugiados políticos en Estados Unidos y en Francia—ambos sistemas— están completamente saturados, y el personal está recargado de trabajo y el sistema está sobregirado de presupuesto. Cuesta muchísimo dinero aceptar a las personas y ofrecerles una nueva vida. En consecuencia, estoy realmente preocupado”, afirmó Whalon.

“Los que pueden vivir para contarlo, son testigos del poder de Dios. Dice mucho del valor de lo que hacemos y de lo que somos en el mundo”.

– Matthew Davies es redactor y reportero de Episcopal News Service. Traducción de Vicente Echerri.