Iona: Una peregrinación celta

Por Matthew Davies
Posted May 8, 2013

[Episcopal News Service] Los antiguos celtas describieron a Iona como un “lugar sutil”, donde se alzaba el velo entre el cielo y la tierra, y donde uno podría tener un atisbo de lo divino.

Durante siglos, los peregrinos han viajado hasta esta pequeña isla de la costa occidental de Escocia, dejando atrás el caos de sus vidas, para descansar, reflexionar y andar en las huellas de San Columba, el misionero irlandés que fundó un monasterio en Iona en el año 563 D.C.

Dícese que Columba se vio obligado al exilio luego de una disputa sobre la propiedad de un salterio que él había copiado en su condado nativo de Donegal. A su subsecuente obra misionera se le acredita la propagación del cristianismo a través de las Islas Británicas.

En mayo de 2013 se cumplen 1450 años de la llegada de San Columba a Iona. Su fiesta se celebra el 9 de junio en la Iglesia Episcopal y en la Comunión Anglicana.

La Rda. Nancy Brantingham, sacerdote de la Diócesis Episcopal de Minnesota, y que ha estudiado durante mucho tiempo el cristianismo celta, visitó Iona por primera vez en octubre de 2012.

“Columba desempeñó un papel aquí, en el monasterio con sus monjes, enseñándolos y luego enviándolos de dos en dos, y fíjense lo que sucedió”, dijo Brantingham, que encabezaba un grupo de peregrinos, la mayoría de ellos de su diócesis. “¿Estaba el mundo dispuesto a escucharlo, y está dispuesto a escucharnos aún? No lo sé. Pero las cifras no son en verdad lo único que importa cuando se trata de propagar la palabra…y de tocar los corazones de la gente”.

Los miembros del grupo iniciaron la semana discutiendo el porqué habían emprendido este viaje de dos días a la isla, por tierra, mar y aire, y si eran portadores de algunas interrogantes.

Para Brantingham, Columba “es un gran patrón, porque le gustaba escribir, tenía dones para la enseñanza, amaba el estudio [y] era un buen pastor. Espero que yo también. Esa es, creo, la razón por la que vine”.

La Rda. JoAnn Ford dijo que ella había venido con muchas dudas respecto a quién era ella como sacerdote parroquial jubilada “y adónde iría de ahora en adelante, qué iba a hacer”.

Pero llegó “con una actitud receptiva”, agregó. “No con la necesidad de encontrar una respuesta”.

“¿Cómo sé cuál es la voluntad de Dios?”, preguntó Maren Mahowald. “¿Cómo la reconozco? ¿Cómo sé que respondo a ella? Es por eso que estoy aquí”.

Aunque los peregrinos habían traído muchas preguntas personales, también reconocieron la importancia de la comunidad a lo largo de su viaje.

Athene Westergaard apuntaba que “cuando se viaja en una comunidad en la que uno confía, es la comunidad la que te apoya, y en eso precisamente consiste la fe. La fe no es una experiencia solitaria”.

Kevin Pearson, obispo de la Diócesis de Argyll y las Islas, de la Iglesia Episcopal Escocesa, en cuya jurisdicción se encuentra Iona, también visitó la isla en octubre y se unió al grupo de Minnesota en parte de su peregrinación.

Una peregrinación “contribuye a tu trayectoria interior”, dijo Pearson a ENS mientras caminaba con otros peregrinos  alrededor de la isla. “Reúne un mundo espiritual interior con un mundo de normas estrictas. De manera que el ejercicio físico es también parte del ejercicio espiritual, y uno se siente atraído a la vida de Dios ya sea voluntaria o involuntariamente”.

La capilla de San Columba de la  Iglesia Episcopal Escocesa, y la contigua casa del obispo han servido como lugar de oración y estudio para los peregrinos a Iona desde 1894.

“La gente se siente cada vez más atraída a viajar y a hacer peregrinaciones —aunque no siempre las llamen así— a los lugares sagrados, a lugares que durante siglos han tenido una gran significación para la gente”, dijo Pearson. “Y, básicamente, hacen un viaje interior, andan en busca de Dios”.

Una de las partes más memorables de la visita a Iona es conectarse con la Comunidad de Iona, un grupo ecuménico fundado en 1938. Bajo el liderazgo de su fundador, George MacLeod, la comunidad se dio a reconstruir partes de la abadía medieval de Iona.

En la actualidad, la comunidad tiene un sólido compromiso con los temas de paz y justicia y ofrece peregrinaciones semanales alrededor de la isla, [cuyos participantes] se detienen en lugares de importancia histórica y espiritual y reflexionan a lo largo de la trayectoria.

La reconstrucción de la abadía “ha de ser un símbolo de la necesidad de la Iglesia de volver a conectarse con la gente común y una preocupación por la necesidad de reconstruir la comunidad”, dijo el Rdo. Peter MacDonald, sacerdote de la Iglesia de Escocia (Presbiteriana) a ENS durante una entrevista dentro de la abadía.

Julie Hooper, una de los peregrinos de Minnesota, ha visitado Iona cuatro veces. Ella sigue volviendo, dijo, porque “hay algo que satisface el alma en este lugar.

“Es muy apacible y reconfortante, no creo que importe cuál sea tu inclinación religiosa o espiritual. Creo que hay muchas personas que vienen aquí y que no son necesariamente cristianas, pero vienen porque sienten aquí paz y sostén”.

Al hacer su primera visita a Iona, Dorothy Ramsdell, de la Diócesis Episcopal de Nevada, dijo que ella sentía una energía que le hacía “posible ser sencillamente amorosa. Es en verdad un modelo de vivir junto con la tierra en comunidad”.

Los peregrinos encontraron paz y tranquilidad dondequiera en Iona: en los huertos orgánicos que alimentan a los viajeros, en la naturaleza y en los animales salvajes, en piedras y monumentos antiguos y en los recuerdos de los que les han antecedido. Pero, sobre todo, captaron cómo esa paz se encuentra en la comunidad que se crea durante cualquier visita o peregrinación a la isla. Es un recordatorio de cómo Columba vivió en comunidad con sus hermanos monjes que ayudaron a evangelizar las Islas Británicas y a dejar allí el legado del cristianismo celta.

Al reflexionar sobre la influencia de Columba, MacDonald dijo: “podría argüirse que la misión de Columba en Escocia y en territorios más lejanos ayudó realmente a formar a Escocia como estado nacional. Columba con frecuencia se relacionó con los jefes de varias tribus y pueblos de los alrededores, y sus razones para invitar a los monjes columbanos a ir allí fue tanto política como espiritual. De manera que yo creo que vemos la integración de Columba y los celtas como algo que intentamos vivir en la actualidad”.

“Los antiguos conocían el valor de la peregrinación como una metáfora del viaje de la vida, y creo que la gente hoy día lo reconoce como una disciplina espiritual”, agregó MacDonald.

Para muchos peregrinos se abren nuevos comienzos y posibilidades luego de visitar Iona.

“Después de una peregrinación nunca regresas a casa con las manos vacías”, dijo Brantingham a ENS. “Una de las cosas hermosas de la peregrinación es que vas como un viajero solitario, pero luego comienza a formarse la comunidad en torno a la experiencia de ser vulnerable, de estar temeroso, de cuestionarse dónde Dios está ahora mismo en nuestras vidas, de cómo Dios obra y qué viene después.

“En algún sentido, la peregrinación nunca en verdad termina”, añadió. “Ciertamente, seguiremos nuestros distintos caminos, pero también vinculados ahora los unos con los otros por siempre por las historias, por las experiencias y los recuerdos que compartimos, por la conciencia de que no importa cuan lejos  estemos unos de otros en el mundo físico, seguimos juntos, sin embargo, en el viaje que conduce a conocer y amar a Dios más profundamente. Y todo lo relacionado con la experiencia, desde la primera noción de ser llamados a hacer el viaje hasta el regreso a casa cuando el viaje termina, participan de una percepción y sabiduría potenciales que pueden sernos útiles para el resto de nuestras vidas”.

– Matthew Davies es redactor y reportero de Episcopal News Service. Traducido por Vicente Echerri.