Seis meses después de Sandy, los episcopales encuentran un ministerio en el desastre

Un cambio en las necesidades locales significa un cambio en las oportunidades de misión

Por Mary Frances Schjonberg
Posted May 2, 2013
 En Nueva Jersey, el huracán Sandy causó la mayor destrucción a lo largo del corredor de la Autopista 35 que abraza el Atlántico en segmentos del condado de Monmouth y la mayor parte del condado de Ocean. Esta foto, tomada al día siguiente de que azotara el huracán, muestra el estado en que quedó la autopista. La zona tiene por delante años de reconstrucción y las congregaciones de la Iglesia Episcopal ya participan de lleno en ese empeño. Foto de la oficina del gobernador Christ Christie.


En Nueva Jersey, el huracán Sandy causó la mayor destrucción a lo largo del corredor de la Autopista 35 que abraza el Atlántico en segmentos del condado de Monmouth y la mayor parte del condado de Ocean. Esta foto, tomada al día siguiente de que azotara el huracán, muestra el estado en que quedó la autopista. La zona tiene por delante años de reconstrucción y las congregaciones de la Iglesia Episcopal ya participan de lleno en ese empeño. Foto de la oficina del gobernador Christ Christie.

[Episcopal News Service] Cuando el huracán Sandy azotó la costa oriental de Estados Unidos hace seis meses, lo que en inglés llamarón Frankenstorm [una tormenta monstruosa] le dio a algunos episcopales de Nueva Jersey nuevas formas de entender las experiencias bíblicas del exilio y la Pascua.

El contingente de invierno de la capilla de Santa Isabel del Mar [St. Elizabeth’s Chapel-by-the-Sea] en Ortley Beach se encuentra en el exilio. En la noche del 29 de octubre de 2012, Sandy arrancó la capilla de temporada de su atracadero cerca de la playa y, arrastrándola a través de la península de Barnegat, la lanzó a la bahía. Los miembros de esta congregación están asistiendo al culto dominical en la iglesia bautista de East Dover en tierra firme.

Es un bonito edificio y la congregación y el pastor han sido muy acogedores, dijo el guardián mayor Dennis Bellars. Después de que encontraran la silla del obispo en las ruinas de Ortley Beach, la congregación [de la iglesia bautista] permitió a los miembros de Santa Isabel que la guardaran en el santuario.

No obstante, dijo Bellars, “no es nuestra casa”.

A unos 64 kilómetros al sur, en Beach Haven, casi al final de Long Beach Island, la iglesia episcopal de los Santos Inocentes  [Holy Innocents Episcopal Church] se levanta apenas a una corta cuadra del Atlántico, [sitio] en que la calle Pearl constituye su frontera norte. Sandy rompió la barrera de dunas de la calle Pearl y “el agua del mar inundó la calle Pearl por un par de mareas”, según dijo el Rdo. Frank Crumbaugh, rector de los Santos Inocentes.

Las casas que estaban en el lado norte de la calle Pearl se inundaron, pero el agua no subió de la acera en el lado sur donde están la iglesia y la rectoría, explicó él.

“Esa es una convincente señal de protección”, dijo Crumbaugh a Episcopal News Service. “Cuando uno ve eso, entiende lo que significa la ‘Pascua’ [del Éxodo] de una manera nueva”.

Sin embargo, para Crumbaugh resulta claro que “no fuimos preservados para celebrar nuestra buena fortuna; fuimos preservados para ayudar a los que no lo fueron y eso ha sido una señal convincente en Beach Haven”.

Y esa ha sido la otra lección bíblica que dejó la secuela de Sandy: las iglesias tienen un papel [que desempeñar] en sus comunidades basado en la Escritura.

“Todo el mundo sabe lo que hemos sufrido y lo que hemos perdido, y todo el mundo sigue sintiendo esas pérdidas y, al mismo tiempo, somos como Pablo afirmó Crumbaugh, “como castigados, más no muertos; como moribundos, pero he aquí vivimos”.

Lo mismo podía decirse en Tuckerton, en tierra firme a unas 10 millas de Beach Haven, del otro lado de la bahía y en el circunvecino municipio de Little Egg Harbor.

“En verdad estoy haciendo mi mayor esfuerzo para que esta congregación sea la Iglesia, que es realmente el cuerpo de Cristo en relación los unos con los otros y con el mundo de una manera que, dicho con optimismo, es algo diferente de una institución secular de socorro”, dijo la Rda. Martha McKee, vicaria de la iglesia del Espíritu Santo [Church of the Holy Spirit] en Tuckerton. “Estamos trabajando arduamente para apoyar a la gente que necesita ayuda y caminando con ellos a través de este proceso, pero también apoyando a los que ayudan a otros”.

Beach Haven, Nueva Jersey, se muestra inundada poco después de que el huracán Sandy arrojara un muro de agua en este pueblo de Long Beach Island. Foto de LBI.net.

Beach Haven, Nueva Jersey, se muestra inundada poco después de que el huracán Sandy arrojara un muro de agua en este pueblo de Long Beach Island. Foto de LBI.net.

Muchísimas personas necesitan ayuda. El cuadro estadístico del paso de Sandy a través de Nueva Jersey es pavoroso. El Departamento de Asuntos Comunitarios de Nueva Jersey dice que Sandy afectó o destruyó 246.000 unidades de vivienda en el estado. Más de 23.000 de esas viviendas estaban en el condado de Ocean, cuya frontera oriental bordea el Atlántico y que, junto con el condado de Monmouth, al norte y también en la costa, sufrieron el peor embate de la tormenta.

Casi todas las 731 casas de Ortley Beach sufrieron daños graves o moderados,  según el Departamento de Asuntos Comunitarios de Nueva Jersey. El sesenta y dos por ciento de las 795 viviendas de Beach Haven resultaron severamente dañadas, según [informa] el estado. La tormenta afectó los hogares de aproximadamente 59 feligreses de los Santos Inocentes y las pérdidas en seis casas fueron totales, dijo Crumbaugh. Ocho familias resultaron desplazadas de alguna manera.

Y en Tuckerton, el estado dice que el 30 por ciento de las 1.316 casas del lugar presentaban daños graves o moderados, mientras el 90 por ciento de las 1.801 viviendas del vecino Little Egg Harbor enfrentaron el mismo destino. Según dijo McKee, el 20 por ciento de los hogares de los miembros del Espíritu Santo se perdieron del todo o sufrieron daños graves. Esa cifra se traduce en aproximadamente 30 familias en una iglesia cuya asistencia dominical promedio es de 75 personas, añadió ella.

Cada congregación se enfrenta o se enfrentará con la tarea de discernir qué papel está siendo llamada a asumir en la vida de la comunidad que la rodea después de Sandy. En tanto que los miembros de Santa Isabel esperan regresar a su salón de reuniones en cuestión de cuatro a seis semanas para sus oficios de verano, enfrentan un problema mayor en lo que respecta a la reconstrucción de su iglesia.

El seguro cubrirá los costos de reconstrucción de un edificio del mismo tamaño hecho de los mismos materiales, dijo Bellars, pero los miembros tienen muchas ideas más allá de esos criterios básicos.

Keith Adams, coordinador de recuperación de desastres de la Diócesis de Nueva Jersey, auspiciará en breve una sesión de estrategia para los miembros de Santa Isabel.

Algunos de los miembros, dijo Adams, ya han dicho que si Dios se llevó la iglesia y les dejó con un terreno limpio “luego, Dios quiere que hagamos algo; nos está dando una oportunidad”.

Parte de la oportunidad se centra en saber que, antes de Sandy, la congregación había recibido el permiso de la diócesis para pasar de ser una capilla de temporada a convertirse en una iglesia que funcionara todo el año.

Según dijo Adams, la sesión de estrategia comenzará por abordar la cuestión no sólo de cómo reanudar los oficios en el sitio, sino también “de qué manera uno puede servirle ahora a sus vecinos que fueron afectados y a la comunidad en general, porque deben ser y desean ser un símbolo de la comunidad y quieren desempeñar un papel en la manera en que esa comunidad va a regresar como un todo y cómo va a seguir adelante”.

Algunos miembros, explicó Adams, quieren construir una réplica de la iglesia [que antes existía], mientras otros han sugerido construir un edificio de varias plantas que les permita ofrece toda una serie de servicios sociales. Él sospecha que, al final, la forma y la misión de Santa Isabel estarán a medio camino entre esos dos polos “y va a ser para ellos un magnífico vivero para levantar una congregación en su entorno”.

Entre tanto, en Beach Haven y Tuckerton, los episcopales siguen ayudando a otros al tiempo que se esfuerzan en rehacer sus propias vidas juntos.

Muchos propietarios de casas en Beach Haven son personas mayores que trabajaron todas sus vidas, compraron una casa de playa en una etapa temprana que alquilaban la mayor parte de cada verano, de manera que “las visitas de verano les pagaron la casa”, dijo Crumbaugh. Finalmente, los dueños se jubilaron, vendieron sus casas en el norte de [Nueva] Jersey o en Pensilvania, climatizaron la casa de Beach Haven para el invierno y se mudaron para “ocupar físicamente su más importante propiedad.

“El huracán Sandy barrió un montón de cuentas bancarias”, agregó él.

Crumbaugh dijo que su parroquia ha descubierto un llamado a “amar y apoyar” a los residentes mientras navegan en lo que a veces puede ser el gigantesco papeleo de la FEMA y de los seguros.

Acompañando esa realidad está la frustrante y “difícil realidad” de que las compañías de seguro deben responder tanto a sus accionistas como a los suscriptores de sus pólizas. La opinión común de que cuando uno compra un seguro tiene alguna protección y defensa de parte de la compañía de seguros no es verdad, agregó Crumbaugh.

A esa realidad se añade el hecho de que los mapas de asesoramiento sobre elevación de inundaciones recientemente publicados por la FEMA exigirán que algunos propietarios eleven sus casas hasta poco más de 4 metros sobre el nivel del mar. Tal obra costará decenas de miles de dólares y las elevaciones exactas aún no quedarán definitivamente establecidas hasta dentro de un año o más. Algunas personas pueden verse obligadas a vender su propiedad en lo que bien puede ser un mercado muy difícil.

Adams dijo que su oficina ha relacionado a los Santos Inocentes con los Servicios Legales de Nueva Jersey y que la parroquia dirige un grupo de apoyo para “conectar a estas personas con algún buen servicio legal”.

“Estar con las personas mientras toman algunas decisiones difíciles y se esfuerzan en imaginar cuál ha de ser su próxima movida ha sido un privilegio”, subrayó Crumbaugh. “Es una ardua tarea para los que los quieren, pero es por eso que estamos aquí”. El frustrante proceso de recuperación “nos brinda otra oportunidad como iglesia, porque debemos abordar también esas necesidades emocionales y espirituales”, dijo Adams.

Crumbaugh, McKee y Adams coincidieron en que ellos saben que las iglesias pueden ser lugares para que las personas “sencillamente vengan y se reúnan con otras y compartan el mismo tipo de dificultades; para estar en un ambiente donde resulte seguro hablar acerca de esas dificultades”, según dijo Adams, y luego tienes las iglesias que les ayudan a conseguir ayuda.

Los resultados de la marejada ciclónica del huracán Sandy pueden verse en un inundado Tuckerton, Nueva Jersey, Foto del Servicio de Guardacostas de EE.UU.

Los resultados de la marejada ciclónica del huracán Sandy pueden verse en un inundado Tuckerton, Nueva Jersey, Foto del Servicio de Guardacostas de EE.UU.

La parroquia de Tuckerton, que antes de Sandy ayudaba a administrar dos bancos de alimentos con otras iglesias locales y que ofrecía gratuitamente una comida comunitaria mensual que atraía a 80 o 100 personas, ha continuado fortaleciendo el problema de la alimentación en su ministerio. Otras iglesias episcopales  han ayudado con el suministro de alimentos para la comida mensual. La iglesia episcopal de la Trinidad [Trinity Episcopal Church] en Moorestown asumió la comida comunitaria al día siguiente de Navidad, dijo McKee, y la semana pasada su grupo de jóvenes cocinó una comida en los Santos Inocentes. En el congelador ya está lista la comida del próximo mes.

[La congregación del] Espíritu Santo también ofreció una noche de familia con la ayuda de Esperanza y Restauración de Nueva Jersey [New Jersey Hope and Healing] que incluía una cena, actividades para niños y una plática con los padres sobre cómo ayudar a los niños pequeños a lidiar con el desastre.

Además, la Iglesia ve parte de su ministerio después de Sandy en alimentar a los muchos voluntarios que han venido a la zona a ayudar en las tareas de recuperación.

Según el clima se hace más tibio y más personas se ocupan por sí mismas de la reconstrucción de sus propias casas, McKee predice que la gente empezará a buscar guarderías infantiles y “diversión a bajo costo”. La iglesia planea tener más de estas comidas en el futuro y pronto espera ofrecer noches con películas y cenas.

“Creo que la escuela bíblica de vacaciones será muy exitosa este verano por esa misma razón”, agregó.

Cualquiera que sea la labor “lo más importante que podemos decir”, afirmó McKee, es que “la Iglesia va a estar aquí trabajando con usted”.

El mensaje es: “Dios está andando con nosotros y nosotros andamos con ellos y estamos aquí para quedarnos y lo que hacemos evolucionará según evolucionen las necesidades”.

Adams afirmó que la evolución y el discernimiento es parte continua de esta labor que él llama “un proceso en el cual transformamos una tragedia en una oportunidad” para discernir qué talentos y recursos puede aportar cada congregación para ser relevante en el servicio a sus comunidades no sólo después de los desastres, sino todos los días.

O, en otras palabras, dijo Adams, “poder salir a su comunidad y ver el rostro de Dios en otras personas y hacerles que vean el rostro de Dios en nosotros”.

– La Rda. Mary Frances Schjonberg es redactora y reportera de Episcopal News Service. 

Traducido por Vicente Echerri