Iglesias episcopales que se preparan para enfrentar desastres y crean redes comunitarias

Por Pat McCaughan
Posted May 2, 2013
Una persona murió en el Seminario de San José, en Los Altos, California, cuando una torre se desplomó durante el terremoto de Loma Prieta en 1989, un temblor de 6,9 de magnitud que afectó la zona de la bahía de San Francisco. Foto de U.S. Geological Survey.

Una persona murió en el Seminario de San José, en Los Altos, California, cuando una torre se desplomó durante el terremoto de Loma Prieta en 1989, un temblor de 6,9 de magnitud que afectó la zona de la bahía de San Francisco. Foto de U.S. Geological Survey.

[Episcopal News Service] En el caso de un terremoto, o de incendios o de cualquier otro desastre, Betsy Eddy tuiteará una invitación a la comunidad de Diamond Heights en San Francisco para que vengan a la iglesia episcopal de San Aidán [St. Aidan’s Episcopal Church] en busca de alimentos y de información sobre recursos.

Es sólo una parte del plan de preparación para desastres de la iglesia —y del barrio. Utiliza recursos existentes porque “ya tenemos una despensa que sirve más de 100 comidas en nuestra zona postal”, dijo Eddy, una feligresa de San Aidán.

“Sabemos que habrá necesidad de alimento en una situación de emergencia y colaboramos con el Banco de Alimentos de San Francisco, de manera que seremos un sitio de distribución de alimentos en Diamond Heights”.

Colaborar con otros en la comunidad es fundamental para el plan —todavía un trabajo en progreso, dijo Eddy en una entrevista reciente con Episcopal News Service. Ella se estaba preparando para una reunión el Grupo de Trabajo Listos para el Desastre de Diamond Heights [Diamond Heights Disaster Ready Working Group] (DRWG por su sigla en inglés), que ella y el Rdo. Tommy Dillon, rector de San Aidán, ayudaron a iniciar hace unos cinco años.

“Tratamos de crear esta red integral de preparación y colaboración”, dijo ella refiriéndose al DRWG. Sus miembros son empresas y organizaciones de la barriada que se reúnen regularmente desde 2008.

“Hoy hablamos acerca de nuestro plan de ponerse en contacto con personas del barrio que así lo deseen; tal vez que vivan solas, tengan discapacidades, [se trate de] una persona mayor que necesite a alguien que lo chequee debido a una enfermedad crónica o a la incapacidad de realizar las actividades de la vida diaria”.

Cada vez en mayor número, congregaciones y diócesis episcopales, y en algunos casos provincias e incluso entidades regionales, están colaborando en la preparación para los desastres inevitables, según Katie Mears, directora de Preparación y Respuesta a Desastres en EE.UU. de Ayuda y Desarrollo Episcopales.

Llegar a otros en Diamond Heights

La iglesia de San Aidán, como gran parte de Diamond Heights, se asienta “sobre una colina y corremos el riesgo de deslizamientos de tierra. También tenemos el peligro de un gran incendio, porque éste es un sitio ventoso”, dijo Eddy. “Diamond Heights es una zona mezclada donde tenemos unas pocas casas caras y más de 600 viviendas de precios accesibles que podrían significar residentes vulnerables en el caso de un desastre”.

Tanto ella como Dillon tenían bastante experiencia de desastres como para saber lo que querían que estuviera lo más listo que fuera posible para [cuando se produjera] el próximo, afirmó.

Antes de mudarse a San Francisco hace unos seis años, Dillon había movilizado a su parroquia de Baton Rouge, Luisiana, para responder a la secuela del huracán Katrina, que en 2005 mató a más de 1.800 personas y causó daños a la propiedad que se calculan en $81.000 millones.

Eddy había vivido el terremoto de Loma Prieta, un temblor de 6,9 de magnitud [en la escala de Richter] que ocurrió durante las prácticas de la Serie Mundial de béisbol de 1989. Causó la muerte a unas 60 personas, lesionó a más de 3.700 y dejó a millares sin hogar. Y aunque no afectó directamente la barriada de Eddy, “bastó para asustarme”, dijo. “Hubo suficiente muerte y destrucción para que resultara bastante siniestro”.

Todo lo cual los llevó a pensar que “las personas necesitan información de cómo prepararse” para el próximo desastre inevitable, afirmó. Cosas tales como “la manera en que nos reunimos después de un desastre, el modo en que evaluamos cuáles son las necesidades. Tenemos en cuenta todo tipo de desastres, incluidos los ataques terroristas y los incidentes bioquímicos. Hacemos planes para situaciones de emergencia del barrio y para desastres regionales”.

Han creado una página web con recursos informativos y el 6 de junio se reunirán con funcionarios municipales y de servicios humanitarios, empresas y asociaciones de vecinos de la localidad para discutir el anteproyecto, contó ella.

“Lo que ha sido realmente importante con nuestro grupo básico es que hemos creado vínculos tan fuertes los unos con los otros que incluso si el gran terremoto se produce mañana vamos a poder trabajar mucho mejor juntos, porque ya tenemos ese vínculo y esa capacidad de enlace en la barriada”, explicó Eddy.

Diócesis que se preparan y están listas

El 25 de abril, el Rdo. Russ Oeschel, arcediano y coordinador de preparación para desastres de la Diócesis Episcopal de Texas, “estaba preparándose para llevar” a miembros de un equipo diocesano de atención espiritual de emergencia a la ciudad de West, cerca de Waco, donde la explosión en una planta de fertilizantes mató a 14 personas, incluidos las primeras 11 que acudieron a socorrer.

El equipo y sus miembros, tanto clérigos como laicos, son sólo un aspecto del plan diocesano de preparación y respuesta ante el desastre. No son “los rescatistas, pero sí los que le siguen; siempre que a los residentes les permitan regresar a las áreas afectadas, estamos allí para ofrecerles atención espiritual mientras comienzan a evaluar lo que les ocurrió”.

Aproximadamente 58 diócesis [episcopales] de EE.UU. han participado desde que Ayuda y Desarrollo Episcopales comenzó a adiestrar a coordinadores diocesanos para desastres hace tres años. Otras diez diócesis estarán presentes en los próximos entrenamientos dentro de pocos meses, dijo Mears.

“Trabajamos fundamentalmente en el nivel diocesano… para ayudar a los que se entrenan para concebir lo que sería para ellos una diócesis preparada”, expresó Mears en una reciente entrevista telefónica. Ayuda y Desarrollo Episcopales también tiene en su página web materiales y medios informativos de preparación disponibles para congregaciones y diócesis.

Las sesiones de entrenamiento invitan a los participantes “a pensar en los medios de que estamos dotados, a mencionar esos dones de manera que usted sepa con lo que va a contribuir cuando se presente un desastre” y a darse cuenta de que incluso cuando la cobertura de prensa cese, las iglesias seguirán aún allí, agregó Mears.

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Cada vez más diócesis y congregaciones episcopales están viendo el mérito de prepararse para desastres inevitables, tales como el huracán Sandy. Estas dos casas de Bayhead, Nueva Jersey, son parte de las 346.000 unidades de vivienda que Sandy destruyó sólo en Nueva Jersey la noche del 29 de octubre de 2012. Foto de la oficina del gobernador Chris Christie

La recogida de escombros después del huracán Ike en 2008 y la reconstrucción luego de los incendios forestales de 2011 “en la cual todavía estamos trabajando” bastaron para convencer a la Diócesis de Texas, con sede en Houston, de la inevitabilidad y complejidad de los desastres y de la necesidad de flexibilidad y de frecuente actualización de los planes, dijo Oeschel.

Cuando los vientos de 193 kilómetros por hora del huracán Ike azotaron Galveston el 13 de septiembre de 2008, causando la muerte de cientos de personas, “probablemente la mayoría de nuestras parroquias no tenía planes de preparación para desastres”,  recordaba Oeschel. Pero desde los incendios del condado de Bastrop en 2011 “muchas más iglesias han comenzado a ocuparse de ellos también”.

En el transcurso del año pasado, la diócesis creó un comité de preparación para el desastre que se reúne regularmente para ofrecer instrucción y apoyo a las iglesias. Él también se ha puesto en contacto con una red de agencias comunitarias en Organizaciones Voluntarias Activas en Desastres (VOAD, por su sigla en inglés).

Al presente, el plan consiste en “una estrategia global básica para garantizar que haya personas asignadas a parroquias con responsabilidades en diferentes áreas, tales como edificios y terrenos, asuntos litúrgicos, una lista de personas a quienes llamar y computadoras, porque si en primer lugar todo no está bien pensado, cuando ocurre un desastre, ya no hay tiempo”, dijo Oeschel.

Suzanne Moore, ex presidente del comité de preparación para desastres de la Diócesis de Easton, dice que la preparación es esencial ya que: “como iglesia, no debemos reaccionar, debemos responder, y el entrenamiento nos da las destrezas para responder”.

Las iglesias son “santuarios de esperanza en ocasiones de desastre”, añadió Jim Cockey, el actual presidente del comité de la diócesis de Easton. “Has logrado tener un plan. No siempre puede funcionar, pero puedes adaptarlo sobre la marcha”.

Apoyo provincial y regional

El Muy Rdo. Gary Abbott dice que él cree que la IV Provincia es la única de las nueve provincias de la Iglesia con un plan de preparación y un equipó disponible  para aliviar a un clero abrumado por el desastre y ofrecer ayuda espiritual a sus fieles.

La provincia incluye 29 diócesis a lo largo del suroeste de Estados Unidos, desde el norte de la Florida hasta Kentucky y hacia el oeste hasta Misisipi. Está localizada en “los corredores de tornados, donde los vientos soplan desde el océano y causan grandes destrozos los huracanes”, dijo Abbot, rector de San Lucas [St. Luke’s], en Hawkinsville, Georgia, y coordinador provincial de preparación para desastres desde principios de este año.

El comité se conecta con obispos y diócesis que experimentan un desastre.

Ayuda y Desarrollo Episcopales “es el primero en responder, pero nosotros podemos poner un equipo sobre el terreno en 48 horas, compuesto de clérigos y consejeros profesionales preparados”, afirmó. “Cubriremos los oficios dominicales del sacerdote. Podemos llevar consejeros adiestrados que pueden hablar con las personas de las parroquias y la IV Provincia nos cubrirá esos gastos”.

En otro ejemplo de crear redes regionales, las diócesis devastadas por el huracán Sandy —Nueva York, Nueva Jersey, Long Island y Easton, en Maryland— están compartiendo recursos durante la fase de recuperación, que terminará por incluir el esbozo de planes de preparación, según Keith Adams, coordinador local de Nueva Jersey.

“Desafortunadamente, ahora mismo tengo el diez por ciento de mi perspectiva en preparación y el 90 por ciento está en empeños de recuperación a corto plazo”, dijo.

Pero él añadió que “la cooperación regional es enorme. Existe toda esta oportunidad para la comunicación que no ha sucedido antes, y cuando esto se acabe, lo que va a quedar es este concepto de que todos podemos trabajar juntos”.

Prepararse y hacer un plan

Cuando la casa de Judy Stevenson, en West Pittston, Pensilvania, se inundó en septiembre de 2011, “fue una pesadilla. Tenía más de dos metros de agua en el primer piso”. Su marido, Jim, un sacerdote episcopal jubilado, se estaba recuperando de una hospitalización de 40 días y, al enterarse de que el río Susquehanna estaba crecido, ella necesito que la ayudaran a empacar para evacuar.

“Muchísimas personas piensan qué hacer después, pero si pudiéramos estar preparados de antemano para mover las cosas, para empacar cosas, eso sería de gran ayuda”, dijo Stevenson, que regresará a su casa la próxima semana.

Mears, de Ayuda y Desarrollo Episcopales, dijo que los planes de preparación deben ser flexibles y adaptables, así como ampliamente divulgados.

Es también importante recordar, dijo Mears, que “la parte del desastre que vemos en los medios de prensa no es la de mayor interés para las congregaciones. Al igual que [ocurrió] con el huracán Sandy, las cámaras hace mucho que se han ido, pero las iglesias no pueden irse a ninguna parte”.

Adams fue de la misma opinión. “No es más que el mundo en que vivimos hoy”, dijo. “Tenemos que esperar que siempre habrá algo. La cuestión es, cómo podemos establecer conexiones con las comunidades, con las parroquias y con las diócesis, y las diócesis entre sí y finalmente estar conectados con toda la Iglesia y responder a las personas necesitadas. De eso se trata”.

–La Rda. Pat McCaughan es corresponsal de Episcopal News Service.  

Traducción de Vicente Echerri