Conversación denominacional centrada en la trata de personas

Por Lynette Wilson
Posted Mar 11, 2013

[Episcopal News Service] Hay más seres humanos viviendo en cadenas en la actualidad, dos veces más, que en el apogeo de la trata de esclavos, laborando en condiciones de trabajo forzado y de servidumbre sexual en lo que constituye un negocio de $32.000 millones anuales, inferior tan sólo al narcotráfico, dijo la obispa primada Katharine Jefferts Schori en sus palabras de apertura a una conversación denominacional de una hora de duración sobre la trata de personas que tuvo lugar el 6 de marzo.

De esos esclavizados, dijo ella, el 80 por ciento son mujeres y niñas, aunque los hombres y los niños también se ven sujetos a situaciones de trabajos forzados, de matrimonios impuestos, de fabricación de pornografía, de servidumbre doméstica, de extracción de órganos, de mendicidad infantil, de niños en los frentes de guerra.

Como cristianos, dijo Jefferts Schori, “estamos encargados de cuidar por los que viven en medio nuestro.”

Se calcula que  27 millones de personas en todo el mundo son víctimas de la trata, la mayoría de ellos para trabajo y explotación sexual, según el Informe sobre la Trata de Personas del Departamento de Estado de EE.UU. en 2012. Estados Unidos es el principal país destinatario de la trata de personas, según el Departamento de Seguridad Nacional.

Jefferts Schori dirigió la plática de una hora de duración, que se centró en la definición de la trata de personas y que mostró cómo se vincula con la violencia contra mujeres y niñas. El evento auspiciado por la Iglesia, se transmitió por Internet desde la capilla de Cristo el Señor [Chapel of Christ the Lord] en el Centro denominacional de la Iglesia en Nueva York, y fue una de las muchas reuniones fuera de la sede programadas para coincidir con la 57ª. Reunión anual de la Comisión de las Naciones Unidas sobre la Condición de la Mujer (UNCSW). El tema de este año es la eliminación y prevención de todas las formas de violencia contra mujeres y niñas.

Panelistas incluidos: Sarah Dreier, representante de legislación política internacional y promoción social de la Oficina de Relaciones Gubernamentales de la Iglesia, sobre la promoción [del tema] en los niveles federal, estatal y local y la presencia de la trata de personas a través del mundo y [el papel de] la Iglesia Episcopal; el Rdo. Brian McVey, de la Diócesis de Iowa —cuya congregación participa en un ministerio de presencia en uno de las paradas de camiones de carga más frecuentados del país— para hablar de los ministerios que funcionan a través de toda la Iglesia Episcopal en respuesta a la trata de personas; la Rda. Terrie Robinson, coordinadora de redes de comunicación de la Comunión Anglicana y encargada del buró de la mujer, para discutir métodos y políticas en el ámbito de la Comunión; Laura Russell, abogada de la  Diócesis de Newark, para abordar la políticas de la Iglesia y su aplicación basadas en las resoluciones de la Convención General; y Lynnaia Main, encargada de relaciones globales de la Iglesia, para hablar acerca de la respuesta de las Naciones Unidas a la trata de personas y la participación de la Iglesia Episcopal.

Dreier, que opera desde la oficina de la Iglesia en la zona del Capitolio en Washington, D.C., compartió la buena noticia de que el Congreso de EE.UU. había renovado la semana pasada, como parte de la Ley sobre la Violencia contra la Mujer, la Ley de Protección a las Víctimas de la Trata de Personas, la cual exige un aumento de la búsqueda de posibles víctimas en los aeropuertos internacionales —donde se da con mucha frecuencia este tráfico ilícito— y le permite a las víctimas obtener un estatus migratorio temporal en Estados Unidos.

“Pero eso no significa que hemos cumplido nuestra misión”, dijo ella, y añadió que, con excepción del estado de Wyoming, 49 estados de EE.UU. han aprobado leyes contra la trata de personas, y en 39 estados están presionando por imponer leyes más severas contra la trata.

La trata de personas, afirmó Dreier, existe en todos los países del mundo, y por tanto en todos los países y en todas las diócesis donde la Iglesia Episcopal está presente, y lo mejor que los episcopales pueden hacer es investigar las leyes [que existen al respecto] en sus estados y laborar por el fortalecimiento de esas leyes concebidas para “proteger, prevenir y enjuiciar [a los culpables]”.

McVey, que es el rector de la iglesia de San Albano [St. Alban’s] en Davenport, Iowa, sugirió que lo primero que la gente puede hacer para combatir la esclavitud en su entorno es orar, y lo segundo es comenzar a educar a la gente acerca de la existencia de la trata de personas.

En términos prácticos, sugirió él, educar a las niñas, que podrían ser presa de traficantes a través de la Internet, a través de Facebook o de otras redes sociales, acerca de los peligros [existentes]; decirles a los hombres que dejen de comprar pornografía e informar a los hombres que han sido arrestados por la compra de favores sexuales adonde va su dinero y cómo esto viola [la integridad] de las mujeres; dirigir a los agentes del orden público a los lugares donde existe este tráfico y cabildear con los legisladores para que impongan leyes más severas contra la trata de personas.

(Diócesis, parroquias e individuos episcopales a través del país, en lugares tan diferentes como el sur de la Florida e Iowa, están dedicados a combatir la trata de personas mediante la concienciación y la acción).

Russell, que ha trabajado con víctimas de trata de personas durante más de 10 años, señaló que los ciudadanos extranjeros no son las únicas víctimas de la trata de personas, y que personas del país que se escapan de sus hogares pueden terminar también atrapadas en ese tráfico.

El Departamento de Justicia de EE.UU. informa que de  100.000 a 300.000 niños y niñas, con edades promedio entre los 12 y los 14 años, están en riesgo de explotación sexual comercial —una forma de trata de personas— anualmente en Estados Unidos.

Russell habló también acerca de las cinco resoluciones de la Convención General —remontándose a la primera resolución aprobada en 2000—, que condenan la trata de personas, apoyan a las víctimas y piden campañas de educación pública [sobre el tema] a nivel de toda la Iglesia.

Main, que supervisa de cerca la labor de las Naciones Unidas y colabora con otras agrupaciones en lo tocante a la trata de personas, se refirió a la manera en que las Naciones Unidas respeta y acoge con beneplácito la voz de la Iglesia Episcopal, y cómo la participación de la Iglesia en combatir la trata de personas se remonta a cuando las Naciones Unidas, en 2000, adoptó el Protocolo para Prevenir, Suprimir y Castigar la Trata de Personas.

Main también se refirió a la importante labor de Anglican Women’s Empowerment en la lucha contra la trata de personas.

Robinson, que trabaja a través de la Comunión Anglicana, habló acerca de una resolución sobre la trata de personas aprobada por el Consejo Consultivo Anglicano, durante su reunión en Auckland, Nueva Zelanda, en octubre pasado, y de crear y compartir métodos prototípicos de prevención y rehabilitación de víctimas.

“Tenemos un lugar especial en este asunto porque somos el cuerpo de Cristo en el mundo”, dijo Robinson, y añadió que eso incluye no sólo compartir el trauma asociado con la trata de personas, sino también las Buenas Nuevas.

Al final del diálogo, cada uno de los panelistas encomendó a los presentes, tanto en el salón como a los que lo seguían por Internet,  no sólo recordar a las víctimas, sino también reconocer su propio papel en la trata de (Visite http://slaveryfootprint.org/ para calcular cuántos esclavos trabajan para usted.)

Otros eventos fuera de la sede relacionados con la Iglesia Episcopal y programados en conjunción con la UNCSW el 6 de marzo incluyeron un panel internacional sobre la eliminación de todas las formas de violencia contra las mujeres y las niñas, auspiciado por L.O.V.E. un equipo de trabajo sobre la Vida No Violenta, en la iglesia de la Santa Trinidad en Manhattan. Sarah Eagle Heart, la encargada del programa de la Iglesia para el Ministerio Nativoamericano e Indígena,  estaba programada para participar en el panel.

– Lynette Wilson es redactora y reportera de Episcopal News Service. Traducción de Vicente Echerri.