Laborar en pro de la ‘paz’ y la ‘justicia’ en Tierra Santa

Por Lynette Wilson
Posted Feb 11, 2013
Suheil Dawani, el Obispo anglicano en Jerusalén y la obispa primada Katharine Jefferts Schori durante una visita en diciembre a la iglesia de San Pablo en Jerusalén Occidental. Foto de Lynette Wilson para ENS.

Suheil Dawani, el Obispo anglicano en Jerusalén y la obispa primada Katharine Jefferts Schori durante una visita en diciembre a la iglesia de San Pablo en Jerusalén Occidental. Foto de Lynette Wilson para ENS.

[Episcopal News Service] En 1873, la Iglesia Anglicana construyó la iglesia de San Pablo, su segunda iglesia en Jerusalén, para servir a los cristianos árabes autóctonos, labor que realizó hasta 1948 en que la mayoría de los árabes huyeron a Jordania.

Con excepción de un oficio especial en 1961, la iglesia —situada en la carretera Tribus de Israel, en la vecindad de una sección de judíos ortodoxos justo al oeste de la Línea Verde y a no más de un par de millas de la catedral (anglicana) de San Jorge en Jerusalén Oriental— permaneció cerrada.

La “Línea Verde” se refiere a la demarcación establecida entre Israel y sus vecinos luego del fin de la guerra árabe-israelí de 1948. La frontera dividía en dos a Jerusalén: la parte occidental quedaba en el territorio de Israel, en tanto la parte oriental caía dentro del reino hachemita de Transjordania (más tarde Jordania), una situación que se mantuvo hasta la guerra de los Seis Días en 1967.

En 2007 la Diócesis Episcopal de Jerusalén decidió renovar y reabrir San Pablo (la iglesia se había incendiado en tres ocasiones), no porque la diócesis estuviera necesitada de otra iglesia, explicó el Muy Rdo. Hosam Naoum, deán de la catedral de San Jorge y canónigo pastor de la congregación árabe de San Pablo, sino porque su existencia comunica un mensaje importante.

“Da una señal de esperanza y de luz y dice que la Iglesia está allí para velar por las piedras vivas y muertas”, dijo Naoum, y añadió: “Estamos aquí, vivos y presentes, y seguiremos estando”.

La esperanza, dijo Suheil Dawani, el obispo anglicano en Jerusalén, mientras le mostraba la iglesia a la obispa primada Katharine Jefferts Schori a fines de diciembre, es que se convierta en un centro para la reconciliación.

Y la voz de los cristianos con frecuencia se tiene como de paz, justicia, perdón y reconciliación.

Es la responsabilidad de los cristianos, dijo Naoum, “promover el amor propio y la tolerancia y el afecto mutuo para lograr que esto suceda”, lo cual la Diócesis Episcopal de Jerusalén demuestra a través de sus 35 instituciones sanitarias y docentes, muchas de ellas en Cisjordania, Jerusalén y la Franja de Gaza.

Las vivificantes instituciones diocesanas funcionan sobre el trasfondo del conflicto israelí-palestino que ya dura varias décadas, y la creciente emigración de la minoría cristiana en busca de una vida mejor y de oportunidades en el extranjero.  Entre tanto el proceso de paz se ha atascado y los líderes israelíes y palestinos se culpan mutuamente por ello.

Pero es con el apoyo de la Iglesia Episcopal y de organizaciones como los Amigos Americanos de la Diócesis Episcopal de Jerusalén que los episcopales también pueden promover esa paz y esa justicia en Israel y los territorios palestinos.

“La asociación que tenemos con la Diócesis de Jerusalén es no es solo un medio en que los episcopales y la Iglesia Episcopal pueden ayudar a responder al sufrimiento humano en otras partes del mundo, sino también una oportunidad de aprender del testimonio y de la abnegación radical de la Diócesis Episcopal de Jerusalén”, dijo Jefferts Schori.

“Creo que es un desafío para todos nosotros, particularmente en el contexto de Estados Unidos, y también en Europa, ver la forma en que musulmanes y cristianos en particular viven y trabajan juntos y son miembros de las mismas comunidades”, agrego.

La escuela episcopal de San Juan en Haifa es uno de esos ejemplos de comunidad: la escuela ha educado a generaciones de niños musulmanes, judíos y cristianos y ha sido oficialmente reconocida por el distrito escolar israelí no sólo por la alta calidad de su educación, sino por su proyecto de Educación para la Paz, que se empeña en crear conciencia entre los estudiantes acerca de sus derechos, el servicio a la comunidad y la resolución de conflictos.

Haifa, la ciudad más al norte de Israel en el mar Mediterráneo, se destaca como un modelo de diversidad, en la cual judíos, cristianos, musulmanes, drusos, bajai y otros viven en cercana proximidad en comunidades integradas.

La obispa primada Katharine Jefferts Schori y el primer ministro Salam Fayyad, de la Autoridad Nacional Palestina, durante una reunión en diciembre en la sede del gobierno palestino en Ramala.  Foto de Lynette Wilson para ENS.

La obispa primada Katharine Jefferts Schori y el primer ministro Salam Fayyad, de la Autoridad Nacional Palestina, durante una reunión en diciembre en la sede del gobierno palestino en Ramala. Foto de Lynette Wilson para ENS.

A fines de diciembre, el tránsito se atascó en Haifa cuando cristianos, musulmanes y judíos salieron a las calles para conmemorar la “Fiesta de las Fiestas”, una celebración de festividades religiosas organizada por el alcalde de la ciudad y anunciada como un modelo de coexistencia pacífica en Israel.

“Resulta claro que hay personas de buena voluntad en cada una de las tres tradiciones religiosas y en cada una de las entidades políticas, que quieren la paz, que quieren la coexistencia, los difíciles son los intransigentes en cada partido, de la misma manera que están en nuestro propio contexto”, dijo Jefferts Schori, reflexionando sobre su visita a Tierra Santa. La obispa primada visitó Israel y los Territorios Palestinos en Navidad y Año Nuevo a invitación de Dawani. Además de visitar las instituciones diocesanas, el viaje incluyó  reuniones con dignatarios británicos y estadounidenses, con el primer ministro Salam Fayyad, de la Autoridad Nacional Palestina y con los líderes ecuménicos de las iglesias de Jerusalén (Haga un clic aquí para leer un artículo sobre el encuentro de la obispa primada con el patriarca griego).

La vea anterior que la obispa primada había visitado Tierra Santa fue en marzo de 2008, antes del último gran conflicto entre israelíes y palestinos, cuando a fines de diciembre de ese mismo año los israelíes lanzaron tres semanas de ataques por aire y tierra en respuesta a repetidos misiles lanzados [contra su territorio] por los palestinos de Gaza. Unos 1.400 gazanos y 13 israelíes (cuatro de ellos por disparos hechos por sus propias tropas) murieron en los ataques.

“Observo algún progreso desde la última vez que estuve aquí, tanto en lo económico como en lo político. Hay al mismo tiempo una sensación de esperanza y una sensación de desespero con los palestinos, que resulta muy comprensible. Creo que el problema sigue siendo que el gobierno de Estados Unidos debe encontrar un modo de convencer a los intransigentes de que se suavicen y encuentren una solución arbitrada. Los palestinos no están yendo a ninguna parte, los israelíes no están yendo a ninguna parte. Necesitan encontrar un modo de coexistir para su propia supervivencia, para la supervivencia de todos”, afirmó ella.

La última visita tuvo lugar poco más de un mes después de la más reciente escalada de violencia entre las fuerzas israelíes y Hamás, el militante partido islamita de los palestinos que ha controlado Gaza desde 2007. Poco después del cese al fuego, la Asamblea Nacional de las Naciones Unidas —con el apoyo de 138 naciones— aprobó la admisión de Palestina como un Estado no miembro.

Jefferts Schori viajó acompañada por el Rdo. Canónigo Robert Edmunds, encargado de la asociación con el Oriente Medio de la Iglesia Episcopal y ex capellán de Dawani; Alexander Baumgarten, director de la Oficina de Relaciones Gubernamentales de la Iglesia Episcopal con sede en Washington, D.C. y el obispo James Magness, obispo sufragáneo de la Iglesia Episcopal para los ministerios federales.

“Políticamente, creo que es un período de gran frustración en que el proceso de paz se ha estancado por muchísimo tiempo y no necesariamente  da señales de reanudarse en algún momento próximo, particularmente mientras el liderazgo  político estadounidense en torno al conflicto israelí-palestino siga siendo incierto”, dijo Baumgarten.

Sin embargo, Baumgarten citó declaraciones y acciones recientes del gobierno de Obama como “señales de esperanza”.

“Aunque los acontecimientos sobre el terreno parece que complican el futuro de la solución de dos estados, y las posiciones políticas de todas partes permanecen atrincheradas, podemos percibir esperanzas en el hecho de que el gobierno estadounidense recién electo ha indicado que desea dedicar nuevo capital político a la reanudación de negociaciones entre israelíes y palestinos”, dijo Baumgarten.

Jefferts Schori se unió recientemente a otros líderes cristianos, judíos y musulmanes de Estados Unidos en advertir a la Casa Blanca y a los líderes del Congreso que “ha empezado a declinar la luz sobre la posibilidad de una solución de dos estados para el conflicto israelí-palestino” e instarles a un “inmediato y sostenido liderazgo estadounidense antes de que anochezca sobre las esperanzas de una solución pacífica” (La declaración completa puede encontrarse aquí.)

La Convención General en julio de 2012, mediante la Resolución B019, expresó su “pesar por la falta de progreso en las negociaciones entre israelíes y palestinos hacia una justa y pacífica resolución del prolongado conflicto”; pidió el fin de la violencia y reafirmó el compromiso de la Iglesia “de una solución negociada de dos estados, en la cual un seguro y universalmente reconocido Estado de Israel viva junto a un Estado libre, viable y seguro para el pueblo palestino con una Jerusalén compartida como capital de ambos”.

“Los episcopales pueden ser líderes en movilizar el apoyo estadounidense para una paz justa y duradera contando la historia de las iglesias cristianas de Tierra Santa y sus líderes, incluida la Diócesis Episcopal de Jerusalén”, dijo Baumgarten. “Por irresoluble que pueda parecer la dinámica política en cualquier momento dado, los cristianos de Tierra Santa están sirviendo como puntos focales para una reconciliación tangible y significativa al tiempo que defienden audazmente una  visión de paz que atraiga a personas desde los extremos a un lugar donde puedan encontrarse el acuerdo, el avenimiento y la paz con justicia”, dijo también Baumgarten.

La resolución también llama a la Iglesia a apoyar “un estudio judío, musulmán y cristiano sobre la paz con justicia en el Oriente Medio” y a que la Iglesia Episcopal, y sus diócesis y asociados, se comprometan activamente en la disciplina de la promoción, la educación y la oración a favor de la paz entre israelíes y palestinos, así como la provisión de ayuda humanitaria que promueva la paz y la reconciliación, añadió Baumgarten.

El Padre  Loustinos, sacerdote ortodoxo que es el guardián y restaurador del Pozo de Jacob en la ciudad cisjordana de Nablus, y la obispa primada Katharine Jefferts Schori durante una visita al lugar santo cristiano. El Patriarcado Ortodoxo Griego asumió el control del Pozo de Jacob en 1860.  Foto de Lynette Wilson para ENS.

El Padre Loustinos, sacerdote ortodoxo que es el guardián y restaurador del Pozo de Jacob en la ciudad cisjordana de Nablus, y la obispa primada Katharine Jefferts Schori durante una visita al lugar santo cristiano. El Patriarcado Ortodoxo Griego asumió el control del Pozo de Jacob en 1860. Foto de Lynette Wilson para ENS.

Los episcopales, dijo Edmunds, pueden ayudar a la Diócesis de Jerusalén, orando por los cristianos que viven en Tierra Santa. “Ellos son los mayordomos de la fe; son los que mantienen las iglesias abiertas”.

Para aquellos, dijo, que pueden hacer una peregrinación a Tierra Santa, es importante que, al volver a casa, compartan sus relatos y experiencias; la ayuda económica mantiene a las instituciones funcionando, lo cual es importante para mostrar que la Iglesia está viva y saludable y es “afirmación de la vida y edificación de la paz” y un símbolo de “esperanza” en un lugar donde la esperanza y la paz escasean.

Es también importante, para aquellos que la visitan y para los que están interesados en edificar la paz en Tierra Santa, informarse respecto a las personas, la compleja historia y la política [del lugar], subrayo Edmunds.

Un error común, por ejemplo, es que pese al hecho de que los cristianos han estado en Tierra Santa desde el primer Pentecostés, la gente tiende a pensar, sobre todo en Occidente, que los cristianos palestinos son musulmanes conversos, lo que no es el caso, puntualizó Edmunds.

Los musulmanes y cristianos palestinos en Tierra Santa comparten idioma, cultura y costumbres y una historia paralela; es el auge del fundamentalismo entre cristianos, musulmanes y judíos  y “la idea de la exclusividad, lo que resulta tan dañino”.

– Lynette Wilson es redactora y reportera de Episcopal News Service. Traducido por Vicente Echerri.